El libro que dio forma al mundo
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El libro que dio forma al mundo

Vishal Mangalwadi

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El libro que dio forma al mundo

Vishal Mangalwadi

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Descubre cómo fue que la Biblia se convirtió en la fuente de derechos humanos, justicia, heroísmo, optimismo, compasión, capitalismo, familia y moralidad.

En los años sesenta muchos occidentales viajaron a Oriente en busca de sabiduría espiritual. El libro que dio forma al mundo hace el viaje inverso. El filósofo indio Vishal Mangalwadi guía a los lectores en un viaje histórico a lo largo del último milenio, en el que explora cómo y por qué la Biblia reformó Europa y convirtió a Occidente en una civilización con una forma de pensar única: técnica y tolerante, científica y libre, justa y próspera. Los lectores aprenderán:

  • Por qué el presidente de los Estados Unidos pone la mano sobre la Biblia al prestar juramento para asumir un puesto laico.
  • Qué obligó a los monarcas ingleses a partir de EnriqueVIII a someterse a la autoridad de la Biblia.
  • Por qué los traductores de la Biblia Wycliffe, Lutero y Tyndale se convirtieron en grandes revolucionarios de la historia.
  • De qué forma globalizó la Biblia la educación occidental.

Book that Made Your World

Discover how the Bible became the West's source of human rights, justice, heroism, optimism, compassion, capitalism, family, and morality.

In the 1960s many from the West went to the East in search of spiritual wisdom. El libro que dio forma al mundo will reverse the journey. Vishal Mangalwadi, an Indian philosopher, will take readers on a historical journey through the last millennium, exploring why and how the Bible reformed Europe and made the West a uniquely thinking civilization: technical and tolerant, scientific and free, just and prosperous. Readers will learn:

  • Why an American president puts his hand on the Bible to take the oath of a secular office
  • What forced British monarchs from Henry VIII to James I to submit to the Bible's authority
  • Why Bible translators Wycliffe, Luther, and Tyndale became history's greatest revolutionaries
  • How the Bible globalized western education

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Information

Publisher
Grupo Nelson
Year
2011
ISBN
9781602555273




Parte VI

QUÉ HIZO QUE
OCCIDENTE
FUERA MEJOR
Para la persona individual [en Occidente] este mito del pecado original y la redención se convierte en el rito de confesar la culpa. La confesión de la culpa no solo alivia al confesante de la carga de la culpabilidad; también le purifica. Si el individuo que confiesa resulta ser inocente, pero con todo asume la carga de la culpa colectiva, santifica su propia individualidad mundana, realiza la cristomímesis y—como líder político— participa del carisma del héroe. De este modo el rito europeo de confesar culpa por los pecados del pasado se apoya en una mitología que permanece incluso si los representantes políticos que realizan el rito son individuos totalmente secularizados que ignoran el origen cultural de sus acciones.
—BERNHARD GIESEN
Capítulo catorce

