Proteccionismo y "economías de gran espacio"
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Proteccionismo y "economías de gran espacio"

(Elogio de una alternativa económica demonizada)

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Proteccionismo y "economías de gran espacio"

(Elogio de una alternativa económica demonizada)

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El objetivo del Proteccionismo está contenido en su propio nombre: se trata de instaurar medidas que protejan a las personas, y por tanto a los trabajadores y a las empresas, en un determinado marco nacional o supranacional. Y ello se hace protegiendo la producción de un país (o países, si por ejemplo se estableciera a nivel de la Unión Europea) frente a la competencia de países extranjeros. En la era de la globalización y del Pensamiento Único el Proteccionismo estaba mal visto: eran tiempos en los que la mano invisible del mercado se había constituido en dogma. Pero la brutal crisis que se inició a principios del 2008 ha hecho que se alzaran muchas voces, sobre todo en Europa, y singularmente en Francia, que reclaman el regreso de políticas proteccionistas. Y todo parece apuntar a que, paulatinamente, el Proteccionismo regresa para quedarse.

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Information

Publisher
El Viejo Topo
eBook ISBN
9788492616404

1

Ciertamente, influyeron las disidencias internas del Partido So -
cialista Francés; y la división de la izquierda real; y la abstención de las clases populares; y la tentación ecologista como antisistema (o, al me -
nos, como no querer votar por los de siempre)… pero, la victoria de la UMP de N. Sarkozy se debe también a otro factor más: Si se analiza el minilibro de bolsillo profusamente difundido por los sarkozystas con ocasión de las elecciones europeas del 7 de junio de 2009, titulado El proyecto de la mayoría presidencial: 30 propuestas por una Europa que proteja y que actúe, hallamos otra explicación al hecho de que la UMP, no sólo haya escapado al clásico “voto sanción” que suele emitirse en elecciones no determinantes, sino que haya ganado incluso dichos comicios: en las 64 páginas del folleto de propaganda partidista hallamos 29 menciones a “protección” y a “proteger”; 2 a la “preferencia comunitaria”; 2 a Europa “como escudo”; 2 a la “gestión concertada de las fronteras” europeas; 3 al “Espacio europeo”; 3 al “Mercado interno” europeo; 2 a la “seguridad energética” europea; 1 al (favorecimiento del) Mercado Europeo y otra a las “cooperaciones reforzadas” en Europa; 2 a la “Relocalización”… Es decir, sobre 64 páginas, 47 propuestas de proteccionismo de uno u otro género, sobre uno u otro sector de la economía y de la sociedad…

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El lector de este opúsculo puede extrañarse de la profusión de economistas franceses (o “emparentados”…). Es que Francia tiene una 13
larga tradición de nación “perturbadora” en relación con los órdenes político, económico y estratégico. Y si no, véase el último libro de Pascal Bo niface Francia contra el Imperio 1. Le debemos a Francia no sólo el “Siglo de las Luces” o la Revolución Francesa, o las Re vo lu cio -
nes si guientes del siglo XIX, o Mayo de 1968, sino también una lar ga tradición intervencionista, dirigista, igualitaria y proteccionista. Agra -
dez cámoslo, y que nos inspire. Pero también hallaremos proteccionistas norteamericanos, alemanes, italianos, indios... El proteccionismo es uni versal; algo parecido a la razón, que Descartes decía que era lo más ex tendido del mundo.

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Procedamos ahora por evidencias sucesivas.
Nos hallamos en sociedades industriales (o post-industriales, según se desee), es decir en unas sociedades donde, técnicamente, la producción de cualquier bien no ofrece problemas mayores (incluso recurriendo a materias primas de sustitución, si necesario). El consumo puede ser un problema, no la producción.

