Al-Andalus
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Al-Andalus

Ángel Luis Vera Aranda

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Al-Andalus

Ángel Luis Vera Aranda

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En esta Historia de al-Andalus se plantea esta etapa histórica como una más dentro de la evolución general de la Historia española, y no como un largo paréntesis en la misma. Las realizaciones del mundo islámico fueron tan importantes que es necesario recordar que todavía muchas de las costumbres, palabras e incluso buena parte de la cultura hispanas no son otra cosa que el importante legado que aquella civilización aportó al acervo peninsular.Durante casi ocho siglos, los musulmanes permanecieron en la península Ibérica, en un territorio al que denominan al-Andalus. A lo largo de este período, la influencia islámica modificó sustancialmente la realidad histórica de la antigua Hispania romana y visigoda. Su repercusión sobre la España actual es mucho mayor de la que en principio cabe suponer. Este es el hilo argumental a lo largo del cual se desarrolla en esta obra la presencia de la civilización islámica en la Península, abordándose sus realizaciones, su herencia, sus problemas y la trayectoria histórica desde la llegada de los primeros musulmanes en el año 711 hasta su expulsión en 1492.

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Information

Year
2014
ISBN
9788415930440
Edition
1
CAPÍTULO III
EL EMIRATO INDEPENDIENTE
El gobierno de al-Hakam I. Los problemas sociales en al-Andalus: el motín del arrabal
Hisam falleció a una edad relativamente joven para aquella época, pues, como vimos, supuestamente todavía no había cumplido siquiera los cuarenta años. A su muerte nombró como heredero a su segundo hijo, al-Hakam, despreciando al primogénito, al que, por motivos desconocidos, encerró en un torreón para el resto de su larga vida.
Según los cronistas, cuando al-Hakam llegó al poder, contaba con 26 años. Pero esto resulta difícil de creer. De ser así, Hisam debía tener solo doce o trece años cuando nació su hijo (¡y recordemos que este no era el primogénito!).
El reinado de 26 años de al-Hakam (796-822) no fue precisamente sencillo. Más bien todo lo contrario, ya que tuvo que hacer frente a numerosos problemas de todo tipo. Probablemente esto hizo que su carácter se agriara terriblemente y, de esta forma, convirtió a su etapa como emir en un período que ensangrentó horriblemente a al-Andalus.
Según sus biógrafos, al-Hakam era valiente, resuelto, decidido, firme, espléndido, justo y amaba la lectura, hasta parece que llegó a ser un poeta aceptable. Pero en su faceta negativa, también era una persona desconfiada, drástica, cruel y hasta tiránica, de este modo fue temido y odiado por sus súbditos, que sufrieron en más de una ocasión la vesania del emir.
Si hacemos caso a los historiadores de este período, fue el más despótico, colérico y sanguinario de todos los emires y califas cordobeses, aunque cabe preguntarse si en el duro juicio sobre los actos de su vida no influyó decisivamente la opinión subjetiva y negativa de quienes se enfrentaron a él y posteriormente escribieron la Historia, como probablemente así sucedió.
Para empezar, en cuanto subió al poder, se encontró con la firme oposición de sus dos tíos, Sulayman y Abd Allah, que ya se habían enfrentado anteriormente a su padre sin éxito. El primero murió en el curso de los combates contra su sobrino. Pero el segundo se refugió en la ciudad de Valencia y tras cuatro años de lucha indecisa se hizo necesario llegar a un acuerdo con él, concediéndole el señorío de aquel territorio.
Resueltos pues de mala manera los problemas familiares, comenzaron a continuación nuevos problemas más importantes y peligrosos de carácter social y religioso. Al-Andalus era una sociedad étnica y religiosamente extremadamente compleja. La continua llegada de individuos procedentes de muy diversos lugares provocó una mezcla con la ya anteriormente diversa población autóctona hispanorromanogoda que se vio aún incrementada con la división de la misma en las tres grandes creencias religiosas del momento: islam, cristianismo y judaísmo.
Para comprender bien esta complejidad, y para entender lo que sucedió a continuación, es necesario que nos detengamos unos momentos, nos apartemos de la narración cronológica y analicemos cuál era la composición de los grupos sociales andalusíes y cuáles las características de los mismos.
