Niñez, adolescencia y género
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Niñez, adolescencia y género

Herramientas interdisciplinarias para equipos de salud y educación

Débora Tajer, Mónica Solís, María Eugenia Cuadra, Graciela Beatriz Reid, Mariana Gaba, Juliana Fernández Romeral, Alejandra Lo Russo, María Laura Lavarello, Rocío Fabbio, Susana De la Sovera, Lucía Saavedra

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Niñez, adolescencia y género

Herramientas interdisciplinarias para equipos de salud y educación

Débora Tajer, Mónica Solís, María Eugenia Cuadra, Graciela Beatriz Reid, Mariana Gaba, Juliana Fernández Romeral, Alejandra Lo Russo, María Laura Lavarello, Rocío Fabbio, Susana De la Sovera, Lucía Saavedra

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Quien lea este libro encontrará prácticas de salud y educación atravesadas por las tensiones propias de una época de ampliación de derechos para colectivos históricamente subordinados. Es un trabajo de gran utilidad para quienes se desempeñan en el campo de la salud y de la educación, así como para las personas interesadas por las infancias y adolescencias actuales.Esta obra presenta desarrollos en torno a las infancias y adolescencias, al entrelazar género, subjetividad y salud colectiva. Identifica el modo en que las asimetrías sociales entre los géneros determinan diferencialmente el proceso salud-enfermedad-cuidado en cada ciclo vital, y promueve un enfoque preventivo y de calidad de vida hacia las etapas de vida siguientes. Se incluye la dimensión subjetiva mediante el concepto de modos de subjetivación generizados. Y se incorpora también una experiencia de trabajo en un colegio secundario, con el malestar entre los géneros que se expresó en situaciones de abuso, denuncias y acciones de autodefensa denominadas escraches, surgidas frente a la impunidad por falta de respuesta eficaz del mundo adulto. Es indispensable para quienes quieran incluir una perspectiva de subjetividad en la Educación Sexual Integral (ESI).

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Information

Publisher
Noveduc
Year
2021
ISBN
9789875388185

Capítulo 1

INFANCIAS GENERIZADAS
EN LA ATENCIÓN DE LA SALUD
DÉBORA TAJER, GRACIELA REID, MÓNICA SOLÍS,
MARÍA EUGENIA CUADRA, LUCÍA SAAVEDRA
En el presente capítulo se presentan los principales resultados de la investigación UBACyT 2010/12 “Equidad de género en la calidad de la atención de niños y niñas” 1, cuyo objetivo fue identificar el modo en que lxs profesionales de la salud que atienden niñxs han incorporado la perspectiva de género en sus prácticas. El estudio tuvo carácter exploratorio-descriptivo con metodología cualitativa para la recolección y el análisis de la información. Se realizaron treinta y cuatro entrevistas a miembros de equipos interdisciplinarios de salud que atienden niñxs en diferentes servicios de Pediatría pertenecientes a hospitales públicos, clínicas privadas, hospitales de comunidad y Centros de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
Uno de los supuestos de que partimos es que los equipos de salud infantil, además de ocuparse de los problemas de salud, suelen tener intervenciones en la promoción del desarrollo de lxs niñxs sanxs. De este modo, se constituyen en uno de los dispositivos biopolíticos de producción de infancias. Con lo cual, indagar el modo en que estxs profesionales incorporan los temas de género en la salud integral de la infancia permite, por un lado, identificar los grados de equidad de género en la calidad de la atención de la salud infantil. Y, por otro, analizar el modo en que los imaginarios profesionales acerca de estos temas producen prácticas generizantes en la infancia, considerándola como un período del género en producción. En este capítulo se presentan los imaginarios profesionales de los equipos de salud infantil en relación a los siguientes ejes: epidemiología diferencial por género, roles de género y modos de crianzas, lactancia, violencias y abusos y diversidades sexuales e identitarias.

GÉNEROS E INFANCIAS: ¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA ATENCIÓN?

