DE OBRAS AISLADAS A INTERVENCIONES DE CONJUNTO SUSTENTADAS EN PLANES
Los ensanches de ciudades deben, en adelante, hacerse siempre por vía administrativa y previa expropiación de los terrenos necesarios, tanto por razones de utilidad pública y de economía, como para que sean estrictamente observadas, en su trazado y desarrollo, las reglas más esenciales y más modernas del arte —de delinear y edificar ciudades. Luego, el plan de ensanche de una aglomeración urbana, más o menos grande, como el de transformación de una ciudad, de trazado y edificación defectuosos, debería ser objeto de concursos en varios grados: A. Concurso de ideas. B. Concurso de soluciones parciales. C. Concurso definitivo, de soluciones de conjunto, o de coordinación de soluciones parciales.
Víctor Julio Jaeschke y Juan Blas Zanetti (1920)
Como lógica del proceso histórico de evolución de las intervenciones urbanas, muchas de las transformaciones operadas a partir de la introducción de infraestructura, la modificación de calles y avenidas, el traslado de actividades del centro a las periferias, o el impulso a nuevas expansiones, fueron realizándose inicialmente de manera individual, y como en otros rubros, influidas por necesidades muy particulares y con recursos propios limitados; para posteriormente y, ante la consolidación de los aparatos administrativos de los Estados y de las ciudades y la mejor disposición de dinero, ser encargadas a oficinas gubernamentales y a profesionales con una cierta especialidad. Evolución que a la vez llevó a desde simples ideas de realizar barridos de calle, a la intervención de conjunto por medios de planes.
REBASANDO MURALLAS Y REDIRECCIONANDO EXPANSIONES
El desarrollo desigual se presentó entre países y, por supuesto entre ciudades, de manera que la atención a sus problemáticas se fue realizando de acuerdo con la magnitud de las mismas y de acuerdo con las posibilidades que cada sociedad conjuntó. Sin lugar a dudas las problemáticas se sucedieron por los desarrollos sociales; no obstante, cada asentamiento resintió los efectos formados por sus condiciones geográficas y topográficas; no fue lo mismo haber sido fundada una urbe en una costa, entre las montañas o en un valle, puesto que esas particularidades exigieron diversos tratamientos para brindar condiciones de habitabilidad. Con esos condicionantes, habría que considerar la aparición de murallas para delimitar y proteger territorios, como elementos que finalmente influyeron en ulteriores desarrollos en especial con sus trazas.
LA HABANA, CUBA. Fundada en 1519 y con un crecimiento poblacional de 235 981 habitantes, en 1899, a 273 mil en 1905, por sus atributos adquirió primacía ante ciudades como Santiago a la que le disputó la capitalidad, asediada en tiempos coloniales por bucaneros hubo de construírsele un fuerte para su defensa, el cual le dio su carácter de ciudad fortificada en el Caribe. La plaza fuerte que caracterizó a la ciudad desde mediados del XVI hasta finales del XIX; contó con poderosas fortalezas como La Cabaña o El Príncipe, El Morro y La Punta o La Fuerza, las cuales conformaron el sistema defensivo de este enclave español.
Luzón et al. (1990) describiendo caracteres históricos de la ciudad señala que hubo “una Habana intramuros con su caserío constreñido entre la muralla que la cerraba por el Oeste y la bahía por el Este”, pero debido al crecimiento de haciendas y de la producción azucarera en el campo cubano, la ciudad se expandió, “las calles se extendieron más allá del recinto amurallado, surgiendo de ese modo La Habana Extramuro”, por lo que como en otras ciudades, “se desarrolló una sociedad diferencial” entre habitantes y los espacios ocupados por éstos (Luzón et al., 1990:74-75) (véase la imagen 13).
