Gabriela Mistral
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La revolucion mestiza de la tierra

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Gabriela Mistral

La revolucion mestiza de la tierra

About this book

¿Gabriela revolucionaria? Así la recordó el artista chileno Roberto Matta: "Ella era de un enorme espíritu revolucionario, en el sentido más humano del término. Ella era una profesora del pueblo y había participado en las brigadas culturales de Vasconcelos, en la revolución mexicana, a principios de los años veinte, cuando todavía se vivía toda la euforia revolucionaria". Gabriela Mistral nos sigue creciendo en la historia mundial, desde su 'campesinería' en el valle de Elqui, su desorbitada pasión de mujer, su compromiso amante con la naturaleza entera. En el mundo tembleque del patriarcado blanco contemporáneo Gabriela se vuelve cada día más cercana, más próxima, más lúcida. Encarna la revolución mestiza de la Tierra. Ella supo enseñar y proclamar el arte de saber vivir juntos, desde la condición multiétnica, en medio de la tierra, con toda la redondez de la tierra, de arriba abajo, de lado a lado, de Punta Arenas a Estocolmo, de Montegrande al Mayab, de Asís a Santa Bárbara y Roslyn Harbor, Estados Unidos. Gabriela exhibe su cálida humanidad terrena. Enseña la condición originaria de la humanidad liberada de la rígida y entumida cultura colonial.

