BLOQUE III
Programas preventivos basados en la evidencia desde la familia
El 30 % de las familias no sabe cómo detectar el consumo de drogas
Un estudio indica que el 56 % no considera el alcohol y el tabaco un factor de riesgo para sus hijos
El País, 08/07/2012
<https://elpais.com/ccaa/2012/07/08/valencia/1341780391_239304.html>
Programas de prevención familiar basados en la evidencia y género: una revisión más que necesaria para prevenir, retrasar o reducir el consumo
CARMEN ORTE SOCIAS
MARÍA VALERO DE VICENTE
MIREN FERNÁNDEZ DE ÁLAVA
MARGA VIVES BARCELÓ
ROSARIO POZO GORDALIZA
Universidad de las Islas Baleares, Grupo GIFES
Introducción
A pesar de que no «disponemos de recetas claras a la hora de afrontar la prevención y la reducción de daños» (Romo, 2012: 151), los programas de prevención basados en la evidencia (PBE), que buscan prevenir el inicio, retrasar o reducir el consumo de drogas, cuentan con una eficacia en la intervención demostrada y tratan de modificar factores de riesgo (Blake, Amaro, Schwartz y Flinchbaugh, 2001; Maierova, Charvat, Miovsky y Statsna, 2015). Bajo la fórmula: «intervenciones efectivas X implementaciones efectivas = mejores resultados», los PBE aportan beneficios a las familias, a sus hijos y a la sociedad (Fixsen, Blase, Metz y Van Dyke, 2013). Basados en una teoría sólida, estructurados y protocolizados, mediante una evaluación adecuada de la calidad de los resultados, los PBE consiguen los objetivos deseados (Axford, Elliott y Little, 2012).
Instituciones como la Society of Prevention Research promueven el establecimiento de estándares básicos para la evaluación de la eficacia de las intervenciones preventivas a nivel internacional (Gottfredson et al., 2015). La asunción de estas normas proporciona mayor rigor científico y calidad con la intención de que puedan aplicarse en el futuro y someterse a un continuo proceso de revisión y actualización. Algunos organismos institucionales, como Substance Abuse and Mental Health Services Administration (SAMHSA), Promising Practices Network (PPN) y Blueprints, valoran los PBE, aunque cada uno dispone de criterios de definición y clasificación propios. Por ejemplo, SAMHSA, a través del National Registry of Evidence-based Programs and Practices (NREPP), evalúa la calidad de la investigación de 0 a 4 basándose en la fiabilidad y validez de las medidas, la fiabilidad de la intervención, los datos perdidos o la atrición, las posibles variables de confusión y la utilización de los análisis adecuados.
Centrándonos únicamente en la tipología de programas seleccionados para este capítulo, un programa prometedor para la PPN es aquel que sigue estas premisas:
Impacta en un resultado intermedio para el cual hay evidencia de asociación con más de un indicador de la PPN.
Presenta cambios en los resultados superiores al 1 % y son significativos al 10 % (marginalmente significativo).
Tiene un grupo comparativo, aunque presente debilidades.
Trabaja con una muestra de la evaluación superior a los diez miembros (tanto en el grupo de intervención como en el de comparación).
Sin embargo, para Axford, Elliot y Little (2012), un programa prometedor es aquel que incluye: el resultado que el programa espera cambiar, los factores de riesgo y protectores, la población a la que se dirige, y cómo los componentes de la intervención provocan el cambio; la obtención de resultados válidos y fiables, requiriendo para ello, al menos, un grupo control o dos evaluaciones casi-experimentales (todos de alta calidad); el impacto de la intervención; la diseminación. También define los programas modelo; siendo aquellos que reúnen dos estándares. Por una parte, la evaluación de la calidad, con un mínimo de dos grupos control, elegidos al azar (de alta calidad) o un grupo control (seleccionado al azar) y uno casi-experimental (ambos de alta calidad); por otra parte, la intervención positiva, donde el impacto conseguido se mantenga, al menos, durante los 12 meses siguientes del cierre del programa.
¿Qué aporta la prevención basada en evidencias a las diferencias de género?
