LIBRO DE MARGERY KEMPE
PROEMIO AMPLIO
Comienza aquí un breve y consolador tratado para los miserables pecadores en el que pueden encontrar gran consuelo y alivio para ellos mismos, y comprender la gran e inexplicable misericordia de Jesucristo nuestro soberano Salvador, cuyo nombre se ha de adorar y alabar durante toda la eternidad, que ahora en nuestros días se digna mostrarnos, a nosotros indignos, su nobleza y su bondad. Todas las obras de nuestro Salvador son para nuestro ejemplo y enseñanza, y lo que la gracia obra en cualquier criatura es para nuestro provecho, si la ausencia de amor no constituye un obstáculo por nuestra parte.
Y por eso, con la venia de nuestro misericordioso Señor Jesucristo, para ensalzar su santo nombre, Jesús, este breve tratado se ocupará parcialmente de sus maravillosas obras; cuán misericordiosa, benigna, y caritativamente movió y llamó a su amor a una desgraciada pecadora,1 la cual, durante muchos años, mediante la inspiración del Espíritu Santo, quiso y trató de seguir a nuestro Salvador, realizando solemnes promesas de ayunos, además de otras muchas obras de penitencia. Y siempre, cuando era tentada, se volvía atrás –del mismo modo que el tallo de la caña se dobla con todos los vientos y nunca se detiene salvo que cese el viento–, hasta que nuestro misericordioso Señor Jesucristo, por lástima y compasión hacia la obra de sus manos y su criatura, convirtió la salud en enfermedad, la prosperidad en adversidad, el honor en ignominia, y el amor en odio.
Así pues, todas estas cosas girando al revés, esta criatura,2 que durante muchos años vivió extraviada y siempre se comportó de manera inestable, fue completamente seducida e impulsada a entrar en la senda de la alta perfección, cuya forma más acabada ejemplificó en su propia persona Cristo nuestro Salvador. Él la pisó antes con firmeza y la completó una vez.
Entonces esta criatura, de la que este tratado, por la misericordia de Jesús, mostrará, solo parcialmente, su manera de vivir, fue sometida a prueba por obra de nuestro Señor mediante una grave enfermedad por la que perdió su razón durante largo tiempo, hasta que la gracia de nuestro Señor le devolvió de nuevo la salud, como después se mostrará con mayor amplitud. Sus bienes terrenales, que entonces eran valiosos y abundantes, en poco tiempo se volvieron prácticamente inútiles y muy escasos. Luego abandonó y dejó de lado la vanidad y el orgullo. Quienes hasta entonces la habían respetado, luego la vilipendiaron ásperamente; sus familiares y quienes eran sus amigos se convirtieron ahora en sus mayores enemigos.
Luego, consciente de tan sorprendente cambio, y buscando ayuda bajo las alas de su madre espiritual la santa Iglesia, acudió y se humilló ella misma ante su confesor, acusándose de sus faltas, y sometiéndose después a una gran penitencia corporal. Y, poco después, nuestro Señor misericordioso visitó a esta criatura cubierta, día tras día, de abundantes lágrimas de contrición, hasta el extremo de que muchos hombres decían que podía llorar siempre que quisiera, y difamaban la obra de Dios.
Así, ella fue difamada e injuriada, reprendida e insultada por la gente a causa de la gracia y la virtud con las que fue dotada por el poder del Espíritu Santo, que fue para ella una especie de solaz y de consuelo siempre que padeció cualquier aflicción por amor a Dios y por la gracia que Dios operaba en ella. Pues cuanto mayores eran la difamación y la reprobación, más crecía en gracia y devoción mediante la santa meditación, la alta contemplación, y los discursos y conversaciones maravillosos que nuestro Señor mantenía con ella y recreaba en su alma, adoctrinándola sobre cómo sería despreciada por causa de su amor, y cómo debería ser paciente, mostrando toda su confianza, todo su amor y todo su afecto solamente por él.
Inspirada por el Espíritu Santo, conoció y tuvo noticias de muchas cosas secretas y privadas que sucederían más tarde.3 Y con frecuencia, mientras se hallaba ocupada en semejantes discursos y conversaciones sagradas, lloraba y sollozaba de tal manera que numerosas personas quedaban muy sorprendidas, pues apenas conocían la forma tan familiar en la que nuestro Señor se encontraba en su alma. Algunas veces ni ella misma podía expresar la gracia que sentía, tan celestial era, por encima de su razón y de sus conocimientos naturales; y su cuerpo quedaba tan debilitado en el momento de la presencia de la gracia que jamás podía referir con palabras lo que sentía en su alma.
