CAPÍTULO 1
Ciberactivismo y Ética ‘Hacker’
Febrero de 1996. En la ciudad suiza de Davos se celebra la asamblea anual del World Economic Forum para analizar la “globalización de la economía mundial”. Se recuerda porque en ella, quien fuera presidente del Bundesbank, Hans Tietmeyer, acusó duramente a la Comisión Europea de haber sido incapaz de presentar una propuesta que garantizase la estabilidad de la futura unión monetaria, para terminar advirtiendo: “Los políticos deben comprender que están en lo sucesivo bajo el control de los mercados financieros y no solo de sus electores”. No sería el único pronóstico acertado.
El año 1995 había sido el de Internet, con el desarrollo de la www como principal servicio de la Red. El número de servidores conectados a Internet superaba entonces los cinco millones y se produjeron hechos como el lanzamiento del navegador Netscape o el buscador Altavista. Davos, igual que hiciera un año antes el G-7, pone sus focos sobre estas, llamadas entonces “superautopistas de la información”. Se invita a Bill Gates y al hacker J. P. Barlow, letrista del grupo Grateful Dead y cofundador de la Electronic Frontier Foundation, asociación pionera en la defensa de las “ciberlibertades” y en esos momentos muy activa contra la Communications Decency Act (CDA) [Ley de Decencia en las Telecomunicaciones], una norma que se tramitaba en el Congreso norteamericano y contemplaba severas restricciones a la libre circulación de contenidos en Internet.
Barlow, en una intervención que escribe enfadado y algo borracho, se dirige a los líderes mundiales presentes en la cumbre para prevenirles: “No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar en el que nos reunimos”.
Se trata de la “Declaración de independencia del ciberespacio”. Un texto que, por encima de su lirismo y sus tintes utópicos, contiene claves tan actuales que el discurso puede calificarse de premonitorio en muchos de sus puntos: “No tenéis ninguno derecho moral a gobernarnos […]”; “No nos conocéis ni conocéis nuestro mundo”; “Os atemorizan vuestros propios hijos, ya que ellos son nativos en un mundo donde vosotros siempre seréis inmigrantes. Como les teméis, encomendáis a vuestra burocracia las responsabilidades paternas a las que cobardemente no podéis enfrentaros”, son algunas de sus frases emblemáticas.
¡Quieto! No des ni un paso en falso y suelta esa Blackberry muy despacito. ¡des-pa-ci-to!
(Pablo Soto MP2P)
En realidad, la historia que ayuda a entender los movimientos actuales de protesta había comenzado dos décadas antes de esta fecha, con la invención del ordenador personal (1973) y la red Arpanet (1969), el embrión del actual Internet y de un nuevo paradigma: “El informacionalismo fue en parte inventado y decisivamente modelado por una nueva cultura que resultó esencial en el desarrollo de las redes informáticas, en la distribución de la capacidad de procesamiento y en el aumento del potencial de innovación por medio de la cooperación y la participación. La comprensión teórica de esta cultura y de su papel como fuente de innovación y creatividad… es la piedra angular de la génesis de la sociedad en red” (M. Castells: 123).
Un aspecto relevante de estos orígenes, que fueron en el ámbito universitario y no militar, como erróneamente tiende a afirmarse, fue su vinculación con las dinámicas del trabajo científico.
Internet, creado por un grupo de expertos, denominados entre ellos hackers, defensores de los valores de la distribución del conocimiento científico —abierto, compartido, revisable y jerarquizado por meritocracia— y de la contracultura, se funda sobre esos principios. La Red se creó para compartir, cooperar y crear conocimiento de manera colaborativa a partir del libre acceso a la información. Unos valores que proceden del entorno universitario en el que se desenvuelven: “Este parentesco con el modelo académico de investigación no es accidental: la transparencia puede considerarse un legado que los hackers han recibido de la universidad” (La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, Pekka Himanen).
Fue Steven Levy (que en el libro Hackers. Heroes of the computer revolution presentaba el mundo de estos geniales pioneros) quien advirtió que existía “una filosofía común que parecía ligada a la lógica de los ordenadores. Era la filosofía de compartir, de la apertura, la descentralización [...]”. Y todo ello para un fin: “Mejorar las máquinas y mejorar el mundo”. Era la Ética Hacker.
No había manifiesto ni texto donde se plasmase este “sueño” no escrito, que Levy resumió en estos preceptos:
- El acceso a los ordenadores y cualquier cosa que pueda enseñarte algo sobre la manera que funciona el mundo debería ser ilimitado y total.
- Toda la información debe ser libre.
- Desconfía de la autoridad. Promueve la descentralización.
- El hacker debe ser juzgado por su hacking, no por criterios falsos como la titulación, la edad, la raza o la posición.
- Puedes crear arte y belleza con un ordenador.
- Los ordenadores pueden cambiar tu vida para mejor.
- Como con la lámpara de Aladino, puedes conseguir que hagan tu voluntad. Seguramente todos podrían beneficiarse de experimentar es...