El filósofo autodidacta
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El filósofo autodidacta

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El texto de Ibn Tufail fue inspirado por el Avicenismo, Kalam y Sufismo, y también se puede describir como un experimento intelectual. La novela cuenta la historia de un autodidacta y asilvestrado nino, criado por una gacela que vivió solo en una isla desierta en el Océano Índico. Después de que su gacela madre muere, él la disecciona y le realiza una autopsia para encontrar que le ocurrió. El descubre que su muerte fue debida a la pérdida del calor innato. Este hecho le pone en el camino de la Ciencia Islámica y del autodescubrimiento.
Sin contacto con otros seres humanos, Hayy descubre la última verdad a través de un proceso sistemático razonado. Hayy llega a contactar con la civilización y la religión cuando él se encuentra con Absal.

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Information

A imitación de un cuervo, Hayy entierra a la gacela que lo había criado


Comenzó entonces el cadáver a corromperse y a exhalar olores pestilentes; lo cual acrecentó la aversión que le había tomado y tuvo deseos de no verlo más.
Observó entre tanto a dos cuervos que luchaban y cómo uno de ellos abatía muerto al otro. Después el superviviente se puso a escarbar el suelo hasta que hizo un hoyo, en el cual enterró al cadáver. «¡Qué bien está -dijo entre sí el niño- lo que hace este cuervo enterrando el cadáver de su compañero, aunque realmente haya obrado mal en matarlo! ¡Con cuánta más razón debo yo realizar este acto con mi madre!». Y cavó una fosa, poniendo en ella los restos de la gacela y cubriéndolos después con tierra.
Hayy toma cariño a las gacelas; no halla en la isla ningún individuo de su propia especie, y cree que todo el mundo se reduce a aquella isla
Siguió meditando acerca de aquel algo que gobierna el cuerpo, sin comprender lo que era. Pero como había observado a todas las gacelas individualmente, viendo que eran de la misma forma y figura que su madre, dominaba en él la idea de que cada una de ellas era movida y dirigida por algo semejante a lo que había movido y dirigido a su madre; y de frecuentar el trato de las gacelas, les tomó cariño a causa de tal semejanza.
Así continuó durante un largo espacio de tiempo, examinando cuidadosamente todas las especies de animales y de plantas. Recorrió las playas de la isla, para buscar si existía algún semejante suyo, según había visto que los tenían todos los individuos, animales o vegetales, y no encontró ninguno. Y habiendo observado que el mar rodeaba la isla por todas partes, creyó que no existía más tierra que aquélla.
Conoce Hayy el fuego y lo mantiene vivo en su cueva; aprende a comer carne asada y se ejercita en la caza y en la pesca
Ocurrió cierto día que, al frotar por acaso unas cañas secas, prendióse fuego en el montón. Cuando se dio cuenta, quedó aterrado ante el espectáculo, y observó que era de una naturaleza desconocida para él. Detúvose lleno de admiración, aunque sin dejar de acercarse a él lentamente. Vio el resplandor de su llama, su irresistible acción, hasta el punto de que todo lo que se le acercaba era atraído y convertido prestamente a su propia naturaleza. La admiración que sentía por el fuego, acuciada por el natural ingenio y audacia con que Dios le dotara, lleváronle a extender las manos hacia la llama para cogerla; pero cuando la tocó, quemóse los dedos sin lograr sujetarla. Entonces pensó agarrar un tizón que el fuego no hubiese consumido por completo; lo tomó por el extremo intacto, mientras que el otro estaba ardiendo, y llevóle al lugar que le servía de abrigo, una cueva profunda, escogida para habitación tiempos atrás. No cesó desde entonces de alimentar la hoguera con hierbas secas y trozas de ramas, permaneciendo a su lado día y noche, alegre y admirado de verla. Aumentaba durante la noche el agrado de su compañía, puesto que reemplazaba al sol en la luz y en el calor; y en la oscuridad nocturna, agrandándose, lo iluminaba; llegó a creer que era la cosa más excelente que había a su alrededor. Al notar que siempre se movía verticalmente, tendiendo hacia arriba, robustecíase su creencia de que el fuego era una de las sustancias celestiales, que vagamente percibía. Experimentaba la fuerza de acción del fuego respecto de las demás cosas: si las arrojaba en él, veíalo adueñarse de todo, rápida o lentamente, según que el cuerpo echado a su seno fuera más o menos combustible.
