Historia de las plantas
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Historia de las plantas

Teofrasto, José María Díaz-Regañón López, José Francisco González Castro

  1. 532 pages
  2. Spanish
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Historia de las plantas

Teofrasto, José María Díaz-Regañón López, José Francisco González Castro

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Teofrasto, director del Liceo después de Aristóteles, compartió con éste el interés por los diversos reinos naturales, y nos ha legado la Historia de las plantas, que le ha valido la consideración de Padre de la Botánica.Nacido en Éreso (en la isla de Lesbos), Teofrasto acudió a Atenas para estudiar filosofía, primero con Platón, en la Academia, y después con Aristóteles. A la muerte de éste quedó como escoliarca del Liceo y dirigió la escuela con gran éxito durante muchos años. Compartía con su maestro el interés por el estudio de la naturaleza. Escribió muchos tratados, pero sólo nos han llegado su Metafísica, dos tratados de botánica (la Historia de las plantas y Sobre los orígenes de las plantas) y sus Caracteres (en esta misma colección). La Historia de las plantas es una muestra del saber y la curiosidad enciclopédicos de Teofrasto. Se trata de un estudio sobre la flora mediterránea con multitud de datos, y presenta una interesante organización de su repertorio botánico; la obra era tan innovadora en su tratamiento sistemático y en la riqueza de su contenido que se considera a Teofrasto el padre de la Botánica.

