La mujer en el discurso peronista
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La mujer en el discurso peronista

(1946-1952)

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La mujer en el discurso peronista

(1946-1952)

About this book

La autora examina el rol de la mujer en los distintos discursos peronistas. Asimismo, sondea cómo esas disertaciones (ya de Perón, de Evita u otras mujeres que la acompañaron) configuran una imagen de la mujer que poco se diferencia de la concepción femenina de otros discursos.

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La institucionalización y politización del sujeto maternal...

Para Perón la espada, para Eva la rosa;
para ella la estrella, para él el laurel.
Para ella los triunfos de un alma generosa
y las ejecutorias del hombre para él.
Augusto González Castro / Mundo Peronista, 1954

Igualdad vs. diferencia: debatiendo la universalidad

A inicios de la década del ‘70 comienza a perfilarse en el feminismo una nueva tendencia, que hace de la reivindicación de la diferencia el núcleo central de sus propuestas. Dicha reivindicación, conocida como feminismo de la diferencia, comienza a poner en discusión los postulados del feminismo de la igualdad cuyas raíces se encuentran en el pensamiento de la Ilustración y el concepto de universalidad1, en tanto implica una profundización de las corrientes ilustradas y de lucha por el sufragio que, al irrumpir en los años ‘60 el feminismo como movimiento social, se plantea como una continuidad de la búsqueda de igualdad entre hombres y mujeres.
Esta perspectiva, en la cual se encuentra -entre otras- Simone De Beauvoir, considera que la diferencia sexual no es una distinción relevante de los comportamientos humanos y las relaciones sociales ya que, en tanto que humanas, las mujeres comparten el mitsein propio de todo lo humano. El problema es que a la mujer le fue impuesto por el hombre el asumirse como el Otro, ya que a la hora de constituirse los humanos en sujetos, sólo una parte de ellos (los varones) logra hacerlo con reconocimiento: “La humanidad es macho y el hombre define a la mujer no en sí, sino respecto de él [...] Él es el sujeto, él es lo Absoluto: ella es lo Otro2. De manera que se hace necesario luchar contra las diferencias de género socialmente sostenidas, en tanto tienden estas a reforzar la exclusión y opresión de las mujeres cuando el objetivo es ponerlas en pie de igualdad con el hombre:
[...] cuando hablo de igualdad hablo de reivindicar la abolición de las diferencias artificiales en razón de sexo, los privilegios de un sexo sobre el otro, la desaparición de nuestra opresión de sexo3
sostiene Empar Pineda. Por su parte, Celia Amorós mantiene que, adjudicándose en el acta fundacional de nuestra democracia la cuota del cien por cien, el hombre ha relegado a la mujer a un espacio de “indiscernabilidad” que no es sino el espacio de lo privado, del no-reconocimiento y de la indiferenciación. Así, las actividades más valoradas, de mayor prestigio, son realizadas en prácticamente todas las sociedades conocidas por los varones, quiénes configuran y constituyen el ámbito de lo público: “[...] cuando una tarea tiende a hacerse valorar tiende a hacerse pública, tiende a masculinizarse y a hacerse reconocer.4 Por lo cual es necesaria la inclusión de la mujer en el aparato del Estado, en instituciones de regímenes y gobierno, con el objeto de instalar reformas tendientes a la igualdad ya que, como sostiene la autora, el enemigo de la mujer es la desigualdad, de forma que, en concordancia con Simone De Beauvoir, Amorós va a bregar por un “sujeto universal” que incluya tanto varones como mujeres.
Ahora bien, en crítica a esta idea de un sujeto universal neutro, que llevaría al “feminismo de la igualdad” a quedar atrapado en el discurso de lo “Uno” negando la existencia de valores femeninos y reconociendo como diferencia sólo aquélla que tiene origen en la opresión, se erige el feminismo de la diferencia que -propugnando una interpretación positiva y revalorizadora de la feminidad- va sostener que habiéndose instalado en el sistema patriarcal el varón como lo universal, como la única identidad posible, la aspiración de las mujeres a convertirse en lo “mismo” no hace sino confirmar la dominación masculina siendo funcional a ella:
[...] lo que conocemos como femenino en el patriarcado5, no sería lo que las mujeres son o han sido en el pasado, sino lo que los hombres –o algunos hombres- han construido para ellas, han dicho que ellas son6.
Esta carencia de subjetividad femenina independiente que consuma la subordinación social de las mujeres resalta la diferencia entre los cuerpos sexuados y, por ende, la ausencia de equivalencia entre los sexos: “La diferencia sexual representa uno de los problemas o el problema que nuestra época tiene que pensar7 sostiene Lucy Irigaray. Por lo cual, desde esta perspectiva, toda lucha por la igualdad será catalogada de asimilación a un orden patriarcal que considera valioso y respetable sólo aquello que concierne a los varones8, siendo necesario en oposición a ello, la creación y desarrollo de una contracultura femenina que no disfrace en el ropaje de la igualdad la subordinación de las mujeres.
A tal efecto, la feminista Iris Young propone, frente a la política de asimilación liberal, la creación de un “ámbito público heterogéneo” que devuelva a escena las voces y perspectivas de aquellos grupos oprimidos que han sido relegados a la esfera de lo privado con el fin no de borrar o tolerar las diferencias, sino más bien de celebrarlas a través de mecanismos que hagan a su representación y reconocimiento:
[...] la afirmación de la especificidad positiva de grupo introduce la posibilidad de entender la relación entre grupos como sola diferencia, en lugar de exclusión, oposición o dominación9.
Dicha dominación y exclusión es, a la vez, enfrentada, por ciertas feministas maternalistas -entre otras, Sara Ruddick y Jean Bethke Elshtain- que, intentando acentuar las diferencias frente a las semejanzas, establecen una oposición entre la sexualidad masculina y femenina considerando que la política feminista debe privilegiar la identidad de las mujeres como madres y el ámbito privado de la familia: “La familia sigue siendo el lugar de los lazos humanos más profundos y resonantes, las esperanzas más entrañables y los conflictos más refractarios10 dice Jean Bethke Elshtain, resaltando el amor, la creatividad y la capacidad para la crianza como atributos naturales de las mujeres. La concepción del sujeto maternal defiende, así, un conjunto de valores basados en la experiencia de las mujeres como mujeres, asumiendo el compromiso de mantener y resaltar más que de disminuir las diferencias, valores que, concentrados en cualidades como la dulzura, la ternura, la dedicación a los demás, la sensualidad y el compromiso, se oponen a características propiamente masculinas como son la agresividad, la cultura opresiva y la ausencia de un compromiso emocional. De manera que, en consecuencia, lo que el feminismo de la diferencia se propone en sus distintas vertientes, es una definición de la mujer desde las propias mujeres de forma tal que la mujer no sea más un ser secundario, pudiendo probar su orgullo de ser lo que es -“una mujer”- sin tener que identificarse con el hombre para parecer plenamente humana. En otras palabras, se hace necesario poner el énfasis en la heterogeneidad, la diversidad y la diferencia -con postulación del antagonismo varón/mujer como resistencia al impulso de negar toda importancia de la diferenciación sexual- y volver la mirada hacia el sexo como dato que ha quedado impensado e irrepresentado en el dominio masculino.