De acuerdo con Gonzalo de Quesada (1905), en el siglo XIX La Habana fue azotada por una serie de calamidades como los ataques de los señalados bucaneros, un huracán en 1813, la epidemia de cólera de 1833 y 1850, y “una severa tormenta en 1846 que destruyó 216 barcos en el puerto, además de causar grandes daños a la vida y la propiedad” (De Quesada, 1905:42). Esos eventos y sus estragos dieron cuenta de su vulnerabilidad dada su localización en el Caribe. Pese a esas condiciones, la ciudad se desarrolló como obra de su lugar estratégico en ese mar, sus condiciones de puerto y las actividades centradas en las industrias azucareras y del tabaco. Luzón señala que para fines del siglo decimonónico:
El centro de servicios y comercios de La Habana estaba constituido por los barrios centrales de La Habana intramuros: Templete, San Felipe, Santo Cristo y Santa Clara. En todos ellos el porcentaje de establecimientos sobre las viviendas era superior al 50%, este núcleo central se extendía también en La Habana intramuros. hacia el colindante barrio de Santa Teresa, con una proporción algo menor (45%), y de San Juan de Dios (35%). En el mismo radicaban calles tan comerciales como Obrapia, Compostela, Mercaderes, O’Reilly, etc. en la cual además de los establecimientos dedicados al comercio se ubicaban consulados, consignatarias, bancos y compañías de seguros. En los siete barrios citados de La Habana intramuros, había 1.706 establecimientos, o sea, el 37,7% de los existentes en La Habana según el Indicador. Entre la antigua muralla, calle de Monserrate y el mar, sólo tres barrios tenían una baja proporción de establecimientos: Santo Ángel, Paula y San Isidro […] Mas allá de la calle Monserrate el centro comercial se prolongaba hacia el Oeste siguiendo un largo eje que ocupa una parte del actual municipio de Centro Habana […] (Luzón et al., 1990:74-75).
Lo anterior señala una amplia actividad comercial y, por supuesto, con elementos para despertar la codicia de estadounidenses quienes indujeron su independencia de España en 1898, con lo que se incrementaron actividades, infraestructura y equipamiento para la población que se avecinó o para los que la tomaron como lugar para ejercer el ocio o el descanso.
De acuerdo con De Quesada, La Habana en los inicios del siglo XX con una población de casi 275 mil habitantes, era “una de las ciudades más bellas del mundo, tanto de forma natural como por sus avenidas, palacios, edificios, parques, paseos”, y como centro comercial tenía espléndidos muelles e infraestructura para el transporte (De Quesada, 1905:42). Entre los principales parques y plazas se contaban al “Parque Central, Parque de Colón, Plaza de Armas, Plaza de Montserrat, Plaza de la Catedral o ‘Discusión’ y Plaza del Cristo”, y entre las principales avenidas y paseos al “Malecón, el Paseo de Martí (anteriormente Prado), Avenida de la Independencia, Calzada de San Lázaro, Avenida de las Palmas y Calzada de la reina” (De Quesada, 1905:43).
Se decía que la ciudad contaba para inicios del siglo XX, “con un excelente sistema eléctrico de calles y ferrocarriles, construido por una corporación estadounidense desde la guerra hispanoamericana”, cuyas líneas se extendían “no sólo a través de muchas de las calles estrechas de la ciudad, sino también a las ciudades suburbanas de El Vedado, Cerro y Jesús del Monte”; y que en ese momento se estaban “construyendo otras líneas a través de la sección de negocios de la ciudad, y una línea extendida a lo largo del frente del puerto (De Quesada, 1905:44).
Es interesante notar el carácter del equipamiento destinado a la salud y a la beneficencia, pues denotan los males y situaciones que en ese momento estaban enfrentando habitantes y autoridades, lo anterior si se considera la siguiente descripción del conjunto:
La Habana está bien provista de hospitales, los más importantes son el Mercedes No. 1; Las ánimas, donde se realizan experimentos para enfrentar la fiebre amarilla; la Quinta de Higiene, para las enfermedades venéreas; el Dispensario de Tamayo, para la tuberculosis; La Caridad, y La Creche; la Paula (para mujeres) y San Lázaro destinado a leprosos, además de una gran cantidad de hospitales de emergencia, llamados “casas de socorros”, que brindan servicios a quienes sufren accidentes (De Quesada, 1905:45).
Por supuesto, ese equipamiento hospitalario incluía el “hospital para locos, en Mazorra”, la Casa de Beneficencia y Maternidad para niños indigentes. La Escuela Correccional de Aldecoa y el asilo de huérfanos de la Patria (De Quesada, 1905:46). Eran los inicios del gobierno de Cuba desde Estados Unidos y, por lo mismo, se estaban presentando los primeros trabajos de mejora del país, es de ello que el mismo De Quesada, sostuviera que el suministro de agua de La Habana era aceptable pues provenían de los manantiales de Vento (Palatino), localizados a unas ocho millas de La Habana, mismo que llegaba a 18 mil casas (De Quesada, 1905:44).
No obstante, los años exigieron elevar ese nivel de atención a la ciudad, de acuerdo con el ingeniero Luis Morales y Pedroso en “El sistema de alcantarillado y pavimentación de la ciudad en La Habana” (1916), señalaba que a fines del siglo XIX, La Habana urgía de un sistema de alcantarillado por lo que Michael J. Dady, contratista de Brooklyn, en 1895 presentó a la municipalidad un proyecto para la construcción del sistema de alcantarillado; sin embargo, el proyecto no se llevó a cabo por los gastos requeridos y “las deficiencias presentadas”, generando “una cuantiosa indemnización”.