Para experimentar la energía del fuego, le echó, entre otras cosas, varias especies de animales marinos, que las olas habían arrojado a la playa. Cuando se hubieron asado y Hayy aspiró su olor, excitósele el apetito. Comiólos y le gustaron, con lo cual fue acostumbrando su paladar a la carne. Desde entonces se ingenió para la pesca y la caza, llegando a ser habilísimo en ambas. Y aumentó cada vez más el afecto que tenía al fuego, ya que mediante su acción había encontrado alimentos buenos que antes desconocía.
Sospecha que el ser desaparecido del corazón de la gacela fuera de la misma naturaleza del fuego
Habiendo crecido su pasión hacia este elemento, por la excelencia de sus efectos y por la grandeza de su poder, que Hayy observara, llegó a pensar si lo [94] que había desaparecido del corazón de la gacela, su nodriza, sería una sustancia de la misma naturaleza o del propio género. Le confirmó en esta idea lo que había visto en los animales: o sea, que tienen calor en vida y frío después de muertos; y esto siempre, sin excepción alguna; y también lo que en sí mismo había notado: a saber, la fuerza del calor en su pecho, en el lugar correspondiente a aquel por el cual él abriera a la gacela. Imaginó que si cogía a un animal vivo, le abría el corazón y observaba el compartimento que hallara vacío cuando abrió el de su nodriza, acaso lo encontrase lleno de aquel algo que en él reside, y podría comprobar si efectivamente era de la misma sustancia del fuego y si tenía o no luz y calor.
Después de hacer la disección de animales vivos, se convence de la existencia del alma animal, que gobierna al cuerpo
Cogió un animal, atóle por las paletillas y lo abrió, de la misma forma que había hecho con la gacela, hasta llegar al corazón. Buscó primeramente el lado izquierdo y, al abrirlo, encontró ese compartimiento lleno de un aire vaporoso, semejante a una niebla blanquecina. Metió en él su dedo, notando tal calor, que estuvo a punto de quemarse; el animal murió en seguida.
Entonces se convenció [de varias cosas]: de que este vapor caliente era el que movía a aquel animal; de que los demás tenían otro semejante, y de que cuando se retiraba de ellos, perecían.
Sintió, pues, el deseo de examinar los restantes miembros del animal, su organización, sitios, número y modo de estar unidos entre sí; cómo este vapor caliente se extiende por ellos hasta darles la vida; cómo se conserva mientras el cuerpo subsiste; por dónde se expande; por qué no se pierde su calor. Siguió [estudiando] todas estas cosas por la disección de los animales vivos y muertos, y no dejó de observarlas atentamente y de reflexionar sobre ellas, hasta llegar a saber de estos asuntos tanto como los grandes físicos. Adquirió la certeza de que todo animal, individualmente, a pesar de la multiplicidad de sus miembros y de la variedad de su sensaciones y movimientos, es uno por causa de esta alma, que desde un centro fijo se reparte por todos los miembros, que no son, respecto de ella, otra cosa sino sus servidores o instrumentos; y que el papel de ella en la gobernación del cuerpo venía a ser igual que el del propio Hayy, al manejar los instrumentos, que le servían, unos, para luchar con los animales, otros para cazarlos, para descuartizarlos alguno. Los primeros se dividían [en dos clases]:
aquellos con que se evitan las heridas del contrario, y aquellos con que se les hiere [defensivos y ofensivos]. También los de caza se dividían [en dos grupos]: según fuesen para los animales acuáticos (marinos) o para los terrestres. Los instrumentos cortantes tenían tres aplicaciones: unos para rajar, otros para descuartizar, y perforadores otros. Pero el cuerpo era uno solo y manejaba estos útiles de diversas maneras, según convenía a cada uno de ellos y según los fines perseguidos. Del mismo modo, esta alma animal es una, y si obra con el instrumento ojo, su acción será la vista; sin con el oído, la audición; si con la nariz, el olfato; si con la lengua, el gusto; si actúa por medio de la piel y de la carne, ejercitará el tacto; si por medio de los miembros, su acción será el movimiento, y, finalmente, si lo hace por medio del hígado, dará lugar a la nutrición y la digestión. Cada una de estas funciones tiene, pues, un miembro propio que la ejecuta; pero ninguna de ellas se perfecciona, sino mediante la parte que del alma les llega, por los conductos llamados nervios. Cuando estos conductos se cortan u obstruyen, paralízase la acción del miembro [correspondiente]. Los nervios reciben el alma exclusivamente de las cavidades del cerebro, el cual, a su vez, la adquiere del corazón. En el cerebro hay muchas almas, porque es un lugar dividido en múltiples compartimientos.
