A propósito de la primera generación de historiadores de la Antigüedad en España: Marcelo Vigil (1930-1986)
Antonio Duplá-Ansuategui
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
A modo de introducción
En relación con la historiografía de la historia social en el área de la Antigüedad el año 1986 viene marcado por la desaparición de dos figuras particularmente significativas en sus respectivos ámbitos de actuación. Respecto a una de ellas, la de Moses I. Finley (1912-1986), podríamos hablar de un ámbito planetario, en cuanto que su influencia es evidente en toda la historiografía moderna sobre el mundo antiguo en la segunda mitad del siglo XX. Además del indudable interés de su biografía vital, de sus ideas y de su incansable actividad, no es menos cierto que su repercusión viene aumentada por provenir de un ámbito, el anglosajón, y de una universidad, la de Cambridge a partir de 1955, de indiscutible preeminencia internacional. En el segundo caso, nos referimos ahora a Marcelo Vigil Pascual (1930-1986), su eco es indudablemente menor, quizá incluso apenas traspasa los límites de la Península Ibérica. No obstante, su trascendencia en el ámbito de la historiografía española en el campo de las Ciencias de la Antigüedad, e incluso más allá, según veremos, es igualmente de primer orden, como ya apuntara en su día Alberto Prieto (1987: 64).
Para valorar la influencia de la obra de Marcelo Vigil hay que ir más allá de un análisis cuantitativo de su producción científica, pues dicha obra es, según los parámetros dominantes del “publish or perish”, singularmente escasa. Efectivamente, el análisis cualitativo de la misma es el que puede valorar todo el alcance que sus libros y artículos pudieron tener en la evolución de la historiografía española sobre el mundo antiguo a partir de los años sesenta del pasado siglo. Y no se trata tanto de la pertinencia y corrección de sus tesis e interpretaciones históricas, algunas de las más destacadas claramente cuestionadas en la actualidad, cuanto del impacto de su concepción sobre las relaciones sociales y políticas, sobre la sociedad en su conjunto, en última instancia, sobre el proceso histórico. Es ahí donde destacan en particular las novedosas aportaciones historiográficas y metodológicas de Marcelo Vigil, en buena medida junto con Abilio Barbero, en una época en la que todavía imperaban rancias concepciones de una historiografía nacional y nacionalista deudora de visiones metafísicas y esencialistas del “ser español” y su (supuesto) destino histórico. Todo ello en un lapso de tiempo que abarca poco más de tres décadas, desde 1953, fecha de su primera publicación, hasta el año de su fallecimiento.
A lo largo de todos esos años, varios aspectos son destacables en la biografía intelectual de Marcelo Vigil. En primer lugar su dimensión docente, alabada por quienes fueron sus alumnos en las distintas universidades en las que profesó, como destaca J. Carreño (1987) respecto a su estancia granadina; en segundo lugar, las tesis que dirigió, en cuya temática se aprecian las líneas-fuerza de sus preocupaciones históricas, pero también la amplitud de sus intereses, así como el hecho de que una mayoría de sus doctorandas y doctorandos se convirtieran en reconocidos especialistas universitarios. En tercer lugar, la peculiar simbiosis científica con Abilio Barbero, ejemplo de colaboración científica bien poco habitual en la universidad española, y que implica, podemos aventurar, una flexibilidad y generosidad intelectuales sobresalientes; finalmente, en relación a un aspecto aparentemente formal (pero no olvidemos que la forma también es fondo), nos referiremos a la precisión y elegancia de su escritura (la suya individual y la del tándem Barbero-Vigil), que puede presentar afirmaciones de una contundencia extraordinaria sin necesidad de recurrir a críticas o descalificaciones extremas, sino simplemente a plantear los problemas y opciones científicas en su descarnada realidad.
Tomemos un ejemplo de esto último, que podemos considerar un paradigma de sus planteamientos científicos con todo su alcance renovador. Se trata de una frase extraída de la “Nota preliminar” a la reedición de varios artículos suyos que publicara la editorial Ariel en 1974 (Sobre los orígenes sociales de la Reconquista, 5). Los autores acaban de referirse a la concepción tradicional sobre la Reconquista y afirman:
Nuestras investigaciones están orientadas en otra dirección, como se verá por el contenido del libro. Nos mantenemos al margen de las cuestiones de la pérdida de España y de considerar la Reconquista como una empresa nacional. Desde un punto de vista estrictamente histórico creemos que estos problemas son ficticios, y si utilizamos la palabra Reconquista, es solamente como un término convencional, pero consagrado por el uso, que se aplica tanto para designar a una época muy amplia de la historia peninsular, es decir, la Edad Media, como a la constitución y expansión en este mismo período de estados cristianos diferentes del musulmán.