En la cúspide de la sociedad se encontraban los descendientes de la etnia árabe. Procedían de la tierra del Profeta, habían llegado al mando de sus ejércitos y, tras la victoria sobre los visigodos, se habían hecho con el control del poder político, y era de ellos de quienes dependían las decisiones más importantes. La llegada de Abd al-Rahman ratificó su papel preponderante y, hasta la etapa final del califato, se consideraron como la casta que controlaba el poder en al-Andalus.
Y no solo impusieron su poder político sobre el resto, sino que lo hicieron también con su lengua, el árabe, que fue adoptada de forma oficial por la administración. Como veremos, la población de al-Andalus solía ser bilingüe, pero el idioma árabe siempre tuvo prioridad sobre el resto, aunque no fuese necesariamente el más hablado entre el conjunto de sus habitantes.
Además del poder político y del idioma, los árabes se hicieron también con el control de la propiedad de la tierra, de esa forma dominaron la principal fuente de riqueza de la Península. Se convirtieron en grandes terratenientes sustituyendo en el latifundismo a los anteriores amos visigodos. En su conjunto fueron, por consiguiente, el grupo privilegiado de al-Andalus.
A continuación, en la escala social, se encontraban los restantes grupos de musulmanes que habían llegado en las primeras décadas de la conquista procedentes de Oriente. Estos tenían unos orígenes muy variados. Así había yemeníes y egipcios, pero sobre todo predominaban los sirios. Estos últimos eran los más cultos de todo el mundo musulmán, y por ese motivo se centraron en actividades como las labores administrativas, la enseñanza, o se dedicaron a ser escribanos. También formaban parte de la oficialidad del ejército.
El grupo menos favorecido dentro de los musulmanes que habían llegado desde el exterior eran los bereberes. Procedían del norte de África, más concretamente del Magreb (nombre derivado de al-Magrib, que quiere decir ‘el lugar donde se pone el Sol’ o, más abreviadamente, ‘el poniente’). Hoy día, los países que componen el Magreb son Marruecos, Argelia y Túnez, esto es, los que básicamente ocupan las montañas del Atlas, donde tradicionalmente habitaban las tribus bereberes.
Y este hecho es muy importante, porque los individuos procedentes de aquel territorio se asentaron en las serranías y en las zonas montañosas de al-Andalus, en las que se dedicaron principalmente al pastoreo. Eran además contratados como mercenarios para formar la mayor parte de los efectivos que componían los ejércitos de los emires y califas, de ahí que, conscientes de su poder militar e insatisfechos a su vez por su escasa fuerza política y económica, protagonizaran en numerosas ocasiones sublevaciones que alcanzaron una gran relevancia.
El siguiente grupo social dentro de los creyentes en el islam era el de los muladíes. La palabra procede del árabe, y hace referencia a los ‘conversos’ o, como les llamaron desde la perspectiva de los cristianos, los ‘renegados’. Se trataba de aquellas personas procedentes de la población hispanogoda, y por supuesto cristiana, que cuando llegó el islam a la Península, se convirtieron a la nueva religión y abjuraron de la suya anterior.
Era un grupo poco numeroso al principio, pero fue aumentando considerablemente conforme fue pasando el tiempo. En algunos casos, las conversiones se realizaban con sinceridad y convicción, por el deseo de integrarse mejor en una sociedad que se iba islamizando paulatinamente, para obtener de esta forma ciertas ventajas sociales al pertenecer al nuevo credo.
Pero la mayor parte de las conversiones se debían a una cuestión de índole puramente económica. La tolerancia religiosa era una de las características principales de la religión islámica, al menos durante esta primera etapa. Los invadidos eran invitados pacíficamente a abrazar libremente la nueva religión triunfante. Pero si no deseaban hacerlo, podían seguir practicando sin ningún tipo de trabas la suya propia. Ahora bien, estaban obligados a pagar un impuesto especial para ello, la chizya, que ya antes mencionábamos. En el momento en el que una persona apostataba de su religión y abrazaba el islam dejaba automáticamente de pagarlo.
De esta forma tan simple, los musulmanes consiguieron que cientos de miles, o probablemente millones de cristianos, acabaran abandonando la fe en Cristo para convertirse al islam.
