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Las primeras culturas y la bóveda celeste
Es muy sugerente imaginar cómo empezó todo. Cómo un ser humano decidió mirar al cielo con otros ojos, ojos escrutadores que no solo contemplaban el firmamento, sino que eran capaces de ir más allá, y cuándo ocurrió esto.
Inmersos en una bóveda celeste de luces cambiantes y peregrinas, los hombres debieron de preguntarse por su significado y por su influencia en el devenir de los acontecimientos. La mezcla de motivos religiosos, mágicos y algunos razonamientos primarios dieron como resultado diversos escenarios cuyos testimonios hoy conocemos a través de los restos arqueológicos encontrados en la faz de la Tierra.
La arqueoastronomía es actualmente la disciplina científica que intenta iluminar los descubrimientos arqueológicos mediante los conocimientos astronómicos de las culturas antiguas.
Se considera a sir Norman Lockyer (1836-1920), que fue director de la revista Nature, el padre de esta disciplina. Sentó sus bases con la publicación del libro The dawn of astronomy (1894), y uno de sus primeros trabajos de campo fue, en 1901, la datación astronómica de Stonehenge.
En los años sesenta del siglo pasado, se da un nuevo empuje a la investigación arqueoastronómica con el trabajo del astrónomo Gerald Hawkins (1928-2003), que empleó primitivas computadoras para determinar los alineamientos astronómicos de Stonehenge. Estos estudios alcanzan el estatus de disciplina científica gracias a la obra de Alexander Thom (1894-1985), profesor de ingeniería de la Universidad de Oxford, que con la publicación de su libro Megalithic sites in Britain (1967) sentó las bases metodológicas de la arqueoastronomía, disciplina que convertiría en una herramienta muy útil para entender la profunda relación que existía entre la astronomía y la cultura de los pueblos primitivos.
En este primer capítulo comentaremos los más importantes vestigios encontrados de esas culturas e intentaremos darles un significado mediante un viaje virtual en el tiempo que nos permita situarlos en el contexto histórico en el que surgieron.
EL SANTUARIO DE GÖBEKLI TEPE
En esta colina situada en el sudoeste de Turquía, se levanta el que hasta la fecha es considerado el lugar de culto religioso más antiguo del mundo. Excavaciones dirigidas por el Instituto Arqueológico Alemán y científicos turcos del Museo de Sanliurfa comenzadas a finales del siglo pasado han sacado a la luz las ruinas de este arcaico santuario que data aproximadamente del 9500 a. C.
Anillos de monolitos del Santuario de Göbekli Tepe al sudoeste de Turquía
En lo alto de una colina se ubican anillos de monolitos en forma de T de más de siete toneladas, una capa sobre otra en un entramado complejo de piedras, pilares y esculturas decorados con relieves tallados de animales y de pictogramas abstractos y con fines rituales.
En los últimos años, científicos de la Universidad de Edimburgo (Escocia) creen haber descifrado unos misteriosos símbolos esculpidos en unos pilares de piedra. Los investigadores creen que estos símbolos, especialmente los de un pilar conocido como la piedra del buitre, están relacionados con las constelaciones. Según cálculos realizados parece ser que las constelaciones en aquella época se situaban formando algunas de las figuras de animales allí presentes. Es más, usando el software para emparejar sus posiciones de acuerdo a los patrones de las estrellas los científicos fecharon un acontecimiento en el año 10950 a. C., se trataba de un impacto cósmico catastrófico que pudo provocar la caída repentina de la temperatura en el planeta. Este acontecimiento está acorde con el llamado Dryas Reciente, un rápido regreso a las condiciones glaciares en las latitudes más altas del hemisferio norte hace unos 12700 años. Parece que Göbekli Tepe fue, además de un centro religioso, un observatorio para vigilar el cielo nocturno.
EL CÍRCULO DE GOSECK
Cuando se sobrevuelan los campos cercanos a la ciudad de Goseck, en el estado alemán de Sajonia-Anhalt, se observa un círculo de unos setenta y cinco metros de diámetro que representa los restos del observatorio astronómico más antiguo que se conoce.
Originariamente consistía en cuatro círculos concéntricos, un montículo en el medio, un foso y dos empalizadas de la altura de una persona. Tenía también tres puertas, orientadas al sudeste, al sudoeste y al norte.