MORALIDAD

¿POR QUÉ ALGUNOS SON MENOS CORRUPTOS?
En películas tales como Wall Street: El dinero nunca duerme y La red social, Hollywood muestra cómo el capitalismo secular cambia el lema de Estados Unidos por «En la Codicia confiamos ». En el verano del 2010, el Congreso de los EE.UU. aprobó un acta de dos mil trescientas páginas regulando el sector financiero. Esta acta es un reconocimiento de la corrupción generalizada en ese sector de la economía. La corrupción de la calle Wall Street, sin embargo, todavía tiene que llegar a ser parte de la avenida principal. La inmoralidad creciente, de nuevo, ha empezado a hacerle daño a la credibilidad de la iglesia. Con todo, la moralidad tradicional de Occidente, fácilmente evidente en ciudades pequeñas y pueblos, es incomprensible para la mayoría de visitantes no occidentales.
Por ejemplo, en 1982 yo viajaba a Inglaterra para una conferencia sobre el desarrollo económico. Saliendo de Nueva Delhi después de medianoche, tenía sueño, pero el caballero sij sentado a mi lado hablaba sin parar. Él estaba de regreso a Inglaterra después de visitar a sus padres en un pueblo del Punjab en el noroeste de la India. No podía comprender por qué yo estaba viviendo en la pobreza, sirviendo los pobres. Se arrogó la misión de persuadirme de que me estableciera en Inglaterra. Comerciar en Inglaterra, argumentaba, era fácil y lucrativo. Después de dejarme hostigar por más de una hora, empecé a perder la paciencia. Pero algo me intrigó. Él no podía decir ni una sola frase sin cometer un error. ¿Cómo podía alguien que hablaba tan pésimo inglés triunfar como comerciante en Inglaterra? Así que, le pregunté: «Dígame, señor, ¿por qué es tan fácil hacer negocios en Inglaterra?»
«Porque todo mundo confía en uno allí», contestó, sin ni siquiera pestañear. No habiéndome aventurado a los negocios, no capté cuán importante era la confianza para triunfar en los negocios. Recliné el respaldo de mi asiento y me eché a dormir. Después de la conferencia, el señor Jan van Barneveld me alojó en su casa en Doorn, Holanda.
Una tarde, Jan me dijo: «Vamos a comprar leche». Caminamos entre preciosos árboles cubiertos de musgo hasta una granja lechera. Nunca había visto nada parecido: una granja lechera nítida y pulcra, con unas cien vacas y ningún ser humano. El ordeño de las vacas era automático, y la leche era bombeada a un enorme tanque parecido a una caldera.
Entramos en el salón de la leche, donde Jan abrió una llave y llenó su recipiente. Luego se dirigió a la ventana y sacó un tazón lleno de dinero. Sacó su billetera, tomó un billete de veinte florines y lo puso en el tazón. Tomando del dinero que había en el tazón su cambio, lo echó en su billetera, recogió su recipiente de leche y se dirigió a la puerta. Yo no podía creer lo que mis ojos veían. «Vamos», le dije, «si tú fueras de la India, ¡te llevarías la leche y el dinero!» Jan se rió; pero en ese instante entendí lo que el comerciante sij había estado tratando de decirme.
Si esto fuera la India y yo me fuera con el dinero y la leche, el dueño de la lechería tendría que emplear a un cajero. ¿Quién pagaría el sueldo del cajero? Yo, el consumidor; y el precio de la leche subiría. Pero si el consumidor fuera corrupto, ¿por qué él dueño iba a ser honesto? Añadiría agua a la leche para ganar más dinero. Yo estaría pagando más por leche adulterada. Me quejaría: «La leche esta adulterada; el gobierno debe nombrar inspectores».
¿Quién pagaría el sueldo de los inspectores? Yo, el contribuyente. Pero si el consumidor, productor y proveedor fueran corruptos, ¿por qué los inspectores van a ser honestos? Le cobrarían sobornos al proveedor. Si él no les paga el soborno, los inspectores retrasarían la provisión y se asegurarían de que la leche se cuajara antes de que llegara a mí.*
¿Quién pagaría el soborno? De nuevo, yo, el consumidor, pagaría el costo adicional. Para cuando hubiera pagado por la leche, el cajero, el agua, el inspector y el soborno, me quedaría poco dinero para comprar chocolate para la leche; así que mis hijos no beberían leche y serían más débiles que los holandeses. Habiendo gastado dinero extra en la leche, no podría llevar a mis hijos a comer helados. El cajero, el agua, el soborno y el inspector no le añaden ningún valor a la leche. La industria de helados sí. Mi corrupción impide que yo sea cliente de un negocio que añade valor. Esto reduce la capacidad de nuestra economía para fomentar empleo.
Hace algunos años conté mi experiencia en una conferencia en Indonesia. Un participante egipcio se rió con gusto. Cuando todos le clavaron la mirada, explicó: «Nosotros, los egipcios, somos más astutos que los indios. Si nadie está viendo, nos llevamos la leche, el dinero y las vacas». El caballero fue demasiado indulgente con nosotros los indios.
DESCREIMIENTO EN LA INDIA
Muchos años después de mi viaje a Holanda, oí al «tío» Emmanuel** quejarse de que estaba recibiendo leche muy aguada en Mussoorie. Le dije que Ruth finalmente había hallado un lechero honrado y que estábamos recibiendo leche pura. Después de haber pasado media hora tratando de persuadir al tío de que le comprara leche a nuestro lechero, se cansó y me despidió teniéndome por un ingenuo. «Es imposible comprar leche pura en Mussoorie», dijo. «Tu lechero debe de ser muy astuto. Debe de estar añadiendo algo más aparte de agua a la leche, algo que todavía no has descubierto».
Comprendiendo la idea, llevé la conversación al asunto de la corrupción. El tío, conductor jubilado de locomotoras, me dijo que acababa de oír que un amigo suyo (también conductor jubilado) tenía un hijo que había gastado nueve meses y treinta mil rupias en sobornos y ni así había logrado un empleo en el ferrocarril. Eso, a pesar de la norma de que cuando un empleado se jubila, a uno de sus hijos se le dará preferencia en el empleo. Luego el tío describió con detalle cómo llegó al empleo en la década de los cuarenta. Esta es la versión abreviada.
Los británicos gobernaban en la India. El oficial de empleo examinó sus certificados, ordenó que el médico de la compañía le hiciera un examen físico de inmediato, le ofreció una taza de té, miró el informe del médico y ordenó que se le expidiera una carta de nombramiento al día siguiente. A la mañana siguiente, el empleado emitió la carta de nombramiento ¡con otra taza de té! Nada de coimas, ni tráfico de influencias, ni demoras.
Contratar a un trabajador era un asunto limpio, rápido y profesional, basado solamente en los méritos. El resultado daba empleados competentes que eran leales a la empresa, orgullosos de su trabajo, y respetuosos de la ley, la autoridad y el gobierno. Esa época, se lamentaba el tío, había desaparecido para siempre. Cincuenta años de independencia no ofrecían ninguna esperanza para el futuro.
EL EFECTO DE LA CORRUPCIÓN
Transparencia Internacional (TI), organización no gubernamental alemana, hace mucho tiempo que ha reconocido la correlación entre la corrupción y la pobreza. Cada año publica un Índice de Percepción de Corrupción global (CPI) que cataloga a las naciones desde la menos corrupta a la más corrupta. El índice para el 2009 cataloga a 180 países, asignando 10 puntos a un país totalmente limpio. Ningún país, por supuesto, recibe 10 puntos; la mayoría de los países recibe menos de cinco; lo que quiere decir que son más corruptos que limpios. La tabla que sigue es un extracto de las calificaciones del 2009:

