1. 2021: Hacer zoom en la post pandemia
Quiero un zoom anatómico, quiero el fin del secreto.
(Soda Stereo, Zoom)
—-
Fuimos atravesando –y fuimos atravesados por– la pandemia. Mucho de lo vivido, sufrido, aprendido en el “inolvidable” período 2020-2021 reconfigurará el futuro cercano y aun más allá.
La pandemia del coronavirus o Covid-19 fue registrada el 31 de diciembre de 2019 por la OMS (Organización Mundial de la Salud) en China como epidemia regional, y casi inmediatamente se trasladó a máxima velocidad por todo el planeta.
La Argentina, por ejemplo, decretó una cuarentena total el 20 de marzo de 2020, prohibiendo actividades que no fueran relacionadas con la salud o esenciales, limitando la circulación, como en la mayoría de los países del mundo.
Un año más tarde, en marzo de 2021, el Covid-19 continuó extendiéndose y ya ha infectado aproximadamente a ciento dieciocho millones de personas, ocasionando tres millones de decesos. Ha habido, además, noventa y dos millones de personas recuperadas. Pero el mundo ya empezaba a aplicar las vacunas.
Esto da cuenta del impacto del virus a nivel global, que deviene de la movilidad de la humanidad. Se sabe, luego de mucho aprendizaje sobre la marcha, cuáles son los cuidados para prevenir la infección y no contagiarse, pero aún no se conoce cuánto tiempo sobrevivirá el virus, ni la potencialidad de daños que dejará en el mundo. Sí se sabe –y de esto no hay duda– que las secuelas durarán años. Se trata de una crisis desconocida, de la que no tenemos registro, y que la sociología reconoce como un hecho social total, que afecta todos los aspectos de nuestras vidas. Sin embargo, de un modo particular, provocó un fuerte impacto en el aspecto del trabajo.
Como define mi amigo y colega Claudio Alonzo, “el trabajo es un fenómeno multidimensional que se despliega en entornos complejos”. Podemos arriesgar, sin temor a equivocarnos, que durante la pandemia del coronavirus se produce el contexto más complejo que haya impactado al trabajo en los últimos cien años en un nivel global.
Cuando hablamos de trabajo nos referimos al que se desarrolla en sistemas organizacionales, pero también fuera de ellos, y –como sostiene Alonzo– se trata de pensar el trabajo desde la perspectiva de la salud, poniendo en relieve la dimensión psicológica del trabajo. A partir del contexto mencionado, aparecen nuevos modos de organización del trabajo y debemos enfocarnos en el impacto de estas transformaciones sobre la producción de la subjetividad.
El trabajo es una de las actividades humanas centrales; estructura la vida de las personas, ya que organiza desde nuestra rutina hasta nuestros ciclos vitales, y posibilita, desde la perspectiva freudiana, la sublimación. El trabajo favorece el desarrollo social e individual y es potencialmente una fuente de autoestima, generador de realización personal.
Sabemos que el trabajo nos posibilita construir nuestra identidad fundamentalmente a través de los otros –ya que siempre el trabajo es colectivo– y del reconocimiento que obtenemos en lo que hacemos. Dependiendo de la movilización subjetiva, en el trabajo se pondrá en juego nuestra salud emocional a partir de la posibilidad de crear y de modificar la realidad, apropiándonos de nuestros actos de un modo activo y crítico. Nuestra salud psíquica en el trabajo se encuentra vinculada con la posibilidad de modificar la realidad que nos rodea y con las acciones que realizamos. El trabajo –desde nuestra perspectiva– excede a la mera obtención del dinero. Es una actividad que nos transforma mientras transformamos la realidad sobre la que operamos, y, en ese sentido, es una fuente de satisfacción.
