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Libro I: Enigmas de las Américas: Geografía y expediciones del Nuevo Orbis
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Libro I: Enigmas de las Américas: Geografía y expediciones del Nuevo Orbis
About this book
En el primer libro de la colección se compilan una serie de artículos que abordan, desde distintas perspectivas, algunos de los enigmas que aquella geografía especulativa planteó a los expedicionarios, que buscaron resolverlos con sus sorprendentes viajes, en los que se conjugaban los intereses, ambiciones, ilusiones, imaginarios, mentiras y conocimientos que con tanto cuidado luego fueron registrados en los maravillosos mapas producidos a partir del siglo XVI.
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Information

Detalle de Tipus Americae Septentrionalis Et Meridionalis, Novissima Representatio, J. B. Homman, 1745, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.

EL PASO NOROESTE

* Garci Rodríguez de Montalvo, Las Sergas de Esplandián, 1526, capítulo CLVII, pp CVIII - CIX.
EL ENIGMA DEL PASO DEL NOROESTE
Sé que han existido varios intentos de encontrar el Paso del Noroeste, todos sin éxito. Sin embargo, soy de la opinión de que tal Paso puede ser encontrado. Todos nuestros compatriotas que han ido a descubrir el Paso del Noroeste han tratado de pasar hacía el oeste, empezando su búsqueda en la bahía de Davis o la bahía de Hudson. Si yo me lanzara en esta búsqueda, iría primero a los mares del sur, doblaría mi curso desde ahí a largo de California, para entonces buscar un paso de vuelta a los mares del oeste.1

El calentamiento global ha cumplido finalmente la promesa del gran bucanero e hidrógrafo William Dampier: enormes buques cisterna y de carga navegan entre el Atlántico Norte y el Pacífico Norte sin tener que romper hielo, aunque solo al final del verano y en otoño. El viaje a través del Ártico que une Europa y Asia no es tan simple y directo como lo habían imaginado las generaciones de los primeros navegantes y cartógrafos europeos modernos, pero ahora se puede decir que estaban, en esencia, en lo correcto: existe el Paso del Noroeste.
La historia del Paso del Noroeste y de las muchas fantasías cartográficas que este engendró se remonta a los primeros años de la exploración mundial europea. Un canal abierto, llamado Estrecho de los Tres Hermanos, fue representado en 1537 en un globo terráqueo perteneciente al Emperador Carlos V. Este fue diseñado por el cosmógrafo de su corte, Gemma Frisius, y, como suele suceder después de que algo es tallado, pintado o impreso por un supuesto experto, la idea se consolidó.2 Pese a no ser del todo única, esta primera afirmación de la existencia de una ruta marítima alrededor del norte de América para igualar o superar la ruta del sur de Magallanes dio lugar a la esperanza y a la repetición, incluso mucho después de que la exploración en sí hubiera designado la ruta como imaginaria, o al menos así se pensaba. En el globo terráqueo de Frisius, el Paso del Noroeste se encontraba a poco más de 60 grados de latitud norte. Para aquellos que esperaban encontrar un atajo a la China, la búsqueda estaba en marcha.
EL RECONOCIMIENTO ESPAÑOL
Habiendo establecido, en 1513, con el descubrimiento de Balboa y con el gran viaje de Magallanes de 1519 a 1521, que en aguas temperadas no existía paso fácil que uniera el Atlántico con el Pacífico, los españoles enfocaron su atención en el apuntalamiento de la ruta transpacífica Manila-Acapulco, y también en la consolidación de rutas terrestres entre el Mar del Norte y el Mar del Sur, cruzando México y Panamá. Aun así, como hemos visto en otros artículos, los españoles eran lo suficientemente ambiciosos como para emprender varias exploraciones de alto riesgo en el Pacífico, e incluso expediciones de asentamiento permanente en el Norte, Sur y Oeste durante el siglo XVI.
Estas expediciones incluyeron desastrosos esfuerzos en las Islas Salomón, Vanuatu y Nueva Guinea, junto con el pobre intento de colonización del Estrecho de Magallanes. Sin embargo, hubo otros descubrimientos menos ambiciosos y de mayor importancia, incluyendo el descubrimiento de las islas Juan Fernández y del archipiélago de las Galápagos. Resulta interesante que los españoles no hubieran concertado ningún esfuerzo por seguir la costa noroeste pacífica de Norteamérica hasta finales del siglo XVIII, mucho después de que los rusos, franceses e ingleses hubieran empezando a reclamar estos territorios e incluso a explotar recursos como pieles y cuero. Por lo menos eso sugieren los documentos que sobreviven.
Los españoles lograron reconocer un tramo del terreno de Baja California a principios de la década de 1540, siguiendo las iniciativas pioneras de Cortés. Sin embargo, una vez que Urdaneta hubiera definido la ruta de los Galeones de Manila en la década de 1560, la costa de California fue usada solo como punto de partida para navegar al sur, a Acapulco. Se prestaba poca atención a las exploraciones al norte del Pacífico. La emergente amenaza pirata y las socavadas esperanzas de encontrar riqueza mineral o imperios nativos en el Norte (como la legendaria Quivira de Coronado) volvía imposible establecer asentamientos permanentes en dichas regiones remotas del Norte.

