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Una ola que nadie domina
La Gran Vía madrileña es un flujo vivo tras el cristal. La Gran Vía es el primer horizonte de la redacción del diario Público, su ventana al mundo: un vértigo de abrigos y neones, un reflejo de su agitación de todas las tardes. Suena la radio. Huele a café. La calle rebervera en un cristal que refleja a su vez a Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos, entrando por la puerta. Llega con retraso. Deambula eléctricamente por la redacción. Saluda con cariño a todo el mundo, especialmente al equipo que hace el programa «La Tuerka». Responde llamadas en el móvil. «Es la agenda Monedero», comenta irónicamente uno de los periodistas. En una sala acristalada, Monedero charla con ritmo pausado. Dibuja horizontes con metáforas plásticas. Simplifica conceptos abstractos dando ejemplos casi palpables. En su charla, la distancia entre dos puntos nunca es una recta. Monedero rodea. Poéticamente, circunvala. «Llevo mucho tiempo hablando de lucha de clases sin tener que hablar de oligarquía o imperialismo, de burgueses, de conceptos que generan un cierto alejamiento», asegura. Antes de abordar la relación entre movimiento y partido, entre la partidocracia y la sociedad civil, habla del «gran problema del Estado moderno», su condición representativa: «Por su propia lógica, es más fácil que te reúnas con los alcaldes que con los ciudadanos, con los representantes sindicales que con los trabajadores. Prima la lógica representativa».
Juan Carlos Monedero deconstruye con facilidad la falsa dicotomía de calle o instituciones: «Las dos cosas. Podemos sale de la calle y va a las instituciones. No quiere regresar a la calle. Revisita la calle desde la experiencia de las instituciones». La lógica lineal del antes-después tampoco explica el acelerado ciclo político que está viviendo España. El durante, la simultaneidad de tiempos, de estrategias, de tácticas, está muy presente en las respuestas de Monedero. El espacio-tiempo está enloquecido. Mejor Alicia que Gramsci. Es Matrix, no Verdún, según discutían Raúl Sánchez Cedillo y Pablo Iglesias en Twitter: «Va a ser un movimiento permanente, no consecutivo. No se trata de que vayas ganando posiciones intelectuales y luego accedas al poder. Al tiempo que haces la pelea electoral vas intentando cambiar la manera de pensar de la gente, para que cuando estés en el poder las medidas que pongas en marcha tengan respaldo popular. Porque si no, es muy probable que la propia lógica estatal termine devorándote», asegura Juan Carlos Monedero.
El sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos publicó un artículo a finales de 2014 que encendió el diálogo global sobre el concepto de partido-movimiento1. El artículo, muy inspirado en la irrupción de Podemos en el panorama político europeo, desdibujaba los contornos del formato de los partidos políticos: «Es un partido de nuevo tipo, un partido-movimiento, basado en estas ideas: las personas no están hartas de la política, sino de esta política; el activismo político es importante, pero la política tiene que hacerse con la participación de los ciudadanos; ser miembro de la clase política es algo siempre transitorio y esa cualidad no permite ganar más que el salario medio del país; internet permite formas de interacción que antes no existían; la política partidaria tiene que tener rostros, pero no está hecha de rostros; la transparencia y la rendición de cuentas deben ser totales; el partido debe ser financiado por los ciudadanos y no por empresas interesadas en capturar al Estado y vaciar a la democracia; ser de izquierda es un punto de llegada y no un punto de partida, y eso se demuestra en los hechos».
Boaventura, el rock star de la sociología, dinamitó para siempre el formato partido político con conceptos e ideas que ya estaban en el aire: red, partidos-red, partidos-movimiento. En realidad, la idea original de partido-movimiento surgió de Herbert Kitchelt2 a mediados de los dos mil. Y la tensión entre movimientos sociales y lo institucional se remonta a los escritos de Lenin3. Sin embargo, en el vibrante espejo de las redes, en un espacio-tiempo desquiciado, los partidos tradicionales son un reflejo desgastado. El día a día de la vida de los partidos es cada vez menos atractivo, estimulante y creativo para muchísimos ciudadanos4. Boaventura deseaba que la disrupción Podemos diera alas a un nuevo partido-movimiento que bebiera de predecesores, como el primer partido verde alemán o el partido Panteras Negras de los Estados Unidos5. Un partido-movimiento con ecos pretéritos, pero actualizado a las dinámicas de red.