En Argentina existen diversos avances en la incorporación de los aspectos psicológicos y sociales aplicados en la atención de la salud de la población infantil. No obstante, dichos avances aún no han incorporado de forma significativa la perspectiva de género en la promoción y la atención de la salud, tal como lo sugieren y promueven lxs expertxs en múltiples documentos de organismos internacionales (Sen y Östlin, 2007; Irwin, Siddiqi y Hertzman, 2007).
Estos consensos han sido recogidos por recientes documentos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), observándose coincidencia tanto de lxs especialistas en género y salud (Sen y Östlin, 2007) como de lxs de infancia y salud (Irwin et al., 2007).
Por su parte, podemos afirmar que el género marca de manera significativa los siguientes aspectos ligados a la calidad de atención en salud:
  • las condiciones psicosociales que determinan la aparición de enfermedades,
  • las formas de vivenciar las enfermedades,
  • las decisiones diagnósticas y terapéuticas,
  • las posibilidades de acceso a los servicios de salud,
  • la interacción que acontece en los servicios, incluyendo los aspectos intersubjetivos, que son habitualmente denominados como intercambio de información y relación interpersonal, entre otros (Bruce, 1990) y
  • las posibilidades de cumplir con ciertos tratamientos (Pittman y Hartigan, 1996; Tajer et al., 2010).
Asimismo, hay que considerar que las formas de la demanda realizada por pacientes (y familias) presentan diferencias entre varones y mujeres (Tajer, Costa, Hamman, 2000) y es otro aspecto que incide en la calidad de la atención (Standing, 2000).
Algunxs autorxs destacan la importancia de incluir la perspectiva de género en el campo de la salud de las infancias, valorando que redundaría en una mejor calidad de la atención y en la planificación de acciones más efectivas y promotoras de igualdad y equidad desde la niñez (Mercer, Szulik, Ramírez y Molina, 2008). Este trabajo, a su vez, se incluye en un línea de pesquisa de este equipo que ha ido incorporando las categorías de género y etapa vital en la evaluación de los fenómenos intersubjetivos que inciden en la calidad de atención en salud integral (Tajer et al., 2009; Tajer et al., 2010).
En este sentido, si consideramos a la inequidad en la calidad de atención como las diferencias y similitudes injustas e innecesarias en el grado de satisfacción de necesidades (Whitehead, 1990), para el caso específico de la inequidad de género podemos destacar que el problema puede basarse en la entrega de una atención igual para todxs cuando las necesidades no son iguales, en la entrega de atención diferente cuando las necesidades no son diferentes y en un trato que refuerza los estereotipos de género (Pittman y Hartigan, 1996).
Por otra parte, el Informe de la Red de Equidad de Género de la Comisión de Determinantes Sociales de la OMS (Sen y Östlin, 2007) plantea una serie de factores que conducen a resultados de salud sesgados y desiguales, que tienen graves consecuencias económicas y sociales diferenciales para lxs niñxs. Algunos de ellos son:
  • valores, normas, costumbres y comportamientos discriminatorios,
  • diferencias en la exposición y la vulnerabilidad a las enfermedades, la discapacidad y las lesiones relacionadas con el género,
  • sesgos en los sistemas de salud, ligados al menoscabo de los recursos y la atención destinados al acceso, la accesibilidad y la disponibilidad de los servicios de salud y
  • sesgos en las investigaciones de salud.
Asimismo, ese informe recomienda que lxs investigadorxs presten mayor atención a los factores de riesgo, mecanismos biológicos, manifestaciones clínicas, causas y consecuencias, así como al manejo de las enfermedades que difieren entre varones y mujeres en todas las etapas de la vida, recomendación en la cual se inscribe el propósito de los resultados de investigación presentados en este capítulo.
Desde una perspectiva de derecho a la salud en las infancias, se considera que las mayores contribuciones socioinstitucionales para el logro de equidad en la calidad de atención en salud de niñxs se inscriben en el respeto integral de los principios éticos y jurídicos de derechos humanos universales y específicos para la infancia. En este sentido, la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, incorporada en la Constitución de la Nación Argentina de 1994 reconoce el:
Derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a los servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación en salud [y que] los Estados Partes asegurarán la plena aplicación de este derecho y adoptarán las medidas apropiadas para desarrollar la atención sanitaria preventiva (Convención sobre los Derechos del Niño, 1989).
En este contexto, en el vínculo profesional con lxs pacientes niñxs y sus familias se observa todavía la pregnancia de aspectos basados en el modelo médico hegemónico (Menéndez, 1985) y en el paradigma tutelar, que ha dominado las relaciones sociales para la infancia, considerándola como propiedad de los padres/madres y, a lo sumo, como objetos de protección social y judicial, pero en pocas ocasiones como sujetxs de derecho (Ortiz García, Portuondo Alacán, Ahuar López y Rodríguez Rivalta, 2004). En esta línea, se evidencia la necesidad de brindar servicios de calidad en materia de salud para las infancias (Lejarraga, 2005) y reflexionar sobre el vínculo médicx con lxs –pacientes niñxs– y su familia a nivel pediátrico, según las condiciones de formación de los equipos profesionales y los determinantes sociales de la época actual que impactan en la práctica médica (Baranchuk, 2008).
Por otra parte, es destacable que en la construcción de políticas públicas y programas sobre lo materno-infantil se hayan orientado en general a las mujeres y niñxs en tanto sujetos vulnerables, no fomentando de esta manera la autonomía de lxs mismxs. Paradigma que aún sigue vigente como “currículum oculto” en muchas prácticas de salud.
De esta forma, aun sin la voluntad de lxs actoxs, se siguen configurando prácticas y discursos asistencialistas que limitan el pleno ejercicio de derechos por parte de lxs sujetxs. Resulta entonces relevante poder revisar los modelos de familia que estos involucran, lo que consideran saludable, la concepción de niñez que promueven y el modelo de atención que consideran adecuado (Mercer y Karolinski, 2007).
Otro aspecto importante a destacar es cómo las revistas de Pediatría están incorporando este campo de problemáticas. Por un lado, se han relevado referencias acerca de la importancia de incluir la perspectiva de género en el campo de la infancia-salud-pediatría como parte de los avances en la inclusión de la perspectiva de género en políticas públicas, derechos y equidad (Mercer et al., 2008; Crossley y Davies, 2005). Otrxs autorxs (Bernzweig, Takayama, Phibbs y Lewis, 1997) incluyen las diferencias de género en la comunicación médicx-paciente, intentando determinar si el género del profesional y de lxs pacientes influye en el proceso de comunicación. Los hallazgos refieren a que las mujeres médicas dedican más tiempo a la consulta que sus pares varones y que tienen más instancias de intercambio social con lxs pacientes. Esto coincide con los hallazgos de algunas investigaciones en otras áreas de especialidad (Hall, Irish, Roter, Ehrlich y Miller, 1994).
Considerando los antecedentes anteriores, esta investigación tuvo como principal objetivo identificar y analizar los imaginarios profesionales respecto del componente de género de lxs profesionales de la salud que atienden niñxs en sus prácticas. Esta metodología permite que para poder “leer” lo que acontece en las prácticas institucionales, comunitarias o grupales, deban idearse estrategias y metodologías y/o crear dispositivos que permitan distinguir insistencias que indaguen estas mismas prácticas (Fernández, 2007).
En este caso, tanto las categorías de análisis de género como de infancias constituyen nociones sociohistóricas y políticas que atribuyen significaciones imaginarias al ser varón, mujer, niñx en cada sujetx y en determinados contextos epocales, instituciones y disciplinas. Estas significaciones se instituyen como regímenes de verdad, producen realidad y remiten a una producción colectiva que se despliega y rastrea discursivamente en las respuestas de lxs participantes de este estudio. Por lo tanto, los imaginarios profesionales explorados en los ejes definidos en el mismo dan forma a las prácticas concretas –en el ámbito de la salud, por ejemplo–, a decisiones diagnósticas y terapéuticas, orientaciones a las familias y otros tipos de intervenciones con lxs pacientes y sus familiares.