Presentado ya el tema de este trabajo, cabe hacer algunas consideraciones previas. En primer lugar, no se trata en absoluto de una revisión crítica de las tesis científicas mantenidas por Marcelo Vigil a lo largo de su carrera y ello por varias razones. La primera y fundamental, por la ignorancia de quien esto escribe sobre el ámbito histórico principal de su trabajo, esto es la historia de la Península Ibérica en época tardoantigua, en particular el área septentrional, y el mundo visigodo. De esa ignorancia deriva la imposibilidad de proceder a una crítica seria y rigurosa de sus planteamientos. Otra razón resulta del hecho de que esa crítica ya se ha realizado o está en curso y, a ese respecto, se trataría en todo caso de saber encontrar las aportaciones críticas más interesantes que, por otra parte, seguirían confirmando el carácter referencial de sus aportaciones. En ese terreno hay que señalar que uno de los elementos clave del cuestionamiento de algunas de sus tesis principales viene dado por los hallazgos arqueológicos (muy limitados en su tiempo), algo con lo que los propios interesados suponemos que contarían a la hora de mantener o no sus opiniones.
Nuestra intención no es, por tanto, esa revisión crítica, cuanto realizar una valoración más general y panorámica de su aportación en la evolución historiográfica de la historia de España. Pienso que esta cuestión, que se aborda aquí de forma limitada y necesariamente rápida, tiene suficiente interés en relación con la historiografía de la Historia Antigua en España, en particular desde una perspectiva progresista y renovadora. La etapa central de la actividad científica de M. Vigil, los años sesenta y setenta del siglo XX, son capitales tanto desde el punto de vista de la institucionalización de la especialidad como en el terreno de la evolución científica. Coinciden con una fase de transformación de la propia universidad española, con un aumento exponencial tanto de estudiantes como de profesores, y con fenómenos científicos de primer orden, como la consagración de la historia social y la irrupción del marxismo.
En ambos terrenos, Marcelo Vigil es una figura sobresaliente. Por una parte, en su calidad de uno de los tres primeros catedráticos específicamente de Historia Antigua, en el curso 1965-66, es uno de los componentes destacados de la llamada primera generación de historiadores de Historia Antigua en España. Por otra parte, sus trabajos, algunos individuales y otros publicados en colaboración con Abilio Barbero, representan un punto de inflexión en la concepción tradicional de la historia de España antigua y altomedieval (Manzano, 2015: VII).
Unos breves apuntes biográficos ayudarán a encuadrar su figura. Nacido en 1930, vive la Guerra Civil en la infancia y llega a la Universidad en una época siniestra, “yermo, de penuria y tinieblas” (Plácido, 1988: 203). Tiene la fortuna de estudiar Filología Clásica, especialidad que en aquella época reunía un plantel de reconocidos especialistas (los Vallejo, Pabón, Fernández Galiano, Rodríguez Adrados), mientras Montero Díaz y García y Bellido destacaban en Historia y Arqueología respectivamente, en un contexto general de mediocridad y grisura. Se inicia en la investigación de la mano de García y Bellido en el Instituto Rodrigo Caro del CSIC, en el campo arqueológico y epigráfico, para comenzar a publicar en el año 1953 en el Archivo Español de Arqueología.
En una época de verdades políticas, sociales, morales, absolutas, se entiende que las mentes más críticas se inclinen al escepticismo o, incluso, al desengaño total (Presedo, 1989: 15). Pero también a una posición crítica y de hecho, parece que esa época (recuérdense los sucesos estudiantiles de 1956) fue decisiva en el posicionamiento crítico, eso sí, nunca militante, de Vigil.
Junto al estímulo académico que pudiera haber recibido tanto de Montero como de García y Bellido, cada uno con su estilo particular, un factor decisivo en su evolución vendría dado presumiblemente por sus viajes al extranjero, primero a Londres (1958-59) y luego a Roma (1960-61). Particularmente, la estancia en Italia resultaría fundamental, más allá de la dimensión estrictamente académica del contacto co...