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Pero, además, el sistema económico es de índole capitalista. Es decir que su motor es el beneficio. Sólo que no existe beneficio en la producción: se requiere la realización, es decir que te compren (y te paguen) lo que produces. Es decir que, como beneficio implica realización, ésta implica... consumo.
1. París, 2003.
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Puede haber crisis económicas de muy diversa etiología, pero en el sistema capitalista, se trata con frecuencia de crisis de subconsumo. Y, para pretender salvar el sistema, o mejorarlo (si eso es, a medio plazo, posible), no hay más remedio que recurrir a forzar el consumo.

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Ahora bien: si los ricos se hallan habitualmente muy cerca de lo que llamaríamos el máximo consumo, los pobres no se hallan en dicha situación. Si un pudiente compra dos kilos de plátanos a la semana, no por ganar más va a incrementar sensiblemente su compra de dicha fruta; pero si alguien de baja renta sólo dispone de un plátano a la semana, tendrá la tentación de, en cuanto pueda, incrementar su consumo de plátanos. Cualquier salida de reactivación de la economía
“por vía de la demanda” obliga por lo tanto a transferir medios hacia las clases sociales más desfavorecidas. Transferir o... crear esos medios.

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Transferir requiere tasar a los ricos para dar a los más desfavorecidos (es decir, subir los impuestos sobre las rentas altas y sobre el capital) o, sino, recurrir al déficit público o/y la deuda en beneficio de los desfavorecidos. En todo caso se pide a unos para dar a otros. Y o bien se le resta la cuantía a los pudientes, o bien se pide dinero prestado, o ambas cosas, y el dinero es inyectado en el circuito para reactivar lo esencial, es decir, el consumo.

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El sistema capitalista, la “autodestrucción creadora” que dijera J.
Schumpeter, progresa de hecho mediante burbujas y sus correspondientes crisis. Burbujas ligadas o bien a los costes monstruosos que 15
derivan de las grandes guerras, o bien a las movilizaciones de medios de pago para financiar saltos tecnológicos... En ausencia de “cosas serias”, el sistema financiero se ha encargado hoy de generar mini-burbujas sucesivas de carácter generalmente especulativo (el crash de octubre de 1997, el escándalo de los “saving and loans”, el declive inmobiliario americano de los años 90, la deflación japonesa, el Efecto Tequila, sobresaltos en Asia, Brasil, Turquía y Argentina, burbuja del móvil y de Internet, Nueva Economía, etc.). Es decir: una burbuja, con su consiguiente estallido, cada dos años y medio. Y es que, como explica Jean Michel Quatrepoint (en La dernier bulle, París, 2009) en este tipo de capitalismo “sin burbuja, no hay crecimiento fuerte. Y sin crisis no revientan las burbujas y por ende no hay posibilidad de reconstruir otra... Ciclos cada vez más cortos”. Y actualmente nos hallamos frente a una nueva burbuja especulativa, y a la vez, frente a los efectos desastrosos del libre cambio y de la libertad de circulación de capitales y productos, y a los similares efectos de las deslocalizaciones e intentos de mantener la competitividad vía la inmigración masiva de mano de obra barata.

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Tranquilícense pues los defensores del liberalismo y desespérense los contrarios: una nueva burbuja especulativa está ya en marcha.
Habida cuenta de que en el fondo, los que dominan el sistema son intocables, vemos como, por el poco aumento de la presión fiscal sobre el capital, los gobiernos están recurriendo masivamente a la deuda pública. Ésta ya se había disparado con las operaciones de salvamento de los bancos (para entendernos, las deudas de éstos han sido absorbi-das por la deuda pública, y ello en un auténtico atraco: los Estados han concedido créditos a los bancos con una tasa de interés cercana al 0%, pero para conseguir los medios se han endeudado con tasas de interés cada vez más altas), sólo que el imprescindible aumento de los déficit presupuestarios está llevando dicha deuda pública a cumbres cercanas a las que surgieron de la necesidad de financiar las dos guerras mun-16
diales (si, en 1990, la deuda total norteamericana equivalía al 225% de su PIB, a finales del 2008 el porcentaje era de 351%, y ya la parte pública de la deuda se acerca al 80%. A su vez la deuda pública británica se acerca al 60%, pero se espera un 100% para el 2013, la francesa ronda el 73%). Y aquí, ahora, de nuevo, que crezca la especulación sobre los títulos del Estado para que, otra vez, sea “maricón el último”.

