La organización social del cuidado de niños niñas y adolescentes en colombia
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La organización social del cuidado de niños niñas y adolescentes en colombia

Experiencias urbanas

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La organización social del cuidado de niños niñas y adolescentes en colombia

Experiencias urbanas

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No somos nada sin el otro/a. Esta es la mejor expresión del valor fundamental del cuidado. El cuidado que sostiene la vida. El cuidado que durante esta dolorosa pandemia ha sido la base fundamental para proteger la vida en todas sus expresiones. El cuidado que por siglos ha sido invisibilizado y desplegado especialmente por millones de mujeres en el mundo. Quien cuida y a quienes se cuida ha puesto en evidencia la división tajante sobre los cuidados. Como lo señala Judith Butler, todas y todos nacemos dependientes. En eso estamos en condición de igualdad. Pero es en la división sexual del trabajo y en la valoración que las sociedades hacen del cuidado donde empiezan las diferencias y las profundas desigualdades. Este libro nos ofrece un bien común intelectual, al documentar de forma cooperativa la organización social del cuidado de niñas, niños y adolescentes en Bogotá, Cartagena, Medellín, Cali y Bucaramanga, y nos propone como proyecto de sociedad "un movimiento significativo que ponga en el centro la vida y el cuidado como acciones para construirla, promoverla y conservarla". Angela María Robledo Gómez

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Narraciones sobre el cuidado de NNA en Bogotá: reflexiones desde el género y la posición social1

Yolanda Puyana Villamizar, Amparo Hernández Bello, Martha Lucía Gutiérrez Bonilla y Carolina Giraldo Henao
Cuidar supone un entramado de acciones y relaciones más complejo en las grandes ciudades como Bogotá. En este capítulo se exponen diversas formas de asumir el cuidado, de vivenciarlo y de reflexionar al respecto desde las voces de quienes realizan esta tarea. Buscamos comprender la organización social del cuidado de la niñez y la adolescencia en Bogotá, desde la perspectiva de los grupos familiares, ilustrando la red de estrategias, acciones y relaciones que posibilitan o limitan la acción compleja de cuidar a niños, niñas y adolescentes. Para ello, se exponen las nociones y perspectivas de cuidado que expresan las y los cuidadores, y se muestran las múltiples estrategias que construyen los hogares para salirles al paso a los obstáculos que imponen el sistema cultural y la ciudad con sus complejidades. Se relata la interacción que ocurre entre los hogares, los servicios del Estado, el mercado, y las formas como se equilibran o se ponen en tensión las relaciones entre el trabajo y las labores de cuidado. Y, por último, se hace del género y la posición social categorías diferenciadoras y transversales, porque aportan al análisis de las diversas formas en que los hogares asumen el proceso de cuidar a niños, niñas y adolescentes (NNA), una actividad que afecta todas las esferas de la vida social.
Deseamos profundizar en una perspectiva crítica del cuidado y su realidad en Bogotá, aportando al ejercicio de comparabilidad y dando evidencias que delineen pistas para la acción en políticas públicas en un marco de mayor justicia social. Además, esperamos contribuir al debate académico tendiente a develar los mecanismos que subyacen a los estereotipos sobre el cuidado en los hogares como función predominantemente femenina, los cuales subordinan a las mujeres y soslayan la contribución de su trabajo al bienestar general de la sociedad.
A partir de la descripción de los referentes teóricos y metodológicos —en particular, de la manera como construimos la posición social—, el caso se desarrolla en cinco apartes: la necesaria mirada del contexto de Bogotá y sus complejidades; una descripción de las características de los y las entrevistadas; la perspectiva de cuidadoras y cuidadores sobre el cuidado al interior de los hogares según posición social; los relatos sobre el cuidado en los hogares y su relación con el Estado, el mercado y las redes; y, para finalizar, una reflexión sobre las principales lecciones y recomendaciones derivadas.

