Transculturación narrativa
en América Latina
Ángel Rama
Transculturación narrativa en América Latina, Ángel Rama. México, Editora Nómada, 2020.
ISBN: 978-607-98512-1-7 (versión impresa)
ISBN: 978-607-98746-7-4 (versión electrónica)
Crítica literaria — Transculturación narrativa — Análisis literario — Literatura latinoamericana — Ensayo hispanoamericano — José María Arguedas — Narrativa Latinoamericana
© Editora Nómada
Edición: Katia I. Ibarra Guerrero
Índice
Primera Parte
I. Literatura y cultura
1. Independencia, originalidad, representatividad
2. Respuesta al conflicto vanguardismo-regionalismo
3. Transculturación y género narrativo
II. Regiones, culturas y literaturas
1. Subculturas regionales y clasistas
2. Conflictos del regionalismo con la modernización
3. Regiones maceradas aisladamente
Segunda Parte
Introducción
III. El área cultural andina
1. El área cultural andina
2. Indigenismo del mesticismo
3. Regionalismo y cultura
IV. La gesta del mestizo
V. La inteligencia mítica
1. Concentración y reiteración
2. El camino de la transculturación
3. La forma: el género novela y el lenguaje
4. La inteligencia mítica
Tercera Parte
VI. La novela-ópera de los pobres
1. Investigación artística e ideológica
2. La palabra-cosa de la lengua quechua
3. Función de la música y el canto
4. La ópera de los pobres
VII. Los ríos cruzados, del mito y de la historia
1. El contrapunto de los narradores
2. La línea de sombra
3. Los niveles de las concepciones míticas
A Darcy Ribeiro y John V. Murra
antropólogos de nuestra América
NOTA
Algunos de los materiales que componen este libro tuvieron primeras redacciones que aparecieron en revistas especializadas.
Los dos primeros capítulos desarrollan ampliamente las tesis ofrecidas en el artículo “Los procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana” aparecido en Revista de Literatura Hispanoamericana núm. 5, Universidad del Zulia, Venezuela, abril de 1974.
Los capítulos de la segunda parte son versiones corregidas de los siguientes ensayos: “El área cultural andina (hispanismo, mesticismo, indigenismo)”, en Cuadernos Americanos, XXXIII, núm. 6, México, noviembre-diciembre de 1974; “La gesta del mestizo”, prólogo al libro de José María Arguedas, Fundación de una cultura nacional indoamericana, México, Siglo xxi, 1975 y “La inteligencia mítica”, introducción a los ensayos de José María Arguedas, Señores. e indios, Montevideo, Arca, 1976.
Los capítulos de la tercera parte han sido escritos especialmente para este libro.
PRIMERA PARTE
I. LITERATURA Y CULTURA
1. Independencia, originalidad, representatividad
Nacidas de una violenta y drástica imposición colonizadora que –ciega– desoyó las voces humanistas de quienes reconocían la valiosa “otredad” que descubrían en América; nacidas de la rica, variada, culta y popular, enérgica y sabrosa civilización hispánica en el ápice de su expansión universal; nacidas de las espléndidas lenguas y suntuosas literaturas de España y Portugal, las letras latinoamericanas nunca se resignaron a sus orígenes y nunca se reconciliaron con su pasado ibérico.
Contribuyeron con brío –y no les faltaron razones– a la leyenda negra, sin reparar demasiado que prolongaban el pensamiento de los españoles que originalmente la fundaron. Casi desde sus comienzos procuraron reinstalarse en otros linajes culturales, sorteando el “acueducto” español; lo que en la Colonia estuvo representado por Italia o el clasicismo y, desde la independencia, por Francia e Inglaterra, sin percibirlas como las nuevas metrópolis colonizadoras que eran, antes de recalar en el auge contemporáneo de las letras norteamericanas. Siempre, más aún que la legítima búsqueda de enriquecimiento complementario, las movió el deseo de independizarse de las fuentes primeras, al punto de poder decirse que, desde el discurso crítico de la segunda mitad del siglo xviii hasta nuestros días, esa fue la consigna principal: independizarse.
Esas mismas letras atizaron el demagógico celo de los criollos para que recurrieran a dos reiterados tópicos –el desvalido indio, el castigado negro– para usarlos retóricamente en el memorial de agravios contra los colonizadores, pretextando en ellos las reivindicaciones propias. El indigenismo, sobre todo, en sus sucesivas olas desde el siglo xviii aludido, ha sido bandera vengadora de muchos nietos de gachupines y europeos, aunque lo que en la realidad éstos hicieron desde la Emancipación, llegada la hora del cumplimiento de las promesas, no les acredita blasones nobiliarios.
El esfuerzo de independencia ha sido tan tenaz que consiguió desarrollar, en un continente donde la marca cultural más profunda y perdurable lo religa estrechamente a España y Portugal, una literatura cuya autonomía respecto a las peninsulares es flagrante, más que por tratarse de una invención insólita sin fuentes conocidas, por haberse emparentado con varias literaturas extranjeras occidentales en un grado no cumplido por las literaturas-madres. En éstas el aglutinante peso del pasado no ha alcanzado su fuerza identificadora y estructuradora por no haber sido compensado con una dinámica modernizadora que es, en definitiva, la de la propia sociedad, la cual no se produjo en los siglos de la modernidad.
Dicho de otro modo, en la originalidad de la literatura latinoamericana está presente, a modo de guía, su movedizo y novelero afán internacionalista, el cual enmascara otra más vigorosa y persistente fuente nutricia: la peculiaridad cultural desarrollada en lo interior, la cual no ha sido obra única de sus élites literarias sino el esfuerzo ingente de vastas sociedades construyendo sus lenguajes simbólicos.
La fecha en que se llevó a cabo la que hoy vemos como azarosa emancipación política, colocó de lleno a las literaturas independientes (que entonces debieron ser fundadas con el muy escaso respaldo recibido del iluminismo) en el cauce del principio burgués que alimentó al triunfante arte romántico. Dentro de él, recibió la marca de sus Dióscuros mayores: la originalidad y la representatividad, ambas situadas sobre un dialéctico eje histórico. Dado que esas literaturas correspondían a países que habían roto con sus progenitoras, rebelándose contra el pasado colonial (donde quedaban testimoniadas las culpas), debían ser forzosamente originales respecto a tales fuentes. El tópico de la “decadencia europea”, al cual se agregará un siglo después el de la “decadencia norteamericana”, entró así en escena para no abandonarla, instaurando el principio ético sobre el cual habría de fundarse tanto la literatura como el rechazo del extranjero, que servía para constituirla, sin reflexionar mucho que ese principio ético era también de procedencia extranjera, aunque más antiguo, arcaico ya para los patrones europeos. Así justificó Andrés Bello su “Alocución a la poesía” (1823) pidiéndole que abandonara “esta región de luz y de miseria, / en donde tu ambiciosa / rival Filosofía, / que la virtud a cálculo somete, / de los mortales te ha usurpado el culto; / donde la coronada hidra amenaza / traer de nuevo al pensamiento esclavo / la antigua noche de barbarie y crimen”.
Esa originalidad sólo podría alcanzarse tal como lo postula Bello y lo ratificarán los sucesores románticos, mediante la representatividad de la región en la cual surgía, pues ésta se percibía como notoriamente distinta de las sociedades progenitoras, por diferencia de medio f...