La exclusión es un dolor de muelas
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La exclusión es un dolor de muelas

Hernán Machado

  1. 152 pages
  2. Spanish
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La exclusión es un dolor de muelas

Hernán Machado

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Al aprender a trabajar con las capacidades latentes de las personas, la discapacidad deja de ser el centro de nuestro abordaje para convertirse en el punto de partida del mismo. Comenzando con un sencillo "Programa de Atención Odontológica Domiciliaria" para Personas con Discapacidad, para finalizar en una serie de elaboradas formas de abordaje que incluyen a diversas Instituciones, con el fin de lograr la socialización de personas con discapacidad en el ámbito rural.

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Information

Year
2020
ISBN
9789878397955

Primera Parte

Capítulo I

Nuevo Trabajo, Nueva Provincia, Nueva Forma de Vida.

Habiendo terminado la carrera de Odontología en la Universidad Nacional de la Plata es que decidimos con mi flamante esposa buscar nuevos horizontes. Yo me encontraba haciendo guardias mal pagas en clínicas dentales, alternando con trabajos en el sur y oeste del conurbano bonaerense que implicaban tediosos traslados en tren (línea Roca) y un par de colectivos urbanos, al igual que todos los recién recibidos que no somos hijos de odontólogos. Solo cambiaba la plata, pero sumaba esa tan preciada experiencia laboral o, como se dice en la jerga, sumaba “horas de vuelo” y mil anécdotas en el barrio Santa Cecilia de Florencio Varela o en Bosques, así como en San Justo o Ramos Mejía.
Al momento de decidir destino, no fue muy difícil decantar por la provincia de Neuquén. Tengo un hermano que en ese momento se desempeñaba como médico en la pintoresca localidad de Caviahue, y mi esposa una hermana en Villa la Angostura y mi hijo del primer matrimonio estaba en Mariano Moreno. Si bien dichas localidades estaban distantes una de otras, se encontraban dentro de la misma provincia. Así fue que me anoté al primer concurso del que supe para cubrir vacantes de odontología dentro del sistema público.
Por cosas del destino, quedé asignado como tercer odontólogo del Hospital de Área Rural de Andacollo, el mismo en el que meses antes había realizado una rotación de dos meses para conocer el sistema desde adentro y definir si realmente era lo que quería hacer.
Andacollo pertenece al Departamento Minas, y está situado en el extremo Noroeste de la provincia de Neuquén., Esta pequeña localidad es cabecera del departamento y está emplazada entre la Cordillera de los Andes y la Cordillera del Viento, contando al momento de realizarse el censo del año 2.010 con 2.653 habitantes, fue fundada hace de más de 109 años y a una altura sobre el nivel del mar de algo más de 1.000 m.
La historia dice que fue fundada por mineros provenientes de Chile, específicamente de la Localidad Chilena de Andacollo.
Siendo las principales fuentes de trabajo el empleo público, la minería de Oro y Plata, el comercio, la trashumancia de ganado caprino, bovino, equino y mular de manera extensiva. En épocas de verano se ven pasar innumerables arreos o “piños” a los lados de las rutas que surcan la provincia (en nuestro caso la ruta provincial N°43) que se desplazan hacia las tierras altas de la cordillera en busca de pastos tiernos, conocido esto como “veranada”. En dicha tarea participa toda la familia y es considerado además de un trabajo una forma de vida. A mediados del otoño, cuando llegan los primeros fríos, los arreos bajan de la cordillera para buscar refugio al centro de la provincia donde el clima no es tan gélido, llamando a esto “invernada”.
Fotografía
Foto de un arreo. Fuente: cultura.gob.ar

¿Por qué nombro la veranada e invernada?

Porque nuestra localidad se encuentra en el paso de los arreos y son parte de la población a la cual asistimos y como su permanencia en el pueblo es muy corta y en muchos casos la necesidad de atención urgente sus consultas son numerosas y para realizar estos tratamientos debemos valernos técnicas más radicales que les puedan garantizar que no requieran de nuestros servicios cuando se encuentren en plena cordillera en soledad.
Como en todo pueblo del interior, el trato de la gente es amable y no tardan en adoptarte, tal es así que, con menos de una semana de vivir en la localidad al entrar a un negocio, el dueño se presenta y me dice: ¡anota lo que quieras, que cuando cobras me pagas!
Pasaron trece años y son las cosas que uno recuerda y aprecia; yo mismo provengo de una pequeña localidad, “Cazón”, del interior de la provincia de Buenos Aires. Su población es de algo menos de 300 habitantes. Allí transcurrió mi feliz infancia, siendo el menor de tres hijos de un matrimonio compuesto por una maestra rural y un padre que tenía una fábrica de carbón de eucaliptus. Una vida simple llena de valores, pero sobre todo feliz.
Fotografía
Yo soy el de pañales