Pero incluso este hábil recurso tenía su problema. Conforme las conversiones de los muladíes crecieron, se fue reduciendo inevitablemente el cobro de impuestos por la Hacienda del Estado andalusí. Para compensar este déficit, emires y califas recurrieron a crear nuevos impuestos comunes para todos los musulmanes que sustituyeran los que se dejaban de percibir. De esta forma, la supuesta compensación económica por abrazar el islam desaparecía, y los muladíes acabaron por sentirse agraviados y menospreciados dentro del conjunto de la sociedad andalusí, por lo que protagonizaron en numerosas ocasiones terribles y sangrientas rebeliones.
Los muladíes siempre fueron por otra parte un grupo social mayoritario pero con pocos recursos económicos. Se dedicaban en su inmensa mayoría a labores agrícolas y conformaban la mayor parte del campesinado de las zonas rurales.
Aunque su origen era en principio el mismo que el de los muladíes, existió otro grupo social muy numeroso que se diferenció de los anteriores porque decidió continuar pagando la chizya y, en consecuencia, pudo seguir practicando la misma religión que sus antepasados desde hacía varios siglos. Este grupo es el de los mozárabes.
La palabra mozárabe significa ‘arabizado’, y hace referencia al grupo de personas hispanogodas que, cuando llegaron los musulmanes a la Península, se negaron tanto a abandonar sus hogares y emigrar, como a cambiar su religión. Por el contrario, aceptaron el dominio musulmán, y en su mayoría se adaptaron sin grandes problemas a la nueva situación y a las costumbres de la casta dominante sin tener por ello que abandonar sus ritos religiosos.
No obstante, no siempre la asimilación de la situación existente fue generalizada. Entre los mozárabes aparecieron grupos de fanáticos que, viendo como su número menguaba constantemente, protagonizaron desesperados e inútiles intentos por revertir una situación que cada vez iba empeorando más para sus intereses.
Los mozárabes, aunque también presentes en las zonas rurales, configuraban la mayor parte del artesanado urbano, lo que hoy denominaríamos genéricamente como el sector servicios, aunque esta denominación resulte mucho más amplia.
Probablemente, la lengua con mayor número de hablantes era la que los mozárabes empleaban, la denominada aljamía, que no es en el fondo otra cosa que una variante más de las lenguas romances derivadas del latín. También nos ha llegado de ellos el llamado rito mozárabe de la Iglesia, que todavía se emplea en la actualidad en ocasiones para celebrar matrimonios, misas, etc., como un recuerdo de aquellos cristianos que decidieron continuar siéndolo a pesar de que acabaron convirtiéndose en una minoría perseguida con el paso del tiempo.
Muladíes y mozárabes configuraron la parte más numerosa de la población, no solo de al-Andalus, sino también probablemente de todo el conjunto de la Península, al menos hasta el siglo XIII. Pero a partir de esa centuria la situación cambió. Cuando los reinos cristianos avanzaron hacia el sur, arrebatándoles tierras cada vez en mayor medida a los musulmanes, la población de estas quedó entonces en territorio cristiano, y así, los musulmanes que ahora vivían en tierra cristiana fueron llamados mudéjares, mientras continuaban practicando el islam. Cuando estos mudéjares acabaron por continuar el camino inverso a los muladíes y se convirtieron de nuevo al cristianismo, su denominación también cambió, y a partir de ese momento se les llamó moriscos.
De esta forma, podemos permitirnos el lujo de jugar un poco a la llamada Historia-ficción, es decir, elucubrar de manera libre con los acontecimientos y plantearnos qué hubiera podido suceder en determinadas circunstancias históricas. Planteemos pues la siguiente génesis evolutiva de una familia tipo o modelo y las transformaciones que experimentó a lo largo de los tiempos medievales.
Comencemos por imaginar la existencia de una familia de raíz hispana practicante de la religión cristiana hasta época visigoda. Cuando a principios del siglo VIII llegan los musulmanes, sus miembros permanecen viviendo en el mismo lugar que sus antepasados. Esa familia pasaría entonces a formar parte de la comunidad mozárabe.
Pero supongamos que esa misma familia decide a lo largo del siglo IX o X convertirse al islam. A partir de ese momento ya serían considerados como muladíes.
Siguiendo nuestro recorrido hist...

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