Comentario bíblico con aplicación NVI Santiago
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Comentario bíblico con aplicación NVI Santiago

David P. Nystrom

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Comentario bíblico con aplicación NVI Santiago

David P. Nystrom

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Directo al grano, práctico, afirmante, convincente, ese es el libro de Santiago. En él, visualizamos a los cristianos primitivos luchando para aplicar las enseñanzas de Jesús a sus vidas cotidianas. También vemos una comunidad plagada de divisiones e hipocresía, con un énfasis en las riquezas y el estatus. Santiago no se cohíbe en abordar estas situaciones, convocando a una fe que se demuestra a sí misma en acciones morales: en diálogo, en relaciones interpersonales y en justicia económica y social. También establece una teología con el valor redentor del sufrimiento.Hoy día, cuando el comportamiento y las actitudes de cristianos declarados no son muy diferentes a las de la cultura que les rodea, en nuestra sociedad de fortuna abundante que aborrece el sufrimiento, el desafiante mensaje de Santiago es de gran necesidad. Tras explorar los vínculos entre la Biblia y nuestros tiempos actuales, David Nystrom comparte perspectivas acerca del libro de Santiago que revela su relevancia duradera para nuestras vidas del siglo veintiuno.La mayoría de los comentarios bíblicos nos llevan en un viaje de una sola vía de nuestro mundo al mundo bíblico. Pero nos dejan ahí, asumiendo que de alguna manera nosotros podremos hacer el viaje de regreso por nuestros propios medios. En otras palabras, se enfocan en el significado original del pasaje pero no discuten las aplicaciones contemporáneas. La información que ofrecen es valiosa, ¡pero el trabajo está a medias! La serie de Comentarios NVI nos ayuda con las dos partes del trabajo interpretativo. Esta nueva y única serie, muestra a los lectores como traer el mensaje antiguo a un contexto moderno. Explica no solo lo que da a entender la Biblia sino también como nos puede hablar poderosamente hoy día.