Sabemos también que el trabajo es fuente de malestar. En palabras de Sigmund Freud, “Ninguna otra técnica de conducción de la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad como la insistencia en el trabajo, que al menos lo inserta en forma segura en un fragmento de la realidad, a saber, la comunidad humana. La posibilidad de desplazar sobre el trabajo profesional, y sobre los vínculos humanos que con él se enlazan, una considerable medida de los componentes libidinosos, narcisistas, agresivos y hasta eróticos, le confiere un valor que no le va en zaga a su carácter indispensable para afianzar y justificar la vida en sociedad. La actividad profesional brinda una satisfacción particular cuando ha sido elegida libremente, o sea, cuando permite volver utilizables mediante sublimación inclinaciones existentes, mociones pulsionales proseguidas o reforzadas constitucionalmente. No obstante, el trabajo es poco apreciado, como vía hacia la felicidad por los seres humanos. Uno no se esfuerza hacia él como hacia las otras posibilidades de satisfacción. La gran mayoría de los seres humanos solo trabajan forzados a ello, y de esta natural aversión de los hombres al trabajo derivan los más difíciles problemas sociales”.
La pandemia fue un acelerador de circunstancias que estaban latentes y que por el contexto debieron ser aceleradas. Deja tras de sí nuevos modos de organización del trabajo que llegaron para quedarse y que analizaremos a lo largo de este libro.
Durante la pandemia, aquello que el trabajo ha atravesado en su acelerada y forzada adaptación, dentro y fuera de las organizaciones, no fue “el gran año del teletrabajo”. O no exactamente aquel paraíso que la promesa del home office parecía incluir. Sucede que el salto de las oficinas a las casas se dio empujado por una crisis, y en medio de la pandemia nosotros tratamos de desarrollar nuestros trabajos lo mejor que pudimos, en un contexto donde también hubo angustia e incertidumbre.
En general, nuestras tareas no estaban pensadas para ser desarrolladas en soledad y en el hogar. Según un informe de abril de 2020 de CIPPEC, solo un tercio de los trabajos tienen potencial de ser desarrollados desde el hogar. Esa cifra se reduce a un cuarto de los trabajos si se analizan los hogares preparados con la infraestructura necesaria para teletrabajo.
Nuestras casas no estaban preparadas como escenarios de un home office prolongado: rápidamente tuvimos que generar espacios a fuerza de creatividad, con conexiones que a veces fallan y generan culpa y estrés, exhibiendo nuestra intimidad y, en algunos casos, además, siendo casi maestros de nuestros hijos en casa, debido al cierre de las clases presenciales.
Y al mismo tiempo aparece públicamente una nueva “entidad” de trabajadores: los “esenciales”. Los que no pudieron hacer teletrabajo, los que estaban autorizados a salir de sus casas para atender a los enfermos, para velar por la seguridad de los países, de sus bienes y de las personas.
Los autorizados a salir para producir alimentos, energías, transportar bienes, es decir, aquellas personas que fueron imprescindibles para enfrentar la pandemia y cuyas tareas fueron vitales para toda la sociedad, en buena parte de los países no recibieron el reconocimiento ni la paga acordes con esa tarea que la pandemia reveló como vital, esencial.
¿Volverán luego de terminada la pandemia a ser no tan esenciales, a dejar de oír aplausos y de obtener reconocimientos? ¿Habrá algún aprendizaje que nos permita como comunidad no olvidarnos de lo que consideramos esencial cuando la salud de todos se vio amenazada? En este sentido no soy optimista; basta recordar cómo, al poco tiempo del curso de la pandemia, se dejaron de escuchar los aplausos a los médicos y demás agentes de la salud.
La post pandemia nos permitirá, sin duda, valorar la salud, pero desde una mirada individual o individualista; no se trata de la preocupación por la salud pública y, en esta línea, el enorme trabajo y el esfuerzo de los que fueron esenciales en pandemia serán lamentablemente desconocidos u olvidados.
La post pandemia nos dejará algunas incertidumbres y nuevas certezas para mirar al futuro. Pero lo cierto es que el coronavirus no trajo todos nuestros padecimientos.
Recordemos que antes de la pandemia también había dificultades. No veníamos de un panorama maravilloso, ni de un mundo de trabajo con satisfacciones y crecimiento garantizado.
Muy lejos de eso, el mundo pre pandemia, que hoy quizás añoramos, ya venía convulsionado, con crisis diversas, inestabilidad y desafíos crecientes. Se ha hablado del mundo VICA y el universo RUPT, para intentar resumir en una palabra un diagnóstico sobre el cambio global. El mundo Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo (vica), sintetiza una sensación que se ha padecido aún más en época de pandemia.
El inicio del mundo VICA es posterior al afianzamiento de la globalización. Diversos autores sostienen que la sigla se empezó a ...