Cómo liderar cuando no estás al mando
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Cómo liderar cuando no estás al mando

Clay Scroggins

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  1. 240 pages
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Cómo liderar cuando no estás al mando

Clay Scroggins

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Aprovecha la influencia cuando no tienes autoridad.

Uno de los mayores mitos de liderazgo es que para poder liderar debes estar a cargo. Porque cada camino de liderazgo se forja en la intersección de la autoridad e influencia, aprender a cultivar la influencia sin autoridad es un elemento fundamental para navegar la cultura actual.

Todo líder, en cualquier edad, está familiarizado con la sensación de no estar al mando. Muy a menudo, la falta de autoridad paraliza líderes, creyendo que deben esperar estar a cargo para poder liderar. Uno de los mayores mitos de liderazgo es que debes estar a cargo a fin de liderar. Los grandes líderes no lo creen así. Los mejores líderes conducen con o sin la autoridad para conducir. Porque cada camino de liderazgo se forja en la intersección de autoridad e influencia, aprender a cultivar la influencia sin autoridad es un elemento fundamental para navegar la cultura actual.

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Information

Publisher
Vida
Year
2018
ISBN
9780829767926
image
CAPÍTULO 4
LIDÉRATE A TI MISMO
No hay hombre o mujer totalmente absuelto de toda responsabilidad. Así como existen derechos inalienables, hay algo que se llama responsabilidad irrenunciable. Y esto significa que cada uno lidera algo. Todos estamos a cargo de algo, aunque solo sea de uno mismo. Cada uno de nosotros es responsable de sus propias elecciones y de las decisiones que toma. Todos debemos aprender a influir de la forma adecuada en nosotros mismos.
Para las personas que trabajan en la actualidad bajo la autoridad de otra persona, alguien ante quien tengan que responder, ¿cuál crees que es la excusa número uno para no hacer bien un trabajo? Aquí tienes algunas pistas: es una palabra. Es una persona. Y rima con «mequetrefe».
Cuando la mayoría de las personas piensan en los retos de liderar cuando no están al mando, la excusa más común a la que recurren para su fracaso es —sí, lo has adivinado—: su jefe.
«Mi jefe no se metería en esto. Apenas presta atención a mis ideas».
«Mi jefe no está abierto a los cambios. Ni siquiera inicia una conversación al respecto».
«Estoy tan frustrado, porque mi jefe está completamente atascado en el pasado. Me refiero a que escucha, pero después no hace nada».
Es probable que, en algún momento, todos tengamos que trabajar para un mal líder, pero no es excusa. Afirmo esto incluso sin conocer tu situación. Soy consciente de que algunos jefes son inseguros, inconscientes, están a la defensiva y te intimidan si eliges ejercer algún tipo de liderazgo cuando todavía no estás al mando. Lo que voy a tratar en este capítulo puede parecer casi imposible. Pero permíteme preguntarte: ¿qué posibilidades hay de que todavía pueda haber algo que aprender en esta situación en la que te encuentras ahora mismo? Aunque sea una en un millón, me gustaría citar a mi amigo, y el tuyo, Lloyd Christmas: «Así que me estás contando que hay una posibilidad. ¡Sí!».
Cuando no estás realizando aquello que te gustaría llevar a cabo en la función que desempeñas, es natural buscar a quién echarle la culpa. Y el objetivo más fácil es tu jefe, sobre todo cuando ya has decidido que es un mal líder. Cuando emites un juicio sobre alguien, de manera específica sobre tu director, estarás buscando constantemente conductas que justifiquen la opinión que te has formado sobre él o ella. A continuación, con tu parecer ya bien asentado, buscarás cualquier razón posible por la que nadie tendría, o podría tener, éxito en tu lugar. Es una profecía de autoderrota en la que tú mismo te exculpas por tu falta de liderazgo.