Capítulo II

Mi primer contacto con la Discapacidad y el Paciente Número 0

El hospital da cobertura a otros pequeños pueblos y parajes rurales hasta la misma frontera con Chile. Las localidades son Huingánco, Charra Ruca, Los Carrizos, los Guañacos, Lileo, Los Chacayes, Tierras blancas, Los Miches y Cayanta.
Quien se terminó convirtiendo en paciente cero, mi primer contacto con la discapacidad, fue un niño ciego de alrededor de dos años de la localidad de los Miches.
Nobleza obliga, debo aclarar que no cuento con ningún familiar con discapacidad y estando en la Facultad, habiendo entre los cursos optativos de pregrado uno específico de discapacidad, no me hallé seducido para inscribirme.
Aclarado esto y encontrándome en plena visita rural en el viejo puesto de salud de Los Miches, bajo las inclemencias del invierno patagónico y con la sala de espera llena de pacientes con cuadros gripales, la enfermera con muy buen tino me dice: Dr. ya terminó de atender los pacientes de la mañana, solo quedan los dos controles de niños sanos, pero son hermanitos y viven “aquí a la vuelta”, ¿le parece que vayamos a la casa para no exponerlos a enfermarse en la sala de espera?
Obviamente me pareció totalmente lógico su planteo, recogí mi maletín de odontología y nos dirigimos al hogar.
Al llegar, la mamá de los niños nos invitó a entrar amablemente y vi en el living de la casa jugando a los dos niños. El mayor de entre tres y cuatro años, pintando una revista con crayones y el más pequeño de dos años, jugando en el piso sobre una manta con juegos de encastre con total dominio del espacio, tanto que me quedé mirándolo detenidamente y la madre me dijo “sí, es ciego”. Tardé solo unos segundos en reaccionar, pero los suficientes como para recriminarme el no haber tomado ese dichoso curso en la facultad.
Le pedí a la enfermera que ella hiciera primero sus controles para así ganar tiempo y ver la forma en que iba a realizar el abordaje a los niños.
Así fue que primero atendí al mayor de los hermanitos, sentándome en el piso con él y mostrando interés en lo que hacía mientras no perdía de vista al más pequeño. Al realizar la inspección bucal tomé de mi maletín uno de los cepillos de dientes que utilizamos para enseñar la técnica de cepillado correcta acorde con la edad y para la aplicación de flúor; dado que en nuestra zona el agua consumida es agua superficial proveniente de deshielos y con faltante de algunos minerales, entre ellos flúor.
Encontrándome abriendo el cepillo que viene envuelto en plástico duro para el mayor de los niños, la envoltura hizo ruido y capturó la atención del pequeño. En cuestión de segundos estaba a mi lado y extendió su mano en silencio en clara muestra de “no sé lo que es pero yo también quiero”.
En ese preciso momento, ocurrió algo que yo recuerdo sencillamente como mágico por su simpleza en sí mismo y por la trascendencia que tuvo en mi vida.
Como pudo, él solo, rompió el envoltorio, sacó el cepillo, lo acercó a su nariz y lo olió. Luego lo aproximó a su oreja y pasó el dedo índice de su otra mano sobre la cerda y escuchó el ruido. Nos miramos todos pero nadie habló; como su hermano estaba en pleno cepillado, el pequeño metió el cepillo en la boca y lo movió de distintas maneras hasta que ese movimiento hizo el mismo ruido que el de su hermano. Es decir, ¡¡¡estaba aplicando la técnica haciendo una copia fiel de lo realizado por el mayor!!!
Sencillamente fantástico. Salí maravillado y creo que conté lo sucedido a cuanta persona me crucé por varios días; no daba crédito a lo que había visto.
Hoy, casi trece años después de esta maravillosa escena que se escondía en un hecho cotidiano para ese ámbito familiar, la relato lo más fiel que puedo cuando doy alguna de las charlas a los colegas les hago la pregunta “ ¿¿¿Cuánto creen que hubiera tardado en lograr que un niño ciego de dos años llevara un cepillo a la boca de manera voluntaria y realice un cepillado más que aceptable en un sillón odontológico???”
Y redoblo la apuesta porque fue en la primera visita. Ahora, si el niño hubiera visto como cualquier otro…
¿El resultado sería el mismo?
¿Cuánto tuvieron que ver los padres con la motivación?
¿Eso será reproducible, lo que pasó esa vez?
¿Había más personas con discapacidad en la zona, siendo que era el primero que encontraba en todo ese tiempo?

