Lacan se alegra de Rabelais
Luis Manuel Seiffe
Señoras, señores: Con el permiso de ustedes voy a pasar de Erasmo a Rabelais, también llamado Alcofribas Nasier. Lacan lo comenta en unas diez ocasiones. En el Seminario 23 dice que “uno se da cuenta que es Rabelais quien del sinthome hace el symptomate”; y que al considerar el lugar del symptôme en el lenguaje médico symptraumatiza algo. En El ultimísimo Lacan, hay una versión de ese deslizamiento del síntoma al sinthome. Éric Laurent, en El reverso de la biopolítica, propone una indicación sobre la escritura a partir de Rabelais: aborda “la letra en tanto hace agujero y la letra en tanto constituye el objeto a”.
Vamos al Rabelais de Lacan: “El psicoanálisis si es fuente de verdad, lo es también de sabiduría. Y esta sabiduría tiene un aspecto que nunca engañó, desde que el hombre se confronta a su destino. Toda sabiduría es una gaya ciencia. Ella se abre, subvierte, canta, instruye, ríe. Ella es todo lenguaje. Nútranse de su tradición, de Rabelais a Hegel. Abran también sus oídos a las canciones populares, a los maravillosos diálogos de la calle…”. Lacan apunta al estilo por el cual lo humano se revela en el hombre; y que allí anuncia el cambio de perspectiva que en el Seminario 23 pasa “de una letra a una inmundicia”, de lo escrito a que se lee. En breve, Laurent señala cuatro puntos que definen ese pasaje según J.-A. Miller:
1) La distinción entre cuerpo y sujeto del inconsciente.
2) La relación entre lo real del sujeto y el mundo exterior a partir de la expulsión, la Austossung de Freud.
3) Las epifanías de Joyce como un error de escritura en el nudo.
4) La relación entre el significante y el pensamiento como un abismo que Lacan cubre con el neologismo appensé, appensement.
En “Lituratierra”, Lacan plantea si la literatura puede acomodar los restos, si la literatura puede situar lo que primero habría sido canto, mito hablado, procesión dramática, trata de encontrar otros testimonios de ese desplazamiento: “Aquí mi enseñanza tiene lugar en un cambio de configuración que se exhibe con un eslogan de promoción de lo escrito, pero cuyos otros testimonios –por ejemplo, que en nuestra época por fin Rabelais sea leído– muestran un desplazamiento de los intereses con el que acuerdo mejor”. Con tal “desplazamiento de los intereses” Lacan ratifica que, “La carta robada”, prescinde del mensaje en todo su recorrido; y que el recurso a la psicobiografía para explicar su sentido sólo podría tapar esa elisión. Del mismo modo –dice, su propio texto no podría explicarse por la suya, de la que dijo sólo lo necesario para “esclarecer al lector”. ¿Lacan leído al modo de Rabelais? “…ser, por fin, leído convenientemente. Pues aún haría falta para ello que se desarrolle lo que entiendo que la letra/carta lleva para llegar siempre a su destino”.
“Lo que la lettre lleva…” por el camino del goce, “lo que canta, instruye, ríe”. Pista: Una alusión de Laurent nos advierte que Erasmo, Rabelais y Lacan, valorizaron el “sileno hirsuto” de Sócrates del mismo modo; y menos alusivo concluye que “Pantagruel es un nuevo Sócrates cristiano, inspirado por un buen demonio”. Lo que la lettre lleva es lo que se escribe como agujero: “entre saber y goce, hay litoral que sólo vira a lo literal si pudiesen, a ese viraje, considerarlo el mismo en todo instante”. El pensamiento está vinculado al cuerpo por un efecto/afecto; según J.-A. Miller, un desajuste que siempre permite elucubrar más. Dice: “Río, es decir, leo. Reír es un modo de decir”.
Éric Laurent se apoya en los trabajos de Mikhaïl Bakhtine, quien por un lado muestra la afinidad de Rabelais con Erasmo y Montaige y por otro lado con Shakespeare y Cervantes. Bakhtine sostiene que hay una historia de la risa, y también una historia del cuerpo que no se puede reducir a una interpretación. Pantagruel define lo que el ser humano es y posee, “consiste en tres cosas: el alma, el cuerpo, los bienes”.
Para Rabelais el hombre tiene un cuerpo; y así es cómo lo lee Bakhtine: “El acento está puesto en las partes del cuerpo o donde éste se abre al mundo exterior, es decir, donde el mundo penetra o sale de él, ya sea que él mismo salga al mundo, es decir, en los orificios, en las protuberancias, en todas las ramificaciones y excrecencias: boca abierta, órganos genitales, senos, falo, vientre grueso, nariz. El cuerpo no revela su esencia, como principio creciente que atraviesa sus límites, sino en actos tales como el acoplamiento, la preñez, el alumbramiento, la agonía, el comer, el beber, la satisfacción de las necesidades naturales”.
He tratado de aproximarme a un destello; les propongo mantenerlo recordando que si Lacan propuso al psicoanálisis la lettre en souffrance, es que muestra allí su fracaso.
Bibliografía
Bakhtine Mikhaïl, “L’oeuvre de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Age et sous la Renaissance”, Éditions Gallimard, París, 1970.
Lacan, J., Escritos y Otros escritos, ver Rabelais en “Indice de nombres citados”.
Lacan, J., “El Seminario sobre La carta robada”, Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 1989.
Lacan, J., “Lituraterra”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.
Lacan, J., “Joyce le symptôme”, en Le séminaire, livre XXII Le sinthome, Éditions du Seuil, París, 2005.
Laurent, E., El reverso de la biopolítica. Una escritura para el goce, Grama ediciones, Buenos Aires, 2016.