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Information

Publisher
Vida
Year
2014
ISBN
9780829759600
Santiago 1:1
Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que se hallan dispersas por el mundo: Saludos.
Sentido Original
El siglo I conoció muchos tipos distintos de cartas.1 En los años recientes, los eruditos han hablado de dos categorías principales: cartas literarias (las escritas con la mirada puesta en la posteridad y, en general, marcadas por una preocupación por el estilo) y las documentales o no literarias.2 Por descontado, una simple carta puede contener evidencias de muchos “tipos” de misivas.
A pesar de esta variedad, la práctica de escribir cartas era bastante conservadora, ya que las costumbres cambiaban poco con el tiempo.3 La mayoría de las epístolas de la antigüedad, y, de hecho, gran parte de las que tenemos en el Nuevo Testamento, se pueden considerar en general como el tipo de carta común entre particulares.4 Siguen un patrón formal establecido: primero el nombre de quien la envía, a continuación el nombre del destinatario, una palabra de saludo, habitualmente una bendición o la expresión de un deseo de buena salud, el cuerpo de la carta y, finalmente, el cierre. En griego, la práctica usual era emplear el término (“saludos”) como palabra de salutación.5 La forma típica en hebreo era shalom (“paz”), aunque entre los judíos de habla griega charein era un vocablo común.6
El libro de Santiago es también una carta, aunque de un carácter un tanto diferente. Posee una cualidad homilética y se lee como un tratado o un ensayo didáctico. Esto es así por al menos dos razones: (1) la carta comienza, casi de inmediato, con una exposición de sus temas, con poca o ninguna evidencia de sentimiento personal y (2) la audiencia es esencialmente indeterminada. Como otros ejemplos en el Nuevo Testamento, Santiago ha alterado la fórmula estándar añadiendo temas de importancia teológica e incluyendo en su apertura una sinopsis de los temas principales de la carta.
La misiva se inicia con una afirmación de que es Santiago quien la escribe. Como hemos visto,7 no existe razón viable para dudar de que el hermano de Jesús sea la fuente de esta epístola. El autor desea enfatizar varios puntos: aunque ejerce autoridad, dicha autoridad tiene carácter de servicio y lealtad a Jesucristo y no resta en modo alguno lealtad a Dios.
Siervo. Santiago alude a sí mismo como “siervo” (doulos). Existe poco acuerdo entre los comentaristas en cuanto a su pretendido significado. Algunos8 argumentan que Santiago quiere distanciarse de sus lectores asumiendo un manto de autoridad. Otros9 afirman que le interesa presentarse como uno entre muchos hermanos, con el énfasis sobre su autoridad coloreada por la humildad. Tal vez sea mejor explorar la gama completa de posibilidades antes de determinar el significado del uso que Santiago hace de doulos.
(1) Esclavitud. Doulos era el término común para “esclavo”, aunque podría también utilizarse para “siervo”.10 Nuestra forma de entender esta palabra se ve fuerte y desafortunadamente coloreada por la experiencia estadounidense, un modelo que apenas guarda similitud con la esclavitud en el Imperio romano. Esto es así por al menos dos razones: (a) la esclavitud romana tenía poco, por no decir nada, que ver con la raza.
(b) La esclavitud romana era mucho más compleja que sus manifestaciones modernas, y constaba de cuatro tipos principales: (i) la forma más indignante solía reservarse para criminales u otros considerados enemigos del estado romano. Las expectativas de vida eran bajas, aunque a pesar de esto conocemos de casos de comunidades cristianas que proporcionaban cuidados a los cristianos condenados a las minas.11 (ii) Luego estaba la esclavitud rural. Los manuales agrícolas de Colomela, Catón y Varrón describen condiciones nada envidiables: unas cuadrillas de presos encadenados realizaban el trabajo,12 la vida familiar existía a capricho del amo y las raciones podían reducirse al más estricto mínimo para los esclavos cuando enfermaban.13 (iii) El tipo de esclavitud que el Nuevo Testamento tiene más a la vista es la modalidad urbana doméstica. Aquí las condiciones también variaban, pero conocemos casos en los que las personas mismas se vendían como esclavas,14 contando con obtener beneficio personal. El nuevo amo proporcionaba comida, alojamiento y formación en un oficio. Muchos eruditos creen que los esclavos urbanos domésticos podían esperar la manumisión (palabra que alude al proceso mediante el cual un esclavo quedaba legalmente en libertad) tras unos pocos años de servicio solamente,15 y algunos argumentan que era casi automática cuando alcanzaban la edad de treinta años.16 La manumisión se podía conseguir bajo una variedad de condiciones, incluido el premio de una suma de dinero a la persona liberada o incluso la adopción por parte del amo. Esto ayuda a entender los mandatos a los esclavos de “complacer” a sus amos,17 y tal vez incluso a estos a que “provean a sus esclavos lo que es justo”.18 (iv) El tipo final de esclavitud era la imperial: esclavos en la casa del emperador. Algunos de estos ostentaban posiciones de poder y riqueza, como segundos, directamente por debajo del emperador mismo.19