Capítulo III

Relevamiento y Recolección de Datos

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Hospital de Área Andacollo
Una vez instalada en mi la inquietud sobre cuantas personas había en el Área programática del Hospital que presentaran algún tipo de Discapacidad, más allá si tuvieran o no el certificado que acreditara la misma, es que decido realizar un relevamiento por mi cuenta. A pesar de recurrir a diversas instituciones comenzando por el propio Hospital, Promoción Social de los Municipios, ISSN (Instituto de Seguridad Social del Neuquén), PAMI (Programa Asistencial Medico Integral), recibía más preguntas que respuestas:
¿Vos quien sos?, ¿Para qué lo querés?, ¿Quién te mandó?
Cosa que comprendí, por tratarse datos privados y sensibles de las personas.
Así es que me quede detenido en mi búsqueda con un número de 17 personas para un área de programa de alrededor de 5.500 habitantes. Me daba un 0,3% y lo único que tenía claro en ese momento era que a nivel mundial el porcentaje rondaba el 15% y eso solo podía significar una cosa, que estaba muy lejos del número real; pero… ¿por qué la gente a quien yo preguntaba habiendo nacido y habiéndose criado en el lugar podían desconocer al resto de las personas con discapacidad?
¿Dónde estaban esas personas que para mí eran invisibles? Realmente pasaban toda su vida ocultos?
Así fue como para salir de esa encrucijada cuando me retiraba del consultorio del hospital al finalizar la jornada diaria, empecé a hacer visitas domiciliarias solo a fines de realizar el relevamiento, porque en ese momento yo mismo desconocía en que terminaría todo eso y estaba muy lejos de realizar atenciones porque no me sentía capacitado.
Con el tiempo además de la visita de recolección de datos, fui enseñando técnicas de cepillado e higiene básica a los cuidadores y familia, adaptando cepillos según la movilidad del paciente y la misma técnica debía modificarse al paciente, y así borrar de a poco, el rigor de la metodología que se nos inculca en la Facultad. No lo expreso como crítica hacia la misma, sino porque en mi experiencia, en discapacidad no podemos aplicar una sola técnica a todos los pacientes porque no hay dos iguales. Es más, el mismo paciente en dos visitas distintas probablemente reaccione distinto.
Tal es así que me fui involucrando que cambie la forma en que realizaba el registro de datos en las historias clínicas y se los voy a ejemplificar:
Yo trabajo en un hospital público pero lo mismo aplica al privado, he leído miles de historias clínicas pero en ellas solo dice lo que el paciente no puede hacer, me habla de sus limitaciones, sus padecimientos pero ninguna expresa cuáles son sus gustos, sus aptitudes, sus sueños y así fue que me propuse direccionar mi carrera profesional hacia la atención de personas con discapacidad, pero mirando más allá de la discapacidad misma, aferrándome a lo que quedaba por trabajar con la persona dejando de lado sus limitaciones.
Cuando tuve que crear un eje para realizar el programa de atención, ese eje fundamental se definió en lo que terminaría siendo el primer título elegido para el presente libro “Trabajando con las Capacidades Remanentes”, que más tarde fue reemplazado por “La Exclusión es un Dolor de Muelas”.
La adopción de dicho eje de trabajo me planteó un nuevo desafío que era ni más ni menos que el de trascender la odontología, tratando de que las otras profesiones de salud no se sintieran invadidas, aunque de seguro sí desconcertadas.
En cuanto al término Remanentes (latentes), lo utilizo para hacer referencia a lo que queda de esa persona, cuando dejo de ver la discapacidad en ella y no como un sobrante, sino como un punto de partida.
Pero ya habían pasado dos años de trabajo de recolección de datos y había incluido otras prestaciones a medida que ganaba confianza: inactivación de caries, limpieza periodontal, restauraciones provisorias con IRM y restauraciones intermedias con ionómeros vítreos, todo con técnica atraumática.
A su vez, había aprendido bastantes soluciones o tips por parte de las familias, cosas que solo se aprenden de la convivencia de veinticuatro horas al día con alguien con discapacidad. Así fue que, además de anotar en las historias clínicas comencé a tomar apuntes en un cuaderno y registrar sensaciones, pareceres, hasta parte de las conversaciones para seguir el hilo la siguiente visita, pero me seguía faltando ese plus, o al menos así lo sentía yo, que lo da la convivencia diaria con la discapacidad.
Ese trascender la profesión me obligó a dar el siguiente gran paso, que fue la inclusión del programa como prestación del hospital.
Había algo de lo que no podía escapar y era que al atravesar la puerta del domicilio ocurría que ya no seguía siendo el dentista que viene a verte a tu casa; al atravesar la puerta era un representante de Salud Pública, es decir estaba expuesto a recibir reclamos de cualquier índole. Sin embargo, la mayoría de las veces esas necesidades eran tan evidentes que ni hacía falta que las manifestasen, pero ante la existencia de un estado tan paternalista, cuando se emprende un programa de este tipo es muy importante “marcar la cancha, de entrada”. Esto significaba que no quedasen dudas de que no estábamos haciendo asistencialismo y por sobre todo diferenciarnos de los equipos de promoción social, donde la visita tiene como fin realizar un informe y todo concluye ahí, ni hablar de la época de las campañas políticas, cuando todos y cada uno de los partidos los visitan prometiendo cosas que ...

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Machado, Hernán. La Exclusión Es Un Dolor de Muelas. [edition unavailable]. Ediciones Servicop, 2020. Web. 15 Oct. 2022.