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Information

LA LLAMA DE LA PAZ

“[Yo] me pongo a rezar el mundo,
como quien punza y lo apresura,
¡para que el mundo, como madre,
sea loco de mi locura
y tome en brazos y levante
al niñito en mi cintura!”
Ternura: Encargos.
“Ahora, EE.UU. Me acerqué: no los quise, pero me dejaron hasta hoy llena de asombro y pesimismo. Nos absorberán sin remedio. Mañana, pasado, después, pero no tenemos salvación, a menos que Dios ponga sus manos. No creo, sino en lo sobrenatural para salvarnos”.
Carta a Joaquín García Monge, 1924, Antología mayor. Cartas, 1992, 122.
“La situación del mundo me da poca paz. No se ve salida excepto la sorpresa que da lo sobrenatural, dueño verdadero del mundo”.
Carta a Gabriel Méndez Plancarte, 1949, Antología mayor. Cartas, 1992, 475.
“En el nombre de Dios Padre
que hizo el mundo y no la Guerra,
y en el mundo de su Hijo
nos trajo la vida eterna,
y del Espíritu Santo
que en paloma planea la Tierra”.
“Arrorró”: Baila y sueña. Rondas y canciones de cuna inéditas de Gabriela Mistral. Recopilación de Luis Vargas, Santiago: Ediciones UC, 2011, 43.
El ordenamiento público que reemplazó el sistema monárquico establecido en Iberoamérica no alteró las convicciones de la cultura patriarcal que identificó la vida civilizada con el empleo autorizado y permanente de la guerra, hábito inexcusable del Estado moderno colonial. La guerra y la violencia fueron principios fundamentales de una política imitada de los modelos de la Europa imperial, considerada la verdadera y única formadora de los hombres. Refiriéndose al punzante tema de la ocupación de la Araucanía, supuesta extensión del modo de vida civilizado más allá de la barbarie, afirmó Andrés Bello, rector de la Universidad de Chile, en 1846: “La historia del género humano da lecciones bien tristes. La guerra ha ido siempre a la vanguardia de la civilización y le ha preparado el terreno; y cuando se ha principiado por el comercio, no se ha hecho más que preludiar a la guerra; esparcir semillas de discordias, que brotan al fin en hostilidades sangrientas. Todos los gérmenes de la civilización europea se han regado con sangre”203.
La política y la ética pública de la época de Gabriela Mistral fueron herederas de estas convicciones del orden civilizatorio imaginado por las elites decimonónicas. La guerra fue una experiencia suprema y fundamental de la vida social. Más aún, fue comprendida como una realidad sagrada, manifestación del orden creado por Dios. A fines del siglo XIX este militarismo se inspiró en Chile en el pensamiento del general prusiano Hellmuth von Moltke. “[La] guerra es una parte integral del orden universal de Dios. […]. Sin la guerra, el mundo se hundiría en el materialismo”204. Von Moltke estimaba inevitable una guerra en Europa: “Más tarde o más temprano, es inexorable el estallido de una guerra europea, […]. Todos los Estados que sostienen la bandera de la cultura espiritual alemana tienen el deber de prepararse para ese conflicto”205.
En 1892 se advirtió la admiración de los militares por el ideal prusiano en Chile206. La ley de servicio militar obligatorio de 1900 en Chile se inspiró en el concepto germano de la ‘nación en armas’. En 1916 las elites militares afirmaban que la cesación absoluta de la guerra conducía al estancamiento de la civilización. En 1934, respondiendo probablemente a los movimientos pacifistas del momento, los oficiales del Ejército chileno argumentaron que la guerra no era ni un crimen ni un pecado207.
Las virtudes y las raíces bélicas de la civilización fueron explicadas e inculcadas por los intelectuales del orden oligárquico. La guerra había construido a Chile. El ejército era el forjador neto de la nacionalidad. Las virtudes patriarcales varoniles construyeron la identidad nacional de Chile, primando del todo sobre las mujeres y sus costumbres escasamente virtuosas. Este fue el pensamiento nacionalista de Nicolás Palacios en 1904. Para él, godos y araucanos, coincidieron en una “sicología varonil o patriarcal, en la que el criterio del hombre prima absolutamente sobre el de la mujer en todas las esferas de la actividad mental”208. En 1949 Francisco Encina explicó el carácter de la dominación política, militar y sexual española en Chile: “Como todos los pueblos que han hecho la historia, el español se aproximó a la raza inferior, no para cederle altruistamente su poder y su cultura sino para acrecentar su propio poderío, para quitarle su suelo y sus hembras y perpetuarse en ellos, para convertirla en instrumento al servicio de su expansión”209. En 1953, refiriéndose a los pueblos indígenas ajenos a la nación, aconsejó el escritor Benjamín Subercaseaux: “El ejército les servirá como etapa civilizadora, chilenizadora, robustecedora”210. Jaime Eyzaguirre, a su vez, enseñó el prestigio de Chile, país hecho a golpes: “[Podemos] decir que Chile es un país ‘más duro’ que otros países hispanoamericanos, porque se forjó en lucha con una naturaleza más difícil de conquistar. Podemos decir también que en la guerra larguísima con el Arauco indomable el pueblo chileno encontró en su contorno humano el ‘estímulo de los golpes’, que le permitió superarse militar y políticamente para ganar la Guerra del Pacífico, conquistando el desierto norteño, y realizar después la notable expansión hacia el Sur con una estupenda obra de agricultura y colonización”211.
En la segunda mitad del siglo XIX, la ética en el horizonte de las elites de Occidente se encaminó hacia una especialmente agresiva lógica patriarcal. Se trató de una transmutación de valores que alcanzó una de sus expresiones arquetípicas en el pensamiento de Friedrich Nietzsche. Su ideal de humanidad se fundó en el racismo, la creencia en la lucha despiadada por el poder, el desprecio por las mujeres. El pensador prusiano impugnó la moral fundada en el judeocristianismo. Para él dicha tradición era catastrófica ya que la compasión y el amor al prójimo alejaban de la nobleza aristocrática. Rechazó la simpatía por los débiles. La moral judía era un modo de envenenamiento. En 1887 afirmó en Genealogía de la moral: “¡Todo se vuelve visiblemente judaizado, cristianizado, aplebeyado (¡qué importan las palabras!). El avance de este veneno por el cuerpo entero de la humanidad parece irresistible”. En La voluntad de poder precisó que las mujeres no eran aptas para su nuevo ideal ético: “[La] mujer necesita una religión de debilidad que glorifique la divinidad del ser débil, amante y humilde […]. La mujer siempre ha conspirado con el prototipo de la decadencia, los sacerdotes, contra los ‘poderosos’, los ‘fuertes’, los hombres”. El ideal de Nietzsche fue la guerra. “Debes amar la paz como medio para nuevas guerras. […]. La guerra buena santifica todas las causas”. “El más duro es el más noble. ¡Oh, hermanos míos! Yo suspendo sobre vuestras cabezas esta nueva tabla: ¡sed duros!” (Así habla Zaratustra, 1883-1885). Había nacido el ideal del superhombre, el Übermensch212.
La influencia de Nietszche traspasó el ambiente germano con la expansión imperial de la cultura alemana hacia fines del siglo XIX. En Los fundamentos del siglo XIX, obra de 1899, el escritor británico Houston Stewart Chamberlain defendió la autoafirmación de la raza alemana u...

Table of contents

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. SOBRE EL AUTOR
  5. INTRODUCCIÓN
  6. LA LUZ DE LA TIERRA
  7. EL ALUMBRAMIENTO MESTIZO
  8. LA LLAMA DE LA PAZ
  9. BIBLIOGRAFÍA