El español en contacto con otras lenguas
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El español en contacto con otras lenguas

Carol A. Klee

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El español en contacto con otras lenguas

Carol A. Klee

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El español en contacto con otras lenguas is the first comprehensive historical, social, and linguistic overview of Spanish in contact with other languages in all of its major contexts—in Spain, the United States, and Latin America. In this significant contribution to the field of Hispanic linguistics, Carol A. Klee and Andrew Lynch explore the historical and social factors that have shaped contact varieties of the Spanish language, synthesizing the principle arguments and theories about language contact, and examining linguistic changes in Spanish phonology, morphology and syntax, and pragmatics.

Individual chapters analyze particular contact situations: in Spain, contact with Basque, Catalan, Valencian, and Galician; in Mexico, Central, and South America, contact with Nahuatl, Maya, Quechua, Aimara, and Guarani; in the Southern Cone, contact with other principle European languages such as Portuguese, Italian, English, German, and Danish; in the United States, contact with English. A separate chapter explores issues of creolization in the Philippines and the Americas and highlights the historical influence of African languages on Spanish, primarily in the Caribbean and Equatorial Guinea.

Written in Spanish, this detailed synthesis of wide-ranging research will be a valuable resource for scholars of Hispanic linguistics, language contact, and sociolinguistics.

