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Languidez
Alfonsina Storni
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Languidez
Alfonsina Storni
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Poemario de Alfonsina Storni que recibiĂł el Premio Municipal de PoesĂa y el Premio Nacional de Literatura en Argentina. En estos poemas, Storni expresa su frustraciĂłn por la desigualdad que viven las mujeres y los estereotipos de gĂ©nero. -
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Information
MOTIVOS LĂRICOS E ĂNTIMOS
EL LEĂN
A Clemente Onelli.
Entre barrotes negros, la dorada melena
Paseas lentamente, y te tiendes por fin
Descansando los tristes ojos sobre la arena
Que brilla en los angostos senderos del jardĂn.
Bajo el sol de la tarde te has quedado sereno
Y ante tus ojos pasa, fresca y primaveral,
La niña de quince años con su esponjado seno:
¿Sueñas echarle garras, oh goloso animal?
Miro tus grandes uñas, inĂștiles y corvas;
Se abren tus fauces; veo el inĂștil molar,
E inĂștiles como ellos van tus miradas torvas
A morir en el hombre que te viene a mirar.
El hombre que te mira tiene las manos finas,
Tiene los ojos fijos y claros como tĂș.
Se sonrĂe al mirarte. Tiene las manos finas
LeĂłn, los ojos tiene como los tienes tĂș.
Un dĂa, suavemente, con sus corteses modos
Hizo el hombre la jaula para encerrarte allĂ,
Y ahora te contempla, apoyado de codos,
Sobre el hierro prudente que lo aparta de ti.
No cede. Bien lo sabes. Diez veces en un dĂa
Tu cuerpo contra el hierro carcelario se fué:
Diez veces contra el hierro fuĂ© inĂștil tu porfĂa.
Tus ojos, muy lejanos, hoy dicen: para qué.
No obstante, cuando corta el silencio nocturno
El rugido salvaje de algĂșn otro leĂłn,
Te crees en la selva, y el ojo, taciturno,
Se te vuelve en la sombra encendido carbĂłn.
Entonces como otrora, se te afinan las uñas,
Y la garganta seca de una salvaje sed,
La piedra de tu celda vanamente rasguñas
Y tu zarpazo inĂștil retumba en la pared.
Los hijos que te nazcan, bestia caĂda y triste,
De la leona esclava que por hembra te dan,
SufrirĂĄn en tu carne lo mismo que sufriste,
Pero garras y dientes mås débiles tendrån.
Âż Lo comprendes y ruges? Âż CuĂĄndo escuĂĄlido un gato
Pasa junto a tu jaula huyendo de un mastĂn
Y a las ramas se trepa, se te salta al olfato
Que asĂ puede tu prole ser de mĂsera y ruĂn?
Alguna vez te he visto durmiendo tu tristeza,
La melena dorada sobre la piedra gris,
Abandonado el cuerpo con la enorme pereza
Que las siestas de fuego tienen en tu paĂs.
Y sobre tu salvaje melena enmarañada
Mi cuello delicado sintiĂł la tentaciĂłn
De abandonarse al tuyo, yo como tĂș, cansada,
De otra jaula mĂĄs vasta que la tuya, leĂłn.
Como tĂș contra aquĂ©lla mil veces he saltado.
Mil veces, impotente, me volvĂ a acurrucar.
ÂĄ CĂĄrcel de los sentidos que las cosas me han dado!
Ah, yo del universo no me puedo escapar.
Y entre los hombres vivo. De distinta manera
Somos esclavos; hazme en tu cuello un rincĂłn.
ÂżQuĂ© podrĂas echarme? ÂżUn zarpazo de fiera?
Ellos, de una palabra, rompen el corazĂłn.
En el Zoo de Buenos Aires, 1920.
EL SILENCIO
¿Nunca habéis inquirido
Por qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasand...