Neuronas y libre albedrío
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Neuronas y libre albedrío

Sobre neurociencia y libertad

Javier Pérez Castells

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Neuronas y libre albedrío

Sobre neurociencia y libertad

Javier Pérez Castells

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Los nuevos descubrimientos de la neurociencia desafían el concepto popular de libre albedrío. Se basan en experimentos de imagen y otros que permiten observar el cerebro y ver que hay actividad inconsciente previa a la toma de nuestras decisiones conscientes. Muchos interpretan que ello supone que no somos más que máquinas de carne, sin libertad ni responsabilidad moral. Frente a esta postura, se muestra que los experimentos tienen otras interpretaciones que no amenazan el libre albedrío. Que las actividades no conscientes de nuestro cerebro no anulan nuestra agencia, ni hacen desaparecer la voluntad y a autoría de nuestras decisiones. Se hace una firma apuesta por un libre albedrío fuerte, no demostrado, pero en absoluto descartado por la ciencia.

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Information

Year
2018
ISBN
9788494877704

1. Introducción: centrando el problema

1.1 La visión del hombre y el libre albedrío

El hombre es considerado por muchas personas como un ser dual, con una parte material y una parte espiritual. La parte espiritual sería trascendente a una vida eterna, fuera de este mundo, y entroncaría con la existencia de un Dios creador que es bueno, que se preocupa de sus criaturas y que las salva para que su existencia no sea finita. Para otras muchas personas estas ideas son rechazables por no ser racionales. El ser humano es tan solo material físico, tal y como se puede estudiar con los medios que nos da la ciencia. Existen una serie de tendencias filosóficas intermedias. Desde el dualismo psicofísico defendido en flagrante minoría por algunos científicos como Eccles, hasta el monismo fisicalista que opina que la ciencia debe ignorar, por no detectable, cualquier fenómeno relacionado con la psique y la conciencia. Entre estos dos extremos, hay toda una serie de posiciones intermedias. Puesto que el asunto atañe en especial a la cuestión de la conciencia, dejaremos esta discusión para el capítulo 4.
tabla1
Tabla 1. El libre albedrío y la visión del hombre.
No es el tema de este libro entrar en la discusión sobre la idea del hombre, pero sí en la relación que tiene con la cuestión del libre albedrío. La relación entre espiritualidad y libre albedrío es clara y para muchos biunívoca, pero otros consideran que caben opciones no coherentes en ambos aspectos. La tabla 1 muestra las dos posturas posibles, materialismo versus dualismo, en la concepción del hombre, y las dos posturas sobre la libertad del ser humano, determinismo versus libre albedrío. En la tabla se indican las cuatro posibilidades que tendríamos combinando estas dos cuestiones. Las personas que consideran que el libre albedrío es una ilusión y que estamos determinados, suelen pensar que carece de sentido la creencia en una parte espiritual del hombre. Ocupan el cuadro superior izquierdo. Es una postura habitual entre los ateos y muchos agnósticos que consideran sin sentido que Dios haya creado unas criaturas encarceladas en el determinismo y sin capacidad de actuación libre. La pretensión de que, tras el paso por esta vida, la criatura humana tuviera trascendencia se les antoja absurda. El mundo funcionaría como un mecanismo de relojería que pudiera tener ciertos aspectos aleatorios. Caso de existir Dios, desde esta perspectiva, habría realizado un ímprobo esfuerzo para crear un juguete con las mismas características que los juguetes que creamos los hombres, es decir, con un comportamiento o bien predecible o bien aleatorio. Los juguetes que creamos, al final acaban pasando de moda o cansándonos.
En el polo opuesto, cruzando la diagonal de la tabla, están las personas creyentes, caracterizadas por aceptar algún tipo de espiritualidad y, casi siempre, trascendencia. Normalmente estas personas consideran carente de lógica que el ser humano no tenga libre albedrío. No obstante, en la teología cristiana la idea de la omnisciencia y omnipotencia divinas han chocado a veces con la idea de la libertad humana. Algunas confesiones cristianas matizan muy mucho el libre albedrío y en algunos casos llegan a negarlo. Los calvinistas han debatido el asunto en profundidad y creen en el decreto divino, por el cual, estamos predestinados a salvarnos o no, desde el comienzo de nuestra existencia. Ocuparían el cuadro inferior izquierdo de la tabla. La iglesia católica por su parte es mucho más abierta hacia la libertad, que ve perfectamente compatible con la gracia de Dios.
En cuanto al último cuadro que nos queda, el superior derecho, es el preferido de la mayoría de los filósofos actuales. Hay un buen número de filósofos que, no aceptando la espiritualidad del ser humano, sí consideran que existe libre albedrío o al menos una cierta forma de libre albedrío. Quizá no coincida con el sentimiento popular general sobre el mismo, pero es para ellos suficiente para justificar todos los demás aspectos que van asociados, como son la responsabilidad moral y el contrato social.
La existencia de la parte espiritual del ser humano es sin duda indemostrable por la ciencia y pertenece al mundo de las creencias. Así ha sido siempre y así seguirá. No es admisible pretender demostrar que el hombre es solo materia como tampoco lo es intentar que por algún indicio o alguna experiencia se pueda creer demostrado que existe una parte espiritual en el hombre. Sin embargo, en lo tocante al libre albedrío las cosas no se encuentran actualmente en un punto similar. No parece para muchos que sea cuestión de creencia o verdad filosófica. Se está diciendo, en especial desde el mundo de la neurociencia, no ya que el libre albedrío no parezca creíble, o que pueda ser ilusorio sino directamente que es imposible.
La aproximación al estudio del libre albedrío está llegándonos actualmente desde dos mundos muy distintos: el tradicional de la filosofía y el pujante mundo de la neurociencia. Los filósofos, desde su profunda reflexión introspectiva sacan sus conclusiones acerca de los modelos decisorios e intentan mantenerse al día de los descubrimientos de la neurociencia. En algunos neurocientíficos se observa cierto desdén a la hora de considerar los modelos y estudios sobre el libre albedrío que existían antes del advenimiento de estas nuevas ciencias. Sus afirmaciones, resultado de las interpretaciones que hacen de los estudios científicos publicados, son de grueso calibre, y no aceptan margen de duda sobre la cuestión. Muchos afirman categóricamente que no existe libertad. El que crea en ella no sería como el que quiere creer en el alma humana, sería como el que cree que la tierra es plana.
No se puede oponer a estos argumentos eventuales posturas ideológicas o de creencia religiosa. Se deben rebatir estas afirmaciones desde el mismo campo, desde el mundo de la ciencia. Pero si por parte de algunos se afirma que el libre albedrío es imposible, la posición a oponer no debe ser intentar demostrar mediante la ciencia lo contrario, que existe un libre albedrío fuerte, no condicionado, o plenamente verdadero. Lo que se debe contestar es que tal aserción sobre la imposibilidad de la libertad no está justificada a tenor de lo que sabemos. No se desprende de los datos que tenemos como una conclusión científica válida. Y en lo tocante a mi opinión personal, considero que nunca se llegará a una conclusión definitiva sobre esta cuestión.
Existe pues una causa contra el libre albedrío. Una causa que no acepta que el libre albedrío pertenezca al mundo de las creencias, sino que considera que es asequible a la ciencia demostrar en un sentido o en otro si existe. Y lo que se está diciendo es que la ciencia ya está a punto de demostrar fehacientemente que el libre albedrío es una ilusión. Si los que abogan por esta opción tuvieran razón, la creencia en el libre albedrío sería una superchería absurda, porque ir en contra de algo que la ciencia ha demostrado, no es muy sensato. Claro que si por algo se caracteriza la ciencia es por tener que proponer teorías nuevas ante resultados que refutan las antiguas.
Hay muchos ejemplos que pueden ilustrar la posición cientificista a la que me refiero. Recuerdo como se cuestiona el libre albedrío en el libro de Hawking y Mlodinow El gran diseño (Hawking, 2010). Se intenta demostrar utilizando el llamado «juego de la vida» cómo un sistema muy simple con reglas muy sencillas, se comporta como si tomara decisiones ante estímulos externos (Gardner, 1970). Puesto que el funcionamiento del sistema está oculto, al verlo desde fuera se tiene la impresión de que se comporta como una unidad de decisión libre en vez de estar determinado por las leyes que lleva en su diseño. A partir de ese ejemplo, los autores dan a entender que las decisiones del ser humano son el fruto de un número tan grande de condicionamientos genéticos, educacionales, químicos y físicos, que nos resulta imposible predecir la respuesta de nadie ante cualquier situación y tendemos a pensar que la decisión está tomada desde la libertad condicionada, cuando lo que realmente ocurre es que está totalmente determinada. Actualmente no podemos computar y reducir a algoritmos matemáticos todos los condicionantes porque constituyen un numero de variables demasiado elevadas para ser abarcadas, pero se entrevé la posibilidad de que se pudiera hacer en el futuro.
Pongamos otro ejemplo significativo. Adam Zeman es profesor de procesos cognitivos y neurología de la conducta y autor de un best-seller de divulgación científica denominado A Portrait of the Brain (Zeman, 2008). En él se reflexiona sobre la relación entre el cuerpo y la mente. El autor se pregunta cómo se relaciona el funcionamiento del cerebro con nuestros pensamientos subjetivos, sentimientos y sentido de identidad personal, indicando que hay dos respuestas extremas a este enigma. La que afirma que la mente no es más que un producto del cerebro y que cada aspecto de la vida mental puede explicarse entera y completamente como un producto de las propiedades físicas del funcionamiento neuronal. Y la dualista, que se refiere a la mente y al cerebro como mutuamente interdependientes, de manera que no se explican adecuadamente por una teoría estrictamente fisicalista. Dice Zeman que el primer tipo de respuesta parece más respetable científicamente, más racional, más objetiva, más basada en la investigación empírica. Y, en el capítulo final, Zeman, admite que su respuesta fisicalista al enigma mente-cuerpo está enraizada en un sesgo en contra de la religión:
A veces, cuando estamos perplejos ante un dilema, tenemos que confiar en la más fuerte de las dos intuiciones en conflicto, sobre todo si tenemos el presentimiento de que una de las dos es errónea. Para mí, aunque es evidente que no para todos, la intuición de que la mente es un continuo con la vida, así como la vida es un continuo con la materia, es muy fuerte. Sospecho que la intuición opuesta, “dualista”, de que la sustancia de la mente o las propiedades de la sustancia mental son de un orden diferente a las de la materia, se origina al menos en parte, en la tenaz concepción sobrenatural del alma. Incluso mucha gente que hace tiempo abandonó cualquier fe formal sigue estando influenciada por una historia intelectual en la que la religión ha tenido un inmenso papel formativo. Abandonar el alma no será fácil (Zeman, 2008:185).
En los párrafos anteriores, Zeman reconoce que decide aceptar el fisicalismo en base a lo que él llama una “corazonada”, una “intuición” fuerte y algo que él “sospecha” sobre las creencias cripto-religiosa de aquellos que no aceptan el fisicalismo. Estos sentimientos personales pueden ser suficientes para que Zeman se persuada a sí mismo, pero desde luego no se pueden calificar como un argumento racional, basado en la evidencia a favor de fisicalismo.
Estos son tan solo dos ejemplos de la corriente mayoritaria entre los científicos más mediáticos de la actualidad. Si bien sus posturas cientificistas, materialistas o fisicalistas, como se quieran llamar, son muy mayoritarias, es casi un paradigma en su forma de actuación el traspasar la frontera de la ciencia y acabar normalmente sus discursos o sus textos haciendo filosofía. Después de largas discusiones científicas bien referenciadas, hacen afirmaciones generales, libres de datos acerca de psicología, religión y filosofía. Si somos un poco críticos, lo que hacen, lejos de ayudar a su postura, sugiere que parte de la apelación al fisicalismo no tiene nada que ver con la evidencia científica, sino más bien con un sentido general de antipatía hacia la religión.