Monedero bucea en la memoria del 15M. Disecciona la «lógica de los indignados», que «impugna a los partidos políticos, no negándolos, sino complementándolos». Busca elementos para intentar explicar lo que significó el 15M en el sistema de partidos: «El 15M eran preguntas, no respuestas. El 15M tiene éxito porque no tiene memoria, no tiene líderes, no tiene programa, no tiene estructura, y eso genera la posibilidad de aglutinar a la gente. Al no tener memoria, no te interrogas sobre qué lectura haces del pasado. Al no tener líderes, te sientes cómodo. Al no tener estructuras tampoco te reclamaba mucho trabajo, ni mucha exigencia. Al no tener programa prácticamente cabe cualquier demanda. Todos los elementos más heterodoxos tenían que recibir una atención que no habían recibido». Para justificar la emergencia de Podemos, Monedero se abraza a una metáfora: «A los movimientos sociales les ocurre como a las olas en el mar, que solo existen cuando hay viento; cuando cesa el viento, cesan las olas».
¿Podría considerarse el 15M un movimiento social? ¿O de la ocupación de las plazas emergió algo diferente? El concepto de movimiento social, introducido en 1846 como «una aspiración de sectores sociales (clases) de lograr influencia sobre el Estado»6, no consigue delimitar el sujeto político del siglo XXI. Mucho menos el magma social del 15M. Pablo Soto, Delegado del Área de Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto, habla con sosiego en una sala del área, en plena calle Alcalá de Madrid. A veces, antes de contestar, mantiene largos silencios. Pablo sostiene que los procesos de abajo arriba construyen nuevos sujetos políticos: «El ciclo de revueltas de los últimos años confirma que la tecnologización de los mecanismos de participación directa pueden generar un sujeto político. Se genera el sujeto PAH, el sujeto Marea Verde, el sujeto acampadas, el sujeto Occupy. Se empiezan a generar sujetos distintos, que interpelan al cien por cien de la gente. Generan un nuevo mapa social y desmienten todos los compartimentos que nos venían explicando con respecto a la democracia, las instituciones, la transición, la derecha, la izquierda, el turismo».
La investigadora Mayo Fuster usa el concepto de multipertenencia para explicar la pertenencia múltiple en la era de las redes digitales. El concepto choca con las pertenencias rígidas de las organizaciones políticas y los movimientos clásicos. Y complementa la metáfora de lo líquido (Bauman, 2010) como explicación de los nuevos comportamientos sociales. Estas nuevas pertenencias líquidas, puntuales y múltiples permiten «estar sin estar siempre»,7 participar de forma asimétrica en diferentes procesos, en momentos concretos, con ritmo discontinuo. Se puede formar parte de una asamblea de barrio y de un movimiento feminista de forma simultánea y no excluyente, por ejemplo. Además, los movimientos sociales conviven con otros formatos. Algunos de los participantes del 15M se sienten parte de un colectivo, de una identidad colectiva, de una red o de una comunidad8.
Una de las palabras más usadas para explicar el 15M ha sido tecnopolítica9. El concepto tecnopolítica se ha convertido en una nueva forma de mirar y entender los procesos sociales que combinan ocupación de espacios físicos y tecnología, inteligencia colectiva y acciones sociales en red que desbordan los formatos tradicionales. El estudio Tecnopolítica: la potencia de la multitud conectada10 desdibuja totalmente el concepto de movimiento social. Usa con más frecuencia los términos multitud y red: «Esta multitud conectada tiene una anatomía híbrida, física y virtual, en la que destacan las identidades colectivas, posee forma de red y la capacidad de producir activaciones emocionales, convirtiendo el malestar en empoderamiento». Una de las definiciones del 15M más usada es la de sistema red: «Un sistema red no es un mero agregado de individuos: están diferenciados, con zonas más dispersas y núcleos más densos, más orgánicos, más organizados. Dentro del sistema red puede haber de todo: movimientos tradicionales, partidos, sindicatos, pequeños colectivos, redes informales de amigos»11. Las definiciones de sistema red o de movimientos red completan, no anulan, la de movimiento social.
