De la imaginación a las palabras
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De la imaginación a las palabras

Rosita Jaramillo

  1. 182 pages
  2. Spanish
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De la imaginación a las palabras

Rosita Jaramillo

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Este taller de escritura, pretende llegar a aquellas personas que quieren ejercitarse de manera guiada en la creación literaria y abrir la puerta de ese maravilloso mundo paralelo de la palabra escrita." Comenta su autora y tallerista Rosita Jaramillo. El libro es una alternativa para aquellos que quieren escribir textos organizados, y agradables, así como una ayuda para encontrar un estilo literario propio.

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Information

Year
2016
ISBN
9789585040267

1

La fuente de la inspiración

La escritura intuitiva me lleva al reconocimiento de mi mundo íntimo, me permite ponerle nombre a eso que vive en mí y vivir la creatividad en todas las expresiones de mi vida, mucho más allá de la creación literaria.
Imagino que soy una casa y en esa casa hay una habitación que contiene todo lo que constituye mi ser esencial, lo que soy, lo que he sido y el potencial de lo que seré. Mi biografía emocional e intelectual viven ahí, en esa habitación que me lleva a recordar la habitación propia de la que habla Virginia Woolf. Está llena de cuadernos y de plumas de colores. Tiene un gran espejo de cuerpo entero en el que me puedo ver en toda mi realidad. No hay juicio, no hay censura. Esa soy yo: un ser humano que le da nombre a lo que lo contiene y se apropia de quien es.
Cuando hago el ejercicio de apropiación, en modo neutro, sin juicio de valor, todo lo que soy pierde su carga condicionante. Es un viaje, como yo lo veo, a la fuente de la inspiración. Me convierto yo misma en un libro limpio y en una pluma de color. El texto soy yo. La intuición es mi maestra y la palabra es mi expresión.
En alguna parte leí que lo que define a una persona creativa es que, a través de su obra, se perciba a un ser humano más que a un fabricante de historias. El gran aporte de la escritura intuitiva es justamente tallar al ser humano para que las personas que se aproximan a su obra lo encuentren en ella.
Para Natalie Goldberg la intuición es el reino de la mente salvaje. Me encanta esta visión. La condición de salvaje me trae la imagen de algo que no ha pasado por el proceso de domesticación y adaptación que ha sufrido nuestra mente consciente, nuestra mente racional socializada. El terreno de la mente salvaje es el terreno de ver, sentir o pensar como realmente lo hacemos, no como deberíamos hacerlo. El juicio de la mente consciente no tiene cabida ahí, donde nos encontramos con quienes somos antes de ser, donde la libertad se siente en casa.
Puede acabar escribiendo sobre la tostada del desayuno, sobre su dolor de garganta o sobre las uñas de sus dedos. Lo importante es que las palabras serán vivas, reales.
Natalie Goldberg
The True Secret of Writing
La escritura es la gran protagonista de este viaje y la hoja de ruta comienza por adquirir el hábito de escribir sin pensar en por qué o para qué lo hacemos. Desde hace un tiempo sigo el método que propone Julia Cameron en su libro El camino del artista. Recomienda escribir tres páginas cada día, en el momento de despertar, en ese espacio de tiempo en que la consciencia hace el tránsito entre el sueño y la vigilia. Sin parar, sin levantar el bolígrafo del papel; mantener la mano en movimiento es la clave, el secreto para poner el pensamiento racional por fuera del juego y abrirme paso hacia el terreno de la mente intuitiva.
Cuando la gente me pregunta “¿Por qué hay que escribir las páginas matutinas?” yo bromeo: “Para llegar al otro lado”… sobre todo nos alejan de nuestro Censor.
Julia Cameron
El camino del artista
María Sánchez, en su curso Escribir por pura intuición propone practicar durante unos minutos una actividad creativa que no sea la escritura, con el propósito de ambientar el acercamiento a la palabra, Luego, sin transición, escribir durante veinte minutos sin levantar la mano del papel. Al final, cada persona crea su propio método o sus propios métodos para poder encontrarse con la mente salvaje.
El resultado es un texto tan íntimo como un diario. Contiene mis luces y mis sombras, lo gordo y lo delgado, lo salvaje y lo suave, mi claridad y mi confusión, mis dudas y mis certezas. ¿Cómo excluir algo que es tan yo misma como lo otro? Presto atención especial a lo que dice mi cuerpo mientras escribo y tomo nota de las sensaciones que experimento. No acostumbro releer lo escrito, tengo claro que este no es un ejercicio literario, es un ejercicio que más que tener un significado, me significa, me recompone, pone en orden las piezas que me constituyen.
¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos?
Eduardo Galeano
¿Cómo me afecta un tema en particular, qué significado tiene para mí, cómo me mueve, con qué concepto lo relaciono? Todo esto tiene que ver con la aventura de reconocer, identificar, significar y nombrar lo que se agita en nuestra habitación propia. Aunque llegar sin propósito, dispuestos a recibir y transcribir la información que nos llega en el silencio es la práctica en su sentido más puro, aproximarme con un tema en mente me resulta también muy esclarecedor en el proceso de entender y ordenar mis pedazos. A manera de guía, propongo algunos ejercicios que seguro van a ser de utilidad.