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Si bien cabe otra solución: el daño del incremento desmesurado de la deuda pública ya está hecho. Sólo que es paliable gracias a... la inflación. Si se indician los salarios (condición imprescindible) a quienes la inflación traslada la deuda es al rentista o al acreedor. Claro que sin indiciación salarial esto sería perjudicial para las rentas del trabajo. Por otra parte, recurrir a la inflación (por ejemplo de un 4% anual durante una década), lo cual derretiría una gran parte de la deuda y no sólo de la pública, requerirá medidas proteccionistas para compensar el encarecimiento de los costes de producción. Sólo que ¿se les ocurre a los que gobiernan otras soluciones?
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I

A MODO DE INTRODUCCIÓN

¿Acaso no era utópico antaño intentar rebasar la esclavitud, o la monarquía absoluta, o el feudalismo? ¿Por qué no aprovechar esta crisis para romper, no con la economía de mercado, pero sí con el capitalismo más salvaje, con la financiariza-ción más enloquecida? ¿No era utópico antaño soñar con el final del Apartheid en Sudáfrica o con la caída del Muro de Berlín? ¿Por qué no soñar hoy con la caída del Muro del Dinero?
[Pero], ¡Silencio! ¡No hay nada que ver! ¡Circulen! ¿El rol nefasto, peligroso o sui-cida incluso, del dólar como moneda de cambio internacional? ¡Circulen! ¿Por qué no recurrir a determinadas formas de proteccionismo? ¡Circulen! ¿La idea, de en tiempos de paro masivo y de planes de despido en cascada, de prohibir la inmigración del trabajo? ¡Hipótesis populista, demagógica y xenófoba! [Y es que] algunas palabras, algunas expresiones, se han vuelto drásticamente impronunciables.
¿Hablar de lucha de clases? ¡Una grosería! ¿La vuelta plena a la luz del día de la
“clase obrera” expulsada tanto de las mentes como de las pantallas de la tele? ¡Qué vulgaridad! ¿Evocar, a la vista de las desigualdades de renta, una “explotación del hombre por el hombre”? ¡Un prurito marxista-leninista!... Esta gran crisis habría podido —hubiera debido— desbridar las mentes… En realidad, algunos meses han bastado para que una auténtica chapa de plomo vuelva a caer sobre el debate mediático, intelectual y político.
LAURENT NEUMAN
In “Silence”, Revista Marianne del 10 de abril de 2009
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II