Para dar cuenta de las condiciones en que se desenvolvían el alcantarillado en la ciudad cabe entresacar los siguientes párrafos del estudio de Morales y Pedroso, refiriéndose al sistema que había funcionado hasta fines del siglo en cuestión:
Por ella se descargaban las aguas del baño y las pluviales, lo que requería de la existencia de grandes tragantes en las esquinas para la admisión de estas últimas aguas, los cuales a la vez servían de ventiladores y asimismo facilitaban el escape al exterior de los gases resultantes de la descomposición de las materias orgánicas depositadas en el fondo de estas grandes alcantarillas […] la época de las grandes lluvias, en que también por estos grandes tragantes se desbordaban, conjuntamente con las aguas de lluvias, las aguas de albañal, sobre las calles, aceras y pisos bajos de las casas, todo en forma de desagradable […]. Para mejorar en algo esta condición y disminuir los malos olores, el gobierno español […], dispuso como obligatoria la construcción en cada casa de un tanque séptico herméticamente cerrado, del cual sólo podían descargarse las aguas de albañal a las cloacas por reboso, reteniéndose en el mismo las grasas y solidos (Morales y Pedroso, 1916:16).
El mismo Morales y Pedroso refiere que “hectáreas del cerro y Jesús del Monte y algunas otras secciones de la ciudad, no tenían más cloacas que las zanjas abiertas a los lados de la calle, cubiertas en las calles de más importancia, como las calzadas del Cerro y Jesús del Monte, por tableros que formaban las aceras” (Morales y Pedroso, 1916:18). A la vez señaló condiciones de obsolescencia del sistema, en tanto ya no funcionaba adecuadamente debido a la cantidad de fluidos que tenía que transportar y por la acumulación de materiales en el mismo. De ahí los trabajos de limpieza que hubo que realizar, junto a la confección de proyectos para aliviar la situación (véase la imagen 14).
En ese camino, al hacerse cargo la “nación americana” del gobierno de Cuba, se creó “la oficina del Ingeniero Jefe de Obras Públicas de la ciudad en La Habana para mejor atender su saneamiento, nacionalizándose varios servicios de la municipalidad entre ellos los de abastecimiento de agua y drenaje” (Morales y Pedroso, 1916:18), procediéndose a la realización de estudios a fin de mejorar el sistema de saneamiento, donde cabe señalar, las autoridades enfrentaron la inexistencia de planes de anteriores obras, por lo hubo que elaborarlos.
Como resultado de esos estudios presentados en El sistema de alcantarillado… se dio cuenta de los trabajos para la construcción de cloacas, para la pavimentación y para el abastecimiento de agua. De acuerdo con la crónica de presentación de trabajos, en 1908 se ordenó al secretario de Obras Públicas “preparar planos y presupuestos para reparaciones y mejoramiento del abastecimiento de agua, y todos los trabajos sanitarios que se pretendieran o se hiciera necesarios”, donde se incluiría la pavimentación; consecuentemente y como complemento, en 1910, por mandato presidencial se autorizó construir el sistema de abastecimiento de agua en Layanú, la construcción de “una maestra 42” en la “calzada de la Concha”, y otra “desde los tanques de Palatino hasta la ciudad” junto a varias renovaciones de tuberías en malas condiciones en distintas calles y avenidas (Morales y Pedroso, 1916:140).
Los trabajos de realización no fueron sencillos, en tanto en la idea de separar tuberías de los sistemas de drenaje y abastecimiento, y dada la estrechez de algunas calles de La Habana hubo de tenderlas unas sobre otras (Morales y Pedroso, 1916:18-22). En ese sentido, para dar cuenta de la magnitud de los trabajos de saneamiento, donde se consideran obras que no se observan a simple vista, muchas que en ocasiones se concretan en no pocos años impidiendo a gobiernos presumir fácilmente de ellas, conviene registrar lo siguiente:
El proyecto de pavimentación prácticamente incluiría todas aquellas calles al Este de la Calzada de la Infanta y muchas en los barrios del Cerro y Jesús del Monte, como casi todas las instalaciones existentes estaban en malas condiciones, prácticamente todas las maestras se han tenido que renovar, en muchas casas tuberías de mayor diámetro que las existentes se han colocado […] y se ha instalado doble línea de tubería en las calles, paralelas al tranvía eléctrico, donde solamente existía una (Morales y Pedroso, 1916:140).
Por supuesto, esas obras contribuyero...