ILUSTRACIÓN1
Horst Stuke
I. INTRODUCCIÓN
La historia del concepto de Ilustración*, iniciada en el siglo XVIII, está caracterizada esencialmente por tres momentos:
1. Por la compresión y reducción del significado general del término tanto respeto a un concepto de época histórica como también al concepto del movimiento espiritual que impregna esta época, así como de las ideas que se deducen de esta época, la configuran y siguen operando más allá de ella.
2. Por la persistencia y validez ilimitadas del significado «original» y general del término respeto al significado específico que, en los siglos XIX y XX, conduce a una ampliación todavía mayor del ámbito general de uso, es decir, a ampliaciones del significado y a una transformación productiva del campo semántico de Ilustración.
3. Por la sustitución, complementación o desplazamiento del concepto de Ilustración, a menudo incluso antes de su aparición, por otros conceptos comunes o conocidos (por ejemplo, ‘cultura’, ‘formación’, ‘civilización’, ‘ciencia’, ‘filosofía’, ‘educación’) que disfrutan de una integración bastante más potente y de una mayor capacidad de generalización o bien, por determinadas razones, se anteponen para indicar los mismos o parecidos contenidos.
II. APUNTES SOBRE LA DEFINICIÓN E HISTORIA DEL TÉRMINO
1. Ilustración como concepto de época
Aunque en el siglo XVIII se utilizaron formulaciones como «época de la Ilustración» o tiempos «ilustrados» junto con las de «siglo filosófico» (le siècle philosophique), «época de la razón» (the age of reason) o «siglo de las luces» (siècle des lumières), «época ilustrada», «época de la crítica» y «siglo de la duda», la formación del concepto de Ilustración como época y como movimiento no es tan evidente como puede parecerlo hoy. Solo relativamente más tarde entró el concepto de época en los léxicos, diccionarios y manuales. Todavía a mediados de los años 1880 Droysen consideró necesario poner entre paréntesis la utilización de la expresión Ilustración inglesa: si se nos permite definir así la época de los denominados deístas2. De manera igualmente prudente, Karl Biedermann, en 1858, habla de los inicios de la así denominada Ilustración en Alemania hacia finales del siglo XVII. Para su capítulo sobre Christian Wolff hace una introducción3 con observaciones sobre la amplia expansión y desarrollo de la Ilustración señalando que, para él, la utilización de esta expresión es cualquier cosa menos incontestable.
Las razones de la lenta formación e implantación del concepto de época son múltiples. Seguramente ha jugado un papel bastante importante la circunstancia de que la Ilustración haya sido entendida como tarea actual teórico-cognitiva o pedagógico-moral y no exclusivamente como objeto de una consideración histórica o como característica esencial de un período histórico pasado. Lo decisivo podría ser que: 1) El concepto de Ilustración fuera reivindicado, es decir, positivamente utilizado, hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, por las corrientes espirituales que combatían decididamente todo «racionalismo» y rechazaban la identificación de Ilustración y «dominio de la razón»; 2) El significado originalmente «neutral» se afirmara con éxito frente a una definición material de cariz histórico o doctrinario; 3) El concepto de Ilustración fuera caracterizado y utilizado, ya en el siglo XVIII, de manera no unitaria, contrapuesta e incluso contradictoria, para poder emplearlo de manera válida en general. Entre los partidarios y representantes de las ideas, incluidos hoy en el concepto de Ilustración como época y como movimiento, tampoco hay ninguna unanimidad sobre lo que habría que entender por Ilustración. El resultado, al que llegó en 1783 Zöllner tras la primera reflexión, es solo uno de los muchos testimonios de esto: ¿Qué es ilustración? La pregunta, que es casi tan importante como la de qué es verdad, habría que responderla antes de empezar a ilustrar!4. Tampoco las respuestas, que dieron en 1784 Mendelssohn y Kant a la pregunta de Zöllner, supusieron ningún cambio en este sentido. Seis años después de Zöllner, Bahrdt llegó al mismo resultado: El término Ilustración está hoy en boca de todo el mundo y aun así todavía no hemos encontrado en ninguna parte un concepto que esté debida y perfectamente delimitado5.
