CAPÍTULO 1
SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE EN EL CONTEXTO DE LA ILUSTRACIÓN
El capítulo 1 empieza con una reseña necesaria sobre la vida y la obra del biografiado; considero que es lo que una persona culta –al menos en historia natural– y cualquier curioso debe saber perfectamente y que, evidentemente, se ampliará en el transcurso de este libro.
El apartado referido al contexto ilustrado en el que se formó Simón de Rojas Clemente y Rubio es fundamental para comprender la vida y la obra de este personaje. En ese contexto aparecerán las ideas ilustradas a través de algunos filósofos relevantes de este movimiento europeo, sin perder de vista al biografiado, lo que nos llevará a detenernos a concretar las ideas que entraban en España con hechos prácticos como son la publicación de libros y revistas, la formación de herbarios y el desarrollo de las instituciones de la época, particularmente del Jardín Botánico de Madrid, y la actuación de sus dirigentes, sobre todo de Antonio José Cavanilles que tanto influirá en el biografiado y en otros como Mariano Lagasca; hasta el punto que este ambiente intelectual y científico que vivió Clemente de la mano de Cavanilles es lo que Antonio González Bueno califica como la pasión por la ciencia.
1.1. PRESENTACIÓN DE SIMÓN DE ROJAS CLEMENTE Y RUBIO (RESEÑA BIOGRÁFICA)
Simón de Rojas Clemente y Rubio nació en Titaguas (Valencia) en 1777 y murió en Madrid en 1827. Tiene una gran cantidad de obras impresas y también muchas por imprimir (véase la bibliografía) y fue traducido en vida al francés y al alemán. Es importante citar también el herbario de 4.000 plantas que, a los 22 años de edad, ya había formado, y otras colecciones que iría ampliando a través de su existencia, además de numerosas cartas, artículos y estudios breves u observaciones sobre diversos temas, particularmente de botánica. Hay algún manuscrito, sin embargo, que se considera perdido; por ejemplo, dos cuadernos escritos en árabe, y él mismo dice en su autobiografía que en la Guerra de la Independencia perdió una parte de su obra.
Su vida fue corta, murió con 49 años y medio. Y a poco que entremos en ella y en su obra nos quedaremos enseguida perplejos de la cantidad de aspectos que dominaba, algo propio en la Ilustración, aspectos que irán siendo analizados poco a poco en su contexto histórico, donde no es fácil de situarlo a priori pues pertenece a la Ilustración tardía ya rayana con el Romanticismo. En este aspecto se puede decir de manera general que aquellos intelectuales educados en el XVIII –como Clemente– siguen las normas del Siglo de las Luces, los que todavía eran muy jóvenes en la Guerra de la Independencia serían ya románticos.
El aspecto más divulgado de él es el de botánico aunque desarrolló otras vertientes dentro de la historia natural (zoólogo, geólogo) y como buen ilustrado tocó muchos temas: fue profesor de árabe y hebreo en la Universidad, buen conocedor de lenguas ya que, aparte de las que acabo de nombrar y de su lengua materna, sabía latín, griego, francés, inglés, italiano y valenciano1; no es casualidad, pues, que colaborara en la confección del Diccionario de la Real Academia de la Lengua de 1817 dado que su autoridad como lingüista es manifiesta. Todo lo cual quiere decir que habría que definirlo como un sabio sin fronteras, según propone el profesor Emili Giralt i Raventós2, por ser una persona reconocida internacionalmente (no es partidario de calificarlo como intelectual por ser éste un término que no se manejaba en la época).
Otra vertiente de su vida es la de aventurero ya que en 1802 y 1803 estuvo, junto con Domingo Badía (más conocido como Alí Bey), en París y Londres, viaje sufragado por el Gobierno de Manuel Godoy (el Príncipe de la Paz) con el fin de preparar una incursión a África de carácter científico, por lo menos en principio, después el asunto tomó un giro claramente político y el de Titaguas al final no realizó ese viaje. También fue diputado a Cortes por Valencia en el Trienio Liberal 1820-23, de hecho lo fue hasta finales de 1821 en que se retiró por estar enfermo, de derecho hasta que acabó la legislatura extraordinaria el 14 de febrero de 1822, después ya no se presentó. Otros méritos suyos son el haber sido bibliotecario del Jardín Botánico de Madrid y director del mismo, miembro de diversas asociaciones como la Sociedad Linneana de París, el primero en medir el pico del Mulhacén, etc. Es normal, pues, que al consultar archivos y bibliotecas de España y del extranjero se encuentre documentación de él –o sobre él– importante y hasta inesperada.
Políticamente hablando fue liberal, se le persiguió como afrancesado y la Inquisición le abrió dos procesos, de los cuales conocemos uno que finalmente se archivó. Desde el punto de vista académico tenía un amplio currículum que iremos viendo; el grado más alto que poseía era el de Doctor en Teología (su formación inicial parte del Seminario de Segorbe).
Decía al principio que en su tiempo este valenciano de Titaguas era muy conocido; y de su prestigio basta decir que Manuel Godoy le dedica unas páginas muy elogiosas en sus memorias, después ha sido glosado por distintas personalidades de la ciencia, y más recientemente han sido realizadas tres tesis doctorales sobre este personaje: El herbario de algas marinas de Simón de Rojas Clemente de Javier Cremades Ugarte (1990); Estudio y transcripción de la Historia Natural del Reino de Granada de Simón de Rojas Clemente y Rubio (1777-1827) de Carmen Quesada Ochoa (1992), y la realizada por un servidor (se encuentra digitalizada), como indiqué en la introducción y cuyo título ya cité, que es precisamente la base de esta biografía. Estos trabajos y otros (véase la bibliografía) contribuyen a biografiar al personaje y a situarlo donde debe estar: en la historia de la Ilustración española.