EL PASE
¿Recuerdas haber pedido un «pase» en el instituto? Yo sí. Con toda nitidez. Estando en décimo grado, en la clase de historia de EE. UU., el señor Truhett tenía una imagen laminada de Han Solo y Chewbacca que decía: «Pase: ¡Es peligroso ir Solo! Lleva un Wookie contigo». ¡Esto sigue haciendo que me parta de risa! Si eras capaz de hacerte con el pase, podías deambular por los pasillos, curiosear esta o aquella aula de la escuela y encontrar a alguien con quien establecer contacto visual y, con un poco de suerte, distraerlo. Si alguien intentaba detenerte, ¡no tenías más que enseñar el pase de Solo y Chewy!
El pase es algo peligroso. En la escuela, excusaba cualquier tipo de conducta. Podías hacer lo que quisieras en el pasillo y con solo mostrar el pase, tenías una salida. Sin embargo, al final no nos ayuda. Está bien en el momento, pero nos impide aprender cosas en clase que necesitamos realmente aprender. Nos impide experimentar aquello necesario para crecer. Todos nosotros necesitamos ser precavidos al usar el «pase» también en el liderazgo.
Si quieres crecer como líder, te ruego que te resistas a la tentación de usar el «pase» de «tengo un mal director». Aunque estés trabajando para un mal líder, al menos puedes usar esta oportunidad para aprender cómo evitar convertirte en ese líder al que desprecias, cuando otros trabajen para ti en el futuro. Al final de este capítulo, ofreceré algunos pensamientos que pueden resultarte útiles. Tal vez te estés enfrentando a una de las preguntas más duras que afronta el líder que no está al mando, pero que va creciendo: cuando trabajas para un mal líder, ¿cuál es el momento en que se debe cortar y avanzar? Hasta entonces, quiero convencerte de una poderosa verdad que todos necesitamos aprender antes de ir culpando a nuestros directores y excusándonos nosotros del llamado recibido de Dios para liderar.
DETERMINAR LA RESPONSABILIDAD
Esta es la verdad que necesitas saber: Tu jefe no está a cargo de ti. Eres tú quien lo estás.
Hace unos cuantos años, nuestro cómico hijo, Jake, vino a casa después de la guardería y soltó una verdad como un puño, una que me sigue retumbando en los oídos. Fue en torno a las cinco de la tarde, y yo acababa de regresar a casa del trabajo.
—Hey, colega, ¿qué tal la escuela? —le pregunté.
—Bien —respondió.
Después de todo, es un varón. ¿Qué otra cosa se suponía que contestara?
Entonces pasó a ofrecer unos pocos detalles más.
—Hey, Papi, ¿sabes una cosa?
—No, no lo sé. ¿Qué ocurre?
—Yo estoy a cargo de mí mismo.
Por instinto, le lancé una mirada a mi esposa. Básicamente, mis ojos inquirían: «¿Quién le está enseñando esta basura?».
Jenny pasó a explicar que la maestra de Jake en preescolar hace todo un drama de esa declaración. Esta profesora no puede hacer que Jake recoja sus juguetes cuando acaba de jugar con ellos. No puede obligarlo a comer la comida. No puede evitar que golpee a Will por llamarle «pepita de pollo». Y tengo que admitir, que ella está en lo cierto. Jake está a cargo de Jake.
He recordado tantas veces esta conversación, por la implicación de que esa verdad es sumamente poderosa para cada uno de nosotros. No solo es verdad para los niños de tres años; también lo es para los adultos de treinta y uno. Tú estás a cargo de ti. Eres responsable de tus emociones, de tus pensamientos, de tus reacciones y de tus decisiones. Es la ley de la responsabilidad personal, porque cada uno es responsable de liderar algo, aunque ese algo seas tú mismo.