Bastante antes de que el Romanticismo, el Idealismo y el «movimiento del despertar religioso» [Erweckungsbewegung] (pietismo) criticaran y combatieran aquello a lo que se hacía referencia con el concepto de época, Ilustración se había convertido en un término de moda, que podía significarlo todo y nada. Así, por ejemplo, en la novela pedagógica Carl von Carlsberg (1787) de Salzmann se dice: Algunos creen que la Ilustración consiste en el (!) peinado y en la forma de vestir francesa; otros creen que en la blasfemia contra Dios y Jesucristo [...] Yo he conocido a un joven presuntuoso que se consideraba ilustrado porque sabía conversar en francés6.
De acuerdo con la definición predominante hoy, la Ilustración como concepto de época se refiere al movimiento espiritual europeo iniciado en la segunda mitad del siglo XVII y culminado en el siglo XVIII, con el cual se inicia el «mundo moderno» en un proceso de secularización que transforma radicalmente todos los ámbitos de la vida humana y se introduce una global «desmitificación del mundo» (Max Weber). El objetivo de esta «desmitificación» es, en principio, la emancipación de la persona respecto del mundo de la tradición histórica, es decir, su liberación de todas las autoridades, doctrinas, órdenes, lazos, instituciones y convenciones, que no pueden mantenerse en pie ante el examen crítico de la razón humana autónoma, que escapan a su ordenación en el sistema legitimado por esta y, en consecuencia, aparecen como superstición, prejuicio, error, etcétera. En el curso de esta «desmitificación», la Ilustración se afana por convertir la educación de la persona en una razón autoconsciente y en una forma de vida ética autónoma, determinada no por la tradición y la verdad de una religión positiva, sino por la razón y por la verdad sobre Dios, el mundo y la persona, conocidos de forma clara, distinta y comprobable por esta gracias a la propia capacidad. Como base de la Ilustración aparece, así, la razón absolutamente asentada y considerada invariable y universalmente válida, que en las ciencias independizadas no solo realiza la autonomía del pensamiento sino que también tiene en ellas su organon más importante, a través del cual la persona «moderna» se convierte también prácticamente en el centro de su mundo y domina la naturaleza como objeto de su actividad racional.
En una definición muy influyente de la Ilustración, que se sitúa al final de los esfuerzos que se hacen a lo largo de todo el siglo XIX en torno a la interpretación y clasificación de este fenómeno, Ernst Troeltsch expone en 1897 su contenido infinitamente diverso, pero a la vez defiende con energía la opinión de que el combate general contra el supranaturalismo eclesiástico y sus consecuencias prácticas así como una cierta connivencia de los métodos utilizados aquí otorga a la Ilustración un carácter relativamente unitario. Por eso, para él, su esencia es la oposición al desacuerdo entre razón y revelación y al dominio práctico de la revelación sobrenatural sobre la vida. Su tendencia es una explicación inmanente del mundo [...] y una ordenación racional de la vida al servicio de metas prácticas universalmente válidas. Y dado que [...] trataba de lograr ambas cosas por el camino del puro raisonnement intelectual, su carácter principal es [...] una comprensión fríamente analítica y un utilitarismo con inclinaciones reformistas [...] Como primera batalla global contra la tradición de la Iglesia y la Antigüedad queda cumplida finalmente con un singular sentimiento de autonomía y un ilimitado optimismo [...] [La ilustración] confía a la razón, finalmente ya mayor de edad, una capacidad de mejorar el mundo como nunca se había imaginado7.
