En el combate por la historia
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En el combate por la historia

La república, la guerra civil, el franquismo

Preston, Paul; Fontana, Josep; Robledo, Ricardo; González Calleja, Eduardo; Aróstegui, Julio; Casanova, Julián; Losada, Juan Carlos; Puell, Fernando; Moradiellos, Enrique; Puisech, Josep; Eiroa, Matilde; Martín, José Luis; Gallego, Fernando; Barciela, Carlos; Rojo, José Andrés; Hernández Sánchez, Fe, Viñas, Ángel

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En el combate por la historia

La república, la guerra civil, el franquismo

Preston, Paul; Fontana, Josep; Robledo, Ricardo; González Calleja, Eduardo; Aróstegui, Julio; Casanova, Julián; Losada, Juan Carlos; Puell, Fernando; Moradiellos, Enrique; Puisech, Josep; Eiroa, Matilde; Martín, José Luis; Gallego, Fernando; Barciela, Carlos; Rojo, José Andrés; Hernández Sánchez, Fe, Viñas, Ángel

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Contra la manipulación, la tergiversación y el engaño respecto al pasado solo hay una luz: la de la investigación honesta y contrastada. La presente obra encierra las claves fundamentales para comprender la evolución española desde la instauración de la República hasta la muerte de Franco, tal y como ha ido articulándola la historiografía científica y crítica.

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Information

Year
2021
ISBN
9788494313929

LA GUERRA CIVIL

Cita

En 1936 había quebrado la legalidad republicana al convertirse el mismo Poder en promotor y protagonista de la más radical subversión de los derechos de la persona y de la sociedad. Al ordenar el Gobierno a la Policía del Estado el asesinato del jefe de la oposición parlamentaria y entregarse a los designios de Moscú, dejaban de existir los últimos restos del que se decía Estado de derecho. En consecuencia, las fuerzas armadas de la Nación, conscientes de sus deberes para con la Patria y en cumplimiento de lo que prescriben sus leyes constitutivas, con el respaldo entusiasta del pueblo sano, alzado en armas para defender su existencia, su historia y su soberanía, eligen y nombran un Caudillo y abren una etapa creadora, instauradora, fundacional.
FRANCISCO FRANCO