Existe cierto consenso a la hora de abordar la perspectiva de género en la prevención del consumo y otras conductas problemáticas, sobre todo en la adolescencia (Chan et al., 2016; Chan, Kelly y Toumbourou, 2013; De Kleijn et al., 2015; Friedrich, Raffaele y Mihalas, 2010; Schwinn, Hopkins y Schinke, 2016; Vigna-Taglianti et al., 2009), mediante el desarrollo de programas diseñados especialmente desde la perspectiva de género (Kumpfer, Smith y Summerhays, 2008) o la incorporación de componentes específicos (Kogan et al., 2012; Novák et al., 2013). No obstante, son pocos los PBE que reportan la reducción del consumo de alcohol y otras sustancias por género (Blake, Amaro, Schwartz y Flinchbaugh, 2001). Sin profundizar sobre las diferencias de género a la hora de consumir (descritas en el primer capítulo de esta obra), solo apuntaremos que dichas diferencias, sumadas a que durante la adolescencia se producen cambios más profundos y diferenciados en comparación al resto de etapas (Lebrero y Quicios, 2012), nos llevan a los primeros inicios de consumo de alcohol y otras sustancias (Espada, Méndez, Griffin y Botvin, 2003).
Ante esta situación, numerosos autores (Kumpfer, 1994; Kumpfer y Alvarado, 1995; Springer et al., 2002) sugieren recurrir a las intervenciones basadas en la familia dado que una mayor supervisión familiar reduce las probabilidades de que los hijos consuman (Fothergill y Ensminger, 2006; Pozo, Orte y Vives, 2016), un mayor vínculo familiar –además de la supervisión familiar– favorece que las hijas elijan entre los amigos que consumen y los que no consumen (Kumpfer, 2014; Kumpfer, Smith y Summerhays, 2008), y reduce los riesgos y potencia la protección y la resiliencia (Blake, Amaro, Schwartz y Flinchbaugh, 2001; Kumpfer, 1994; Kumpfer y Alvarado, 1995; Velleman, Templeton y Copello, 2005).
Objetivos
El propósito de este capítulo es doble: detectar PBE de prevención del consumo dirigidos a chicas adolescentes (véanse las tablas 1 y 2) y detectar PBE familiares de prevención del consumo dirigidos a adolescentes, con resultados desagregados por sexo (véase la tabla 3). Cabe apuntar que únicamente hemos analizado aquellos artículos que están incorporados hasta la fecha en los organismos institucionales consultados.
Como se constata en las tablas 1 y 2, el Go Grrrls y el KEEP SAFE (o Middle School Success, MSS) son programas prometedores por la PPN y por Blueprints, respectivamente. Si bien ambos se dirigen exclusivamente a chicas adolescentes, el Go Grrrls también considera la preadolescencia. Consecuentemente, la prevención se inicia en distintos momentos: el Go Grrrls, a los nueve años; el KEEP SAFE, a los 12. De hecho, otra característica diferenciadora es que el KEEP SAFE se dirige a jóvenes acogidas temporalmente. Los contenidos que trabajan también son dispares. El Go Grrrls se centra, por ejemplo, en contenidos específicos para chicas («ser niña en la sociedad de hoy» o «autoimagen positiva»), mientras que en el KEEP SAFE son más genéricos («establecer metas y confianza» o «desarrollar habilidades para la toma de decisiones»). Los formadores son licenciados o trabajadores del ámbito (Go Grrrls y KEEP SAFE), aunque también pueden ser estudiantes que estén cursando los últimos años de universidad (Go Grrrls). De hecho, el KEEP SAFE opta por paraprofesionales porque reduce, considerablemente, los costes. En ambos programas los formadores son formados previamente.
En lo que concierne a los PBE familiares de prevención del consumo dirigidos a adolescentes, con resultados desagregados por sexo (véase la tabla 3), solo cuatro de nueve –Functional Family Therapy (FFT), Guiding Good Choices (GGC), Positive Family Support-family Check-up (PFS-FCU) y Raising Healthy Children (RHC)– proporcionaban suficiente evidencia sobre el análisis de datos desagregados por sexo. Algunos de los resultados más destacados hablaban, por ejemplo, de la relación entre un tipo de intervención y el riesgo diferencial de reincidencia al finalizar el tratamiento (FFT), siendo este más probable si había sido aplicado a participantes masculinos y menor si se aplicaba a mujeres (Sexton y Turner, 2010). Otros programas como el GGC redujeron las tasas de consumo de alcohol en mujeres en mayor medida que en los hombres (Mason et al., 2009), señalando que los hombres presentaban menos síntomas depresivos (Mason et al., 2007) y que, sin embargo, reducía la disposición al policonsumo en ambos sexos. En el caso del PFS-FCU, las mujeres tuvieron mayor probabilidad de estar altamente monitorizadas al terminar la intervención, en comparación con sus compañeros masculinos (Van Ryzin y Dishion, 2012), o, como apuntan Fosco, Frank, Stormshak y Dishion (2013), las niñas mostraron mayores tasas de afiliación con los amigos problemáticos o consumidores (Connell, Dishion, Yasui, y Kavanagh, 2007). Por otro lado, el RHC arroja resultados positivos en chicas en relación con el aumento de competencias prosociales (Catalano et al., 2003) o a la reducción de algunos síntomas de ansiedad (Hawkins et al. 2005). En el Strengthening Families Program (SFP), 10-14 disminuyeron los niveles de problemas de interiorización en ambos sexos, a pesar de que las chicas mostraban mayores niveles de interiorización. También se observó que las mujeres, tras recibir la intervención, tardaban más tiempo en recuperar los valores iniciales de consumo (Trudeau, Spoth, Randall y Dishion, 2007).