Cuando no estás al mando, la tentación más común a la que te enfrentarás es la de abdicar de tu responsabilidad. «Si ellos hubieran querido que yo asumiera responsabilidad, me habrían puesto al mando. Y como no estoy a cargo de todo, no lo estoy de nada». Pero esto es peligroso. Esta actitud no es la prueba de una falta de liderazgo; es una señal de un mal liderazgo. Recuerda, todos somos líderes. Tú tienes liderazgo en ti, y si resulta que abdicas de la responsabilidad, por no estar a cargo, el primer paso consiste en reconocerlo. El segundo paso es resolverlo. Y esto nos lleva a la segunda verdad que necesita saber un líder: Cuando no estás al mando, todavía puedes asumir el cargo.
Si traducimos esto a una pregunta: «¿De qué deberías estar al mando?». Gran pregunta. Para empezar, la respuesta eres tú. Deberías hacerte cargo de ti.
EXPECTATIVAS QUE NO VIENEN A CUENTO
Con demasiada frecuencia oigo decir a los jóvenes líderes de nuestra organización: «Estoy demasiado frustrado, porque no puedo encontrar a nadie que invierta en mí». Esto hace que me suba por las paredes. Prefiero tener la cabeza cosida a la moqueta que oír cómo alguien se queja: «No puedo encontrar a nadie que invierta en mí». Si no tienes un buen líder, no escurras el bulto. Tal vez, solo tal vez, la razón por la que no te están dirigiendo bien es que tú no te estás liderando bien a ti mismo. Antes de ir echándole la culpa a tu director, intenta aplicar la sabiduría del rey del Pop. «Yo empiezo por el hombre del espejo. Le pido que cambie sus maneras».1 Personalmente, no puedo leer esas letras sin cantar en mi cabeza.
La idea es que tu mayor responsabilidad como líder es dirigirte a ti mismo. MJ no tenía razón en todo, pero creo que en esto estaba acertado. Si quieres ver el cambio, empieza por la persona del espejo.
Una de las conversaciones que menos me gustan en la iglesia gira en torno al concepto de «profundizar». Cada unos pocos meses, alguien se acerca a mí en el vestíbulo, después de nuestros cultos. Empiezan comentándome que parezco haber perdido peso. Intento no derramar el sarcasmo por todas partes, de modo que respondo: «Bueno, gracias, pero no, en realidad no. Pero tú pareces tener una queja. ¿Qué te preocupa?».
Entonces es cuando sueltan la bomba. «Clay, yo solo. . . es que no siento que estemos profundizando lo suficiente». Hmmm. ¿Estamos en la clase de buceo o en la iglesia? Estoy un poco confuso. ¿Has oído esto antes? «No estamos profundizando lo suficiente». La respuesta correcta en esta situación es un «mugido» cristiano. «Hmmmmmm. Amplíame eso que dices».
Intento que se aclaren con lo que quieren decir. Por lo general, pregunto: «¿Qué insinúas con “profundizar”?». Y ellos responden: «Bueno, desearía que pudiéramos sumergirnos en todo el Antiguo Testamento».
Entonces, allá voy: «Muy bien, eso es fantástico. He pasado muchos años en el seminario, de modo que si quieres sumergirte en profundidad en el Antiguo Testamento, podríamos hacerlo. Sin embargo, permíteme hacerte primero una pregunta. ¿Has empezado a leer el Antiguo Testamento por ti mismo?».
Siempre parecen ofendidos cuando les formulo esta pregunta, con una mirada que indica «¿Y eso qué tiene que ver?».
Bueno, ¿qué tiene esto que ver? Gran pregunta. Tiene todo que ver con todo. ¿Por qué? Porque si careces del impulso de empezar a leer el Antiguo Testamento por ti mismo, ¿cómo diantres esperas que otra persona te lleve y se sumerja contigo en él? Antes de que los demás puedan liderarte, debes aprender a liderarte a ti mismo. Necesitas ser dueño de tus deseos y ambiciones; nadie puede conducirte más lejos de donde tú mismo te estés llevando. ¿Has experimentado la frustración de intentar dirigir a alguien que no se está liderando bien? ¿A un adolescente, quizás? Es desesperante. Como reza el dicho: «Preferiría dirigir caballos de carrera en lugar de acarrearlos».