EL RETORNO DEL PROTECCIONISMO

El dogma del laissez faire el mercado, aplicado en el transcurso de los últimos veinte años, ha fracasado de manera espectacular.
Informe del Grupo de Estudios del Societariado de la Conferencia de Na ciones Unidas
sobre el Comercio y el Desarrollo
( 19 de marzo de 2009) .
Una sencilla ojeada a la prensa generalista y a la especializada, las advertencias reiteradas en contra de los defensores del statu quo económico, comercial y financiero, las defensas cada vez más encarnizadas de sustitución del libre cambio por un proteccionismo responsable, y las medidas adoptadas, muchas veces en catimini, por los gobiernos, todo lo indica, el proteccionismo retorna, y lo hace porque ya se percibe que sin él, el sistema capitalista se va al garete, Revolución por medio.
Así, en Le Monde 2, Pierre-Cyrille Hautcoeur reclama un “patriotis-mo económico”, un “punto de equilibrio entre proteccionismo que evitará que los costes de la globalización sean demasiado elevados para las gentes que son víctimas de éstos y, al tiempo, no instauren protecciones excesivas”. Jean Luc Greau, autor de La traición de los economistas 3, explica que “el retorno del crecimiento pasa obligatoriamente por una revalorización del trabajo que tan sólo será posible en un sistema de protecciones comerciales”4.
A su vez, Thomas Wieder glosa sobre el tema del “Proteccionismo: 2. Del 14 de marzo de 2009.
3. París, 2008.
4. Le Monde, 27 de enero de 2009.
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la tentación permanente”5, y señala que la declaración del G20 (2 de abril de 2009, según la cual hay que “rechazar el proteccionismo” se ve paradójicamente acompañada por la multiplicación por tres de las ta -
sas norteamericanas sobre el queso Roquefort, y los llamamientos al
“Buy American”, el cierre del mercado chino al cerdo irlandés, el anun-cio por el gobierno indonesio de una lista negra de 500 productos ex -
tranjeros, la imposición de tasas anti- dumping sobre velas y cirios fabricados en China (7 de abril de 2009), en España hemos podido oír a un ministro socialista recomendar ir a esquiar a los Pirineos en lugar de a los Alpes... Cinco días después de la reunión del G20, y de las 47
me didas adoptadas en el mundo y tendentes a restringir los intercambios comerciales, el plan norteamericano de ayuda a los bancos (el Trou ble Asset Relief Program o TARP), puesto en marcha por Washing -
ton, “impone a éstos restringir la contratación de personal extranjero, concretamente a través de los visados H1B”, medida que apunta dis-cretamente a los estudiantes franceses, indios, mexicanos e incluso bri-tánicos6. “El proteccionismo, no hablar de él nunca, pensar en él siempre, aplicarlo a veces”, concluye Weider...
Y Hervé Nathan7 explica esto: para la clase dominante, el proteccionismo es “el horror absoluto”, ello cuando “es en efecto la mundialización la responsable de la reducción del 10% del volumen del co mercio internacional… Y es la libertad de circulación de capitales la que ha permitido a los bancos repatriar masivamente sus activos en los paí -
ses más inseguros, lo que ha dividido por tres las inversiones en los países en vías de desarrollo”.
Las ideas del ex ministro gaullista Jean-Marcel Jeanneney8, así como las del ex-Ministro francés Jean-Pierre Chevènement9, respectivamen-te, sobre un “recentramiento europeo” y una “Europa de geometría 5. Le Monde, 13 de abril de 2009.
6. Le Monde, 18 de abril de 2009.
7. In Marianne, del 10 de abril de 2009.
8. In Pour un nouveau proteccionisme.
9. In La faute a Monsieur Monnet, París, 2006.
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variable”, son recogidas por el antiguo consejero de J.P. Raffarin, ex-Primer Ministro francés ya desde el 2006: pide ya entonces10 “un proteccionismo europeo, porque el mundo necesita fronteras claras entre los conjuntos regionales, que podrían materializarse vía los contingentes comerciales”. Dicho consejero y economista asesor, El Karoui, insistía en otro artí culo publicado el mismo año11: “Hay que dar la prioridad a la demanda interna en relación con la externa, permitien-do, vía un proteccionismo europeo dosificado,…mantener un nivel de empleo y de salarios más elevados”.
Le habían precedido en este último punto, en Francia, y hacía años, el Premio Nobel de Economía Maurice Allais, pero también para Jean Luc Duval, Presidente de la Asociación de Jóvenes Agricultores de Fran -
cia: “La libertad de los intercambios comerciales constituye, en materia agrícola, una estupidez. Coloque usted a los agricultores del mundo en competencia cada vez mayor ¿y qué pasa? Pues lo mismo que en los demás sectores de la economía: los precios bajan… y los campesinos que menos rentablemente producen dejan de producir y ya no logran ni alimentarse a sí mismos… pasando a engordar los suburbios de las megalópolis ya habitadas, en lo esencial, por ex-agricultores. Más del 80% de los hambrientos del planeta son campesinos…Lo que hay que apl...

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