Música para fisgones
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Música para fisgones

Curiosidades y anécdotas de la vida y obra de grandes músicos

Juan Mari Ruiz

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Música para fisgones

Curiosidades y anécdotas de la vida y obra de grandes músicos

Juan Mari Ruiz

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Entre en el mundo de la música por sus bastidores y prepárese para un viaje insospechado por las intimidades de sus protagonistas."Música para fisgones" es un libro pensado para los amantes de la música, para los que se inician y para los melómanos, para quienes no se pierden un concierto y para los que no han pisado un auditorio en su vida.A diferencia de otros libros, esta obra hace una aproximación a la música clásica a través de la vida y el trabajo de los autores más conocidos, partiendo desde un punto de vista distendido que familiarice al lector con estos personajes.• El curioso duelo musical entre Scarlatti y Haendel.• Johann Sebastian Bach, una imagen de severidad alejada de la realidad.• "La flauta mágica" y la masonería.• Robert Schumann: una vida marcada por la sífilis, las depresiones y la esquizofrenia.• Franz Liszt, un ídolo de multitudes.• La turbulenta historia de amor entre Gustav Mahler y Alma Schindler.Escrito por un intérprete y profesor de música con muchos años de experiencia, esta obra es fruto de varios años de investigación, una delicia para cualquier melómano y aficionado a curiosear aspectos insólitos de la cultura. Así, conoceremos los temores y supersticiones de algunos compositores, sus aficiones menos recomendables, las relaciones personales o sentimentales que mantuvieron y sus disputas artísticas. Repasaremos los problemas mentales de Schumann y su afición por el espiritismo, el papel político de Verdi, el gusto por la buena vida de Bach, Haendel y Rossini o la pasión por las esposas de sus amigos de Wagner. Veremos a Ravel conduciendo camiones hacia el frente de Verdún en la Primera Guerra Mundial y reflexionaremos sobre la actitud de Strauss y Karajan en la Segunda, y también conoceremos a un Prokofiev aguantando como podía bajo el régimen soviético.Un libro ameno, chispeante, divertido, que recrea sucesos de los principales artífices de la música, sus virtudes, defectos, disputas, altercados, rarezas y también excesos.

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El turbulento siglo XIX

A unque se asocia principalmente con el Romanticismo, durante el siglo XIX se fueron sucediendo y a veces coexistieron diferentes estilos musicales. Desde el Clasicismo inicial hasta los movimientos que van presagiando las vanguardias del siglo XX, pasando por otros como el Nacionalismo, que recogía melodías y ritmos populares de cada país, o el Verismo en ópera, que pretendía retratar la vida cotidiana y no solamente la de los grandes personajes.
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El siglo XVIII terminó con la Revolución francesa, que supuso el fin del Antiguo Régimen y el comienzo de la Edad Moderna.
En las páginas que siguen recorreremos Europa de un extremo a otro y un siglo marcado por la inestabilidad política. Si el XVIII terminó con la Revolución Francesa de 1789, en XIX verá los esfuerzos del Antiguo Régimen por mantenerse en el poder o por recuperarlo allí donde lo había perdido y una serie de revoluciones burgesas, además del despertar de la conciencia nacional en algunos países como Italia, que culmina con su unificación definitiva.