1.2 Estudios acerca de las consecuencias sociales de la eventual «desaparición» del libre albedrío

En el final de este capítulo me gustaría señalar que el debate precedente excede de la cuestión religiosa o filosófica. No estamos solo ante una discusión intelectual de corte teórica. Las ideas deterministas pueden tener consecuencias sociales, conviene tenerlo en cuenta. No olvidemos que la responsabilidad moral está en entredicho y eso afecta mucho a la vida de las personas. Varios estudios sociológicos han intentado ocuparse de esta cuestión. Resumiremos a continuación los más relevantes.
En la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) se publicó un trabajo consistente en estudiar las creencias de 65.111 personas de 46 países sobre el libre albedrío, e intentar correlacionarlas con sus sentimientos de intolerancia hacia la corrupción y los comportamientos no éticos y también en cuanto a su apoyo al castigo a los culpables de crímenes graves (Vohs et al., 2008; Martin et al., 2017). El estudio encontró una correlación fuerte y perfectamente demostrable entre la intolerancia a la corrupción y el comportamiento no ético, por parte de las personas que creían en el libre albedrío, si bien esta correlación no era tan acusada para los que habitaban en países donde los sectores públicos son altamente corruptos. Se observaba una correlación clara y universal extensible a todos los países del estudio entre el sentimiento a favor del libre albedrío y el apoyo al castigo severo a los criminales graves.
Otro estudio de 2016 publicado en PLoS, mucho más pequeño y quizá menos fiable, indicaba que se había observado un comportamiento menos responsable por parte de personas que son expuestas a informaciones de contenido determinista (Schrag, 2016). La experiencia comenzaba con la lectura por parte de los participantes de textos conteniendo datos en favor del determinismo y en contra del libre albedrío. Después se hacía un cuestionario sobre el comportamiento frente al riesgo y la forma de tomar decisiones, comparando con un grupo control. Las personas expuestas a la información pro-determinismo tendían a tener comportamientos más arriesgados y a tomar decisiones más temerarias y poco reflexivas. Anteriormente, se había mostrado que no creer en el libre albedrío incrementa la posibilidad de agresiones y reduce la tendencia al altruismo y la ayuda desinteresada (Baumeister et al, 2009).
En otro trabajo aparecido en 2014 en la misma revista, se clasificó a un grupo importante de ciudadanos chinos según su creencia en el libre albedrío (Zhao et al., 2014). Después se midió su grado de prejuicio étnico hacia los ciudadanos del Tibet chino. Se encontró una correlación significativa de forma que los que más creían en la libertad tenían menos prejuicios hacia los tibetanos es decir eran menos xenófobos. Los mismos autores repitieron el estudio con ciudadanos blancos para evaluar su sentimiento racista hacia los negros y se encontraron que, efectivamente, los que más creían en la libertad eran menos racistas.
La influencia sociologíca que puede tener la percepción sobre el libre albedrío es tratada en el libro Pensar rápido, pensar despacio (Kahneman 2012). Kahneman se hace eco de estudios en los que al grupo de participantes se les hace leer pasajes muy emocionantes, sobre episodios de ejercicio de la libertad frente al determinismo, historias sobre acciones humanas heroicas. Después de leerlos se observa una menor tendencia a mentir. Según este autor las personas controlan mejor sus impulsos automáticos en función de su mayor creencia en el libre albedrío, lo que puede conducir a la toma de opciones menos egoístas. Kahneman supone que tenemos dos sistemas de decisión: el sistema uno que se ocupa de las decisiones semi-automáticas y funciona rápidamente, y el sistema dos, deliberatorio y lógico, por lo tanto, más lento. Cuando el sistema uno tiene ...

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