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Ejercicios

• Comience la práctica con esta pregunta flotando en su mente y permita que la respuesta llegue sola, sin el filtro del pensamiento: si tuviera la oportunidad de volver a vivir la vida con el conocimiento que tiene hoy, ¿cuáles aspectos de ella se sentiría inclinado a borrar y a cuál de ellos le pondría el reflector para sacarlos del anonimato?
• Permita que todo el reino animal juegue en su mente salvaje y respóndase: ¿con qué animal relaciona la libertad? Después escriba sobre esto libremente. Con seguridad esto le aportará un enorme conocimiento sobre usted mismo.
• Cierre los ojos e imagine que usted es un gran samán de enormes raíces bien plantadas en la tierra. Utilice esta imagen para preguntarse cómo se relaciona con sus raíces, qué tanto se siente comprometido con sus ancestros.
• Traiga a la memoria el olor o sabor que lo lleva a su infancia y escriba libremente sobre esto.
• Entre a la experiencia de la escritura intuitiva teniendo en mente los patrones que se repiten en su vida y escriba sobre ellos.
• Cierre los ojos e imagine que es un artista o conferencista y se encuentra en un escenario, frente a un público numeroso. ¿En qué parte de su cuerpo siente la expectativa del momento? Viva la sensación en toda su intensidad y escriba sobre esto.
• Explore en el ejercicio de la escritura intuitiva eso que alguna vez ha querido hacer y no se ha atrevido por alguna razón. Escríbalo sin parar y viva la sensación de transgredir.
• Observe con toda su atención el vuelo de una mariposa. Observe también sus alas y su color: observe sin pensar. Y luego vaya a su cuaderno y escriba lo que se ha despertado en usted.

2

El desaliento de la página en blanco

Me encanta la palabra «desaliento», me resulta tan vaga y sutil como el desaliento: no dice nada y al mismo tiempo dice mucho. Se presenta en esos momentos en que escribir la primera línea, incluso tomar la decisión de sentarnos frente al computador, nos produce una especie de vacío bajo el esternón. Recordamos de repente que es hora del cafecito de media mañana o que tenemos que levantarnos para estirar las piernas, no sea que el síndrome de la clase económica nos ataque de manera fulminante; o se nos ocurre hacer la lista de invitados de nuestro próximo cumpleaños para el cual faltan aún once meses. Cualquier pretexto es válido con tal de no comenzar.
Comenzar es difícil y esta dificultad es connatural a todas las actividades, las creativas entre ellas. Algunas ideas que nos han gustado en frío pierden repentinamente su encanto cuando, dispuestos a ponerlas sobre el papel, no encontramos otras ideas con las cuales amistarlas. De repente hemos perdido el contexto y ahora no sabemos qué hacer con ellas. Escribir en frío –mientras caminamos por una calle o hacemos las compras de la semana– está muy bien, pero la única manera de tomar control sobre la página en blanco es, justamente, sentarse y comenzar.
No obstante, cabe la posibilidad de que cuando menos piensa, y esto es precisamente cuando está más lejos de la mesa de trabajo, aparecen brillantes destellos de inspiración capaces de quitar el aliento. No lo deje pasar ni confíe en la memoria, no espere a que la idea se opaque y su raciocinio autocrítico se empodere y le haga desistir. Crea en su intuición, no desestime la fuerza del destello y tome nota. Ahí mismo donde lo ataca la inspiración, tome nota. Acostúmbrese a llevar una libreta o una pequeña grabadora y registre las idea, la metáfora, la expresión original que le llega de alguna parte, el refrán memorable que lo hace reír o reflexionar, el chisme o la noticia que le despiertan la curiosidad. Luego, deje que su mente se pueble de pequeños espermatozoides creativos que nadan en la corriente hasta que, en una experiencia natural, encuentren el óvulo dispuesto a ser fecundado.
En la literatura, el chisme es una virtud. El chisme hace que los pequeños y grandes pecados de la humanidad sean concretos: adoptan un nombre y un apellido y a veces hasta un domicilio conocido. El chisme es, generalmente, un evento que se sale de lo común, de lo que vale la pena hablar, algo que despierta la curiosidad y de lo que queremos saber un poco más. Así mismo es la literatura: se nutre de lo exótico, de lo que se sale de la rutina y resulta sorprendente o inquietante y no podemos evitar salir a contarlo.
En «Esa catedral llamada Mario Vargas Llosa», la entrevista que Vargas Llosa le concedió a Sergio Vilela, aparecida en El Tiempo del 15 de septiembre de 2013, el escritor habla de la inspiración y se refiere al chisme como una «muy rica fuente de material para un escritor»:
S.V: Lo he escuchado decir que uno de los materiales más útiles, mientras está investigando para una novela, es la chismografía, ¿cómo funciona su cabeza mientras está en etapa de creación?
V.Ll: La chismografía es una fuente muy rica de material para un escritor, es cierto. Cuando estoy escribiendo, en un momento determinado, me convierto en una especie de esponja que absorbo todo lo que oigo, veo, hago, leo, por si me puede servir para lo que estoy haciendo. De pronto, una palabra, una expresión, un dicho, una anécdota, una cara, el tic de alguna persona, si me sirve, inmediatamente me lo apropio. Es un mecanismo casi automático de la propia memoria, que va vigilando todo. Sigo viviendo, pero al mismo tiempo alguien está allí adentro mío vigilante, viendo qué cosa puede servir. Pasa sobre todo cuando ya tengo clara la historia, cuando estoy corrigiendo. Es entonces cuando tengo la sensación de que vivo enteramente para la obra que estoy escribiendo y que todo lo que veo u oigo me sirve.
Yo recibo con un gusto enorme esta indulgencia plenaria para ese pecadillo que gusta tanto a todos y sirve tanto a quien se encuentra en estado permanente de alerta amarilla creativa: el chismorreo inocente. Si el protagonista del chisme se ve retratado en la historia, algo ha fallado en el relato, o mejor, en el relator. Lo digo con un símil sencillo: el pan no puede ...

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