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Information

Publisher
Gredos
Year
2016
ISBN
9788424931544
HISTORIA DE LAS PLANTAS
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO PRIMERO
1. Plan de la obra . — 2. Qué se entiende por partes y cuáles son . — 3. Concepto de «partes» en los animales y en las plantas . — 4. No es posible una comparación total entre plantas y animales . — 5. En plantas y animales pueden darse modificaciones similares . — 6. Diferencias entre las plantas . — 7. Conceptos de exceso y defecto y de «diferentemente dispuesto» en las plantas . — 8. Diferencias atendiendo a la colocación de las ramas . — 9. Partes comunes a todas las plantas . — 10. El tallo . — 11. Plantas idénticas a otras y plantas diferentes entre sí . — 12. Distinción entre «parte» y elemento innominado de parte .
Me propongo hablar de las diferentes plantas y de su [1 ] distinta naturaleza atendiendo a sus partes constitutivas, a sus cualidades, a la génesis de las mismas y a las etapas de su desarrollo. Su comportamiento y actividad no son como los de los animales. En efecto, las plantas son más fáciles de examinar y menos complejas en lo que se refiere a las modalidades de su generación, a sus cualidades y a sus formas de vida, mientras que las partes de los animales son más complejas. Esto es, precisamente, lo que entraña cierta dificultad y lo que no ha sido suficientemente dilucidado: saber qué es lo que hay que llamar «partes» y qué es lo que no.
[2 ] Ahora bien, la parte, como algo constitutivo de la propia naturaleza de la planta, parece que ha de ser algo permanente en términos absolutos o, al menos, en el momento de aparecer, como ocurre con las partes de los animales que habrán de desarrollarse con el tiempo, a menos que se degraden por efecto de la enfermedad, la edad o la mutilación. Pero algunas de las partes vegetales tienen una pervivencia anual, como la flor, el amento, la hoja, el fruto, todo aquello, en una palabra, que precede al fruto o acompaña a su aparición. Y también, naturalmente, el retoño, porque los árboles echan brotes cada año, tanto en las partes aéreas como en las raíces. De manera que si ponemos en la cuenta todo esto, el número de las partes será indeterminado y, de continuo, fluctuante. Y, por otro lado, si estas partes no pueden ser consideradas partes, ocurrirá que no lo serán aquellas gracias a las cuales la planta alcanza su completo desarrollo y su fisonomía de tal. Pues toda planta no sólo parece, sino que es más hermosa y más perfecta cuando echa renuevos, florece y produce frutos. Éstas son, poco más o menos, las dificultades inherentes a la definición de «partes».
[3 ] Ni en las demás materias ni en lo que se refiere a la reproducción puede emplearse el mismo método de investigación en las plantas que en los animales, y ha de considerarse como «partes» todo aquello que engendra la planta, como los frutos, pero no son «partes» de los animales sus fetos. Mas si esto, es decir, el fruto parece hermosísimo, porque la planta está en su apogeo, no debe interpretarse como corroborante de nuestro argumento, porque también, entre los animales, los que están preñados se nos muestran en estado floreciente.
Muchas plantas pierden cada año sus «partes», al igual que los ciervos sus cuernos, las aves amadrigadas sus plumas y los cuadrúpedos sus pelos. De modo que no es extraño que a las plantas les suceda lo mismo y pierdan sus hojas.
Del mismo modo, tampoco son constantes en las plantas las partes relacionadas con la reproducción, y también en los animales, al nacer las crías, hay cosas que se separan del progenitor y otras que se expulsan, como si ningunas de ellas fuesen propias de la naturaleza animal. Parece que sucede lo mismo en el crecimiento vegetal, porque, efectivamente, el crecimiento desemboca en la reproducción, que es el remate del proceso.
Como hemos dicho, no hay que creer que, en general [4 ] y en todos los aspectos, se comporten lo mismo plantas y animales. He aquí por qué el número de partes es también indeterminado. En efecto, en todas sus partes la planta tiene virtud germinativa, ya que en todas ellas posee vida. Por lo cual hay que admitir que esto es cierto no sólo para entender todo lo que exponemos en el momento presente, sino también todo lo que diremos más tarde; porque es cosa ociosa esforzarse en hacer comparaciones siendo ello imposible, con lo cual abandonaremos nuestra propia indagación. La investigación sobre las plantas se centra, generalmente, en las partes exteriores y en la forma en general, o en las partes internas, método este último aplicado en la disección de los animales.
En las plantas hay que investigar qué partes son las [5 ] comunes a todas y cuáles propias de cada especie, y cuáles de entre éstas son las mismas siempre; me refiero, por ejemplo, a las hojas, a la raíz y a la corteza. No debemos omitir, si hemos de considerar en ciertas circunstancias la analogía como la que se da entre los animales, el tener en cuenta este extremo, estableciendo correspondencias las más estrechas y perfectas posibles. Y, en conclusión, las modificaciones que aparezcan en las plantas deben compararse con las que aparecen en los animales, en cuanto que, en ciertos casos, se pueden encontrar, comparando, analogías. Éstas son, aproximadamente, las cuestiones expuestas sumariamente.