Referentes teóricos: cuidado, género y bienestar

En su acepción más general, el cuidado constituye una cualidad y una actitud propia de la especie humana encaminada a reproducir la vida para su conservación (Tronto, 1994). Como categoría contiene varios significados: el político, en tanto concierne a la sociedad como totalidad e implica un compromiso ligado al Estado y a la ciudadanía; el ético, asociado a la responsabilidad que “se expresa en un conjunto intrincado de relaciones que están atravesadas por el poder” (Arango y Molinier, 2011, p. 3); el social, por cuanto el cuidado constituye un trabajo que hace referencia a una acción transformadora de la naturaleza, a actividades dirigidas a producir bienes útiles para el consumo de las personas, a una atención particularizada, continua, cotidiana que implica desgaste físico, emocional y de la salud para quien la realiza.
De acuerdo con Martín Palomo (2011), la acción de cuidar contiene tres dimensiones: material, emocional y ética. La dimensión material se refiere a las actividades para garantizar el cuidado e incluye: a) el trabajo doméstico o la realización de oficios tales como la preparación de alimentos, arreglo de la vivienda y mantenimiento de la ropa; b) el cuidado directo, esto es, las actividades necesarias para garantizar un buen estado de salud física y psíquica, tales como la higiene del cuerpo, el descanso, la revisión de tareas escolares o el acompañamiento en el tiempo libre; y c) la gestión del cuidado, entendida como la administración de la delegación de tareas, la proveeduría o el desarrollo de actividades administrativas frente a instituciones y entidades de educación o salud. La dimensión emocional, por su parte, es intrínseca a la acción de cuidar porque conlleva una relación cara a cara, plena de sentimientos entre quien cuida y es cuidado, e incluye sensaciones de amor, encanto y desencanto, tensiones y rabias.2 Finalmente, la dimensión moral y ética hace referencia a aquellas conductas orientadoras de la acción que se definen como:
[…] las ideas como principios últimos de comportamientos, por los cuales actuamos o creemos actuar, es decir, aquellas construcciones que definen lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno o lo que es malo, lo que se considera valioso, correcto, apropiado para una convivencia justa. (Martín Palomo, 2011, p. 81)
Complementariamente, Thomas (2011) propone incluir las características de quien cuida, de quien recibe el cuidado y de las relaciones entre ellos, la naturaleza de los cuidados y los distintos tipos de cuidado, el dominio público o privado en el que ocurre el cuidado, el carácter asalariado o no del trabajo y el marco institucional (espacio físico) en el que se realiza. En el caso del cuidado de las/los NNA, su vida y bienestar dependen de personas cuidadoras con quienes inevitablemente se vinculan en relaciones de dependencia. Estas relaciones se conciben, en el sentido planteado por Sen (2000), como un acompañamiento en el proceso de formación requerido por las/los NNA para que puedan desarrollar las capacidades necesarias, ejercer sus libertades y disponer de una vida con calidad que merezca ser vivida.
Cuando se hace referencia a esta población, buena parte de las actividades de cuidado permanecen insertas en los grupos familiares en donde se cumplen funciones relacionadas con la reproducción biológica, la crianza, la socialización, la gestión del cuidado, así como la reproducción de la fuerza de trabajo indispensable para la existencia del sistema de producción. No obstante, las familias no son el único ámbito de producción de bienestar.
Lo son también el Estado, el mercado y la comunidad3 (Esquivel, Faur y Jelin, 2012; Jenson, 2003; Razavi, 2007). La acción conjunta e interdependiente de estos ámbitos configura tipos de sistemas a los que Esping-Andersen (1993) denomina regímenes de bienestar. Estos no son otra cosa que el tipo de respuesta del Estado a partir de cómo se conceden los derechos y de si ellos son independientes del nexo monetario (mercantilización/desmercantilización), del sistema de estratificación social que promueve la política social y del grado de desplazamiento de la carga por el bienestar a los hogares (familiarismo/desfamiliarismo).
La principal crítica feminista a esta propuesta ha sido su “ceguera” frente al género, pues excluye la división sexual del trabajo en el análisis de la protección social y reduce su enfoque a las relaciones del trabajo remunerado desconociendo el trabajo no remunerado que en los hogares y comunidades realizan principalmente las mujeres (Orloff, 1993; 1996). Además, es limitada para su aplicación en contextos sin estados de bienestar desarrollados. Por eso, para las realidades latinoamericanas resulta más pertinente la categoría de organización social del cuidado, entendida como: “la configuración que surge del cruce entre las instituciones que regulan y proveen servicios de cuidado infantil y adolescente, y los modos en que los hogares de distintos niveles socioeconómicos y sus miembros se benefician de los mismos” (Esquivel et al., 2012, p. 27). Una visión más profunda del cuidado, que contenga al tiempo una perspectiva de su relación con el Estado y un cambio en las relaciones de género, apunta a una crítica social que buscaría la transformación de su papel en calidad de protector de la vida integral de las personas (Carrasco, Borderías y Torns, 2011). El Estado de bienestar contiene el cuidado como parte de sus funciones. No puede seguir siendo solo una actividad invisible de las mujeres.
En lo concerniente a las familias, el cuidado está inscrito en relaciones de poder articuladas inexorablemente a las de género, entendido este último como una categoría encaminada a profundizar los simbolismos culturales en torno a la masculinidad y la feminidad, la división sexual del trabajo y las prácticas que de allí se derivan. Como lo menciona Kergoat, la división sexual se rige por dos principios organizadores: “el principio de la separación, hay trabajos de hombres y de mujeres, y el principio jerárquico, el trabajo del hombre vale más que el de la mujer” (citada en Molinier, 2011, p. 47). El análisis desde esta perspectiva permite desentrañar los significados que permean los espacios de la vida cotidiana y son incorporados por las personas en la construcción de sus identidades y en sus experiencias sociales. Implica, además, la reflexión en torno a la interpretación del mundo, que conlleva dar respuesta a ciertas apariencias supuestamente inevitables y naturales (Scott, 1996).
El cuidado a la vez depende del acceso que tienen las familias a los bienes y servicios a través de las políticas sociales o del mercado, por eso otra categoría fundamental es la de posición socioeconómica. En este proyecto acogemos la propuesta de Bourdieu (2002) sobre las clases sociales y el capital como relación de poder que tiene efectos desiguales sobre las oportunidades de los distintos agentes sociales, a partir de la distinción entre “condición de clase”, que se refiere a las características intrínsecas de las condiciones de vida y capitales de las personas y grupos, y “posición de clase”, que enfatiza en las relaciones entre las distintas posiciones.
Es creciente el número de estudios sobre el cuidado. La literatura transita entre visiones conservadoras que proponen fortalecer el papel de la mujer en el hogar, y los estudios que promulgan la autonomía femenina mediante su participación en el mercado de trabajo y que se dirigen a desentrañar las inequidades persistentes en la distribución de la carga de cuidado (Carrasco, Borderías y Torns, 2011). La temática ocupa un núcleo central y desde los intereses de las Naciones Unidas se encuentra inscrita en los lineamientos de sus organismos. Si bien varios estudios usan como modelo teórico el propuesto por Esping-Andersen (2000) para los regímenes del bienestar en Europa, en muchos países de América Latina el cuidado está limitado por la debilidad del Estado, la tributación poco redistributiva, la baja cobertura de la seguridad social y la informalización y precarización de los empleos, que generan mayor familiarización. Esto explica el actual interés en la configuración de sistemas nacionales de cuidado, entre los cuales resalta la experiencia de Uruguay (Aguirre, 2003; Ministerio de Desarrollo Social, 2015). El cuidado, ciertamente, es un tema de debate contemporáneo en las ciencias sociales que remite a las discusiones centrales sobre la justicia redistributiva y la equidad de género, y está vinculado a la política y a la reivindicación de las tres R: redistribución, reducción y reconocimiento (Esquivel et al., 2012). La consigna es democratizar las relaciones familiares y garantizar la equitativa distribución de responsabilidades y costos por el cuidado entre los distintos ámbitos de producción de bienestar en la sociedad (Fraser, 1997; Tronto, 2013; 2015).