Tabla 1. Programas de prevención del consumo dirigidos a chicas adolescentes
| PROGRAMA GO GRRRLS |
| Destinatarios | Chicas preadolescentes (9-12 años) y adolescentes (13-18 años). |
| Objetivo | Promover el desarrollo psicosocial saludable. |
| Tipo de intervención | Selectiva. |
| Descripción del programa | Aplicación: fuera del horario escolar. Diseño y temporización: 12 sesiones de 60 minutos una vez por semana. Las sesiones incluyen instrucción didáctica, debates en clase, ejercicios grupales, realización de fichas de actividades, role-playing y tareas para casa. Contenidos: • Ser una niña en la sociedad de hoy. • Establecer una autoimagen positiva. • Establecer la independencia. • Hacer y mantener amigos. • Hacer frente a situaciones estresantes durante la adolescencia. • Planificarse para el futuro. Formadores: dos estudiantes de Psicología o profesionales del trabajo social, para grupos de 8-10 chicas. Formación de formadores: formación previa sobre los contenidos del programa donde se incluye el desarrollo evolutivo de las adolescentes, un líder de grupo y temas avanzados relacionados con las dinamizaciones grupales. Materiales: una guía para los dinamizadores de grupo y un libro de trabajo para las participantes. |
| Muestra | 118 estudiantes de Secundaria, previo consentimiento de los padres, cuya edad media era 13,5 años. 59 chicas adolescentes fueron asignadas al azar para participar en el programa y otras 59 para servir como participantes del estudio de control. Alrededor del 62 % eran caucásicas, alrededor del 14 % eran hispanas, el 33 % eran nativas americanas y menos del 2 % eran afroamericanas. |
| Eficacia | Las adolescentes que completaron el programa, en comparación con las del grupo-control, mostraron una mejoría significativamente mayor en imagen corporal, asertividad y atractivo. |
Fuente: LeCroy (2004)
Tabla 2. Programas de prevención del consumo dirigidos a chicas adolescentes
| PROGRAMA KEEP SAFE (o MSS) |
| Destinatarios | Chicas preadolescentes y adolescentes (12-14 años) en acogida o institucionalizadas. |
| Objetivos | Prevenir la internalización y externalización de problemas que pueden derivar en otros a largo plazo, como la delincuencia, el consumo de drogas ilegales, un comportamiento prosocial, las conductas sexuales de riesgo y el tabaco. |
| Tipo de intervención | Selectiva (de alto riesgo). |
| Descripción del programa | Aplicación: servicios sociales. Diseño y temporalización: Se inicia en el verano en el que las chicas acceden a la etapa secundaria. Mediante componentes en paralelo, se realizan seis sesiones grupales para chicas acogidas temporalmente y seis sesiones para padres de acogida. El grupo se reúne dos veces por semana durante tres semanas del verano. Los grupos están formados por siete personas aproximadamente. Se ofrecen sesiones, individuales para las chicas y grupales para los padres, de apoyo continuo (una vez por semana durante dos horas en el primer año de Secundaria). Contenidos de la sesión de chicas: • Establecer metas. • Establecer relaciones positivas con iguales y adultos. • Desarrollar habilidades para la toma de decisiones. • Desarrollar habilidades para solucionar problemas. • Practicar comportamientos positivos. Contenidos de la sesión de padres: • Mantener la estabilidad en casa. • Preparar a los adolescentes par... |