Comparando estas y parecidas definiciones con lo que en el siglo XVIII se entendía por Ilustración, la diferencia es bien patente. No resulta difícil mostrar que, a lo largo de todo el siglo XVIII, no se desarrolló ningún concepto parecido de Ilustración y que, solo a finales del siglo, se dieron unos pocos enunciados tratando de recapitular conceptualmente la totalidad de este movimiento espiritual del siglo XVIII con el término Ilustración. Esto no significa que a la época le faltaran intentos de una autocomprensión conceptual. Mientras tanto, el polivalente término de moda Ilustración se había demostrado poco adecuado. Esta constatación es válida pese a la famosa definición de Ilustración de Kant que, evidentemente, solo en el transcurso del «retorno a Kant» y de la formación del neokantismo favoreció la consolidación del concepto de época, mientras que encontró bien poca atención entre los contemporáneos de Kant. Así, Hermann Hettner, en 1855, se refiere expresamente a Kant y habla de aquellas grandes batallas culturales [Bildungskämpfen], que suelen designarse como la época de la Ilustración8.
Con repetidas referencias a Kant, en 1873 el rabino Tobias Cohn da una conferencia sobre «El período de la Ilustración». Para él, sin embargo, este período se inicia con los retoños de la Reforma en la primera mitad del siglo XVI y adjudica a la Ilustración literalmente todo lo que a partir de entonces entra en escena como algo creativamente nuevo, vigorosamente original en filosofía, arte, literatura, religión y ciencias naturales, sin importar que se trate de Brueghel o Murillo, Shakespeare o Montaigne, Pascal o Klopstock. Parecida adscripción es posible porque Cohn ve Ilustración activa allá donde detecta la intención de desterrar la minoría de edad, de romper la fe en la autoridad y de desatar la lengua del propio espíritu, del espíritu de la época y, además, a fin de cuentas para él la historia de la Ilustración nunca ha tenido un inicio y nunca se acabará, sino que permanecerá y se recreará eternamente, siempre abrirá nuevas rutas culturales, siempre mostrará metas más puras9 y, por eso, todo genio en el reino de la cultura forma parte de esta historia de la Ilustración.
Que incluso a inicios de los años 1880 el concepto de Ilustración no se utilizó todavía de forma consistente, lo deja ver claramente Lorenz von Stein, en la medida en que rechaza en 1884 el punto de partida de Windelband, que identifica el concepto de Ilustración con la presencia de filósofos ilustrados u hombres de ciencia y cree que [el concepto] será compartido solo por una minoría. En este sentido, Stein recuerda sutilmente las disputas tan inacabables como infructuosas que, desde la última mitad del siglo anterior hasta la mitad del presente, han ido unidas a este término; y continúa: Si se pregunta qué ha entendido realmente cada uno con este término, se verá que, con exactitud, nadie ha tenido una idea clara, sencillamente porque cada uno suponía que el otro comprendía exactamente lo que él pensaba con ese término10.
2. Sobre la historia del término ‘Ilustración’
Pese a que la historia del término todavía no ha sido investigada a fondo y, presumiblemente, se inicia poco antes del siglo XVIII, el término puede considerarse como un neologismo respecto del significado que aquí nos interesa. En Der Teutschen Sprache Stammbaum und Fortwachs oder Teutscher Sprachschatz (1691), de Kaspar Stielers, aparece junto con el término Ausklärung, conocido también por otros textos contemporáneos y utilizado aisladamente hasta inicios del siglo XIX como denominación del latino serenitas11. El significado, predominantemente meteorológico, es decir, referido a un fenómeno natural, todavía lo conserva el término hasta hoy, sobre todo en su forma verbal, junto con otras. Adelung12 lo anota todavía como el significado propio en 1793, igual que en 1774. Para la historia de los conceptos, el término resulta relevante solo cuando se le añade (en torno a 1720 como muy tarde, más con el verbo que con el sustantivo: con este no antes de la mitad del siglo XVIII y, sobre todo, a partir de los años 1760) la imagen de aclarar [aufhellen], descubrir [aufdecken] y explicar [klarmachen] el contenido de una cosa que, hasta ese momento, estaba en la oscuridad, era completa o parcialmente desconocida o no reconocida; de esta manera, la imagen de un tiempo sereno, de luminosidad [hell] y claridad [klar], de resultar claro [deutlich], en pocas palabras, de ‘aclarar’ [aufklären], se transfiere al principio al ánimo humano en general y, después, especialmente al entendimiento humano y a sus conceptos y, a partir de aquí, sirve para la car...