(2) Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, la palabra “siervo” (’ebed) se utiliza a veces para los grandes héroes de la fe en Israel, y, como tal, es una designación de honor. Salomón concluyó su oración de dedicación del templo con una alusión a Moisés de este modo: “Tú los apartaste de todas las naciones del mundo para que fueran tu heredad. Así lo manifestaste por medio de tu siervo Moisés cuando tú, Señor y Dios, sacaste de Egipto a nuestros antepasados” (1R 8:53). El capítulo 7 de 2 Samuel es clave, porque relata la promesa de Dios de establecer una dinastía davídica eterna. En él se describe cómo el Señor vino a Natán y le dijo: “Ve y dile a mi siervo David” (2S 7:5). De manera similar, Dios describe a sus profetas como “mis siervos” (Jer 7:25).
Estos pasajes demuestran que, en el Antiguo Testamento, el término siervo se usa con frecuencia para personas que ocupan posiciones de autoridad, porque combinan la lealtad a Dios con la humildad ante él. Esto es especialmente cierto en el caso de los “Cantos del Siervo” de Isaías 42–53.20 En resumen, el Antiguo Testamento describe con frecuencia como “siervos” a una persona o personas escogidas por Dios para tener autoridad. Esta designación indica una humilde inclinación a estar a disposición de Dios y vivir según sus principios.
Probablemente sea del todo incierto afirmar que Santiago usaba doulos tan solo como marca de autoridad sobre sus lectores, o únicamente como señal de solidaridad con ellos. Lo sensato sería entender que quería decir algo parecido a lo que la iglesia primitiva pretendía cuando, en su sabiduría, usó la frase en latín nolo episcopari como requisito para el oficio de la iglesia: “No deseo ser obispo”. Solo quienes no deseaban el poder personal eran dignos de confianza para recibir autoridad dentro de la iglesia. Por supuesto, esto no debería confundirse con un fuerte sentido del llamado. De lo que aquí se trata es de la integridad y de la pureza de motivos. Santiago es un líder porque Dios lo ha colocado en ese papel que él, a su vez, ha reconocido y aceptado; no desempeña este cometido por desear papel personal. Luego, el apóstol habla como quien tiene autoridad, pero con la mente de Cristo, el siervo de todos.
Señor y Dios. En este primer versículo, Santiago se describe a sí mismo como “siervo de Dios y del Señor Jesucristo”. Es una construcción extraña que, de todo el Nuevo Testamento, solo se encuentra aquí. Tampoco queda todo lo claro que aparenta ser en un principio. Algunos comentaristas han ofrecido la siguiente interpretación: “Siervo de Jesucristo, que es Señor y Dios”. Esta hipótesis es intrigante, y la respaldan una variedad de puntos ciertamente poco convincentes. Los títulos divinos están vinculados en otros lugares de Santiago (1:27; 3:9). Además, esta construcción en latín (dominus et deus) fue aceptada por el emperador Domiciano (81–96 d.C.), una variación que hasta los romanos consideraban extraordinaria e inquietante. Estaban acostumbrados a conceder el estatus divino solo a la muerte del emperador.21 Domiciano era poco amigo de los cristianos, ya que permitió una feroz persecución de la iglesia primitiva. En la tradición cristiana, ocupa un lugar contiguo al de Nerón como tipo del anticristo y parece que el escritor de Apocalipsis así lo contempla. Desde luego, su aparente afirmación de su condición divina trajo a la memoria de los lectores el “hombre de maldad” de 2 Tesalonicenses 2.
La apoteosis (elevación a la dignidad divina) del estado en la persona del emperador molestó tanto a los judíos como a los cristianos, que, conjuntamente, creían que solo Dios merecía semejante lealtad inquebrantable. Los romanos catalogaban a estos de “ateos”, porque creían en un único Dios y no en los muchos del paganismo mediterráneo. Tal vez Santiago utilizara esta fórmula para designar a aquel que verdaderamente es Señor y Dios.
En contra de esta postura, muchos sostienen que la teología santiaguina es demasiado simple para haberse escrito con tanta posterioridad como el reinado de Domiciano.22 En cualquier caso, sigue siendo posible que el apóstol usara esta construcción como forma de contraargumentar a las afirmaciones del estado romano. En resumen, aunque “Jesucristo, que es Señor y Dios” sea una posibilidad gramatical, es menos probable que la interpretación tradicional.