Cualquier miembro, privado del alma, sea por la causa que fuere, deja de funcionar, y queda como un instrumento abandonado, al que nadie gobierna, y con el cual no se obtiene utilidad alguna. Si el alma sale por completo del cuerpo, o se aniquila, o se disuelve por alguna razón, entonces todo el cuerpo se paraliza y le sobreviene la muerte.
Al llegar al tercer septenario de su vida, Hayy se había hecho vestidos, armas y choza y había domesticado ciertos animales
Llegó al término de tales consideraciones en el momento de alcanzar el tercer septenario de su vida, o sea a los veintiún años de edad. En este intervalo desarrollóse mucho su ingenio. Se vestía y calzaba con las pieles de los animales por él cazados; hacía hilos con pelos, y con corteza de malvavisco, malva, cáñamo o cualquier otra planta filamentosa; alcanzó este resultado, después de haber utilizado el esparto; preparaba leznas con espinas fuertes y cañas afiladas con piedras. Había llegado hasta la construcción, según lo que veía hacer a las golondrinas; fabricóse una choza y asimismo alacena para las provisiones sobrantes, defendiéndola con una puerta, hecha de cañas unidas, para que ningún animal entrase en ella mientras él anduviese fuera, ocupado por otros quehaceres. Había domesticado aves de rapiña, para emplearlas en la caza, y cogido gallinas, para aprovechar sus huevos y sus pollos. Utilizaba los cuernos de los bueyes salvajes como puntas de lanza, atándolas a cañas fuertes, en ramas de encina o de otros árboles, y, ayudándose en esta operación con el fuego y con hachas de piedra, llegó a fabricar rudimentarios lanzones. Se había arreglado un escudo con pieles superpuestas. Llegó a hacer todo esto, cuando observó que carecía de armas naturales y comprobó que su mano le podía procurar todas las que le faltasen.
No le hacía frente ningún animal, de cualquier especie que fuere, sino que, por el contrario, lo evitaban y huían de él. Pensó en medio para [cogerlos] y no halló treta más afortunada que amaestrar a algunos, rápidos en la carrera, y atraérselos, dándoles una comida que les conviniese, hasta que le permitieran montarlos y dar así caza a los animales de otras especies. Había en esta isla caballos silvestres y asnos salvajes. Cogió algunos y los domó, hasta conseguir su propósito. Con correas y pieles, hízoles una especie de bocados y sillas, pudiendo de esta forma, según esperaba, dar caza a aquellos animales, para cuya captura no hallaba [antes] medio.
Solamente se había ocupado en estos asuntos, durante el tiempo en que se dedicó a la disección de los animales y en que tuvo pasión por conocer las particularidades y diferencias de sus órganos, o sea, según dijimos, hasta los veintiún años.