El problema y los métodos de investigación

El cuidado de la niñez y la adolescencia ha estado sustentado en la idealización de la familia nuclear biparental que divide la función del padre como encargado de la proveeduría y de la madre como responsable de las labores domésticas del hogar y del cuidado de los miembros de la familia. Cuando esto no ocurría, el Estado o las instituciones de beneficencia asumían el cuidado que las mujeres no proporcionaban (Fraser, 1997; Puyana y Valencia, 2013). Desde la mitad del siglo XX, la metáfora del proveedor universal empezó a fracturarse debido a las complejas transformaciones económicas, sociales y culturales, así como a las luchas democráticas por los derechos ciudadanos de las mujeres (Fraser, 1997; Hochschild, 2008; Puyana y Mosquera, 2003; Pineda, 2008). La vida y el cuidado familiar se reconfiguran a partir del cuestionamiento de las tradicionales relaciones de género, la necesidad de conciliar los tiempos dedicados a la actividad laboral con las necesidades de cuidado, la regulación por parte del Estado y la demanda de participación de otras instituciones en el proceso.
En Colombia, la información respecto a la división sexual del trabajo en los grupos familiares indica cambios significativos. En las últimas tres décadas del siglo XX la tasa de participación laboral femenina aumentó y la mayoría de las mujeres en edad fértil trabajaba fuera del hogar (Pineda, 2011, p. 137). En el presente siglo estas tendencias se han mantenido y persisten unos “techos de género” que han impedido seguir incrementando la participación laboral femenina. Una de las causas es la sobrecarga del cuidado familiar doméstico que tensiona las re...

Table of contents

  1. Cubierta
  2. Anteportada
  3. Portada
  4. Página de derechos de autor
  5. Contenido
  6. Agradecimientos
  7. Introducción
  8. El contexto urbano nacional
  9. Narraciones sobre el cuidado de NNA en Bogotá: reflexiones desde el género y la posición social
  10. El cuidado de niños y niñas en Cartagena de Indias: estrategias familiares e inequidades
  11. ¿Cómo cuidamos a nuestros niños y niñas en Medellín? Narrativas de quienes agencian el cuidado y quienes lo reciben
  12. Mujeres y hombres del cuidado: algo se aprende, algo se hace y algo prevalece en el cuidado de la niñez y la adolescencia en Bucaramanga
  13. Organización social del cuidado para la primera infancia en Cali: nociones y estrategias
  14. Nociones y prácticas del cuidado de niños, niñas y adolescentes en Bogotá, Bucaramanga, Cali, Cartagena y Medellín: lo común y lo diverso
  15. Reflexiones sobre la organización social del cuidado y algunas recomendaciones de política pública
  16. Autoras y autores
  17. Contracubierta