Los amigos de Schubert

A Franz Schubert se le considera uno de los últimos representantes del estilo clásico y uno de los precursores del Romanticismo. En su época el género que verdaderamente podía reportar beneficios económicos a un compositor era la ópera, pero Schubert no consiguió destacar en él a pesar de sus repetidos intentos, lo que le llevó a tener una vida siempre marcada por la precariedad económica. Incluso, durante una etapa de su vida Schubert era tan pobre que se veía obligado a componer con una guitarra porque no podía costearse un piano. Tampoco tenía dinero para comprar papel pautado, y solía componer sobre papel corriente sobre el que él mismo dibujaba los pentagramas o sobre papel pautado que en ocasiones le proporcionaban sus amigos.
Las schubertiadas tenían otro sobrenombre: Veladas de Cánevas. Aunque el nombre parezca aludir a algún personaje sacado de una leyenda nórdica, su explicación es mucho más trivial: cuando aparecía en la reunión un nuevo participante Schubert siempre preguntaba en alemán a alguno de sus amigos de confianza «kann er was?», que podríamos traducir como «¿sabe hacer algo?»
La mayor contribución de Schubert a la música fue en el género del lied —canción en alemán—. Eran piezas breves para canto normalmente acompañado por el piano, en las que Schubert ponía música a poemas de autores como Goethe o Schiller, y que influyeron de manera importante en la obra de otros compositores como Schumann, que a la muerte de Schubert fue un gran defensor de su trabajo. Algunos lieder estaban agrupados en ciclos como Die schöne Müllerin —La bella molinera— y Winterreise —Viaje de invierno—. La mayoría de ellos estaban destinados a ser interpretados en sesiones privadas en las que se interpretaba música de cámara entre un grupo de amigos, a las que se dio el nombre de schubertiadas.
Entre 1815 y 1816 Schubert llegó a componer más de ciento cincuenta lieder, y en toda su vida más de seiscientos, pero su obra no alcanzó gran difusión fuera de este círculo en vida del autor. Incluso sus obras orquestales no se imprimieron hasta la década de los años treinta del siglo XIX. Schumann encontró el manuscrito de su novena sinfonía, La grande, olvidada en casa de uno de los hermanos de Schubert, y no se estrenaría hasta 1839, bajo la batuta de Mendelssohn.
La sífilis es una enfermedad venérea que antes del descubrimiento de la penicilina se trataba con mercurio, un tratamiento muy tóxico que además debía seguirse de por vida. Por eso era popular desde el siglo XVIII un dicho sobre la sífilis: «una noche con Venus y toda una vida con mercurio».
Probablemente era peor el remedio que la enfermedad, porque el tratamiento tenía efectos secundarios como caída del cabello, pérdida de dientes e incluso del tabique nasal.
Schubert falleció en 1828 muy joven, a los treinta y un años. La causa de la muerte fue la fiebre tifoidea, según la versión oficial, aunque también pudo ser debido a la sífilis. Schubert, a pesar de la imagen que nos transmiten sus retratos mostrándonos su cabello rizado y sus gafitas redondas que le dan un carácter afable y bonachón, era de carácter hedonista y un habitual de las casas de mala nota, donde había contraído la enfermedad a los veinticinco. Existe cierta controversia sobre la sexualidad de Schubert y hay quienes han pretendido atribuirle una presunta homosexualidad. Los argumentos son tan peregrinos como el movimiento de los brazos que provocan sus obras para piano a cuatro manos, que presuntamente facilita el roce entre los dos intérpretes —ante lo que cabe preguntarse por qué tenían que ser necesariamente dos hombres—.
Según la descripción del comportamiento de Schubert que nos han dejado quienes le conocieron es probable que sufriera un trastorno bipolar con períodos de euforia y otros de depresión, combinados con momentos de paranoia en los que imaginaba que sus propios amigos querían envenenarle. Todo ello quizá estuviera causado por las secuelas mentales que iba dejando la enfermedad o simplemente por el hecho de saber que esta le llevaría a una muerte temprana. Desde luego, tampoco le ayudaban a mejorar su estado anímico ni el tratamiento que seguía contra la sífilis ni su afición por el tabaco y el alcohol.
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F. SCHUBERT. VIAJE DE INVIERNO
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Fanny Mendelssohn escribió más de doscientos lieder, pero la mayoría no se llegaron a publicar en vida de su autora.