Hayy observa las coincidencias y diferencias en las distintas clases de seres del mundo
Interesóse luego por otros temas; examinó todos los cuerpos que existen en el mundo de la generación y de la corrupción: los animales en sus distintas especies, las plantas, los minerales y clases de piedras, la tierra, el agua, el vapor, el hielo, la nieve, el frío, el humo, la llama, la brasa. Vio que tenían propiedades numerosas, acciones distintas y movimientos concordantes y divergentes. Reflexionó con atención sobre todo ello durante algún tiempo, y observó que en unas cualidades coinciden y en otras difieren, y que consideradas en cuanto que coinciden, no son más que una cosa, y en cuanto que difieren, diversas y múltiples. Estudiaba las particularidades de los seres, aquello que diferencia a unos de otros, y los veía múltiples, innumerables y extendiendo su existencia hasta lo infinito. Incluso su misma esencia le parecía múltiple, al ver Hayy la diversidad de sus miembros, cómo cada uno de ellos se distinguía por un acto o por una cualidad especial, y cómo admitía una división en muchísimas partes. Por lo cual juzgaba que su esencia era múltiple, y que también lo era la esencia de todo ser. Luego, volviendo a otro aspecto por diferente camino, veía que sus miembros, aunque múltiples, estaban todos juntos entre sí, sin ninguna separación y bajo una sola ley [directiva]; que no se distinguían más que por las diferencias de sus actos, y que éstas sólo tenían su origen en la [distinta] fuerza que cada uno de los [miembros] recibía del alma animal, a cuya comprensión había llegado al principio; esta alma, una en su esencia, era además la realidad de la esencia, y todos los órganos venían a ser como instrumentos [suyos]. Su propia esencia pareció entonces a Hayy una, en virtud de este método.
Encuentra la unidad de cada especie, a pesar de la multiplicidad de sus individuos, y comprende la unidad del reino animal
Paró mientes después en todas las especies de animales y vio que cualquier individuo es uno, considerado desde el punto de vista anterior. Los observó luego especie por especie, como gacelas, caballos, asnos y las distintas clases de pájaros una por una, y encontró que los individuos de cada especie eran semejantes entre sí en los miembros exteriores e interiores, en las percepciones, en los movimientos, en los instintos; no encontró diferencia entre ellos sino en pocas cosas en relación a las otras en que convenían. Y juzgaba que el alma, que cada especie tiene, es sólo una, y que no se diversifica sino en cuanto se divide entre muchos corazones; que si fuese posible reunir todo lo que está repartido entre estos corazones, y colocarlo en uno solo, acaso sería una sola cosa, así como el agua o el vino, que siendo uno, se reparte en muchos recipientes, y después vuelve a reunirse: en cada estado, de dispersión o de reunión es una sola cosa, y sólo le sobreviene la multiplicidad per accidens.
Veía que toda la especie, bajo este aspecto, era una, y comparaba la multiplicidad de sus individuos a la de los miembros de cada uno de ellos, que en realidad no es tal multiplicidad. Después reflexionaba, recorriendo mentalmente todas las especies de animales y observando que convenían en sentir, en nutrirse, en moverse voluntariamente en la dirección que quieren; pero ya sabía Hayy que estos actos son característicos del alma animal, y que las demás cosas que diferencian a las especie, fuera de estas comunes, ya citadas, no le son verdaderamente peculiares. Esta reflexión le hizo ver claramente que tal alma, propia de todo el reino animal, es una en realidad, aunque tenga pequeñas diferencias de una especie a otra, así como un agua repartida en varios recipientes, unos más fríos que otros, en su origen es una; así todas las partes de agua que tienen un mismo grado de frío representan lo que es peculiar del alma animal en una especie; por consiguiente, de la misma manera que toda el agua es una, así también el alma animal es una, aunque la multiplicidad le sobrevenga per accidens. Considerándolo en tal manera, todo el reino animal le parecía uno.