Entonces esta criatura tuvo mucho miedo de los engaños y de las trampas de sus enemigos espirituales.4 Por mandato del Espíritu Santo, consultó a muchos dignos clérigos, arzobispos y obispos, doctores y bachilleres en teología. También habló con numerosos ermitaños,5 y les refirió, hasta donde su ingenio pudo expresarlo, su manera de vivir y la gracia que el Espíritu Santo, en su bondad, había obrado en su mente y en su alma. Y aquellos a quienes confió sus secretos le decían que estaba muy obligada a amar a nuestro Señor por la gracia que él le mostraba, y la aconsejaron que siguiera sus impulsos y sus emociones, y creyera confiadamente que procedían del Espíritu Santo y no del maligno.
Algunos de estos ilustres y dignos clérigos afirmaron, con peligro para sus almas y como si respondieran delante de Dios, que esta criatura estaba inspirada por el Espíritu Santo, y le ordenaron que escribiera un libro con sus sentimientos y sus revelaciones. Algunos se ofrecieron a escribir sus sentimientos con sus propias manos, y no lo consintió de ninguna manera, pues le había sido ordenado en su alma que no debía escribirlo tan pronto. Y así transcurrieron más de veinte años, desde el día que esta criatura recibió los primeros sentimientos y revelaciones, hasta que escribió algo. Más tarde, cuando nuestro Señor lo tuvo a bien, le ordenó y le mandó que escribiera sus sentimientos y sus revelaciones, y su manera de vivir, para que todos conocieran su bondad.
En ese momento la criatura no disponía de ningún escritor que pudiera satisfacer su deseo y diera crédito a sus sentimientos, hasta que un hombre que vivía en Germania,6 inglés de nacimiento, casado en Alemania y que tenía allí esposa y un hijo, tuvo noticias de esta criatura y de su deseo. Movido, según confío, por la gracia del Espíritu Santo, regresó a Inglaterra con su esposa y con sus bienes, y moró con dicha criatura hasta que escribió todo lo que quiso contarle mientras vivieron juntos. Y después él murió.
Entonces había un sacerdote por el que esta criatura sentía gran afecto, y por eso habló con él sobre esta cuestión y le entregó el libro para que lo leyera. Tan mal escrito estaba que apenas lo entendió, pues ni estaba en buen inglés ni en buen alemán, ni las letras estaban bien trazadas ni tenían la forma de otras letras. Por eso, el sacerdote estaba absolutamente convencido de que jamás nadie sería capaz de leerlo, salvo mediante una gracia especial. Sin embargo, él le prometió que, si conseguía leerlo, lo copiaría y con buen ánimo lo escribiría mejor.
En ese tiempo se decían tantas maldades de esta criatura y de su llanto, que el sacerdote, por cobardía, raras veces se atrevía a hablar con ella, ni a escribir, según había prometido a dicha criatura. Y de ese modo evitó y demoró la escritura de este libro durante casi cuatro años e incluso más, aunque esta criatura le hablara con frecuencia de ello. Finalmente él le dijo que no podía leerlo, por lo que no lo escribiría. Dijo que no se pondría en peligro por este asunto.
Luego la aconsejó que acudiera a un buen hombre que había mantenido una buena relación con el que primero escribió el libro, suponiendo que sería el más capaz de leerlo, pues había leído una vez cartas escritas por otra persona, enviadas desde el otro lado del mar, mientras estaba en Germania. Y así acudió a aquel hombre, pidiéndole que escribiera este libro y no lo diera a conocer mientras ella viviera,7 pagándole una gran suma de dinero por su trabajo. Y este buen hombre escribió casi un folio, aunque no fue suficiente para el objetivo, y por tanto no pudo fijar el precio, por cuya razón el libro se compuso tan mal y se escribió sin apenas sentido.
Después el sacerdote tuvo problemas de conciencia, pues le había prometido escribir este libro, siempre que consiguiera leerlo, y no había cumplido su compromiso de la mejor manera que podría haberlo hecho, y por eso suplicó a esta criatura que, si amablemente podía, le entregara el libro otra vez. Luego ella recuperó el libro de nuevo y se lo entregó al sacerdote de buena gana, suplicándole que hiciera un esfuerzo, y rogaría a Dios por él, y le conseguiría gracia para que pudiera leerlo y, también, escribirlo. Confiando en sus plegarias, el sacerdote comenzó a leer este libro, y, según pensaba, le resultó más fácil que antes. Y de este modo lo leyó en presencia de esta criatura, una palabra tras otra, y ella le ayudaba donde se presentaba alguna dificultad.
