De Roma  a  Jerusalén
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De Roma a Jerusalén

D. G. Hanscomb, TBD, George A. Bush

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De Roma a Jerusalén

D. G. Hanscomb, TBD, George A. Bush

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"¿Quien mejor puede contar la historia que aquel que ha estado allí? Usted se sorprenderá del testimonio de conversión del autor del Catolicismo a la fe Apostólica. Los anales de la historia han sido abiertos y su oportunidad de ser conocedor de la historia de la iglesia está todo en una publicación corta. Usted va ser desafiado y usted será informado. La información contenida adentro es chocante pero al mismo tiempo pertinente y a tiempo. Que la verdad sea dicha, el autor no se ha reservado a si mismo en este escrito. Su mente será estimulada y su corazón abierto." J.A. Stirnemann, M.D.

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Information

CAPITULO UNO
Hogar y Más Allá
Siendo criado en los espacios abiertos de un gran cultivo de papas en la parte oriental de Canadá, hemos aprendido a apreciar la cercanía que nuestra numerosa familia proveyó. Yo, junto con mis seis hermanos y hermanas, aprovechando al máximo el aire limpio, fresco y belleza que nos rodeaba, optamos por desafiar la provincia salvaje de Nueva Brunswick.
La provincia es un lugar de colinas boscosas y arroyos rápidos burbujeantes. Este hábitat impresionante hace la provincia uno de los principales lugares de caza en el país. En el invierno, a veces se puede apreciar la calma desenfrenada del Río San Juan, que lleva el frío del hielo en fusión a través del desierto blanco a la bahía de Fundy y luego al Océano Atlántico.
En el verano, la provincia es también un lugar espectacular. El ganado pasta en tierras de cultivo en capas de tonos verde mientras que los pescadores y leñadores cada vez recorren los campos para aventuras.
La historia de mi familia, transmitida a lo largo de los años, representa el estilo de vida rústico de vida agrícola. Cuando era joven, mi papá sin excepción, vio un gran potencial agrícola en esta zona que atrajo a los que querían cultivarla.
La vida agrícola en Nueva Brunswick, aunque no siempre fue fácil, fue un tipo de vida muy saludable. Mi padre y madre, con disposiciones muy amigables, trabajaron largas horas para mantener a su numerosa familia, y así haciendo la vida más cómoda para todos.
Altos morales e integridad distintas son características de la pareja que dirigía nuestro hogar. Al hacer memoria de los días pasados, recuerdo muchas mañanas en la primavera del año preparándome para una larga caminata a la escuela. El desayuno en nuestra casa nunca fue una comida simple, sino una experiencia para no decir más. Parecía que nuestra madre siempre tenía lo mejor de todo preparado; mantequilla casera, jugos frescos, y una abundancia de su propia conservas caseras. Siempre estuvo ahí y siempre había suficiente para todos. Nadie dejó la mesa de nuestra madre insatisfecho.
Mi padre no era solamente un buen proveedor para su numerosa familia, pero también en un tiempo un soldado en el Ejército Canadiense Real. Él se encontró luchando junto a sus aliados contra la dictadura agresiva de Adolfo Hitler en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando vivía insistió en que aprendiéramos a ser responsables mientras al mismo tiempo disfrutar viviendo día a día como la vida se le presentara. Él tenía un dicho que tuvo para mí mucho mérito más tarde en mi vida. Él dijo: "Cuando se es joven, ahorra tu dinero y cuando te hagas viejo serás capaz de pagar por los placeres que sólo los jóvenes pueden disfrutar."
El verano de hecho fue un tiempo maravilloso, pero sólo el buen Dios sabe lo que se requiere para despertarse en el invierno, sabiendo que era afuera sin duda estaba a veinticinco grados Fahrenheit bajo cero. Aunque copos blancos de nieve cubrían las majestuosas montañas Canadienses, las ventanas cubiertas con hielo obstruían la vista al hermoso paisaje.
La casa de la escuela elemental que se encontraba a una milla desde nuestra casa estaba lejos de contar con las comodidades modernas de nuestros días. No había baños en el edificio de una habitación, y el agua potable estaba contenida en la esquina izquierda de la habitación en una hielera portátil. Una vieja estufa de leña se situaba en el centro de la parte posterior de la habitación y servía como sistema de calefacción de la escuela, así como, una bandeja de calentamiento para descongelar nuestros sándwiches de mantequilla de maní congelados.