IMAGINARIOS PROFESIONALES SOBRE EPIDEMIOLOGÍA DIFERENCIAL POR GÉNERO: ¿DE QUÉ ENFERMAN LXS NIÑXS?

Desde la propia percepción, lxs entrevistadxs no refieren observar diferencias de género significativas en relación a los motivos de consulta de niñxs que llegan a los servicios. No obstante, consideran que, a menor edad, se presentan menos diferencias, señalando que estas comienzan entre los seis y los diez años de edad.
Pero luego, al reflexionar, identifican mayor incidencia entre los géneros cuando se indaga específicamente por ciertas problemáticas que refieren a la anatomía diferencial. Por ejemplo, los trastornos miccionales son más comunes en las niñas y las enuresis son más comunes en niños; una médica ubica que podría estar relacionado con el hecho de que los varones suelen dejar más tardíamente los pañales que las mujeres. En las niñas también son más frecuentes las infecciones urinarias y vulvovaginitis. Mientras que, en los niños, refieren que las familias suelen preocuparse por la altura que tendrán sus hijos, como así también por el crecimiento del pene y los testículos. Estas inquietudes familiares varían según el efector analizado. También refieren que la disfunción por déficit de atención (ADD) es más común en varones, pero no alcanzan a identificar su causa. Algunxs profesionales reseñan que existe un mito en relación al ADD en los varones y el hecho de que todo “nene” es “quilombero”. Se produce un deslizamiento de sentido entre varones y trastorno de aprendizaje, motivo por el cual hay que estar atentxs en el diagnóstico diferencial. Desde nuestra perspectiva, cabe analizar la relación entre las propuestas identificactorias y de tramitación pulsional que se les ofrecen a los niños con la presencia de estos cuadros. ¿Podrían ser modos sintomáticos, del estilo de malestar en la cultura, entre la propuesta que nuestra sociedad patriarcal y heteronormativa realiza a los niños varones y las necesidades que ellos tendrían para poder desplegar de otro modo más saludable su desarrollo del lenguaje y su conformación libidinal por fuera de esta sintomatología específica de ciclo vital y género? Podría estar ocurriendo que esta sintomatología fuera una solución de compromiso entre las propuestas en los modos de crianza de varones y la colisión con lo que las instituciones (familia, escuela, sistema de salud) tienen como parámetros actuales en términos de sociabilidad; estaría produciéndose una práctica biopolítica de medicalización de la infancia masculina, a modo de “tranquilidad recetada” (Burin, 1990) de los niños varones.
También refieren mayor propensión a accidentes en niños, indicando que: “Tienen otros estilos de juego, un poco más violentos. (...) son juegos de varones”. Todxs aprecian esta diferencia, pero solo algunxs visibilizan que la misma puede deberse a patrones de crianza diferenciales por género. Esto se evidencia en que muy pocxs entrevistadxs presentaron registro del impacto de los estereotipos de género en las elecciones de juegos en la infancia. Unx de ellxs refirió que “a los niños se les propone la pelota y a las niñas, la escoba”. Asimismo, observan que las niñas no tienen permiso para ciertos juegos con mayor despliegue motriz y que se las induce a la práctica de juegos más tranquilos. Al indagarse por cambios en esta modalidad, afirman que desde el discurso parental relevan que hay mayor apertura para habilitar juegos más activos en las niñas, pero que no observan que no se concreta del mismo modo en las prácticas reales (Lo Russo, 2012).
En este punto es importante detenernos en las propuestas de crianza y las propuestas diferenciales por género en las formas de juego. Esto se relaciona con la mayor incidencia de accidentes traumatológicos en niños, puesto que el estímulo propuesto son los juegos con mucho movimiento, mayor despliegue motriz y deportes en grupo. En contrapartida, a las niñas se les ofrecen juegos que fomentan la quietud y existe un menor permiso social para el despliegue motriz. Aun cuando se evidencie un mayor permiso social para el desarrollo de la motricidad, esto se circunscribe a actividades consideradas “femeninas”: danza, circo, acrobacia y patín. Señalan que las niñas practican deportes colectivos con menor frecuencia. Esto coincide con lo relevado en una investigación anterior (Fernández, Tajer, 2012) realizada para la franja etaria de treinta y cinco a sesenta y cinco años. En la misma, lxs cardiólogxs identifican una dificultad en sus pacientes mujeres para realizar actividad física ligada a deportes colectivos que les sugieren lxs profesionales. Si unimos las dos etapas vitales a modo de línea de continuidad en trayectorias de vida, podemos ver la conexión entre la no estimulación del movimiento y deportes colectivos en la temprana edad y la no adherencia a los mismos en las adultas que devendrán. Con lo cual, es importante actuar en cada etapa etaria de manera preventiva hacía los desafíos de otras posteriores, contribuyendo a construir trayectorias de vida saludables.
En cuanto a los aspectos de género relacionados con la demanda de niñxs y sus familiares que pueden incidir en las decisiones y respuestas brindadas por lxs profesionales, podemos señalar lo siguiente: la mayor parte de las veces se presentan demandas que, por sus características o complejidad, exceden el campo unidisciplinario de la medicina pediátrica y requieren una manejo interdisciplinario. El 67 % de lxs entrevistadxs son médicxs pediatras enfrentadxs a situaciones de crisis o conductas de lxs niñxs, frente a las cuales las familias no pueden responder sin apoyo profesional especializado. Por ello, es frecuente que, ante la detección de síntomas de hiperactividad o falta de atención, lxs pediatras deriven al servicio de Salud Mental para contar con una intervención más integral. O bien, si sospechan un retraso madurativo, realizan la interconsulta con Neurología.
Otra demanda de atención que interpela una respuesta de lxs profesionales de la salud es el campo de la alimentación y los imaginarios diferenciales según género. En este sentido, los trastornos nutricionales que requieren intervención se presentan más en las niñas. Frente a períodos de inapetencia que suelen ser normales, identifican que las familias se preocupan más por el niño que no come que por la niña que no lo hace.
Probablemente esto se deba a que teman que con esa conducta los varones no crezcan fuertes y sanos, en tanto toman como natural la inapetencia en las mujeres, como una adaptación temprana y naturalizada de hacer dieta toda la vida (Punta de Rodulfo, 2000), propuesta por el sociohistórico actual para la femineidad. Por tal motivo, se preocupan cuando las niñas son “gorditas” por cuestiones de estética que se traducen en estándares de flacura igual a belleza desde la más temprana infancia en las mujeres. Al mismo tiempo, refieren que, en el campo de la salud mental, las improntas culturales marcan las diferencias de propuestas identificatorias hacia los géneros desde la primera infancia. En la actualidad, el impacto que la cultura light y los ideales estéticos postulados en nuestra sociedad –especialmente a las mujeres– tiene un comienzo cada vez más precoz y puede estar afectando los modos de ingesta de las niñas y las propuestas diferenciales por género que realizan lxs adultxs al ofrecer alimentos. Del mismo modo, qué y cuánta cantidad se identifica como lo “normal” y lo “no normal” para las ...

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