Lo más probable es que la intención de Santiago aquí sea la misma que en Tito 1:1: demostrar que la lealtad a Jesucristo no socava la que se le tiene a Dios, y que, en definitiva, son una misma cosa.23 Equilibrar la divinidad de Jesucristo con el monoteísmo no fue un problema menor para el cristianismo primitivo,24 y la fórmula que Santiago usa constituye una porción de su respuesta a este dilema.
Las doce tribus. Santiago dirige su carta a “las doce tribus que se hallan dispersas por el mundo”. Esta construcción también es poco usual. El único paralelo en el Nuevo Testamento es 1 Pedro 1:1. Existen dos líneas principales de interpretación disponible: con las “doce tribus” se refiere a judíos y/o cristianos judíos, o bien alude a la iglesia multirracial.
Quienes sugieren el primer punto de vista señalan lo siguiente:
• Esta es una forma obvia de referirse a la nación judía (p. ej. Hch 25:7).
• Los paralelos en la literatura de Qumrán y de la Hagadá se refieren a las distinciones étnicas.
• Phyk (“tribu”), sin modificar, debe referirse al Israel histórico.25
• Aunque el Nuevo Testamento usa el término en alusión a la iglesia, puede hacer uso de él para referirse al Israel étnico (p. ej. Ap 21:12).
• Aunque es posible una interpretación simbólica de las “doce tribus”, el añadido “dispersadas entre las naciones” limita necesariamente el referente a los judíos, y, probablemente, a los cristianos judíos,26 aunque es posible que Santiago espere que su carta tenga éxito y atraiga a los judíos a la nueva fe.
Contra esta opinión está el punto de vista que afirma que la frase en cuestión debería contemplarse de forma simbólica.
• Si las “doce tribus” debe referirse al Israel étnico, entonces no queda claro cómo puede aludir solo a los judíos que resultan ser cristianos. La lógica exige una de dos: o bien entendemos el término tan solo en alusión a todos los judíos, o bien de forma simbólica.
• Otros argumentan que mientras que “las doce tribus” indica claramente al Israel étnico/geográfico, al añadir “que se hallan dispersadas por el mundo” se abre la posibilidad de un significado simbólico,27 ya que después de la caída del reino del norte las diez tribus se “perdieron”. La reconstitución de las doce tribus era algo que pertenecía a la esperanza mesiánica y el paralelismo adicional de estas tribus, que se entienden como el pueblo de la peregrinación de Dios, es tan similar al uso que el Nuevo Testamento hace de la iglesia que es probable que Santiago tenga en mente a la iglesia multirracial.
• “Doce tribus” representa la unidad y la integridad de la nación de Israel/pueblo de Dios. La iglesia, en la visión universal del Nuevo Testamento, es la sucesora del judaísmo a este respecto. En la LXX y otra literatura judía, la frase suele llevar un genitivo, el de definición más aproximada, como las “doce tribus de Israel” (Éx 24:4) o “las tribus de Jacob” (Sirácides 48:10). La ausencia aquí de un genitivo de este tipo abre el camino para una interpretación simbólica, en especial porque el Nuevo Testamento atribuye a la iglesia todos los atributos ideales del judaísmo en relación con Dios.
• Que los judíos grecoparlantes de Jerusalén pudieran emplear una fórmula que se aproximaba al saludo tradicional hebreo tiende a implicar que los pretendidos receptores de la carta de Santiago formaban una audiencia mixta.28
¿Qué se puede decir a modo de resumen? Santiago escribe en el conocimiento de haber recibido autoridad en la iglesia. Sin embargo, también es consciente de que esta autoridad tiene el carácter y el tenor de servicio: servicio a Dios y servicio a los demás. Por esta razón llama a los receptores de su carta “hermanos”. Dirige su carta a la iglesia multirracial, pero el mundo originario en el que pensó a la hora de redactarla es el judaísmo, el multiforme judaísmo del siglo I, y, de forma más particular, el judaísmo mesiánico. Finalmente, el apóstol escribe con una sensibilidad hacia el monoteísmo judío, pero desea defender que se le debe lealtad a Jesucristo y que esta no pone en peligro la que se le tiene a Dios.
Construyendo Puentes
Santiago 1:1 contiene varias cuestiones importantes para nuestra consideración en esta sección. Las dos primeras tienen que ver con la forma en la que podemos traducir correctamente las palabras empleadas en la Escritura en nuestro contexto moderno. La tercera se ocupa de la idea del servicio, una idea clave en este versículo. ¿Cómo podemos establecer un puente fidedigno sobre la laguna existente entre el contenido cultural y teológico de esa idea en el siglo I y nuestra propia definición del término?
Esclavo, siervo y autoridad. Argumentamos más arriba que no hay que entender la palabra “esclavo” (doulos) ...

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