Estos restos fueron observados por primera vez desde el aire por un piloto en 1991, pero hasta 2003 los científicos no determinaron la datación de la construcción, que se fechó en torno al 4600 antes de Cristo.
Un observador situado en el túmulo central el día del solsticio de invierno (21 de diciembre en el hemisferio norte), verá salir el Sol por la puerta sudeste y ocultarse por la puerta sudoeste. Estas están separadas exactamente 100o, ángulo que correspondía a las posiciones opuestas del Sol ese día en la época en que se construyó el círculo, según han estimado los científicos.
El círculo de Goseck, que se halla en esa ciudad alemana, fue construido hacia el V milenio a. C. y parece ser, por los restos encontrados, que se celebraban en él rituales de diversos tipos además de observaciones astronómicas
Las excavaciones realizadas en las cercanías de Goseck han exhumado cabañas, restos de cerámica, una amplia variedad de granos y pruebas de domesticación de animales. En el observatorio se han encontrado también diversos restos de esqueletos humanos a los que se les había arrancado toda la carne antes de enterrarlos, por lo que pudiera ser que en los círculos se realizasen también sacrificios humanos o extraños ritos funerarios.
EL DISCO CELESTE DE NEBRA
Este extraño objeto está íntimamente ligado con el círculo de Goseck por su cercanía geográfica, ya que fue encontrado en 1999 a unos veinticinco kilómetros de distancia, en el monte Mittelberg, cerca de Nebra, también en el estado de Sajonia-Anhalt.
La génesis de su hallazgo es del todo detectivesca, ya que unos muchachos que buscaban armas militares abandonadas en la zona dieron con un depósito, rodeado de grandes piedras que lo ocultaban, que contenía un disco clavado verticalmente en el suelo, acompañado de dos espadas, dos hachas, unos brazaletes y un escoplo. Una vez extraídos los restos, los vendieron en el mercado negro de coleccionistas. Uno de los compradores se puso en contacto con los museos de prehistoria de Múnich y Berlín, y les ofreció los restos por una cantidad exorbitante, a lo que el director de este último, Wilfried Menghin, le manifestó que el propietario legítimo del tesoro prehistórico era Patrimonio Nacional. Después de este frustrado encuentro no hubo más noticias de este asunto hasta que, en 2002, de nuevo aparecieron a la venta objetos del conjunto de Nebra, lo que permitió a la policía poner en marcha una investigación que acabó con la detención de los implicados y la recuperación del tesoro.
El disco celeste de Nebra, que data del II milenio a. C., se realizó en bronce con varias incrustaciones relativas a objetos celestes e incluso con otra serie de ellas que bien podrían utilizarse con fines astronómicos.
Los científicos han datado los objetos en el 1600 a. C., unos treinta y tres siglos después de los restos de Goseck. El disco de bronce de un peso de aproximadamente dos kilos tiene un diámetro que oscila entre los treinta y uno y los treinta y dos centímetros y un grosor de un milímetro y medio en el exterior, que va aumentando hasta los cuatro y medio en el interior. Es ligeramente cóncavo. No se sabe cuál era su color original, ha adquirido una coloración verdosa a causa del revestimiento actual de carbonato de cobre.
Una vez estudiado y analizado el disco celeste, se comprobó que el originario había sufrido una serie de modificaciones a lo largo de los años a medida que iban avanzando los conocimientos y quizá también debido a las variaciones que experimentaba su uso. Se han podido constatar hasta cuatro fases:
- Incrustación de un disco solar, una Luna creciente y treinta y dos estrellas que parecen representar las Pléyades que desaparecen del cielo boreal en primavera y reaparecen a principios del otoño.
- Se añaden dos arcos separados 82,5o en el horizonte, orientados este-oeste, que representan la salida y puesta del Sol.
- Se añade una barca solar entre los dos arcos del horizonte como símbolo religioso.
- Hasta un total de treinta y ocho perforaciones en el borde, distribuidas en espacios regulares, lo que sugiere el intento de emplear el disco periódicamente.
Ambos objetos sugieren que los pueblos del Neolítico y de la Edad del Bronce fueron capaces de hacer ya en aquel tiempo mediciones ...