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La disputa por el poder global
China contra Estados Unidos en la crisis de la pandemia
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La disputa por el poder global
China contra Estados Unidos en la crisis de la pandemia
About this book
En un recorrido apasionante por los principales centros del poder mundial, los autores, reconocidos internacionalistas, ofrecen un panorama profundo y al mismo tiempo accesible del escenario global, en busca de una respuesta a las preguntas que todos nos hacemos: ¿en qué mundo vivimos? ¿en qué mundo viviremos?
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Information
Capítulo III
La pandemia y la crisis del liderazgo global
La depresión de 1929 fue tan amplia, tan profunda
y tan larga porque el sistema económico internacional
se volvió inestable por la incapacidad de Gran Bretaña y la
falta de voluntad de EE. UU. de asumir su responsabilidad
de estabilizar (…). En 1929, Gran Bretaña no pudo y
Estados Unidos no quiso. Cuando cada país recurre
a proteger su interés nacional particular, el interés
público global se va por el desagüe y, con él, los intereses
particulares de todos.
y tan larga porque el sistema económico internacional
se volvió inestable por la incapacidad de Gran Bretaña y la
falta de voluntad de EE. UU. de asumir su responsabilidad
de estabilizar (…). En 1929, Gran Bretaña no pudo y
Estados Unidos no quiso. Cuando cada país recurre
a proteger su interés nacional particular, el interés
público global se va por el desagüe y, con él, los intereses
particulares de todos.
Charles Kindleberger
Tal como se evidenció en el capítulo II, los desequilibrios globales y las tendencias disruptivas que hoy se observan son anteriores a la diseminación global del microscópico y contagioso patógeno. La irrupción de la pandemia corrió el velo y expuso un mundo en crisis. Más aún, el COVID-19 puso de manifiesto otra crisis, tanto o más peligrosa que el propio virus, puesto que su resolución es condición necesaria para superar la pandemia y, sobre todo, para conducir adecuadamente al mundo en la pospandemia: se trata de la crisis de liderazgo global. La Administración Trump decidió retirar a EE. UU. de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En Bruselas, las históricas divisiones en el interior de la Unión Europea se pusieron de manifiesto en las dificultades para consensuar un “plan europeo” con el fin de hacer frente a los costos de la pandemia. Pekín fue objeto de sospechas y recelos por parte de la comunidad internacional respecto de su accionar durante el inicio del brote de coronavirus. Ante un problema global, que constituye sin dudas la mayor amenaza colectiva que le toca atravesar al mundo en este novel siglo, no han existido respuestas ni soluciones globales.
Buena parte de la explicación para este vacío radica en los dos procesos simultáneos de transformación en el poder global que tienen lugar en el presente siglo y que fueron oportunamente identificados por el académico norteamericano Joseph Nye en su libro The future of power (101), publicado en 2011, a saber: el proceso de difusión del poder y el de transición del poder. El primero refiere a la emergencia de nuevas amenazas que tornan la agenda internacional difícil de aprehender para cualquier actor, al tiempo que los Estados tienen poco o casi nulo control sobre las dinámicas que se generan. El segundo se vincula con la lógica estatal más tradicional y se refiere al desplazamiento del epicentro del poder económico mundial desde Occidente a Oriente, además del ascenso de los denominados poderes emergentes en distintas regiones del mundo, con una incidencia cada vez mayor en la evolución de los asuntos globales.
En los capítulos anteriores dimos cuenta de la creciente complejidad del mundo y de la relativa debilidad del Estado nación frente a otros actores, asociadas al proceso de difusión del poder. En este capítulo, así como también en el próximo, haremos referencia y profundizaremos en el proceso de transición del poder, que complejiza aún más la evolución del escenario internacional actual.
Resulta lógico y natural que, en el marco del doble proceso de difusión y transición del poder global, surjan cuestionamientos sobre el orden vigente y sobre el liderazgo del poder hegemónico. Muchos analistas se ilusionaron incluso con la emergencia de un nuevo orden con múltiples polos de poder. El reconocido analista Fareed Zakaria planteó el advenimiento de un “mundo post americano” y se refirió a este fenómeno como el “ascenso del resto”(102). No obstante, desde el inicio de la segunda década del siglo XXI –y tal como lo demuestra la historia–, quedó en evidencia que los procesos en cuestión no son ni tan claros ni tan ordenados. Retomando los conceptos de Zakaria, entre el “mundo post americano” y el “ascenso del resto”, se configuró una brecha de liderazgo que hasta hoy no se ha logrado recortar. La pandemia agudizó la presión sobre esa brecha y contribuyó a ampliarla aún más.
Notas sobre el poder en las relaciones internacionales
Para entender la dinámica de las relaciones internacionales y, en consecuencia, para entender la actual crisis de liderazgo global que afecta al mundo, es fundamental desentrañar la naturaleza del concepto de poder en la política internacional, tanto en lo que refiere a su definición y a sus fuentes como en lo relativo a las distintas formas mediante las cuales este opera y puede ejercerse. El poder constituye la principal variable a considerar para determinar la jerarquía y el grado de movilidad existente en la estructura de cualquier orden internacional.