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CAPÍTULO 1
Introducción

Se dice que dos lenguas están “en contacto” si las dos se usan en una misma sociedad, al menos en un sector de la población. Aunque la mayor parte del mundo refleja una situación de lenguas en contacto, como afirma Romaine (1995), se tiende a tomar el monolingüismo como la norma tanto en las ideologías políticas como en las teorías e indagaciones académicas. El estudio contemporáneo de lenguas en contacto empieza con los trabajos de Weinreich (1953) y Haugen (1950a, 1950b, 1953), quienes subrayan la importancia de analizar los fenómenos de contacto no solo desde una perspectiva lingüística sino también social. Desde entonces, las bases teóricas relacionadas con la investigación del contacto lingüístico se han expandido con el esfuerzo de otros investigadores de nuestros días como Thomason y Kaufman (1988), Coetsem (1988, 2000), Mougeon y Beniak (1991), Silva-Corvalán (1994a, 2008), Thomason (2001, 2008), Clyne (2003), Heine y Kuteva (2003, 2005, 2008), Mougeon, Nadasdi y Rehner (2005), Winford (2003b, 2005, 2007) y Aikhenvald (2006), entre otros, quienes reconocen la importancia de tener en cuenta tanto los factores lingüísticos—internos—como la trayectoria histórica y la situación social de las lenguas en contacto. Se puede afirmar que el desarrollo de la teoría y de la metodología de la sociolingüística contemporánea le debe mucho al estudio de las lenguas en contacto. Similar es el caso de la lingüística histórica, pues estudiando la variación sincrónica de la lengua llegamos a entender mejor los mecanismos y procesos lingüísticos inherentes al cambio diacrónico, así como los factores sociales y políticos que han impactado y, en cierto sentido, determinado su evolución.
No se puede ignorar el hecho de que la gran mayoría de las situaciones de lenguas en contacto implican situaciones de bilingüismo, ya sea local, nacional o regional. Aunque el bilingüismo y el contacto lingüístico son dos fenómenos concomitantes y, en muchos sentidos, sinónimos, representan áreas de indagación un tanto distintas en la lingüística contemporánea, debido principalmente a sus respectivos enfoques. El estudio del contacto de lenguas ha tendido a enfocar la variación y el cambio lingüísticos—con vistas a los factores lingüísticos, sociales, políticos, económicos, históricos y culturales que propulsan estos procesos—mientras que la investigación del bilingüismo, en su mayor parte, se ha concentrado en cuestiones cognoscitivas, psicológicas y neurolingüísticas (cf. de Bot, 1992; Kroll y de Groot, 1997, 2005; Grosjean, 1982, 1998; Paradis, 2004), en temas de procesamiento gramatical (cf. Muysken, 2000; Myers-Scotton, 1993, 2002) y de gramática universal, y, más recientemente, en consideraciones socioculturales (Pavlenko, 2006). Aunque la aparente separación de estas áreas se debe en parte a motivos ideológicos y metodológicos (i.e., de aproximación filosófica y teórica) que se remontan a principios del siglo XX (cf. los planteamientos de Ferdinand de Saussure y los argumentos de los estudiosos del círculo de Mikhail Bajtín), todas tienen la meta general de explicar e interpretar la realidad de los muchos millones de personas que viven con dos—o más—lenguas en todo el mundo.
Como sugiere el título de este libro, partimos de las bases teóricas y metodológicas del estudio del contacto lingüístico. Así nos proponemos enfocar los procesos de variación y cambio que caracterizan el uso del español—una lengua hablada por más de 400 millones de personas en la actualidad—en aquellos contextos y sociedades en los que también se habla otra lengua. Describimos las particularidades lingüísticas del español que tradicionalmente se han atribuido al contacto con otra lengua y examinamos los posibles factores, tanto lingüísticos como sociales e históricos, que condicionan tanto la variación como los posibles cambios resultantes de la situación de contacto. Aunque tenemos como enfoque el eje sincrónico de la lengua, también consideramos la dimensión diacrónica donde y cuando sea relevante. Hacemos síntesis de los principales argumentos y teorías que se han presentado en estudios previos sobre el contacto del español con otras lenguas principales, sin dejar de mencionar la evidencia empírica que se ha utilizado para fundamentarlos. Ofrecemos un examen crítico de los hechos solo en los casos en los que consideramos que hay suficiente información—es decir, datos y análisis de estudios previos—como para hacerlo. Intentamos ser imparciales en nuestra presentación de los fenómenos en cuestión y los análisis que se han hecho previamente de ellos, pues consideramos que el presente trabajo tendrá mayor utilidad intelectual y académica si dejamos a discreción del lector cualquier “juicio” final respecto al estatus de un determinado rasgo lingüístico (i.e., ¿se debe a la influencia de la lengua de contacto o no?).
En un libro como el presente, que tiene el propósito de ofrecerle al lector una visión panorámica—lo más amplia posible—de la situación del español como lengua de contacto, resultaría un tanto difícil llegar a conclusiones generales y hacer críticas teóricas que tuvieran en cuenta la variación de la lengua en todas sus manifestaciones y contextos en todo el mundo. En muchas zonas, como Hispanoamérica y España, el español es la lengua mayoritaria, política y socialmente dominante, mientras que en otros contextos, como en los Estados Unidos, Gibraltar, las Filipinas y Guinea Ecuatorial en África, es considerado lengua minoritaria. Entra en juego una amplia gama de cuestiones de adquisición, uso, prestigio y estigmatización social en todo el mundo, según el tipo de contexto.
En este capítulo describimos brevemente las principales áreas de contacto lingüístico en el mundo hispánico, las cuales serán tratadas en más detalle en los capítulos que constituyen este libro, y luego planteamos las bases teóricas para el estudio de lenguas en contacto y definimos algunos conceptos y términos fundamentales.