La maestra de esta comunidad rural tenía la tarea de supervisar a los seis grados en una habitación. Ella era una señora Protestante y leía la Biblia y oraba cada mañana antes de empezar clases. La mayoría de los estudiantes Católicos Romanos ya sea se tapaban sus oídos con los dedos o estaban de pie fuera de la puerta hasta que todo terminara, creyendo que el sacerdote era la única autoridad para ministrar la Palabra del Señor.
Mi amigo de al lado de la casa quería ser sacerdote. Como en los hogares de muchos, conjuntamente con la radio, el rosario se rezaba diariamente. Recuerdo jugar a la iglesia con los otros niños del vecindario. Nunca tocábamos panderetas ni alabábamos a Dios mientras que un predicador auto-elegido se puso en medio, pero una elección siempre se llevaba a cabo para nombrar un sacerdote para presidir sobre el humilde rebaño.
A mi amigo en mi opinión le faltaba autoridad. Este dictador crudo de diez años se apresuraba para aprovecharse de los más desfavorecidos mientras por lo general yo era silenciado después de haber caído victima de la democracia. A pesar de que no siguió sus sueños al sacerdocio, nos encontramos más tarde en la vida por un poco tiempo en el Gran Seminario de Teología de Nueva Brunswick.
Cuando tenía aproximadamente catorce años, mi madre me pregunta si yo quería tomar lecciones de arte por parte de las monjas en Perth. Parecía que yo siempre estaba listo para un desafió y tenía un deseo fuerte a esta corta edad de conocer a Dios. La Iglesia Católica Romana en el pueblo cercano de Aroostook, en ese tiempo era supervisado por el Padre Sam. Él era un ministro anciano y necesitaba limpiar su amplia biblioteca. Acepté la tarea y recuerdo que era pagado poco dinero por limpiar los estantes y aliviar los libros de tanto polvo que probablemente se acumulaba cada año desde el siglo dieciséis.
Un día, mientras jugaba baloncesto en el Instituto de Educación Secundaria Regional del Sur de Victoria, me lesioné la rodilla derecha y fui admitido en el Hospital Hotel Dieu en Perth. Este hospital no solamente era en ese tiempo un lugar de reparación de rodillas, sino también el lugar de la escena de mi nacimiento quince años atrás.
Fue durante mi estadía en el hospital que conocí a un estudiante de Haití en las Islas de las Antillas. Yo estaba muy interesado en su estudio. Se llamaba Gastón y él estaba en su segundo año de teología. Este seminarista fue hospitalizado a causa de neumonía. Durante esa semana yo estuve pendiente de las palabras que tenía que decir acerca de su servicio a la iglesia como futuro sacerdote. Oh como quería conocer a Dios. Para hacer algo por Él seria para mí el honor más grande que la vida podría ofrecer.
Cuando mi nuevo amigo Gaston fue dado de alta del hospital, me invitó al seminario e hizo arreglos con el director a mi encuentro en el campus. Al llegar me sentí encantado de estar en la compañía de seminaristas de todo el mundo.
El seminario era un esfuerzo internacional para entrenar y habilitar a hombres para servir en la iglesia madre alrededor del mundo. Pareciera que había estudiantes de todo el mundo estudiando en este seminario. Su ambición en la vida era tan familiar, el sacerdocio en la Iglesia Católica Romana; las mismas metas que corrían similares a las mías. Para un hombre joven perseguir sus ambiciones hacia el sacerdocio y ser un intercesor para su propio pueblo es probablemente el mayor elogio que podría pagar su familia.
Fui designado por el director a una habitación privada para mis visitas los fines de semana o si quería, durante los días de la semana también. Este director quien ahora es el director general de la institución, hizo disponible los centros de aprendizaje para mi uso personal. Me encontraba pasando horas buscando en los libros de la biblioteca excelentemente organizada en el sótano de la iglesia. Una búsqueda del conocimiento quemaba en el interior, exigiendo que no se apagara. Mientras estudiaba, disfrutaba de la idea de que Dios posiblemente podría estar llamando a un joven tosco de granja, para ser un siervo en Su reino.
No sabía hacia donde Dios me dirigía o incluso si era que me estaba guiando. Hubo, sin embargo, una cosa segura y era hacer algo por el Señor. Tenía unas ganas tremendas de hacer Su voluntad. Había algo que se quemaba en lo más profundo de mi alma.