Halla la misma unidad en el reino vegetal

Pasó luego revista a las diversas especies de plantas, y vio que en cada una de sus individuos se parecen entre sí en las ramas, hojas, flores, frutos y acciones. Los comparaba con los animales y comprendía que todos tienen una cosa común, que hace en ellos las veces del alma animal, y por la cual todos son uno [forman un todo]. Asimismo consideraba el reino vegetal, y deducía su unidad, basándose en las funciones comunes que en él veía, o sea la nutrición y el crecimiento.
Encuentra ciertas coincidencias entre el reino animal y el vegetal
Reunió después en su pensamiento al reino animal y al vegetal y vio que ambos coinciden en la nutrición y en el crecimiento, sólo que el primero tiene de ventaja sobre el segundo las sensaciones, las percepciones y los movimientos.
Tal vez en las plantas aparece algo semejante a esto, verbigracia, el volverse algunas corolas hacia el sol, el movimiento de sus raíces buscando el sitio en que puedan nutrirse, etc Por virtud de estas reflexiones, le parecían las plantas y los animales una sola cosa, porque tienen en común algo, que en uno de los reinos es más acabado y perfecto, mientras que en el otro está detenido por cualquier impedimento: tal sería, siguiendo el ejemplo citado, la cantidad de agua, dividida en dos partes, una helada y otra líquida. Por consiguiente, consideró como uno los reinos animal y vegetal.

Halla también la unidad del reino mineral


Reflexionó después acerca de los cuerpos que no sienten, ni se nutren, ni crecen, como las piedras, la tierra, el agua, el aire, la llama, y vio que son cuerpos que se miden por longitud, latitud y profundidad; que sólo se diferencian en que unos tienen color y otros no; unos son calientes, otros fríos, y en varias diferencias más por el estilo. Veía que los que son calientes se vuelven fríos, y los que son fríos se tornan calientes; observaba que el agua se convierte en vapor, y el vapor en agua; que las cosas que se queman, hácense brasas, ceniza, llama, humo; y que el humo, si tropieza en su ascensión con una bóveda de piedra, se transforma en algo parecido a una sustancia terrosa. De aquí dedujo que todos estos cuerpos eran, en realidad, una sola cosa, y que la multiplicidad les es inherente per accidens, del mismo modo que lo es a los animales y a las plantas.
Coincidencias que ve Hayy entre el reino vegetal y el mineral
Luego consideró la cosa que, a su juicio, unía aquéllos con éstas, y vio que era un cuerpo como los referidos, dotado de longitud, latitud y profundidad, caliente o frío, igual que los que no sienten ni se nutren, distinto de ellos únicamente por los actos que de él provienen mediante los órganos animales y vegetales. Pero quizá tales actos no le son esenciales, sino que proceden de causa externa; y si se producen en otros cuerpos, serán semejantes a él. Consideraba aquel punto de unión en su esencia, como algo separado de los actos que, a primera vista, parecen dimanar de él, y veía que no era más que un cuerpo de éstos. Tal reflexión le mostró que todos los cuerpos son una sola cosa, ya sean vivos, ya inanimados, bien estén en movimiento, bien en reposo; sólo que a él le parecía que algunos producían, por medio de órganos, ciertos actos, y no sabía si les son esenciales o les vienen de fuera de su naturaleza, porque en este estado [de reflexión filosófica], Hayy no veía sino los cuerpos. Por este camino consideraba todos los seres en uno sólo, mientras que desde el punto de vista primero veía a los seres como múltiples, con una multiplicidad sin límites y sin fin. En tal ...

