¿ESPEJISMO DE LA IGUALDAD?
PERCEPCIONES SOBRE LA DESIGUALDAD
DE GÉNERO EN EL SISTEMA DEL ARTE DESDE
LOS Y LAS PROFESIONALES DEL SECTOR
Semíramis González
Este capítulo centra su análisis en entender cómo es vivida la percepción de la igualdad de género en el sistema del arte por los distintos agentes que forman parte de él. Hemos querido focalizar este análisis en distintas preguntas según los grupos entrevistados y que abarquen apreciaciones de su experiencia profesional. Así, los grupos están divididos entre artistas, galeristas y profesionales (en este último grupo estarían perfiles muy diversos, desde coleccionistas de arte a directoras de museos y centros de arte, comisarias, críticos…). También se ha incluido, en el grupo de profesionales, a artistas hombres ya que las preguntas a artistas mujeres iban muy encaminadas a su realidad concreta.
Para una mejor comparativa de sus respuestas, este capítulo subdivide sus contenidos según estos tres grandes grupos, y en un análisis de las distintas respuestas dadas por quienes han participado.
Artistas
Los y las artistas son el agente principal en torno al que pivota el sistema del arte en cualquier país. Su trabajo es el elemento del que partimos todos los demás agentes para llevar a cabo nuestro trabajo y, sin embargo, son uno de los sectores más precarizados del sistema, por eso su palabra resulta fundamental. En estas 31 entrevistas se ha puesto especial atención a la diversidad de las entrevistadas, no solo por su edad sino por diversidad racial, funcional, opción sexual, artistas extranjeras afincadas en España o situaciones vitales distintas, desde artistas más jóvenes a artistas que tienen hijos o cuyo trabajo no está especialmente presente dentro del mercado pero sí forman parte del sistema del arte.
Cotización e impulso de las carreras
a través de las exposiciones
Una de las primeras cuestiones que se plantea a las artistas es la importancia que tienen las exposiciones monográficas o individuales (distinguiendo las primeras como exposiciones en instituciones y museos y las segundas en galerías de arte) y cómo estas han impulsado su trabajo o han ayudado a aumentar su cotización.
Resulta llamativo que la amplia mayoría reconoce que su trabajo no se ha visto incrementado en cuanto a cotización pese a haber realizado estas exposiciones. Lo dicen, además, artistas de distintos niveles profesionales y desarrollo de carrera muy dispar. Marina Núñez, por ejemplo, señala que es «incapaz de apreciar si después de una individual importante hay más demanda de mi obra, nunca lo he sentido así de claro». Están seguras de que la cotización de su obra no se ha incrementado artistas como Dora García, Valeria Maculan, Montserrat Soto, Françoise Vanneraud, Cristina Lucas, Concha Ros o Clara Carvajal. Es interesante porque todas ellas tienen en común, aunque en distintos estadios, una carrera consolidada en el sector, con exposiciones en galerías de arte y museos. Señala, por ejemplo, Dora García que su obra «se desarrolla completamente de espaldas al mercado del arte. Vendo algo de vez en cuando pero son ingresos mínimos que apenas alcanzan a cubrir los gastos de producción. Si bien tengo buenas exposiciones en lugares llamados "de prestigio" esto no se ha traducido nunca en ventas significativas». Lo mismo apunta Montserrat Soto, Premio Nacional de Fotografía 2019, o la artista Clara Carvajal «desde luego que las exposiciones monográficas o individuales suponen un impulso a la difusión de mi obra. Otra cosa es la cotización que en mi caso no ha subido ningún precio. Estamos en momentos muy duros para vender arte».
Las artistas que sí tienen claro que su trabajo ha visto incrementada su cotización de mercado son Estefanía Martín Sáenz, Cristina Toledo y Gabriela Bettini; en estos casos el apoyo de sus galerías ha sido fundamental. Señala Martín Sáenz que trabaja «con una galería (Gema Llamazares) dirigida por dos mujeres y desde el principio han impulsado mi obra presentándome en ferias tanto internacionales como nacionales, así como en exposiciones individuales y colectivas. De esta manera mi obra ha sido adquirida por instituciones, colecciones públicas y privadas incrementándose la cotización de mi trabajo año tras año». Por su parte, Toledo indica que «después de algunas individuales, en espacios más museísticos, he visto mayor interés por mi trabajo y he acordado con las galerías una subida de precios (a mi pequeña escala)».