El feminismo postestructuralista: ¿certezas o contingencia?

Apoyándose en la desconfianza ante la pretensión de esencializar a la mujer al intentar definirla, y en abandono de los estándares absolutos, las grandes teorías y las categorías universales, se encuentra una tercera posición propiciada por las feministas postestructuralistas que intenta ser superadora de la del feminismo igualitario y diferencial del sexo.
Dicha posición sostiene que la categoría mujer no puede referirse a seres humanos reales, definidos por la representación histórica de la identidad sexual -con una entidad homogénea, unitaria y unificadora, que se opone a otra entidad homogénea, unitaria y unificadora varón- sino a una imposición ideológica que muestra la contingencia y ambigüedad de toda identidad, permitiendo avanzar en la construcción de la subjetividad dando rienda suelta a una pluralidad de diferencias que puedan circular sin las trabas que les impone una identidad de género predeterminada....

Table of contents

  1. Prólogo
  2. Palabras preliminares
  3. Introducción
  4. La institucionalización y politización del sujeto maternal...
  5. Representación y género en el discurso de las primeras legisladoras argentinas...
  6. Construcción performativa de lo sagrado e imaginario popular
  7. Algunas reflexiones sobre la categoría mujer en el régimen peronista
  8. Fuentes
  9. Bibliografía Consultada