1.1. Zonas de contacto en el mundo hispanoparlante

En el año 201 a.C., los primeros romanos vencieron a los cartagineses en la Península Ibérica e introdujeron diversas variedades del latín vulgar, las cuales reflejarían, en mayor o menor medida, la influencia de otras lenguas habladas en aquel entonces en la Península Itálica. La amplia variación y la relativa inestabilidad sociolingüística del latín vulgar en el territorio que los romanos llamarían Hispania terminaron por dar lugar a varias lenguas regionales mayores, constituyendo así un continuo de variedades romances: el gallego-portugués, el asturiano-leonés, el castellano, el aragonés y el catalán (cf. Penny, 1993; Wright, 2002).
En los siglos posteriores, los hablantes de vasco, una lengua no románica originaria del norte de la Península Ibérica y el extremo sur de Francia, fueron probablemente el primer grupo en tener una incidencia lingüística profunda en el castellano, la variedad iberorrománica que más tarde vendría a ser considerada como el “español” debido al predominio político de los castellanohablantes en la formación de la nación española (cf. Del Valle, 2005; Wright, 2005). Puesto que ni el vasco, también denominado euskera, ni el castellano antiguo eran lenguas escritas, los historiadores de la lengua tienen poca base para afirmar precisamente cuál fue el alcance que en realidad tuvo el contacto de lenguas en esa época. Algunos lingüistas, entre ellos Menéndez Pidal (1964), opinan que uno de los principales cambios fonológicos en la evolución del castellano se puede atribuir al bilingüismo vasco-castellano: f > h en palabras tales como farina > harina y furnus > horno.
En el año 711 d.C., con la invasión a la península por parte de grupos hablantes de árabe, se puso en movimiento otra serie de importantes procesos de contacto lingüístico. Durante los más de setecientos años de ocupación árabe, se desarrolló en Al-Andalus (actualmente llamada Andalucía) un lenguaje híbrido, una variedad de lenguas en contacto reconocida como mozárabe, la cual aportó un gran número de elementos léxicos de origen árabe al español moderno. En el capítulo 2 consideramos estos y otros fenómenos en la evolución del español en la Península Ibérica que se pueden atribuir al contacto con otras lenguas.
Con la toma de Granada en manos de los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y con la expulsión del último de los califas en 1492, la unificación cultural y religiosa, caracterizada por el creciente poder político, daría una aparente uniformidad sociolingüística a la lengua castellana por primera vez en su trayectoria histórica (cf. Tuten, 2003). A pesar de los fervientes esfuerzos de la Corona de Castilla en siglos posteriores por imponer su lengua en toda España, otras lenguas siguieron siendo vitales. Aun durante los años de la ideología política de “una lengua, una nación” impuesta por el general Francisco Franco (1939–1975), cuando el Estado prohibió el uso de cualquier lengua que no fuera el castellano, persistieron las lenguas regionales, principalmente el vasco, el catalán y el gallego. Desde la muerte de Franco en 1975, los sociolingüistas han prestado particular atención a las tres regiones de España de mayor contacto lingüístico que se reflejan en el mapa 1.1: Cataluña y Valencia (con las Islas Baleares y Pitiusas), Galicia y el País Vasco.
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Mapa 1.1 Lenguas y dialectos de la Península Ibérica
Como veremos en el capítulo 2, cerca del 41% de la actual población de España vive en una de las comunidades autónomas en las que el español es lengua oficial junto con el catalán, el gallego y el vasco, hecho concretado en la Constitución Nacional de 1978. En el capítulo 2, se considerará la influencia lingüística de cada una de estas lenguas en el castellano—hoy sinónimo de español—desde un punto de vista sincrónico, destacando las particularidades más comúnmente atribuidas a la situación de bilingüismo en las autonomías respectivas.