El «liderazgo temporal distribuido» es otro de los conceptos clave de la tecnopolítica. Explica la evolución de diferentes nodos en procesos de acción colectiva. Algunos actores sociales lideran durante un tiempo un proceso para después ceder el protagonismo a otros. Luego, entran en una aparente inactividad. Lo importante de Occupy Wall Street o del 15M no son tanto sus logros sino la red creada. Cuando todos daban por muerto Occupy Wall Street surgió Occupy Sandy, una red de voluntarios del ecosistema de Occupy Wall Street que fue más eficiente que el Estado en la ayuda humanitaria tras el huracán Sandy. Cuando muchos daban por muerto el 15M aparecieron las mareas articulando luchas con formatos transversales y con el carácter agregador de las acampadas. «Las formas de cooperación de los movimientos red no pasan ya por grandes dogmas ideológicos unitarios sino por conectar las prácticas», escribía en 2013 el investigador Arnau Monty12. Centrar el activismo social en objetivos neutros es lo que permite alcanzar grandes espacios de cohesión y consenso, explica Francisco Jurado Gilabert en su ensayo Nueva gramática política: «Es el caso de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que al fijar su acción en un problema como el de los desahucios (con el que una amplia mayoría está concienciada), tiene más facilidad para recabar apoyos multitudinarios».
Ada Colau bucea en la memoria de la PAH en un salón del Ayuntamiento de Barcelona. Sin nostalgia visible. Como con voluntad de rastrear alguna clave que pudiera servir de linterna en su nueva fase institucional. En los techos, pinturas con ángeles y caballeros de aire medieval. En la atmósfera, cercanía en todo el equipo. La alcaldesa de Barcelona responde al vuelo. Suele ir al grano. A veces hace una mínima introducción. Primero, agradece al 15M que pusiera a disposición de la PAH una verdadera logística social. Luego, insiste en el concepto de práctica ciudadana. Y elogia las cosas concretas: «La lucha contra los desahucios le dio una tarea muy concreta al 15M, que luego creo que ayudó a inspirar otras tareas concretas, otros objetivos concretos que fueron surgiendo al calor del 15M y de luchas que venían de antes y que con el 15M se amplificaron y crecieron».
¿Se puede hablar de partido-movimiento si ambos formatos, partidos y movimientos, están en crisis y proceso de redefinición? ¿Cómo serán los partidos y los movimientos del futuro? ¿Cómo afectará la red? Las definiciones de partido-movimiento de los últimos tiempos reinciden en un eje: la pujante fuerza de la ciudadanía y la autonomía de lo político13 con respecto al sistema representativo. El partido-movimiento sería aquel que aglutina a personas que ponen esas demandas encima de la mesa por vías disruptivas y extrainstitucionales14. El talismán perseguido por muchos es crear «un cuerpo con dos piernas, una estática que descansa en las instituciones (el partido) y otra libre, fuera de las mismas (los movimientos)» como escribe Pablo Carmona, concejal del Ayuntamiento de Madrid, en La apuesta municipalista.
Cuando a Juan Carlos Monedero se le pregunta por el partido-movimiento, da un rodeo a través de otros conceptos, para reaparecer en el centro de la respuesta. Habla de la «inteligencia colectiva» y la Wikipedia: «Es muy importante intentar inyectar desde las instituciones mayor capacidad de organización y deliberación a la sociedad civil. Tiene que ver con el principio de subsidiariedad, que implica que lo que puede hacer la parte inferior no lo pueda hacer la superior, sin que eso signifique dejación de la parte superior. Creo que hay lógicas esenciales en la política emancipatoria del siglo XXI. Una es la lógica Wikipedia, una lógica horizontal, de participación, de colaboración, con un grupo de 200 personas que actúan como consejo editorial, de manera subsidiaria. Te dejan hacer si ven que está bien. Si no, articulan».