LA SUBLEVACIÓN MILITAR DE JULIO DE 1936

por
JUAN CARLOS LOSADA
El 19 de julio de 1936 era la fecha dictada por el general Emilio Mola, el «Director», para iniciar la sublevación en la península. Elegir domingo era lógico. Las temidas masas obreras estarían descansando, lo mismo que los políticos, por lo que una rápida acción militar de madrugada debería resultar definitiva. Además era verano. Muchos de los mandos militares fieles estaban de vacaciones, gran cantidad de soldados de permiso y los conjurados se habían preocupado de estar en los lugares clave.
UNA VISIÓN GENERAL
Sin embargo los acontecimientos se precipitaron en muchos lugares y la suerte de la rebelión fue muy desigual. De las 51 guarniciones más importantes se rebelaron 44, pero en muchas de ellas cundió el fracaso. Durante tres días se sucedieron frenéticos acontecimientos a lo largo de toda España que decidirían la suerte de millones de españoles. Hoy hay un acuerdo bastante generalizado en las causas estructurales del golpe de estado: el miedo de la derecha reaccionaria a las profundas reformas sociales que se avecinaban en 1936. Es sabido que, a grandes rasgos, el golpe triunfó en aquellas zonas tradicionalmente conservadoras, rurales y en las que el movimiento obrero era más débil y las derechas más movilizadas y contaban con civiles fácilmente convertibles en milicias (falangistas, carlistas, Acción Española, Juventudes de Acción Popular...). Por el contrario tuvo mayores dificultades en donde las masas proletarias eran más fuertes, con la relevante excepción de Sevilla. [ DERECHAS]
También hay miles de pequeñas causas coyunturales y hasta personales que explican el éxito de la rebelión o su fracaso en muchos lugares y, sobre todo, la indecisión de un número importante de los protagonistas que habían de encabezar la sublevación. Los militares golpistas eran distintos entre sí y no solo desde el punto de vista de sus opciones ideológicas o políticas concretas (aunque les unía un general rechazo hacia todo lo que oliese a izquierdista o separatista), sino en cuanto a posturas personales. Los había claramente decididos, convencidos a dar el golpe, a ser protagonistas, a jugarse el todo por el todo sin importarles el precio a pagar o a cobrar a los demás, dispuestos a desatar una matanza de todos aquellos elementos que consideraban nocivos para España. Era el grupo de la Unión Militar Española, de Mola, de Queipo de Llano y de muchos de los africanistas forjados en las crueles guerras de Marruecos o en la represión de Asturias, como el mismo Franco.
Pero otros rebeldes, posiblemente los más, pensaban que la rebelión sería una repetición del golpe de Primo de Rivera, no tan fácil pero que se resolvería en pocos días aunque costase sangre. Muchos de estos, basándonos en sus testimonios personales y memorias, se habrían pensado mucho más su adhesión a la rebelión de haber anticipado la dimensión de la carnicería que iba a desencadenarse y durar tantos años y de la que ellos serían causantes, al menos en parte.
Este sector también tenía su equivalente entre la mayor parte de militares profesionales que quedaron en el bando republicano, muchos por «accidente geográfico». Todo este bloque, posiblemente mayoritario, eran profesionales, conservadores o moderados políticamente, que aspiraban simplemente a vivir en paz o, como mucho, a luchar en Marruecos (había africanistas en los dos lados), pero que no deseaban mezclarse en una guerra fratricida en que podía pasarse de héroe a traidor por la decisión de un minuto y en la que sabían que miembros de su familia y compañeros y amigos de profesión podían estar en la trinchera de enfrente. Cierto que la gran mayoría no estaban de acuerdo con una evolución izquierdista de la República, pero tampoco deseaban implicarse en aventuras como la «Sanjurjada». Muchos de ellos formaban parte, posiblemente, de la amplísima mayoría que no quería llegar a la guerra, pero las circunstancias les pusieron en la obligación de elegir aun cuando no quisiesen. Si no acertaban a qué bando adherirse (el que triunfase en su ámbito geográfico) ponían en juego no solo su propia vida, sino también la de sus familias.
Por ello, en muchos predominó la actitud de ver y esperar hasta el último momento, sumidos en la duda, para apuntarse al caballo ganador. De esta manera aguardaron indecisos el desarrollo de los acontecimientos para comprobar si en las sedes de las divisiones orgánicas, o en otras plazas importantes, triunfaba el golpe para adherirse o no. No querían aventuras, pero tampoco enfrentarse con sus compañeros. Hubo casos en los que los jefes y oficiales llegaron, incluso, a votar en las salas de banderas sobre la actitud a seguir en el día de la sublevación, cosa impensable en cualquier ejército. Otros muchos, ante el resultado equivocado se su apuesta, decidieron suicidarse. Sin contemplar tales cientos de historias personales, sin calibrar su situación, sus convicciones íntimas más que políticas, no puede comprenderse el desarrollo tan distinto de los acontecimientos que tendrían lugar en aquellos días de julio de 1936, según las diferentes guarniciones. Junto a la política y los ideales, jugaron la situación personal, el instinto de supervivencia, el compañerismo, el miedo y hasta las envidias y rivalidades. Es sabido que uno de los motivos que influyeron en Franco fue su fuerte enemistad personal con Sanjurjo, quien habría de ser el jefe de la sublevación. Lo cierto es que el golpe de estado se concretó en cientos, en miles de pequeños golpes en los diferentes pueblos y acuartelamientos de España, en donde lo político no podía desgajarse de lo personal.
17 DE JULIO: EL EJÉRCITO DE ÁFRICA SE SUBLEVA
Movilizar y agrupar un ejército disperso y escasamente motorizado requería tiempo. El paso previo al golpe era acuartelar las fuerzas y aprovisionarlas, con cualquier excusa, para actuar con rapidez y energía cuando llegase el momento oportuno. El primer movimiento se dio a las 22 horas del 16 de julio, cuando un tabor (batallón) de regulares salió de Torres de Alcalá, frente el peñón de Vélez de La Gomera, para llegar por la mañana a Melilla. A su mando estaba el comandante Joaquín Ríos Capapé, quien antes de partir había cortado las comunicaciones del peñón con la península. A diferencia de lo que ocurría en las capitales peninsulares más importantes, los conspiradores eran muy mayoritarios en Marruecos y se movían con gran impunidad. Allí estaban las mejores unidades militares, unos 40.000 hombres en total que alcanzaban la cuarta parte del ejército español, y lograr sublevarlas era indispensable para el éxito. Aunque los generales eran fieles al Gobierno, la mayor parte de jefes y oficiales estaban implicados a pesar de que muchos de ellos, como Juan Yagüe, habían dado su palabra de honor de no estar planeando nada. Los valores militares de un ejército colonial como aquel, que además había participado activamente en la represión de la revolución de Asturias, le hacía sumamente proclive a comulgar con los postulados más reaccionarios. Además en África apenas existía sociedad civil, lo que cimentaba aún más el aislamiento de la militar. Hubo mandos que, oliéndose lo que se venía encima, decidieron ausentarse oportunamente para no verse implicados, como el teniente coronel Juan Caballero, de Regulares. Sin embargo, ello no le evitó el pelotón de ejecución en Sevilla poco después.
Todos los golpistas debían reunirse y prepararse en los acuartelamientos a lo largo del 17 de julio. El plan preveía actuar en la madrugada del 19. Es más, Mola envió un aviso para que se retrasase unas horas con el fin de esperar a que Franco asumiera la dirección del ejército de África. Un hecho fortuito en Melilla adelantó el golpe al 17 por la tarde. En la sede de la Comisión de Límites habían ido acumulándose armas robadas del arsenal, que debían distribuirse entre falangistas y otros civiles que apoyasen el golpe. Desde hacía horas corrían intensos rumores y un chivatazo movió a que guardias de asalto, siguiendo órdenes del general Manuel Romerales, tratasen de efectuar un registro. Para evitarlo, un grupo de legionarios se desplazó con el fin de proteger el edificio.
La acción se ordenó a las 14:30 y dos horas más tarde se intentó acometerla, lo cual resultó imposible por la acción de los legionarios. No se llegó al incidente armado, pero era evidente que enseguida las autoridades civiles sabrían que el registro había sido imposible y que no tardarían en deducir que se tramaba algo muy serio. A los golpistas no les quedó otro remedió que huir hacia adelante si no querían ser descubiertos y detenidos. Al poco rato, aproximadamente a las 17 horas, el general Romerales, jefe superior de Melilla, fue detenido a punta de pistola por el coronel Luis Solans y otros conspiradores. Inmediatamente la rebelión se extendió por la ciudad. Todos los colaboradores de Romerales (fusilado un mes después) y el personal adicto al Gobierno fueron detenidos e inmediatamente se proclamó, a las seis, el estado de guerra en nombre de la República. El mando del ejército de África se ofreció al único general que más allá de Gibraltar se había sublevado, aunque todavía no públicamente: Franco.
Mientras tanto las autoridades republicanas, alarmadas por las noticias que llegaban confusas sobre una rebelión en Melilla, llamaron a Ceuta y Tetuán desde dónde sus interlocutores informaron, entre el desconocimiento y el engaño, que allí no pasaba nada. El general Agustín Gómez Morato, que aterrizó a las 18 horas en Melilla para inspeccionar la plaza, fue detenido inmediatamente. Solo resistió la base de hidroaviones del Atalayón. Su jefe, el capitán de aviación Virgilio Leret, tras poner a salvo a su familia, se defendió a tiros pero fue capturado y fusilado aquella misma noche, aunque por un prurito de apariencia legal se retrasó oficialmente la fecha de la ejecución en cinco días.
El teléfono funcionó y el resto de guarniciones africanas se sumaron. Aquella misma tarde del 17 de julio lo hizo también Tetuán bajo el mando del coronel Eduardo Sáenz de Buruaga. El alto comisario, Arturo Álvarez Buylla, fue detenido en su despacho y ejecutado meses después. Tomó el mando el teniente coronel Juan Bei...

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APA 6 Citation

Preston, Fontana, P., Robledo, J., Calleja, R. G., Aróstegui, E., … Casanova, J. (2021). En el combate por la historia ([edition unavailable]). Pasado y Presente. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2999103/en-el-combate-por-la-historia-la-repblica-la-guerra-civil-el-franquismo-pdf (Original work published 2021)

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Preston, Paul; Fontana, Josep; Robledo, Ricardo; González Calleja, Eduardo; Aróstegui, Julio; Casanova, Julián; Losada, et al. (2021) 2021. En El Combate Por La Historia. [Edition unavailable]. Pasado y Presente. https://www.perlego.com/book/2999103/en-el-combate-por-la-historia-la-repblica-la-guerra-civil-el-franquismo-pdf.

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Preston et al. (2021) En el combate por la historia. [edition unavailable]. Pasado y Presente. Available at: https://www.perlego.com/book/2999103/en-el-combate-por-la-historia-la-repblica-la-guerra-civil-el-franquismo-pdf (Accessed: 15 October 2022).

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Preston et al. En El Combate Por La Historia. [edition unavailable]. Pasado y Presente, 2021. Web. 15 Oct. 2022.