La ciencia ficción de Isaac Asimov
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La ciencia ficción de Isaac Asimov

Rodolfo Martínez

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La ciencia ficción de Isaac Asimov

Rodolfo Martínez

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PREMIO IGNOTUS 2013 AL MEJOR LIBRO DE ENSAYOUN FASCINANTE REPASO POR LA OBRA DEL CREADOR DE «FUNDACIÓN»Isaac Asimov fue uno de los más prolíficos y polifacéticos escritores del pasado siglo: ensayista, narrador, divulgador científico, es sin embargo por su obra de ciencia ficción por lo que es más conocido del gran público. A ese género dedicó algunas de sus mejores páginas y siempre lo sintió como el más cercano a su corazón, incluso cuando no pasaba de ser una parte de su ingente producción.Aunque suTrilogía de la Fundacióny sus novelas de robots son lo que lo ha hecho más popular, Asimov tocó casi todas las temáticas de la ciencia ficción y creó alguno de los mejores relatos y novelas del género en su etapa clásica.Rodolfo Martinez repasa de un modo exhaustivo su narrativa de ciencia ficción desde una perspectiva cronológica, comenzando por los primeros relatos que escribió en su adolescencia y terminando por su novela póstumaHacia la Fundación, con la que cerraba el ciclo narrativo que lo había hecho famoso.