En el mismo año en el que cayera el califato de Granada y Antonio de Nebrija publicara la primera gramática de la lengua castellana—annus mirabilis en los libros de historia de España—, la flota de Cristóbal Colón, comisionada por Isabel, reina de Castilla, tocó tierra en la isla de la Hispaniola, marcando así el inicio del proceso de contacto del castellano con las lenguas autóctonas de las Américas. En los siglos posteriores, el contacto con lenguas mayores como el náhuatl, el maya, el quechua, el aimara y el guaraní, y con diversas lenguas africanas que llegaron al Caribe por medio del tráfico de esclavos, aportó una amplia suerte de innovaciones léxicas a las variedades del castellano habladas entre los conquistadores, el clero y los primeros colonizadores. De acuerdo con varios expertos en la lingüística hispánica, la influencia de estas otras lenguas trasciende el plano del léxico. Se postula que también dejaron su huella en el español colonial en lo fonológico, morfológico y sintáctico, dando así origen a las distintas variedades regionales del español americano a través de procesos multifacéticos de contacto lingüístico y koineización de los dialectos peninsulares (cf. Fontanella de Weinberg, 1992; Lipski, 1994; Parodi, 2001).
Una de las mayores polémicas en la historia del español en las Américas se refiere a la posible contribución de las lenguas africanas en áreas en las que el tráfico de esclavos fue sustancial: Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Panamá, las costas de Venezuela, Colombia y Ecuador, y aisladas zonas costeras de México y Perú. En todas estas áreas, las cuales se ven reflejadas en el mapa 1.2, gran parte de la población actual es de origen africano. Algunos estudiosos (Granda, 1988a; Otheguy, 1973; Perl, 1998; Schwegler, 1998, para nombrar solo unos pocos) plantean que durante los siglos XVIII y XIX existió entre las poblaciones esclavas originarias de África una lengua criolla panhispánica, o tal vez varias lenguas criollas.
Según esta hipótesis, las particularidades del español del Caribe—considerado uno de los principales dialectos del español contemporáneo—podrían atribuirse a la influencia del sustrato criollo. Otros académicos (Fontanella de Weinberg, 1987a; Goodman, 1987; López Morales, 1980; McWhorter, 2000, entre otros) argumentan que la evidencia a favor de tal noción sustratista es insuficiente y poco convincente. Por ejemplo, Fontanella de Weinberg (1987a) demostró que los rasgos del español caribeño atribuidos por Otheguy (1973) a la influencia criolla en realidad se deben a la preponderancia de hablantes del español andaluz y canario, variedades sumamente parecidas a las que se hablan hoy día en el Caribe. Resumiremos los argumentos de Weinberg y Otheguy en el capítulo 3 y exploraremos otros argumentos que han planteado los estudiosos de ambos lados del debate sobre la posible influencia de previas lenguas criollas en el español de las Américas, así como la evidencia sociohistórica y lingüística que han presentado para respaldar dichos planteamientos. También se describirá la situación de las únicas dos variedades criollas que en la actualidad se pueden atribuir al legado español en el Caribe: el papiamento, lengua oficial en las islas de Aruba, Bonaire y Curazao, y el palenquero, lengua hablada en un pueblo remoto de la provincia de Cartagena, Colombia. También se ofrece en ese mismo capítulo una escueta descripción del zamboangueño, variedad criolla que tiene sus orígenes en la intervención de los españoles en las Islas Filipinas durante la época colonial.
Del contacto entre el castellano y las lenguas indígenas en el Caribe nunca se forjó una situación sociolingüística muy estable o duradera, hecho debido a las altas tasas de suicidio, las enfermedades traídas de los continentes europeo y africano y las arduas condiciones laborales entre los habitantes autóctonos de las islas, tales como los taínos y los siboneyes, hablantes de variedades arahuacas (López Morales, 1998: 18). No obstante, el breve período de contacto en esa zona llevó a la incorporación de múltiples voces de origen arahuaco en el español, algunas mencionadas por López Morales (1998: 30–41): huracán, canoa, hamaca, iguana, caimán, manatí, barbacoa, tabaco, maíz, ají, maní, guayaba, yuca y papaya, entre otras. A diferencia de los grupos autóctonos caribeños, los aztecas de México y los incas de Perú presentaron un gran reto para la Conquista, pues sus imperios eran vastos, la cantidad de recursos naturales que controlaban era inmensa y su nivel de organización política no tenía par en las Américas. Aunque la conquista política de estos grupos fue relativamente rápida, el triunfo sociolingüístico del castellano