Este libro no se ha escrito según un orden, una cosa después de otra según acaecieron, sino como las cosas venían a la mente de la criatura mientras se escribía, pues había transcurrido tanto tiempo hasta que se escribieron que había olvidado la fecha y el orden en que acontecieron. Y por eso ella no había escrito nada, salvo lo que sabía perfectamente que era auténtica verdad.
Cuando el sacerdote comenzó a escribir este libro le falló la vista de modo que no veía para dar forma a las letras, ni para reparar su pluma. Las demás cosas aun podía verlas suficientemente bien. Se puso unas lentes sobre su nariz, y entonces veía peor que sin ellas. Se quejó a la criatura de su problema. Ella le dijo que su enemigo envidiaba su buena acción y que si pudiera la impediría, y le dijo también que Dios le concedería ayuda y que la concluiría. Cuando volvió de nuevo a trabajar en el libro, pudo ver con tal claridad, pensó él, como nunca antes tanto a la luz diurna como a la luz de las velas. Y por esta razón, cuando terminó un cuaderno de veinticuatro pliegos le añadió un folio, y luego escribió este proemio para contar más ampliamente lo que sigue, que se escribió antes que esto. Anno domini 1436.
PROEMIO BREVE
Un tratado breve de una criatura situada en medio de la gran pompa y de la vanidad del mundo, que después fue impulsada hacia nuestro Señor mediante gran pobreza, enfermedad, humillaciones, y grandes reprobaciones en distintas regiones8 y lugares, sobre la que después se mostrarán algunas tribulaciones, no en el orden en que sucedieron, sino según la criatura podía recordarlas cuando se escribieron.
Pues habían transcurrido más de veinte años desde que esta criatura había renunciado al mundo y se dedicó con gran diligencia a nuestro Señor antes de que se escribiera este libro, a pesar de que esta criatura había sido especialmente advertida para que pusiera por escrito sus tribulaciones y sus revelaciones, y un carmelita9 se ofreciera voluntariamente a escribirlas por ella si así lo deseaba. Y fue advertida en su espíritu que no debía escribirlo tan pronto. Y muchos años después se le ordenó en su espíritu que lo escribiera.
Yentonces primero lo escribió un hombre que no sabía escribir bien ni inglés ni alemán. Y por tanto era ilegible salvo mediante una gracia especial, pues esta criatura era tan difamada y calumniada que pocas personas la creerían.
Yasí, finalmente, un sacerdote se conmovió profundamente para escribir este tratado, y durante cuatro años fue incapaz de leerlo. Y después, por petición de esta criatura, y forzado por su propia conciencia, intentó leerlo de nuevo, y le resultó mucho más fácil que antes. Y de este modo comenzó a escribir en el año de nuestro Señor de 1436, el día siguiente a la festividad de María Magdalena10 de acuerdo con la información de esta criatura.
LIBRO PRIMERO
1
Cuando esta criatura tenía veinte años, o alguno más, se casó con un rico burgués11 y, poco tiempo después, quedó embarazada, de acuerdo con la naturaleza. Y después de concebir, padeció graves ataques de una enfermedad hasta que dio a luz a su hijo. Y entonces, debido a los padecimientos del parto y a las enfermedades que había padecido antes, perdió la esperanza en su vida creyendo que iba a morir. Entonces mandó a por su confesor,12 pues había algo en su conciencia que jamás había revelado hasta ese momento.13 Porque siempre lo había impedido su enemigo, el demonio, repitiéndole machaconamente mientras disfrutó de buena salud que no era necesario que se confesara sino que hiciera penitencia ella misma sola, y todo le sería perdonado, porque Dios es suficientemente misericordioso.14 Y por eso esta criatura hizo con frecuencia gran penitencia, ayunando a pan y agua, y practicó otras obras de caridad además de devotas oraciones, pero no había revelado una cosa en confesión.
Y cuando en cualquier ocasión se encontró enferma o preocupada el demonio le decía interiormente que se condenaría, pues no se había confesado ni había sido absuelta de aquel pecado.15 Por eso, después de nacer su hijo, al no estar segura de que viviría, llamó a su confesor, según antes se dijo, deseando definitivamente confesarse de toda su vida en la medida en que pudiera. Y llegado el momento de contar aquello que durante tanto tiempo había ocultado, su confesor se mostró bastante desconsiderado y comenzó a reprenderla con acritud antes de que ella hubiera referido cuanto tenía en su mente, y así no diría nada más a pesar de cualquier cosa que él hiciera. Y poco después, debido por una parte al temor que tenía a condenarse, y, por otra, a la áspera amonestación que recibió...