IV. Las causas de Pedro Casaldáliga
«Soy un ser humano y nada humano me es ajeno», dejó escrito el escritor romano-africano Publio Terencio en su comedia El atormentador de sí mismo. «Hombre soy y es humana mi medida/ para todo cuanto yo pueda creer y esperar», escribió el poeta catalán Joan Maragall. «Mis causas son más importantes que mi vida», «yo soy yo y mis causas», acostumbraba a decir Pedro. No era una frase retórica y vacía, sino la expresión de su práctica liberadora en defensa de las causas de la gente empobrecida, por muy perdidas que estuvieran o parecieran estarlo.
Por muy dramática que fuera la situación, y lo fue hasta extremos indescriptibles, nunca se rindió ni cayó en el fatalismo, sino que luchó denodadamente. No dio ninguna causa por perdida, y fueron muchas las que ganó en favor del pueblo. Él mismo dijo no aceptar «la fatalidad del capitalismo neoliberal que nos imponen, hecha mercado la vida, cuadradas las cabezas en un pensamiento único, bajo un macro-imperialismo político, económico, militar, cultural».
Romería de los Mártires da Caminhada. En el cartel está João Canuto de Oliveira, sindicalista asesinado por defender a los campesinos de la explotación latifundista. © Joan Guerrero
Sus causas nada tenían que ver con asuntos eclesiásticos de estrechas miras, como mantener el estatus clerical, preocuparse por la enseñanza de la religión católica en la escuela, mandar al infierno a las mujeres pobres que interrumpían el embarazo y a las personas homosexuales, reclamar al Estado brasileño la asignación tributaria para el culto y el clero, firmar un concordato entre la Santa Sede y el Estado brasileño para defender los derechos de la Iglesia, reclamar privilegios para un mejor servicio religioso, condenar el divorcio, las relaciones prematrimoniales y los métodos anticonceptivos.
Esas fueron, y parece que siguen siendo hoy, las principales preocupaciones y reivindicaciones de le jerarquía católica en algunas Iglesias como la española. Es sobre ellas sobre las que quiere negociar con el Gobierno, en vez de renunciar a los privilegios, de los que viene disfrutando desde la época de Franco, para sentirse más libres en la denuncia profética de los abusos del poder y de las injusticias estructurales del sistema. Dicha renuncia es la condición necesaria para sentirse más cerca de los problemas reales de la gente, como la creciente desigualdad, la violencia de género, las muertes de migrantes y refugiados en el Mediterráneo, el deterioro medioambiental, el incremento del desempleo, la infancia marginada, las familias con todos sus miembros desempleados, los discursos de odio de la extrema derecha política y religiosa, la pederastia clerical, etc.
Las grandes causas por las que luchó Pedro Casaldáliga tenían que ver con los graves problemas de la humanidad, que se resumen en la causa de las personas empobrecidas y de los pueblos oprimidos, la única que nos hace creíbles. Veamos algunas de las más importantes.
1. Defensor de la causa de las comunidades indígenas y afrodescendientes
Pedro fue compañero, amigo y cómplice de José María Pires, primer obispo negro de Brasil. Participó en la romería a la sierra de la Barriga, antigua sede del Quilombo de los Palmares, donde vivió, luchó y fue sacrificado el líder negro Zumbi. A petición de Hélder Câmara, compuso con Pedro Tierra la Misa de los Quilombos, a la que pusieron música Milton Nascimento y su grupo. Se celebró por primera vez en la plaza del Carmen de Recife, en el mismo lugar donde fue expuesta la cabeza de Zumbi, decapitado por las fuerzas del Gobierno portugués. En el cartel anunciador de la Misa de los Quilombos aparece una mano negra empuñando una cruz. Ha sido representada también en varias ciudades españolas.
La Misa de los Quilombos tradujo, en estilo afro, este mensaje de monseñor Pires: «luchar por la liberación es compromiso evangélico porque Dios no acepta que sus hijos sean esclavos». Uno de los mayores significados del texto y de la realización de la Misa de los Quilombos, afirmaba el obispo negro José María Pires, es «mostrar la originalidad de la cultura afro y su gran potencial de acogida; todos entran en danza, todos cantan, todos celebran, no solo con los labios, sino con la integridad de la persona: cuerpo y alma».
Desde su llegada a Brasil Pedro abrazó la causa indígena:
Los pueblos indígenas están siendo, en algunas iglesias, una prioridad. Te aseguro —le dice a su compañero y amigo Teófilo Cabestreros en una entrevista— que, en mi sensibilidad pastoral, lo son. Porque es la prioridad más evangélica. Por dos motivos. Primero, porque son los más pobres como personas y como pueblos. No digo que sean los menos felices. Como personas y como pueblo tienen sobre sí la sentencia de muerte más inmediata, la muerte más lógica a partir del sistema. Estorban. Sus tierras, su floresta, su casa, su hábitat maravilloso, este lago Tapirapé que estás viendo, son estímulo, pasto de la codicia de los grandes, de los poderosos, del latifundio, de las famosas carreteras, de la integración nacional, del tristísimo desarrollo (¡maldito sea el desarrollo en estas circunstancias mortíferas!) y del turismo…
La Misa de la Tierra sin Males es la expresión de la solidaridad; mejor, de la identificación de Pedro con la causa indígena. Se celebró por primera vez en la catedral de la Seo de São Paulo, el 22 de abril de 1979. Era la más radical denuncia del proceso colonizador genocida y etnocida contra los pueblos originarios. Rememora el pasado destructivo de pueblos enteros y de la naturaleza, pero también de una actualidad caracterizada por las múltiples y más sutiles formas de opresión de los pueblos indígenas. Hace autocrítica de la actividad misionera, a la que acusa de complicidad con la colonización.
Casaldáliga desempeñó un papel fundamental en la creación del Consejo Indigenista Misionero (CIMI) y de la Comisión Pastoral de la Terra (CPT), junto con Tomás Balduino, obispo de Goiás, y mostró su apoyo al Movimiento Sin Tierra (MST), que consideraba a ambos personas «imprescindibles», citando a Bertolt Brecht, por su lucha permanente por la dignidad de los pueblos, las etnias, las culturas y las clases sociales oprimidas.
2. Defensor de la causa de las mujeres empobrecidas y discriminadas
Calificar a Pedro de «feminista» quizá no sea adecuado. Presentarlo como «defensor de la causa de las mujeres», empero, creo que responde a la realidad. Cuenta la teóloga brasileña Ivone Gebara, sancionada por el Vaticano, que Casaldáliga fue de los pocos obispos que invitaban a mujeres a dar retiros y cursos de formación a los sacerdotes y agentes de pastoral de la diócesis de São Félix sin asustarse de las críticas que estas hacían a la jerarquía eclesiástica por su actitud misógina, patriarcal y androcéntrica.
Aceptaba y valoraba la reformulación feminista de las figuras de Jesús y de María. Las mujeres feministas, cristianas o no, lo tuvieron siempre como amigo y aliado, como defensor de sus causas. Y con razón, porque esa causa se sumaba a las que siempre defendió.
En las comunidades de la Prelatura las mujeres eran agentes de pastoral igual que los varones y ejercían funciones de responsabilidad sin discriminación alguna, salvo las asignadas al ministerio sacerdotal. Tal limitación, importante ciertamente, dependía del Código de derecho canónico, no de Pedro, partidario como...