Lugar Country Calificación CPI en 2009
(sobre 10 puntos)
1 Nueva Zelanda 9.4
2 Dinamarca 9.3
3 Singapur 9.2
17 Reino Unido 7.7
19 Estados Unidos 7.5
79 China 3.6
84 India 3.4
146 Rusia 2.2
176 Irak 1.5
179 Afganistan 1.3
180 Somalia 1.1
¿Es la pobreza lo que causa corrupción? ¿O es la corrupción la que causa la pobreza? Si la gallina vino antes que el huevo es una pregunta interesante, pero teórica. Peter Eigen, presidente de TI en el 2002, recalcó el papel que la corrupción desempeña para mantener pobres a los países:

Las élites políticas y sus compinches continúan recibiendo cohecho a cada oportunidad. Uña y carne con comerciantes corruptos, están atrapando a naciones enteras en la pobreza e impidiendo el desarrollo sostenible. La corrupción se percibe peligrosamente alta en las partes pobres del mundo, pero también en muchos países cuyas empresas invierten en naciones en desarrollo... Los políticos cada vez más [énfasis agregado] luchan de labios para afuera contra la corrupción, pero no ponen en práctica el mensaje claro del CPI de TI: deben contener la corrupción para romper el círculo vicioso de pobreza y soborno... Las élites políticas corruptas del mundo en desarrollo, trabajando mano a mano con comerciantes codiciosos e inversores sin escrúpulos, están poniendo las ganancias privadas por encima del bienestar de los ciudadanos y del desarrollo económico de sus países.1