El poder es algo así como la moneda de cambio de las relaciones internacionales, es lo que todos quieren poseer para el logro de sus objetivos. No obstante, al mismo tiempo vale aclarar que se trata de algo diferente y no equiparable al rol del dinero en la economía. Mientras el dinero es un recurso fungible, el poder no lo es en absoluto en la misma medida; en contraposición, el poder es algo difícil de medir y de poner en valor (lo que representa poder en un determinado lugar o contexto puede no hacerlo en otro).
Por esta razón, la mayoría de los estudiosos de las relaciones internacionales coinciden en destacar que el poder constituye uno de los conceptos más importantes de la disciplina, pero al mismo tiempo es uno de los más problemáticos y ambiguos. No es casual que cada vez que planteamos la pregunta “¿qué es el poder?” en distintos cursos universitarios o charlas, las respuestas suelen ser variadas, confusas y con una cuota de imprecisión importante. Ahora bien, tal como destaca Joseph Nye, estas dificultades no invalidan su importancia y centralidad para entender el mundo. Al igual que ocurre con el amor, pocos pueden negar su importancia, aun cuando es difícil de medir y cuantificar de manera precisa (103). He aquí su complejidad.
Los analistas internacionales suelen equiparar el poder con la capacidad de influencia de un actor, esto es, cuando se logra ejercer presión o coerción sobre otros para modificar su comportamiento en línea con los objetivos propios. No obstante, tal como lo advierte el profesor de Economía Política Internacional de la Universidad de California, Benjamin Cohen, esta no es la única manera de dar una definición de poder. Otra manera de entender el concepto es como sinónimo de autonomía. En este sentido, un actor tiene poder en la medida en la que logra tomar decisiones por cuenta propia, llevar adelante políticas sin presiones externas y resistir los intentos de otros de ejercer influencia. De este modo, conceptualmente, la influencia y la autonomía constituyen dos dimensiones diferentes del poder, aunque íntimamente vinculadas. Mientras la primera refiere al “poder sobre” otros, la segunda está ligada al “poder para” implementar políticas y resistir presiones (104).
En los países centrales (potencias) la discusión sobre el poder suele girar en torno a la dimensión de la influencia, puesto que ya tienen resuelta en mayor o menor medida la cuestión de la autonomía. Por el contrario, en los países emergentes y en la periferia, el debate se enfoca mucho más en la dimensión de la autonomía (105), como paso previo a cualquier discusión sobre el poder como influencia.
Ambas dimensiones, la influencia y la autonomía, son expresiones del poder. En otras palabras, ninguna puede existir ni alcanzarse sin un poder que las respalde y les brinde sustento. Es cierto que ambas necesitan de un componente subjetivo vinculado con la decisión política –tanto para proyectar influencia hacia afuera como para sostener posiciones de autonomía–. No obstante, si bien la voluntad es ciertamente una condición necesaria, esta no es suficiente, en tanto que requiere del concurso de un componente objetivo indispensable: el poder. Esto nos conduce indefectiblemente a preguntarnos sobre las fuentes de donde proviene y emana el poder.
En este punto es preciso distinguir entre dos formas diferentes de concebir y abordar el poder: la que lo entiende meramente como sinónimo de la posesión de recursos y aquella que lo entiende como un concepto relacional (106). Naturalmente, el primer abordaje resulta atractivo para muchos analistas en tanto que permite presentar al poder como algo concreto, observable y fácilmente medible. Por ejemplo, desde esta concepción, los países que dispongan de poblaciones y territorios más extensos, fuerzas armadas más amplias y mejor equipadas, mayores desarrollos tecnológicos, economías más diversificadas y productos internos brutos más grandes, serán en consecuencia los más poderosos. Esto facilita los cálculos de los hacedores de política exterior, puesto que se establece una relación cuasi directa y lineal entre los recursos que un Estado posee y la posibilidad de lograr resultados deseados.
No obstante, en la práctica esto no resulta tan sencillo y no siempre quienes disponen de mayores recursos de poder logran los resultados que pretenden. Se trata de dos niveles de discusión diferentes. Una cosa son los recursos de poder y otra es el poder en sí mismo, entendido como resultado. La conversión de los recursos disponibles en poder real y efectivo está mediatizada por diferentes factores. Por ejemplo, un Estado puede disponer de vastos recursos militares, p...
Table of contents
- Portada
- La disputa global
- Portadilla
- Legales
- Prefacio
- Prólogo
- Dedicatoria
- Introducción
- Capítulo I: El COVID-19 y los acontecimientos con impacto sistémico
- Capítulo II: Las “fuerzas profundas”: el COVID-19 y los desequilibrios globales
- Capítulo III: La pandemia y la crisis del liderazgo global
- Capítulo IV: Estados Unidos-China y la disputa por el poder global
- Reflexiones finales