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Information

Year
2021
ISBN
9788418878015
Edition
2
TERCERA PARTE
DEL CUENTO A LA NOVELA
9
Corredor de media distancia
Podría parecer que 1945 también fue un mal año, visto que Asimov solo publica cuatro relatos. En este caso las apariencias engañan. Pues uno de esos relatos es una novela corta y el otro podría ser considerado sin ningún problema una novela completa.
Los cuatro son publicados en Astounding; lo cual lo convierte, ya de un modo definitivo, en un «autor de Campbell». Eso es algo que, en cierto modo, había sido su objetivo desde que empezó a intentar publicar sus relatos. Al fin y al cabo, Astounding es la publicación dominante de ciencia ficción en aquel momento (y lo seguirá siendo durante unos años más) y ser un autor casi diríamos que «de plantilla» de la revista no es moco de pavo.
Tiene su contrapartida, y Asimov es consciente de ello. ¿Y si Campbell deja la revista? ¿Y si, simplemente, la editorial decide dejar de publicarla? La idea de tener todos sus huevos literarios en la misma cesta es algo que puede resultar peligroso, por mucho que sea la mejor cesta del momento.
Pese a todo, no parece que intente diversificar los lugares donde publicar. Durante un tiempo, Asimov sigue haciendo lo mismo que ha hecho en los últimos años: somete en primer lugar a Campbell todo lo que escribe y, solo si este lo rechaza, intenta buscar otro lugar.
Pero en 1945 Campbell no le rechaza ningún cuento. De hecho, entre 1943 y 1949, Asimov publica todo lo que escribe en Astounding. A partir de los años cincuenta, la cosa empieza a cambiar, no solo porque aparecen nuevas revistas que le pueden hacer sombra a la de Campbell (como la Galaxy de Horace Gold o The Magazine of Fantasy & Science Fiction —abreviada normalmente a F&SF— de Anthony Boucher) sino porque empieza a haber otros lugares donde publicar, aparte de las revistas.
Eso, de momento, es el futuro.
En el presente, aparte de su ya definitivo asentamiento en lo literario como «autor de Astounding», en lo personal suceden algunos cambios y el más traumático quizá sea que vemos a Asimov vistiendo uniforme.
El modo en que acaba en el ejército tiene su gracia, visto hoy, aunque sin duda a él debió costarle trabajo en su momento encontrar la parte humorística de la situación.
Durante la guerra, los trabajadores de la NAES estaban exentos de ser llamados a filas: en cierto modo su trabajo era una prestación complementaria al esfuerzo bélico. Acabada la guerra, sin embargo, el gobierno advierte a la NAES de que debe prescindir de parte de su personal: puede «proteger» bajo su ala a un porcentaje, pero debe dejar a los otros fuera de esa protección y, si cumplen los requisitos físicos, serán llamados a filas.
La NAES decide jugar a ser más lista que el gobierno: así que protege a aquellos que cumplen los requisitos físicos para ser llamados a filas y deja «disponibles» a los que no, con la esperanza de quedarse, de ese modo, con todo su personal. ¿El resultado? El gobierno rebaja los requisitos y el personal no protegido (entre ellos Asimov) tiene que incorporarse al ejército.
Se lo toma con resignación. Al fin y al cabo, la guerra ha terminado, así que el momento de mayor peligro ha pasado. Y, por otra parte, se dice, entra en el ejército para que un veterano que ha estado al pie del cañón pueda volver a casa y disfrutar de un merecido licenciamiento.
Al final, por una serie de circunstancias, su estancia en el ejército es más corta de lo que él pensaba. Tras el periodo de instrucción es destinado al atolón Bikini (donde se iban a hacer algunas de las primeras pruebas nucleares) y, a mitad del viaje, descubre que por un error administrativo su mujer no está recibiendo la pensión. Solicita un permiso para resolver el tema y luego, ya metido en harina, pide una licencia para continuar con sus estudios. No tarda en ser licenciado de forma definitiva.
Su experiencia como soldado no resulta demasiado traumática, aunque tampoco es especialmente agradable (e incluye un par de viajes en avión que hacen que la sola idea de volar lo llene de terror durante el resto de su vida). Supongo que parte de lo que le alegra la estancia en el ejército es ver cómo aquel año se publicaban sus relatos. En ese tiempo, según confiesa, escribe más bien poco (de hecho, en 1946 solo publica un cuento, y otro tanto hará en 1947) y sus dudas sobre la viabilidad de ganarse la vida escribiendo ciencia ficción no menguan, sino todo lo contrario.
Ese es uno de los motivos seguramente por el que vuelve a la universidad dispuesto a doctorarse.
Pese a todo, el material que publica aquel año no es en absoluto desdeñable.
En marzo aparece «Callejón sin salida», un relato en el que Asimov se las apaña para usar como herramienta literaria el lenguaje burocrático que ha aprendido durante su estancia en la NAES. De hecho, todo el cuento está estructurado alrededor del intercambio de informes, requerimientos y memorandos entre varios personajes y es a través de ellos como va haciendo avanzar la trama hacia el giro de tuerca final que cierra la historia de un modo brillante.
Es un cuento que podría encuadrarse sin problemas en el mismo Imperio Galáctico del que parte la Fundación, seguramente en su momento de mayor esplendor, a juzgar por el modo en que la burocracia ha florecido. Narra el destino de la única especie extraterrestre que los humanos han encontrado durante su expansión galáctica y funciona a varios niveles.
En primer lugar, por su tratamiento de los seres inteligentes extraterrestres y la sociedad que han creado. Viendo cuentos como este no podemos por menos que lamentar que el deseo de evitar conflictos con Campbell llevase a Asimov a usar una civilización galáctica exclusivamente humana. Porque las pocas veces que presentó alienígenas supo mostrarlos, biológica y socialmente, como seres ajenos a lo humano y los hizo interesantes describiéndolos desde su propio punto de vista. Una lección que sin duda aprendió de autores como Stanley G. Weinbaum, por el que Asimov siempre sintió admiración.
En segundo lugar, porque nos muestra de un modo magistral cómo se puede trabajar desde dentro del sistema, aprovechando sus propias características para obtener lo que deseas. La forma en que el personaje central del cuento utiliza los resquicios burocráticos y manipula a las distintas facciones para sus propios propósitos es magistral.
Por último, y relacionado con lo que acabo de comentar, porque es una brillante sátira de la burocracia y su lenguaje y de ciertos topolectos profesionales que se acaban volviendo incomprensibles para los no iniciados, hasta que la simple oscuridad en la forma acaba confundiéndose con la profundidad del fondo. De hecho, un par de años más tarde, Asimov volvería sobre el tema con «De las propiedades endocrónicas de la tiotimolina resublimada», donde parodia despiadadamente el lenguaje de los trabajos académicos de química.
Al mes siguiente, aparece «La mano muerta» («El general», cuando sea recopilada en Fundación e Imperio), una novela corta donde enfrenta a la ya pujante Fundación con los restos en decadencia del Imperio Galáctico. Aunque el relato es irregular (hay ciertos altibajos en el ritmo) funciona gracias, sobre todo, a la interacción entre los distintos personajes: descritos, es cierto, de un modo superficial, lo son lo suficiente para que el lector empatice enseguida con ellos y siga sus peripecias interesado por lo que está pasando. Es quizá la primera vez que Asimov se toma la molestia de mostrar que tanto protagonistas como antagonistas tienen buenos motivos para hacer lo que hacen y, de hecho, mientras leemos la historia tenemos nuestras dudas acerca de en qué lado ponernos.
Por diseño, podríamos decir, las simpatías del lector van hacia la Fundación y los personajes que la representan. Sin embargo, es imposible no ponernos del lado de Bel Riose y lamentar que no consiga su objetivo a causa de los celos de su emperador. Como apasionado de la historia, no es la primera vez que Asimov toma el pasado como modelo para su narraciones acerca del futuro (en «Fraile negro de la llama», por ejemplo, usa la situación en Palestina bajo el dominio romano en el siglo I), pero creo que sí es en «La mano muerta» donde esto se hace explícito: la situación descrita ...

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