Miller, J.-A., Piezas sueltas, Paidós, Buenos Aires, 2013.
Miller, J.-A., El ultimísimo Lacan, Paidós, Buenos Aires, 2013.
Rabelais, F., Pantagruel, Dedalus Editores, Buenos Aires 2008.
Rabelais, F., Gargantúa, Pocket, París, 2010.
De la tolerancia a la segregación y retorno
Walter Caravotta
Nuestra época, a diferencia de la descripta por Freud, está atravesada por consignas opuestas a la moral victoriana, y podemos decir que en la familia actual existe una mayor tolerancia a la satisfacción de cada uno de sus miembros, junto a una tendencia a la democratización y liberación de sus vínculos. Como dice Silvia Ons, “las barreras morales denunciadas por Freud parecen haber desaparecido y se le da la bienvenida a la sexualidad en sus distintas variantes”. Ahora bien, si Freud hizo una aportación al estudio de la familia en términos de complejo de Edipo, fue porque sus pacientes hablaban de que algo no andaba bien ahí. Por otro lado la doctrina de Lacan sobre el síntoma nos permite decir que ese no ir bien del síntoma es la única forma en que algo puede ir de modo estable, ese no ir bien del síntoma es aplicable a la familia tradicional como a la más actual de todas; la tolerancia actual, si la hubiera, no evita el síntoma.
En nombre de la tolerancia, los goces son permitidos y nadie tiene derecho a objetarlos, sin embargo, eso no evita el malestar. El síntoma tiene algo de familiar, pero eso no significa que el goce de los hijos sea el mismo que el de los padres, más bien, el goce es lo que desfamiliariza al sujeto, lo que lo separa del linaje familiar en oposición al discurso, a la alienación, a los ideales que estructuran la familia. En este sentido la elección inconsciente del sexo supone un modo particular de goce más allá de los ideales de cada época.
Jacques-Alain Miller en su texto Extimidad se pregunta qué hace que el Otro sea Otro para que se lo pueda odiar en su ser, y la última de sus respuestas es: el goce. El modo de goce es lo que no es universalizable, y agrega, que ese modo particular de goce del Otro da lugar al odio, “se odia especialmente la manera particular en que el Otro goza”.
El segregacionismo es aquella política que tiene como práctica separar, excluir al Otro, otro que generalmente es minoría. Segregar proviene del latín segregare que significa apartar de un rebaño pero también secretar, excretar, volcar afuera algo que fue concebido adentro. Esta última acepción del término me resulta más adecuada para traerles una viñeta, sólo dos entrevistas con el padre de un adolescente.
Este padre consulta porque su hijo de 18 años anunció su condición de homosexual, y este planteo que el joven hace a sus padres después de haberlo hablado con una psicóloga durante algún tiempo, quiebra la homeostasis familiar de una manera dramática.
Este señor no puede entender lo que pasó; en primer lugar, esto lo toma por sorpresa y, en segundo lugar, y este es el punto que me interesa remarcar, él se considera una persona de cabeza muy abierta, a tal punto que dice que cuando su hija de 15 años se fue de viaje a Disney, él le dio preservativos para que llevara. Su tolerancia y apertura mental no lo dejan entender que le pase esto con su hijo, dice: “No soporto la idea de imaginármelo con otro hombre, es una idea que me repugna, a veces pienso que sería mejor que se vaya”. A pesar de su evidente rechazo intenta ser tolerante, se impone mostrar su mejor cara, ya que, no quiere hacerlo sentir mal y además “debe ser tolerante”, porque es una persona de cabeza muy abierta.
Dice: “Yo tengo un amigo, con el único que puedo hablar de estas cosas, es como mi psicólogo, él me dice que tengo que poner la mejor cara y estar al lado de mi hijo, aunque me muera por dentro”. Le digo que no estoy para nada de acuerdo con su amigo/psicólogo, “usted puede hacerle saber a su hijo lo que le cuesta procesar esta situación y aún así acompañarlo en esto”. Esta pequeña intervención permite que este padre se encuentre a solas con su hijo después de mucho tiempo y logren hablar, y este hijo por primera vez puede encontrar a su padre, ya que siempre rechazó todo del padre y sólo se vinculaba con la madre.
Esta mínima intervención permitió que esa tolerancia forzada que no dejaba hablar, pasara a ser un malestar del que se podía conversar, del rechazo al goce del Otro (¿del odio?), se pudo pasar a algo más sintomático, más dialectizable.
Por último, y siguiendo a Miller en la lógica que plantea sobre el racismo, este Otro es Otro dentro de mí mismo, es decir que la raíz del racismo es el odio al propio goce. Si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio.
Lacan plantea el tema de la segregación en diferentes momentos, pero es en “El discurso de clausura de las jornadas sobre la psicosis en el niño” que plantea la segregación en la vertiente del rechazo estructural de lo femenino; dice que es esa mirada infantil la que segrega, el no querer saber de la castración es lo que segrega. ¿Es equivalente el rechazo por la elección homosexual al rechazo de lo femenino que plantea Lacan?
En una entrevista que me solicita la esposa, comenta al pasar que su marido siempre le decía: “Soltalo a ese pibe que lo vas a hacer puto”, haciendo referencia a que sólo se vinculaba con ella y rechazaba al padre.
Si el niño es el síntoma de la pareja parental, entonces cada uno encuentra desde lo familiar aquello que le es más extraño, más Otro en uno mismo. Sin embargo, me pregunto, ¿es posible el síntoma cuando hablamos de segregación?, cuando hay segregación, ¿hay lugar para que algo retorne sintomáticamente? Estas preguntas orientarán mis próximas lecturas.