Imagen 1:
Audience de Guadalajara, Nouveau Mexique, California, 1657, Las Cartas de Nicolas Sanson, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.
Audience de Guadalajara, Nouveau Mexique, California, 1657, Las Cartas de Nicolas Sanson, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.
Sin embargo, uno de los viajes, el de Juan de Fuca, aún resulta enigmático. Fuca era un piloto griego que supuestamente participó en la expedición española de reconocimiento de 1592. Esta expedición alcanzó los 47 o 48 grados de latitud norte, lugar donde encontraron un estrecho. Tal estrecho sí existe cerca de allí, entrando al Puget Sound (actualmente hogar de los Seattle Mariners), y hay archivos que muestran que había un Juan de Fuca en servicio español en el Pacífico en 1592. Aun así, la única evidencia que tenemos sobre este viaje proviene de fuentes inglesas, precisamente se conoce gracias al mercader Michael Lok, un auspiciante de Martin Frobisher, cuyos viajes a la Isla Baffin en búsqueda del Paso del Noroeste serán descritos a continuación. Lok afirmaba haber conocido a Fuca en Venecia en 1596, donde aprendió sobre los “opulentos y agradables campos” que rodeaban al estrecho, el cual en 1787 tomaría el nombre de Fuca.3 Los supuestos descubrimientos de Fuca incitarían a los ingleses durante casi dos siglos, incluso hasta los viajes de James Cook (1778) y George Vancouver (1792-1794), a descubrir aquel paso.
El viaje de Sebastián Vizcaíno (1602 -1603) llegó solo hasta los 43 grados latitud norte, no mucho más allá de la Bahía de San Francisco, pero uno de sus resultados fue la afirmación, luego repetida, de que California era una isla, esto significó, para algunos, que la boca de entrada por el Pacífico del Paso del Noroeste se encontraba inmediatamente después de ésta. La “isla” de California también fue representada en mapas ingleses y franceses hasta bien entrado el siglo XVIII (Imagen 1).
Existieron otras afirmaciones españolas, más refinadas, de inicios del siglo XVII, pero éstas eran incluso más descabelladas que los mapas mal imaginados, de los cuales había muchos. Lorenzo Ferrer Maldonado y Bartolomé de Fonte caen en la categoría de arbitristas-marineros de agua dulce. No eran verdaderos navegantes;4 sin embargo, sus reportes fueron descubiertos en el Archivo General de Indias, a finales del siglo XVIII, por promotores de la era borbónica, y probaron ser fuentes duraderas y esperanzadoras, no solo para los españoles, sino también para los franceses e ingleses.

Imagen 2 :
Carta esférica de los Reconocimientos hechos en la Costa N. O de América en 1791 y 1792 por las Goletas Sutil y Mexicana y otros Buques de S. M, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.
Carta esférica de los Reconocimientos hechos en la Costa N. O de América en 1791 y 1792 por las Goletas Sutil y Mexicana y otros Buques de S. M, cortesía Fondo Jijón, Biblioteca Nacional, Ministerio de Cultura del Ecuador.
La Ilustración se demoró en sentar raíces en España, al menos entre los oficiales de la Corona, pero una vez que lo hizo, significó un interés renovado en la búsqueda del Paso Norte e incluso aumentó la competencia comercial y militar entre las naciones. De hecho, no era tanto la ciencia ilustrada como el miedo a los designios de los rusos, franceses y británicos, en lo que era ostensiblemente parte de Nueva España, lo que impulsó a la Corona española a emprender el reconocimiento del noroeste del Pacífico.
Enviado por el virrey de México, el piloto Juan Pérez zarpó de Nueva España en 1774 y alcanzó 55 grados de latitud norte. Los pueblos originarios de las Islas de la Reina Carlota, y más adelante los del sur, en la bahía de Nootka, lo recibieron a él y a su tripulación ofreciéndoles pieles. Sin embargo, Pérez se encontraba preocupado por las vituallas y los desconocidos patrones de viento por lo que regresaron rápidamente. Un viaje de seguimiento, dirigido por Bruno de Hezeta en 1775, alcanzó casi los 59 grados de latitud norte, es decir, la costa de Alaska. Los españoles recuperaron rápidamente el tiempo perdido, sobre todo porque los rusos permanecieron reacios a aventurarse más allá de las Islas Aleutianas.5
A estos le siguieron los viajes de James Cook (1778) y del conde francés de La Pérouse, descrito con más detalle a continuación. Ambos llevaron la búsqueda del Paso del Noroeste a nuevos niveles, no de esperanza, sino de duda. En este entorno cambiante y cada vez más científico, llegó Alejandro Malaspina, cuyas extraordinarias expediciones por el Pacífico, entre 1789 y 1794, entregaron a la Corona española una riqueza sin precedentes en cuanto a conocimiento de las costas, así como de sus culturas.6
Malaspina y muchos otros lograron reconocer el estrecho de Juan de Fuca y otras aguas vecinas en 1791, pero no encontraron ningún paso hacia “mares occidentales”. Algunos de los reconocimientos más importantes de este período no fueron ordenados directamente por Malaspina, sino por el virrey de la Nueva España. La competencia entre los súbditos españoles nunca se detuvo. De cualquier manera, la aparente ausencia de un Paso del Noroeste fue un gran alivio para los españoles. Encont...
Table of contents
- CUBIERTA
- PORTADILLA
- PORTADA
- CRÉDITOS
- CONTENIDO
- INTRODUCCIÓN
- EL PASO SUR
- TERRA AUSTRALIS
- EL DORADO
- EL PASO NOROESTE
- UNAS ISLAS MUY FANTÁSTICAS
- AGRADECIMIENTOS
- AUTORES
- CONTRACUBIERTA