Dirigir a un caballo de carrera es emocionante.
Acarrear un caballo de carrera es agotador.
Resulta fácil culpar a alguien por no liderarte bien. Resiste el impulso, aprópiate de tu ambición y empieza a liderarte a ti mismo.
FIEL EN LO POCO
Poco me ha faltado para tatuarme esta cita de Tom Watson, expresidente de IBM, en el brazo. (Aunque esto resultaría superextraño, estoy seguro.) «Nada demuestra, de forma más concluyente, la capacidad de un hombre de liderar a otros como lo que él haga a diario para liderarse a sí mismo».2
Vivimos en un tiempo en el que cualquier persona, cualquiera que sea su edad, desde cualquier parte del mundo, puede hacerse famoso. ¿Lo has notado? Es bastante asombroso. Me encanta y lo odio al mismo tiempo. Desde la fama de la expresión «cejas impecables» a la del «Hide ya kids» de Antoine Dodson, o al tipo que ganó un concurso de talento por hacer que una botella de agua gire en el aire y aterrice perfectamente de pie sobre una mesa, la fama instantánea siempre parece estar justo al doblar la esquina. Cualquiera de nosotros se encuentra a una entrada de hacerse viral y conducirnos al programa Weekend Update en Saturday Night Live. Eso es bastante guay. Y bastante espeluznante.
Algo que no se va a hacer viral es lo que estés haciendo para liderarte a ti mismo. Y digo esto porque no es sexy. No es de interés periodístico. Podría no ser siquiera digno de mención, pero decididamente vale la pena. Es la disciplina de las pequeñas cosas. Cada vez que eres puntual, que le dices a alguien que le vas a enviar un documento mediante correo electrónico y haces el seguimiento, que lees algo para mejorar, que acabas una sesión de ejercicio o una clase, cada una de las veces que te niegas al impulso de comprar en Costco, estás ejerciendo algo que nunca llegará a ser viral, pero que es increíblemente relevante.
Jesús estaba haciendo una declaración respecto a la mayordomía, cuando afirmó «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel» (Lucas 16.10, RVR60), pero en sus palabras estaba implícito que hay tanto más en juego en tu forma de liderarte a ti mismo que sencillamente en liderarte. Con las pequeñas elecciones que hagas cuando nadie más esté mirando, cuando solo estén tú y Dios, le estás demostrando o refutando a Él (y a ti) tu futura capacidad de liderar a los demás. Cuando un líder más joven me comenta que está frustrado por no tener aún voz ni influencia, la respuesta que le doy es que siga siendo fiel en liderarse bien a sí mismo. Nunca puedes equivocarte al tomar esta decisión.
PLAN DE JUEGO
¿Cómo se ve esto, pues, en la práctica? Esto requiere tres cosas simples. Nunca olvidaré al doctor Howard Hendricks diciéndole a nuestra clase: «Si ustedes creen que esto es demasiado sencillo, recuerden que Jesús pidió: “Apacienta mis ovejas” y no “Apacienta mis jirafas”». Por tanto, aunque estas tres cosas sean simples, no creo que sean simplistas. Son lo bastante fáciles para entenderlas, pero dominarlas requerirá toda una vida.
Primer principio del autoliderazgo: modela la condición del seguidor.
Si quieres liderar bien cuando no estás al mando, es imperativo que aprendas cómo modelar la condición del seguidor. ¿Qué quiero decir? ¿Sabes cómo seguir bien? ¿Sabe el equipo que te rodea que tú sabes seguir bien? ¿Dirían de ti: «Oh sí, ella respalda por completo al líder» o, «Sí; desde luego. Él apoya cien por cien a su líder»? La mucha palabrería y el cotilleo de oficina no pueden formar...

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