sobre las lenguas que hablaban fue una meta nunca realizada por la Corona. En verdad, el fervor de la Iglesia por convertir a los pueblos indígenas al catolicismo importó muchísimo más que las intenciones de la Corona por hacer que todos ellos se volvieran castellano-parlantes: la salvación de sus almas fue prioritaria a la enseñanza del castellano y, de esta manera, los misioneros españoles se entregaron afanosamente a la tarea de aprender las lenguas de los reinos precolombinos para alcanzar a las masas lo más pronto posible. López Morales (1998) caracteriza al siglo XVI como una realidad sociolingüística dicotómica: “la Iglesia, preocupada por la evangelización, inclinándose en favor de las lenguas indígenas mayores; el poder civil, con preocupaciones más terrenales, pero comprometido con la catequesis, votaba por el español” (64). La misión evangélica desembocó, paradójicamente, en la difusión del náhuatl y el quechua hacia zonas geográficas que sobrepasaban las fronteras originales de sus respectivos imperios. Rivarola (1989: 154–155) explica que:
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Mapa 1.2 Localización aproximada de áreas afrohispanas en América (adaptada de Perl, 1998: 3)
La política de la Corona propició explícitamente desde el inicio la difusión del castellano entre los indios, pues se pensaba que una posible castellanización rápida favorecería el proceso asimilador y permitiría una evangelización también rápida y profunda. Es el fracaso de esta política lo que motivó el estudio y la codificación de las lenguas indígenas para la catequesis, fomentando de este modo, paradójicamente en relación con la ideología asimilacionista de la Corona, su fortalecimiento e inclusive su propagación en época colonial a zonas a las que no habían llegado en época prehispánica.
López Morales (1998) afirma lo mismo: “los frailes consiguieron que [el nahua] se hablara desde Zacatecas hasta Centroamérica, es decir, una extensión muy superior a la que esta lengua había logrado durante la época más esplendorosa del Imperio azteca” (64).
Casi cinco siglos después de la llegada de los primeros hispanohablantes al continente sudamericano, la mayoría de la población andina todavía es hablante de variedades del quichua, el quechua y el aimara. La distribución de estas lenguas en Sudamérica se ve reflejada en el mapa 1.3. La zona de contacto entre el español y las lenguas indígenas en Sudamérica se extiende por el interior de Colombia, Ecuador, hacia Perú, Bolivia y Paraguay, país en donde el guaraní mantiene un estatus oficial junto con el español. En términos de su extensión geográfica, número de hablantes y diversidad cultural, esta área puede considerarse como la zona más vital de contacto en el mundo hispánico, enfoque de numerosos y diversos estudios lingüísticos en las últimas décadas.
Se ha documentado un amplio radio de particularidades fonológicas, morfológicas, sintácticas, léxicas y pragmáticas en el español andino, las cuales pueden atribuirse teóricamente a la influencia de las lenguas autóctonas de los Andes. Pero hay quienes ponen en tela de juicio la verdadera índole de tales rasgos lingüísticos del español andino planteando que estos, en algunos casos, constituyen elementos arcaicos o tendencias evolutivas internas de la lengua española, muy independientes de la condición de bilingüismo. En opinión de López Morales, “al margen del vocabulario, las influencias indígenas no aciertan a explicar ninguno de los fenómenos del español americano” (1998: 78). Otros argumentan a favor de los efectos de la causación múltiple en la evolución del español en zonas de contacto de las Américas, concepto de que las particularidades que caracterizan las variedades de contacto no pueden atribuirse a un solo factor, sea interno a externo, sino a varios que operan en conjunto (Malkiel, 1983). Volveremos sobre esta noción más adelante.
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Mapa 1.3 La esfera incaica: la distribución aproximada de lenguas indígenas a mediados del siglo XX (Adelaar y Muysken, 2004: 169)
En la esfera sociopolítica, los debates en torno a la política y la planificación lingüísticas han llegado a ser, en algunas ocasiones, muy intensos en México, Centroamérica y Sudamérica. Durante la época colonial, el náhua...

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