[6 ] Las diferencias existentes en las plantas, habida cuenta de las partes, son de tres géneros: unas plantas pueden poseer unas partes y otras no, por ejemplo, hojas y fruto, o en una planta las partes pueden aparecer con fisonomía distinta a las de otras o pueden, finalmente, estar dispuestas de distinta manera. La desigualdad puede depender de la forma, del color, de la consistencia, de la porosidad, de la dureza, de la suavidad y de otras cualidades. Hay, además, diferencias dependientes de los varios sabores. La desigualdad se aprecia por exceso o defecto en el número o tamaño. O, hablando en términos generales, todas las diferencias mencionadas se reducen también a diferencias por exceso o por defecto.
[7 ] Pues «lo más» y «lo menos» no son otra cosa que exceso y defecto, mientras que «diferentemente dispuesto» significa diferencia de posición. Me refiero a que, por ejemplo, hay frutos que están situados encima de las hojas y otros debajo, y en cuanto a la posición en el árbol, unos están en la cima, otros en las ramas laterales, algunos a veces en el tronco, como en el sicómoro egipcio 1 ; otras plantas, en cambio, producen fruto subterráneo como la almorta (arákhidna ) 2 y la llamada en Egipto úïngon (colocasia) 3 , y hay plantas cuyo fruto tiene pedúnculo y otras en las que el fruto carece de él. En lo tocante a las flores puede decirse lo mismo: en unos casos las flores rodean al fruto, en otros están dispuestas de otra manera. En suma, conviene observar la cuestión relativa a la posición del fruto, las hojas y los renuevos.
Algunas plantas se distinguen por la colocación de sus [8 ] partes. En unas son asimétricas, pero las ramas del abeto 4 se disponen enfrentadas a uno y otro lado del tronco; en ocasiones, las ramas están separadas, a iguales distancias, y son iguales en número, dispuestas en tres hileras.
De modo que hay que observar las diferencias entre las plantas teniendo en cuenta estos detalles, ya que, considerados en su conjunto, muestran la fisionomía de cada planta.
Intentaremos hablar de cada una de las partes de la [9 ] planta, después de enumeradas. Las principales, las más importantes y que, además, son comunes a la mayoría de las plantas son: la raíz, el tronco, la rama y los brotes, partes todas gracias a las cuales uno puede distinguir en las plantas miembros como en los animales, pues cada uno de ellos es distinto de los demás y todos unidos constituyen el todo.
La raíz es la parte por medio de la cual la planta toma el alimento, y el tallo aquella que lo transporta. Llamo «tallo» a un elemento continuo que sale de la tierra y está sobre ella, porque ésta es la parte que aparece más corrientemente, así en las plantas anuales como en las perennes. Si se habla de árboles, esta parte se llama «tronco». Llamo «ramas» a las partes que nacen de éste, a las cuales algunos apellidan «brazos». Por «ramita» entiendo el brote que surge de la rama considerada como una unidad, especialmente cuando tiene la duración de un año.
Éstas son las partes más propiamente constitutivas de los árboles.
[10 ] El tallo, como queda dicho, es lo más común. Mas no todas las plantas lo tienen. Algunas herbáceas carecen de él. Otras lo tienen, pero no siempre, sino durante un año, y lo mismo aquellas que tienen vida radical durante más de un año. En suma, la planta es algo complicado, múltiple, y es difícil de definir en términos absolutos: una prueba de ello es que no es posible pensar en una característica que convenga a todas, como ocurre con los animales, en los cuales son comunes la boca y el vientre.
[11 ] Hay plantas que tienen caracteres análogos y, en este sentido, puede decirse que son idénticas a otras. Pero hay plantas que difieren entre sí por sus características, pues no todas tienen raíz ni tallo ni ramas principales, ni ramas secundarias, ni hojas, ni flor, ni fruto ni tampoco corteza o corazón, fibras o venas, como, por ejemplo, el hongo o la criadilla de tierra 5 , que, sin embargo, tienen la naturaleza de las plantas. Mas, como se ha dicho, estas características convienen a los árboles, y la clasificación realizada por nosotros se conforma a ellos más particularmente. Y es justo tomar a éstos como modelos al referirnos a las otras.
[12 ] Por otro lado, en los árboles aparecen también con suficiente fidelidad las demás características que distinguen a cada una de las plantas. En efecto, presentan diferencias en el número o exigüidad, en la dificultad o facilidad de crecimiento, en la propiedad de mantenerse como algo simple, o en la de dividirse, y en otros parecidos aspectos. Cada una de las características apuntadas no es microrreproducción del todo. Digo que no es «microrreproducción del todo», porque, aunque cualquier parte de la raíz o del tronco que consideremos se componga de la misma materia que el todo, no por ello vamos a llamar tronco a la parte considerada, sino «parte del tronco». Ocurre lo mismo con los miembros de los animales. Porque determinada parte de la pierna o del brazo se compone de la misma materia que el todo, pero no tiene el mismo nombre, como ocurre con la carne o el hueso, sino que carece de denominación. Tampoco ninguna de las otras subdivisiones de partes orgánicas uniformes tienen nombres especiale...

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Teofrasto (2016) Historia de las plantas. [edition unavailable]. Gredos. Available at: https://www.perlego.com/book/2993714/historia-de-las-plantas-pdf (Accessed: 15 October 2022).

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