Siquiera de pasada quiero acabar esta reseña biográfica con el problema de la nominación que ha sido muy grande para los investigadores, sobre todo cuando los archivos eran manuales pues en éstos estaba de varias formas posibles, incluida la de Rubio, así es que si no estaba de una forma se buscaba de otra; lo más corriente era buscarlo por Rojas Clemente o por Clemente, incluso podía haber noticia en las dos, aunque una solía remitir a la otra. Con la informatización, todo es más fácil y, sobre todo, rápido, y lo más práctico es buscar también por Rojas Clemente; así se le conoce normalmente y como se le suele honrar. No obstante, de esta forma es impropio por lo que simplificando todo veremos nombrado al biografiado de todas las maneras posibles pero especificando que como Rojas o como Rojas Clemente lo haré cuando transcriba textos que estén de esa forma (lo mismo puede decirse cuando aparezca la equis –Roxas– aunque este caso lo veo más normal pues de este modo era también en la época y como lo quería él3), por lo demás, en mis comentarios lo nombraré sobre todo como Clemente, Simón de Rojas o D. Simón (como también se le llamaba en su tiempo4, además de ser muy nombrado así en su pueblo) sin olvidar apelativos propios de este trabajo (el botánico, el de Titaguas, el biografiado, nuestro hombre...)5.
1.2. EL CONTEXTO ILUSTRADO
1.2.1. Contexto histórico-literario
Si a alguien le preguntaran en nuestros días qué quiere decir la palabra literatura, enseguida lo relacionaría con la creación literaria. Esto es así desde principios del siglo XIX, sin embargo, en la educación dieciochesca recibida por Simón de Rojas lo literario comprendía todo, tanto lo relacionado con lo que ahora llamaríamos científico como con lo creativo, o en palabras de Francisco Aguilar Piñal “donde el hombre de letras era sin distingos el erudito, el filósofo, el poeta, el científico, es decir, todo aquel que dejaba por escrito sus pensamientos, aunque no fuesen muy originales ni se adentrasen por el terreno de la ficción”6.
En este concepto de la literatura fue en el que se educó el biografiado; de hecho la ciencia y cierta dosis de creatividad están unidas (no hay más que verlo al leer sus obras). Él mismo entiende la literatura botánica como literaria; así en la Introducción a la criptogamia española, al hablar de obras botánicas realizadas, se añade: “Que verá luego el orbe literario”7 y, en fin, en la introducción al Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía al nombrar el Reino de Granada apostilla: “Cuya grande historia no puede menos de fijar la atención de la Europa literaria”8. Con todo, al leer la obra de Clemente, este aspecto, esta simbiosis (particularmente en el Ensayo sobre las variedades de la vid común que vegetan en Andalucía) es preciso que choque. Y, aunque lo literario y lo científico en la Ilustración iban juntos, en la explicación que seguiremos irán paralelos, por ser, precisamente para nosotros, más comprensible.
Con respecto a su vocación enciclopedista él escribió que vivía “abrazando todos los ramos de instrucción, persuadido de que conservaría la fortaleza de mis 24 años hasta los 80, y de que me era posible, según había leído del Tostado y otros, llegar a abarcar un día cuanto saben los hombres”. Bien es verdad que un poco más adelante asegura que eso es imposible y que a causa de ello ha arruinado su salud dándose cuenta de que “una vez llena la capacidad humana, no puede recibir más sin vaciarse otro tanto; a la manera que un vaso lleno de líquido derrama la cantidad que se le aumenta”9.
Hechas estas pinceladas pertinentes sobre lo literario y lo enciclopédico en la formación de Clemente, propias de la Ilustración, pasamos al contexto histórico-literario (o filosófico se podía decir también) en que se desarrolló la vida del biografiado que estuvo enraizado en las coordenadas de las luces. Por ello vamos a entrar en esta época para comprender mejor su vida y hacer un bosquejo de su obra que es al fin y al cabo de lo que vamos a tratar en este trabajo. Y lo primero que hay que definir es lo que es la Ilustración en nuestro país.
No es descabellado afirmar que un ilustrado era un reformista, y un ilustrado español era consciente de que el prestigio y la influencia de España en Europa en el siglo XVIII eran muy limitados; también era consciente de que el imperio americano era un problema más que un poderío y de que el pueblo no estaba culturizado. Ante todo ello se planteó una especie de regeneración encabezada por los mismos reyes absolutistas cuyo poder era necesario para solucionar estos problemas aunque fuera de una forma impuesta, y en esto estaban de acuerdo desde la mayoría de los intelectuales hasta muchos políticos, y en algún caso éstos eran reformadores, o sea, ilustrados.
La idea de la reforma de la sociedad que abarcara todos los estamentos –a todos los hombres del universo con el fin de mejorar sus vidas– es una idea europea basada en el humanismo, el racionalismo y la secularización de la cultura, ideales del hombre renacentista que el ilustrado quiere convertir en realidad por medio, sobre todo, de la razón. Sólo con la razón, sin ninguna otra autoridad que ella misma, la cual se convierte en juez del propio individuo, la única capaz de derrotar el dogma y la superstición, y para ello “sólo se requiere libertad [...]: el hacer uso público de la razón en todos los terrenos”10; “Zadig se contentait d’avoir le style de la raison”11 [Zadig se contentaba con tener el estilo de la razón] es una aseveración del cuento de Voltaire, Zadig, que puede servir como paradigma de esta filosofía, y que Kant explica así: “Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo”, que tan bien resume el lema: “Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento!”12.
Y con el abandono por parte del hombre de su minoría de edad y con la razón vendría el progreso y, por tanto, la felicidad. Ésta se quería conseguir fundamentalmente con la publicación de leyes que mejoraran la dignidad huma...