En un punto intermedio se encuentran artistas como Rosana Antolí, Rosell Meseguer, María Gimeno, Ira Lombardía, Marina Vargas, Esther Pizarro o Pilar Albarracín, cuyo trabajo ha ido creciendo gracias al apoyo institucional y expositivo en museos y eso ha impulsado su carrera artística en el mercado. Lo señala Albarracín, por ejemplo, cuando indica que «las exposiciones se hacen impulsadas por el trabajo del artista, me parece interesante que el público pueda valorar de forma directa e individual la trayectoria y la proyección de un artista a través de sus obras. A veces la cotización no tiene por qué ir unida al éxito o la aceptación del público».
Es interesante también un perfil emergente, que está empezando a tener exposiciones en el sector pero también otro perfil que ha encontrado legitimidad más allá del sistema del arte. Por ejemplo, señala Costa Badía que su obra «comienza a visibilizarse cada vez más a través de encuentros, redes sociales y exposiciones colectivas. Puedo decir que a partir de ahí sí, se ha incrementado el valor de mi obra». Su percepción es similar a lo que señala Sandra Paula Fernández, que indica que «no he tenido la oportunidad de hacer una exposición individual. He expuesto en varias colectivas y he participado en varias ferias y certámenes. También tengo obra en algunas colecciones». Son perfiles similares a los de Angélica Dass, Yolanda Domínguez, Agnes Essonti o Chus Gutiérrez, cuyos trabajos artísticos han encontrado la forma de visibilizarse y hacerse presente en el sistema del arte más allá del mercado: «el impulso más grande de mi obra lo recibo siempre desde dentro de la comunidad negra y no por parte del "mundo del arte», señala Essonti. Lo mismo apunta Domínguez cuando indica que «mi forma de difusión no son las exposiciones sino colaborar con instituciones y asociaciones que financian mis ideas y luego les doy visibilidad en internet, redes y medios de comunicación. En ese sentido sí he notado un incremento en la cotización de mi trabajo, pero no desde el mundo del arte sino de otras áreas como asociaciones, gobiernos, ámbito educativo y medios de comunicación».
De manera unánime se apunta a la difusión como el elemento a destacar de estas exposiciones, que sí ha ayudado a consolidar o visibilizar sus trabajos, como señala Diana Larrea cuando dice que «hay un creciente interés por el trabajo de las mujeres artistas en los últimos 3 o 4 años. A nivel personal, lo he notado también gracias a comenzar a trabajar el año pasado como artista en una galería, lo que ha cambiado mi situación profesional de manera notable, tanto en la difusión de mi trabajo como en la venta de obra».
Desigualdad de género
en las profesiones artísticas
También se ha abordado si la desigualdad de género se da de igual manera entre artistas como en otras profesionales del sistema del arte, teniendo en cuenta una mayor incorporación de mujeres a puestos de relevancia en museos e instituciones.
De manera general, casi todas las artistas han señalado que esta desigualdad de género es vivida en cualquier situación profesional en el sector por el hecho de ser mujeres, como señala Esther Ferrer: «Sí, efectivamente hay muchas mujeres trabajando en museos y en cargos de responsabilidad, pero «el techo de cristal», sigue siendo casi «irrompible», y aún son muy pocas las mujeres directoras de museos u otras instituciones. En esto, como en casi todo, la igualdad es una quimera, por el momento. Y por supuesto la discriminación, no es una «obsesión» de las pobres «artistas marginadas y resentidas», sino una realidad vivida por toda mujer consciente, artista, comisaria, obrera, empleada, científica, etc.». En la misma línea apunta Marina Vargas que «una mujer lo tiene infinitamente más difícil para llegar a puestos importantes en el mundo del arte. Seguimos siendo las que hacen el trabajo oculto para que ellos figuren». Sí que se apunta a un cambio de tendencia en los últimos años por parte de las instituciones, «la diferencia de género es un tema presente en todas las áreas laborales, es cierto que mejoró mucho los diez últimos años, y que cada vez vemos más mujeres en puestos directivos o puestos altos, pero aun así queda mucho camino para llegar a la paridad», afirma Françoise Vanneraud.