En los últimos años, la lógica Wikipedia ha inspirado el nacimiento de diferentes partidos en todo el mundo. El ecosistema global de partidos red15 ha supuesto, al margen de su éxito o fracaso en la política representativa, una disrupción organizativa y narrativa de gran calibre. El Wikipartido de México se definía como «una plataforma, no una posición ideológica». El Partido de la Red de Argentina pretendía ser «una herramienta para convertir la estructura en una conversación». El Partido X de España nació afirmando que quería «desarrollar un método, no una ideología». Antes que nada, los partidos red son procesos abiertos. Y son, voluntariamente, dispositivos inacabados. Generan plataformas, protocolos y herramientas para que los usen otros. El Partido X cedió su software informático a Podemos en su inicio, para huir de la lógica de la competición entre partidos. Participa, el software de participación interna de Podemos, ha sido replicado por otros partidos o confluencias16.
Si la red ha transformado la forma de organización de los movimientos sociales, ¿por qué los partidos políticos tradicionales apenas han cambiado su modus operandi? Sea el 15M un ecosistema social o un sistema red, un conjunto de prácticas ciudadanas o un movimiento de movimientos, lo cierto es que la ciudadanía ha marcado el ritmo en España desde la llegada de la lógica de los indignados. Por ello, sin una participación constante y autónoma de la sociedad civil, la nueva política de los partidos red o partidos movimiento no será tal. Juan Carlos Monedero reconoce que «no hay vías claras y cerradas», si no grandes intuiciones. Mientras deshoja caminos por recorrer, busca ejemplos inspiradores para una política pública del presente-futuro: «Hay que ayudar a que la sociedad civil se organice. Un ejemplo: la puesta en marcha de la norma foral de igualdad en Gipúzcoa. Durante un año estuvieron alimentando la reconstrucción del tejido feminista: locales, medios, transporte, financiación, revistas, espacios en los medios. Una vez reconstruido el tejido feminista, se generaron nuevos polos y se reactivaron los antiguos. Entonces se decidió crear una comisión y que la presidencia la ostentara la sociedad civil y la vicepresidencia la administración. Con lo cual, se mandaba obedeciendo. Has empoderado a la ciudadanía, la acompañas y no la abandonas».
Monedero dibuja un choque de épocas. Un meteorito que estalla. Una pared donde acaba algo. Donde nace algo nuevo, grafiti o brecha: «Eso rompe con esa concepción de la política tan del siglo XX de la izquierda, que es paternalista. La mera gestión de la socialdemocracia no sirve en el siglo XXI. Esta nueva lógica en lugar de paternalista es maternalista. Una madre quiere que sus hijos vuelen por sí mismos, pero si se caen les recoge. Es la lógica adecuada en un siglo caracterizado por la complejidad, por la mayor diferenciación social, por la mayor fragmentación de la ciudadanía. Los partidos no sirven, los viejos periódicos, las universidades, son continentes que se han quedado viejos. Tenemos que adaptarlos. Somos islas. Lo que hay que hacer es construir archipiélagos, no convertir las islas en continentes».
La biblioteca del Congreso de los Diputados de España está habitada por un silencio casi táctil. Un silencio que tiene otro ritmo. Está más allá del fragor de las protestas. Del crepitar de los años. Del vaivén de los partidos políticos. Apenas una mesita con novedades editoriales huele a siglo XXI. Cuando Pablo Iglesias, líder indiscutible de Podemos, entra en la biblioteca, algún trabajador le saluda con cercanía. «La institución es peligrosa, tiene una capacidad de absorción ideológica enorme. Cuando el ujier te llama “su señoría”, a fuerza de que te llame “su señoría”, tú empiezas a verle como a un ujier y a ti como a su señoría. Y Podemos había logrado ver al ujier como a un trabajador exactamente igual que tú, que no merece un tratamiento en la relación de esa jerarquía que establecían muchas veces los políticos tradicionales. Cuando nosotros entrábamos en las instituciones había una especie de ofensa a los políticos viejos que estaban ahí, por la manera completamente distinta con la que ocupábamos el espacio y nos relacionábamos con la gente que trabajaba allí.
Pablo Iglesias parece descansar en una charla sosegada. Su tono está en las antípodas de las entrevistas televisivas. Intenta vislumbrar la relación entre la calle y la política representativa. Intenta acariciar la silueta y el cuerpo de...