El don del deseo aún arde hoy en el centro de mi ser. Este regalo único de Dios, nunca debemos permitir que se envejezca en nuestra vidas. Sin el deseo de comer, uno perecerá. Sin el deseo de cumplir la voluntad de Dios en nuestras vidas, también pereceremos espiritualmente, a pesar de nuestros años de servicio en Su reino.
Douglas G. Hanscomb y Gaston Piere Louis
Seminario de Teología
De una u otra manera puedo visualizar una pequeña porción de lo que Jeremías el profeta vio en la casa del alfarero en el capitulo dieciocho de su libro. Aunque no tenía idea en ese tiempo de lo que estaba buscando, ahora entiendo que el Señor de los Ejércitos tuvo sus santas manos en mi vida, y estaba dispuesto a hacer sobre Su propia rueda un vaso inmortal de honor, para Su gloria eterna.
Un día de verano en el seminario le hablaba a un amigo quien hoy en día es un sacerdote ordenado. Casualmente le mencione que un día quisiera ser un sacerdote en la iglesia. Parecía comprensivo conmigo, pero reacio a interceder en mi favor. Sabiendo que quería dedicar mi vida a las necesidades de las personas a mí alrededor, me informó que el director general del seminario estaría en el condado de Victoria este fin de semana y que yo debía concretar una cita con él. Cuando era adolescente, yo nunca me había reunido con un funcionario de alto rango en la iglesia y estaba francamente muy nervioso.
Mi cita con el padre fundador del instituto fue uno de esos encuentros fortuitos que enumeran en el mejor de los casos, una media docena a lo largo de una vida. Mientras estaba sentado en una gran oficina alfombrada sin saber exactamente qué esperar, sentí un aire de cautela mientras el sacerdote que llevaba una sotana largo y negra y un collar Romano blanco entró en la habitación. Me estrechó la mano y se presentó a sí mismo como el director. En tan sólo unos minutos de hablar con esta persona, lo encontré ser un hombre Francés amable con una carga para su iglesia.
El sacerdote quería saber lo que yo quería con él y rápidamente le informé de mi deseo de entrar en el sacerdocio. Le dije, sin embargo, que no podía darme el lujo de ir a la universidad y estudiar para tal fin. El sacerdote después de haber ponderado en mis declaraciones por unos momentos, miró por encima de sus gafas y dijo: "Te invito a estudiar en nuestro seminario en la provincia de Quebec."
Él explicó que debía terminar mi bachillerato y luego ir a los estudios que pertenecían al sacerdocio. Le dije al sacerdote que había entendido mal lo que yo estaba diciendo. No podía pagar esos estudios. Luego me informó de que era yo el que había entendido mal. El sacerdote me dijo que me estaba invitando a su seminario y que mis estudios serían pagados por la Iglesia Católica Romana. ¿Qué pude decir? le di las gracias y salí de la lujosa oficina. Siempre estaré agradecido por él por no vacilar en que me concediera esa gran oportunidad. Era realmente alentador desde el principio y más en su ayuda a aclarar los hilos enredados de un futuro incierto.
Mientras me paraba afuera de la oficina del director, note que había una luz roja de salida al final del largo pasillo. La luz era borrosa. Las lágrimas brotaron de mis ojos ya través de las lágrimas pude ver una puerta de oportunidad abierta ante mí. Con mi rosario en la mano, salí del edificio y me dirigí directamente hacia el santuario de la iglesia. Hay solo me arrodillé ante la imagen de la Bendita Virgen María. Con una gratitud inmensa recé para que ella me hiciera el mejor sacerdote mientras me guiara a través de mis estudios.
CAPITULO DOS
Intervención Divina
Teología es básicamente el estudio de Dios, doctrinas religiosas, y por supuesto asuntos pertenecientes a la Divinidad. La palabra teología viene de dos palabras Griegas “Theos” (Dios) y “Logos” (Verbo). Tuve el gran privilegio de estudiar teología y filosofía mientras estaba en la Iglesia Católica Romana, ya que son obligatorias para aquellas personas que optan por seguir una carrera en el ministerio.
Sin embargo, debido a que uno se hace llamar un teólogo no lo califica a uno como un Cristiano que sepa la verdad. Sin Dios no hay esperanza y así mismo sin la doctrina de los Apóstoles no hay esperanza. Han habido teólogos que nunca han admitido a un Dios vivo.
En los 1960's había una teología Cristiana Ateísta que floreció por un tiempo. Esta teología sugirió que la realidad de un Dios trascendental en lo mejor de los casos no podía ser conocido y en lo peor de los casos no existió en absoluto. Hay una variación en la definición de la teología de la Muerte de Dios pero ha dicho que Dios está muerto en que Él ha dejado de existir como un ser sobrenatural trascendental. Esta teología rápida y dramáticamente paso de la escena del Cristianismo. Bíblica y realísticamente hablando la totalidad de esta teología debe considerarse absurda aunque ha sido clasificada como teología Cristiana.