Eigen considera que la corrupción es un estorbo serio para el desarrollo. Echa la culpa a la élite política y económica; no a los pobres. Lleva ya muchos años publicando el CPI. Están hallando que la hipocresía (servicio de labios para afuera) y la corrupción están creciendo en muchas partes del mundo. Eigen apela a los líderes políticos del mundo en desarrollo para que ejerzan fuerza política para erradicar la corrupción, pero se queja de que tales apelaciones están cayendo en oídos sordos.
Un hallazgo importante del CPI es que los países menos corruptos son países protestantes; es decir, naciones seculares cuyas culturas fueron forjadas decisivamente por la Biblia. La única excepción es Singapur, una diminuta ciudad estado.*
Ignoremos los resultados de la administración británica, y demos por sentado que aunque una dictadura por lo general aumenta la corrupción, por lo menos en Singapur ha desarraigado algo de la corrupción. El experimento de Singapur plantea estas preguntas:

• ¿Seguirá Singapur libre de la corrupción después de que los dictadores hayan dejado de serlo?
• ¿Podrían los métodos de una ciudad estado usarse en países más grandes en los que un individuo no puede supervisar a la administración?
• ¿Demuestra la dictadura de Singapur que, cuando se descansa exclusivamente en la fuerza para erradicar la corrupción, se libera a un pueblo de su libertad tanto como de la corrupción?

¿De qué manera las personas corrientes de Holanda llegaron a ser tan diferentes de nuestra gente en la India y Egipto? La respuesta es sencilla. La Biblia enseñó a la gente de Holanda que, aunque ningún ser humano nos esté vigilando en la lechería, Dios, nuestro juez, está vigilándonos para ver si obedecemos sus mandamientos de no codiciar ni robar. De acuerdo con la Biblia, «Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas».2
¿Cómo se inculcó en la cultura de Holanda esta enseñanza de la Biblia? Después de la Reforma del siglo XVI, el Catecismo de Heidelberg desempeñó tal vez el papel más importante para forjar la cultura moral de Holanda. Este catecismo alemán de 1563 fue traducido al holandés en 1566. Cuatro sínodos holandeses lo aprobaron para uso en las iglesias de Holanda. Finalmente, el sínodo de Dort (1618–19) lo adoptó oficialmente como la segunda de las Tres Fórmulas de Unidad. El sínodo hizo obligatorio que los ministros enseñasen el catecismo todos los domingos. El catecismo desempeñó el mismo papel en Holanda que el arca del pacto de Moisés desempeñó en Israel. El catecismo expone el octavo mandamiento, «No robarás», como sigue:

110. Pregunta: ¿Qué prohíbe Dios en el octavo mandamiento?
Respuesta: Dios prohíbe no solamente el robo y la rapiña que castiga la autoridad, sino que llama también robo a todos los medios malos y engaños con los cuales tratamos de apoderarnos del bien de nuestro prójimo, ya sea por la fuerza por una apariencia de derecho, como son: el peso falso, la mala mercadería, la moneda falsa, la usura, o por cualquier otro medio prohibido por Dios. También prohíbe toda avaricia y todo uso inútil de sus dones.
111. Pregunta: ¿Qué te ordena Dios en este mandamiento?
Respuesta: Buscar en la medida de mis fuerzas, aquello que sea útil a mi prójimo, de hacer con él lo que yo quisiera que él hiciese conmigo, y trabajar fielmente a fin de poder asistir a los necesitados en su pobreza.

El mandamiento de no robar suena sencillo, ¿por qué el catecismo leía todas estas cosas adicionales en él? El catecismo no inyectó nada en los Diez Mandamientos que la Biblia misma no enseñara. La Biblia dice que el pueblo de Dios que no daba una décima parte de sus entradas a Dios le estaba robando.3 Una nación diminuta como Holanda tenía superávit de dinero para dar a la India, Egipto e Indonesia, porque l...

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