Los hermanos Mendelssohn

Aunque para nosotros sea mucho más conocido su hermano pequeño Félix —el autor de la marcha nupcial de Sueño de una noche de verano que ha acompañado el enlace de tantas parejas—, Fanny Mendelssohn Bartholdy, nacida en 1805, merece una mención especial por sus más de cien piezas para piano y más de doscientos lieder, además de otras obras. Pero, como ocurre con otras de nuestras protagonistas, a pesar de esta ingente producción musical pocas fueron publicadas en vida de su autora, y su talento como concertista de piano quedó reservado para el entorno familiar. Baste como muestra de su prodigiosa facilidad que a los catorce años tocó de memoria en el cumpleaños de su padre los veinticuatro preludios de El clave bien temperado de Bach de los que hablábamos en otro capítulo.
La familia Mendelssohn era de origen judío, como indica su apellido, pero los dos hermanos fueron bautizados como luteranos. El padre de ambos, Abraham, decidió cambiar el apellido de la familia en un intento de soslayar el antisemitismo de la sociedad alemana de la época sustituyéndolo por el segundo apellido de su esposa, Bartholdy —el primero, Salomon, tampoco habría ayudado demasiado—. Pero Fanny y Félix no renunciaron a su apellido original y simplemente añadieron el nuevo como segundo apellido: Mendelssohn Bartholdy.
A pesar de haber recibido la misma formación que su hermano Félix, con el que siempre mantuvo una buena relación, algunas de las obras de Fanny tuvieron que ser publicadas con el nombre de este dentro de sus Opus 8 y 9, debido a las convenciones del momento y al papel que se suponía que estaba reservado a las mujeres. Una muestra de esta mentalidad es el elogio como pianista que su maestro Carl Friedrich Zelter le quiso dedicar en una carta que envió a Goethe: «[Fanny Mendessohn] toca como un hombre».
Esta falsa atribución de las obras provocó un momento embarazoso cuando en 1842 la reina Victoria, que era una apasionada de la música de Mendelssohn —a ella le debemos precisamente la elección de la Marcha Nupcial para la boda de su hija Victoria de Sajonia-Coburgo-Gotha, celebrada en la capilla real del palacio de St. James de Londres—. La reina recibió a Félix en el palacio de Buckingham y se propuso cantar su canción favorita del compositor, titulada Italien. Félix tuvo que confesarle que en realidad era obra de su hermana.
No fue hasta 1846 que Fanny publicó una colección de canciones como su Op. 1. Murió al año siguiente.
Fanny no era la única mujer músico en la familia. Su tía abuela Sarah Levy fue una mecenas y clavecinista de gran talento que había sido alumna de uno de los hijos de Bach, Wilhem Friedemann. Su salón, donde se interpretaba música del maestro de Eisenach era lugar de encuentro de los músicos más importantes de Berlín. A diferencia de la familia de Fanny, Sarah se mantuvo siempre fiel a la fe judía.
La hermana de Sarah, Franziska —también conocida como Fanny— von Arnstein, era músico y fue una de las fundadoras de la Gesellschaft der Musikfreunde —Sociedad de amigos de la música— de Viena. Pero también estaba muy involucrada en la política, y en su salón recibió a personalidades como Wellington o Talleyrand durante el Congreso de Viena, en el que entre 1814 y 1815 se reorganizó Europa tras la derrota de Napoleón. La hija de Franziska, Henriette, también fue anfitriona de un salón, además de pianista.
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F. MENDELSSOHN. MARCHA NUPCIAL DE SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
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Fanny von Arnstein fue quien introdujo en Viena en 1814 una costumbre berlinesa que ahora compartimos en medio mundo: el árbol de Navidad.
A Félix Meldelssohn debemos, aparte de sus propias composiciones, la recuperación de la obra de Johann Sebastian Bach. En 1829 dirigió en Berlín la Pasión según San Mateo, siendo esta la primera vez que se hacía desde la muerte de Bach ochenta años antes. Además, de esta forma empezó a integrar la música de los autores del pasado en la actualidad de entonces. Tengamos en cuenta que hasta ese momento una vez que cambiaban los gustos de la época la música pasaba d...

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