Otra teología es la del Aniquilacionismo que toma el puesto de que algunos, si no todas las almas humanas dejarán de existir después de esta vida, creyendo de que todos los seres humanos son por naturaleza mortales. Dios imparte a los redimidos el don de la inmortalidad y permite el resto de la humanidad se hunda en el vació.
“Hypostasis” es una palabra Griega que significa substancia, la naturaleza o esencia de algo. Esta palabra es usada por filósofos y también por teólogos. En el campo de la filosofía, significa la parte esencial de cualquier cosa. Como un término teológico, lo usamos para describir cualquiera de las tres sustancias distintas en la única sustancia indivisible de Dios.
El tiempo había llegado para visitar la ciudad de los Tres Ríos, Quebec, Canadá. Aquí, yo habría de continuar mis estudios y enfocarme en mi ambición hacia el sacerdocio. No me entusiasmaba dejar el Ingles de Nueva Brunswick, pero me emocionaba el desafió que tenia ante mí.
Una mañana de primavera, le pedí a mi familia una calurosa despedida y me fui a un lugar que nunca había estado antes. Yo era uno de dieciséis pasajeros de la furgoneta, además de nuestro equipaje. Tan pronto como nos acercamos a la rampa que nos llevaba a la autopista Trans-Canadá, sacamos nuestros rosarios y empezamos a rezar juntos a la Virgen María para un viaje seguro a la ciudad de Quebec. Fuimos advertidos de que el viaje sería largo. Tan desalentador como el viaje con todos los seminaristas prometía ser, me sentí muy seguro entre amigos.
En la autopista hacia los Tres Ríos, mientras disfrutábamos de una reconfortante sensación de seguridad, casi nos encontramos con nuestro Waterloo. El conductor decidió a cien kilómetros por hora pasar una camioneta, mientras que el hombre detrás de nosotros estaba entreteniendo los mismos pensamientos. Antes de tener la oportunidad de evaluar lo que realmente estaba sucediendo fuimos testigos de un camión en nuestro lado derecho y una furgoneta azul a lado izquierdo. La furgoneta nos apretó a la derecha tratando de evitar un accidente. Todos por consiguiente, terminamos en la zanja yendo a unos cien kilómetros por horas.
Fuimos esparcidos desde la puerta lateral hacia la maleza a lo largo del borde de la carretera. En mi estado desorientado alcancé mi rosario con esperanzas de que María de alguna manera calmara mi corazón que latía rápidamente. Tuve un chichón de buen tamaño en mi cabeza, pero afortunadamente nadie estuvo gravemente herido. Una furgoneta grande del seminario fue capaz de recogernos y continuamos nuestro viaje.
Para llegar al Seminario de Filosofía en Tres Ríos nosotros tuvimos que tomar un camino de grava por varios kilómetros. Este camino polvoriento lleno de baches parecía no terminar nunca, lo que hace que uno se sienta que uno era parte de un safari en alguna parte oscura de África.
Los primeros meses del seminario estuvieron llenos de optimismo y aventura. La emoción de los seminaristas de países extranjeros fue de hecho contagiosa. Luces encendidas en la biblioteca a las dos de la mañana eran comunes donde vivíamos.
Al entrar en las aulas de clase y salas de conferencias, nos sentimos bastante entusiastas y seguros de sí mismos por haber conquistado barreras lingüísticas y culturales. Creímos en nuestra misión y vimos pocas razones para esconder lo que íbamos...

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Hanscomb, D. (2019). De Roma  a  Jerusalén ([edition unavailable]). Douglas George Hanscomb. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2459751/de-roma-a-jerusaln-pdf (Original work published 2019)

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Hanscomb, D. (2019) 2019. De Roma  a  Jerusalén. [Edition unavailable]. Douglas George Hanscomb. https://www.perlego.com/book/2459751/de-roma-a-jerusaln-pdf.

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Hanscomb, D. (2019) De Roma  a  Jerusalén. [edition unavailable]. Douglas George Hanscomb. Available at: https://www.perlego.com/book/2459751/de-roma-a-jerusaln-pdf (Accessed: 15 October 2022).

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Hanscomb, D. De Roma  a  Jerusalén. [edition unavailable]. Douglas George Hanscomb, 2019. Web. 15 Oct. 2022.