Por otro lado, es interesante que planteamientos como el que hace María María Acha-Kutscher abogan por un cambio tanto en la presencia de mujeres como en sus perfiles de programación: «Siempre es más difícil para una mujer llegar a un puesto relevante independientemente de su actividad profesional. Nosotras tenemos que trabajar el doble o triple para demostrar que somos tan capaces o más que un hombre. Uno de los mayores retos, es que una vez que una mujer llega a un puesto relevante, pueda impulsar políticas más feministas y participativas que transformen nuestras instituciones artísticas».
Cristina Lucas, por su parte, señala que, aunque esa desigualdad es común, existen importantes diferencias entre las artistas y las comisarias: «Creo que es un error meter en el mismo saco a las mujeres curators y a las artistas porque, de hecho, ahora con la crisis de la pandemia, hemos visto que las necesidades de unas y otras son muy distintas. Me parece que no tienen nada que ver, son muy diferentes sus necesidades. Una curator no necesita espacio o invertir en materiales, que una artista necesita sobre todo eso». En la misma línea apunta Arancha Goyeneche cuando señala que «la diferencia de género es mayor entre las artistas que en cargos importantes dentro de museos, aunque me faltan datos objetivos para afirmarlo con rotundidad».
Mujer artista o artista mujer
El orden de los factores sí altera el producto, y es que es importante en esta pregunta conocer si las entrevistadas consideraban que ser mujer condiciona sus experiencias artísticas o, por el contrario, eran antes artistas y después mujeres. La diversidad de respuestas en este campo es total. Desde quienes entienden que las identidades son mucho más amplias y condicionan su vida, como señala Costa Badía al decir que «en mi caso añadiría mujer con diversidad funcional y artista. Nombrarme con la etiqueta de mujer con diversidad funcional me parece imprescindible ya que a menudo por el hecho de tener discapacidad no se nos considera mujeres y no podemos luchar por derechos que una mujer normativa si lo hace. Por ejemplo, el techo de cristal del que se habla en el feminismo para las mujeres con diversidad funcional ni siquiera existe porque no se nos considera seres útiles en el sistema capitalista». También Agnes Essonti se define como «mujer negra artista» o Angélica Dass como «fotógrafa afrodescendiente».
Sin embargo, son mayoría quienes se definen como artista mujer; lo hacen Rosell Meseguer, Diana Larrea, Concha Ros, Rosa Brun, Clara Carvajal, Gabriela Bettini, Ira Lombardía, Yolanda Domínguez, Paula Anta, y Marina Núñez.
Se definen como mujeres artistas Esther Ferrer, Estefanía Martín Sáenz, Esther Pizarro, Valeria Maculan, Françoise Vanneraud, Marina Vargas, Cristina Toledo o Cristina Lucas, aunque también muchas reconocen que la pregunta les genera incomodidad por la definición. Así, se consideran artistas sin más adjetivos Sandra Paula Fernández, Chus Gutiérrez, Dora García («no me agrada la palabra artista, y no me agrada definirme como mujer, antes prefiero definirme como feminista. Diría que soy feminista y que me gano la vida dentro del circuito del arte contemporáneo»), María María Acha-Kutscher, Montserrat Soto (se define como «ambas»), Olalla Gómez («Artista pero necesariamente por desgracia hay que seguir marcando el género hasta que exista una igualdad real») o Pilar Albarracín («para mí el orden de los factores no altera el producto»).
Arte no militante
Una de las preguntas directamente cuestionaba si era más vendible un arte no militante, sin compromiso político.
Algunas de las entrevistadas sí consideran que el arte no militante tiene más éxito comercial. Costa Badía señala que «claro que es más vendible, por desgracia. Y en este caso hablo de arte feminista y arte tullido. ¿Quién suele comprar? Las personas con privilegios». Que una obra sea crítica significa que se la comprará menos también lo defienden otras nueve artistas entrevistadas, frente a cinco que consideran que no. Por ejemplo, Essonti señala que «tanto pensando en el mundo del art...