Table of contents

  1. Título
  2. Motivo ocasional de este libro: el éxtasis
  3. Opinión de Avempace acerca del éxtasis
  4. Opinión de Avicena acerca del éxtasis
  5. Diferencia entre la percepción mística y la percepción filosófica.
  6. Naturaleza de la visión extática
  7. Estado de los conocimientos místicos en Al-Andalus
  8. Escritos de Avempace sobre filosofía
  9. Escritos de Al-Farabi, conocidos de los españoles
  10. Obras de Avicena referentes a mística
  11. Ideas de Al-Gazali en punto a mística
  12. Ibn Tufayl se declara discípulo de Al-Gazali y de Avicena, con cierto eclecticismo
  13. Historia de Hayy Ibn Yaqzan
  14. Hayy, salvado en tierra, es recogido por una gacela
  15. Explicación que dan los partidarios del nacimiento de Hayy por generación espontánea
  16. Emanación del espíritu
  17. Las potencias se someten al espíritu
  18. Formación del corazón y del resto del cuerpo
  19. Hayy es criado por la gacela y vive los primeros años entre estos animales
  20. Se viste con las plumas y la piel de un águila muerta
  21. Muerte de la gacela: Hayy trata de explicarse este fenómeno
  22. Este órgano debe radicar en el centro del cuerpo
  23. Hayy hace la disección de la gacela y halla el corazón
  24. A imitación de un cuervo, Hayy entierra a la gacela que lo había criado
  25. Halla la misma unidad en el reino vegetal
  26. Halla también la unidad del reino mineral
  27. Hayy observa que todos los cuerpos tienen movimiento, o hacia arriba o hacia abajo
  28. Dedica su atención a conocer el alma
  29. Llega a discernir las funciones del alma vegetativa
  30. Naturaleza de los cuatro elementos
  31. La extensión, cualidad corpórea
  32. La forma y la materia de los cuerpos
  33. Es imposible un cuerpo infinito: razonamientos de Hayy
  34. Llega a la conclusión de que el cosmos o reunión de los cuerpos celestes es esférico
  35. Razones que halla en pro y en contra de cada tesis
  36. Si el mundo es producido, necesita un creador, que no será cuerpo
  37. Se confirma Hayy en su idea de la existencia de un autor incorpóreo
  38. Este autor será causa de los demás seres, creador de ellos
  39. Huellas de este autor, que Hayy ve en todos los seres
  40. El alma es incorpórea e incorruptible
  41. Ve que los animales y las plantas no conocen a este ser
  42. Sospecha que los cuerpos celestes, en cambio, lo conocen
  43. Los cuerpos celestes son incorruptibles
  44. Los seres son más perfectos a medida que tienen más formas
  45. Razonamientos que mostraron a Hayy el parecido de su alma con los cuerpos celestes
  46. Hayy se ve entonces distinto de los demás animales
  47. Juzga necesario asemejarse a los cuerpos celestes y al ser necesario
  48. Ventajas e inconvenientes de las tres asimilaciones dichas
  49. Limitaciones que puso Hayy a su vida material, que era necesaria para su vida espiritual
  50. Clases y cantidad de alimentos que debía tomar
  51. Busca Hayy la asimilación a los cuerpos celestes, según sus tres clases de cualidades
  52. Reflexiones de Hayy acerca de los atributos positivos y negativos del ser necesario
  53. Hayy alcanza la visión intuitiva del ser necesario
  54. El autor del libro anuncia una explicación alegórica del «estado» que Hayy alcanzó
  55. Naturaleza de las esencias separadas, que conocen la verdad
  56. Visión por Hayy de la esfera suprema
  57. Visión por Hayy de la esfera de la Luna
  58. Visión por Hayy de su propia esencia
  59. Las más excelsas visiones de Hayy
  60. Hayy sale del éxtasis
  61. Hayy se esfuerza en conseguir el éxtasis de modo habitual
  62. Historia de Asal y Salaman
  63. Asal se retira a la isla donde Hayy vivía
  64. Encuentro de Asal con Hayy Ibn Yaqzan
  65. Asal enseña a Hayy a hablar
  66. Desea Hayy comunicar a los hombres la verdad
  67. Hayy y Asal se trasladan a la isla gobernada por Salaman
  68. Asal y Hayy vuelven a la isla desierta y continúan su vida mística
  69. Razones que el autor ha tenido para divulgar este libro