Fakecracia
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Matías Ponce, Omar Rincón

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  1. 220 Seiten
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Fakecracia

Matías Ponce, Omar Rincón

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Miles de noticias falsas circulan a diario por redes sociales. Pero ¿qué pasa cuando son utilizadas para comprar voluntades en campañas electorales y en la comunicación de los gobiernos? ¿De qué manera la utilización de noticias falsas explica la situación política actual de América Latina?La respuesta a estas preguntas está en este libro. Ya no queda tiempo para comprender si algo es cierto o no, el énfasis está en que la información, y especialmente el mensajero, nos seduzcan.Las noticias falsas se mueven rápidamente, penetran grupos de WhatsApp, cuentas de Twitter, Facebook e Instagram, y así afectan los criterios que utilizamos para tomar decisiones en democracia.

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CUARTA PARTE
La posverdad con óptica de izquierda

BOLIVIA
Evo bajo un manto de posverdad: ¿qué es verdad y qué es mentira?

Karina M. Herrera Miller

Datos sobre consumo digital

Pese a la deficiente calidad de la conectividad en Bolivia,1 su crecimiento es acelerado y parece acentuarse la tendencia del paulatino desplazamiento de consumo desde los tradicionales medios masivos de información y entretenimiento (prensa, radio y televisión) hacia las nuevas plataformas digitales, especialmente entre usuarios jóvenes.
Según la Encuesta Nacional de Opinión sobre Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en Bolivia, efectuada en diciembre de 2016,2 el 67,5% de la población mayor de catorce años puede ser considerada internauta, vale decir que cuenta con acceso y uso a internet. El 95% accede a través de teléfonos móviles. Este número se concentra mayoritariamente en las ciudades capitales (62%), mientras que las ciudades intermedias (21%) y los poblados rurales (17%) quedan evidentemente rezagados (Agetic, 2018: 344).
Asimismo, de las actividades que los bolivianos suelen desarrollar cuando acceden a internet, la de “buscar información” (en general) representa el 35% y “ver noticias” apenas el 11% de una selección múltiple establecida en la encuesta. La tendencia muestra que proveerse de información (noticiosa) no es significativa, precisamente porque va acompañada de otro dato relevante: el 70% de los internautas bolivianos o quienes navegan al menos una vez al día en internet utilizan en primer lugar la televisión para informarse, luego la radio (33%), en tercer lugar las redes sociodigitales y en último término los periódicos (24% de preferencia para cada uno).
Las redes sociodigitales logran apenas el 7% de confianza como mecanismo para proveerse de noticias; las páginas web, el 6% y los periódicos digitales, el 4%.3 La poca confianza respecto de estos espacios no varía significativamente cuando se cruza la variable nivel socioeconómico (Agetic, 2018: 360).
Sin embargo, el dato concentrado sobre el uso de redes digitales refiere que los bolivianos son dependientes de dos servicios específicamente: Facebook y WhatsApp. A través de preguntas con respuesta múltiple, se señala que nueve de cada diez personas usa Facebook y WhatsApp; mientras que cuatro de cada diez usa YouTube y solo dos de cada diez prefiere Twitter e Instagram. Vale decir que el 94% y el 91% de las personas consultadas son usuarios de Facebook y de WhatsApp, respectivamente (Agetic, 2018: 345).
Cuando se consultó “¿Para qué utilizan las redes sociales?”, las opciones “Informarse de otras noticias” e “Informarse sobre temas políticos” ocuparon el 50% y el 18% respectivamente, en un tercer y sexto lugar entre doce opciones (p. 351), lo que demuestra una tendencia creciente del consumo de noticias tanto nacionales como internacionales por medio de estas plataformas.
De la misma manera, para el análisis de los datos específicos con redes sociodigitales, el 28% de la población encuestada refirió buscar información nacional y el 31%, buscar información internacional concretamente en estas redes, aunque la tendencia sigue mostrando a la televisión como el medio masivo de preferencia con el 88% para noticias nacionales y el 81% para noticias internacionales.
En cuanto a las percepciones de los usuarios sobre confianza, veracidad, claridad y seriedad de la información en redes sociodigitales, el informe señala que el 22% de los encuestados no confía en la información de las redes, el 37% confía poco y el 33% confía más o menos, manifestando el grado alto de desconfianza debido a los contenidos noticiosos que circulan en las redes, cuadro alimentado, precisamente, por la difusión de noticias falsas.
Precisamente este contexto de datos de acceso y uso de internet y específicamente de redes sociodigitales muestra una tendencia un tanto paradójica: mientras más aumenta el consumo de estos espacios, especialmente entre jóvenes, se incrementa también la percepción de desconfianza de los contenidos noticiosos que se difunden, puesto que sobra evidencia de la cantidad de noticias falsas o fake news que pululan en el ciberespacio.
Aunque también debe agregarse un elemento sustancial: la capacidad de establecer criticidad al evaluar el contenido de la información que navega en la web y circuitos sociales digitales. Parece ser que viniendo, a veces, de círculos más inmediatos y personales, la noticia tiende a llamar la atención y tener más probabilidades de ser creída que viniendo de círculos mediatos, situación que aumenta el grado de complejidad para distinguir unas noticias de otras (fake).

De noticias falsas, desinformación y posverdad

Se retratan a continuación algunos de los episodios representativos de fake news, desinformación y posverdades difundidos por los medios masivos en Bolivia, pero también alimentados por manipulaciones gubernamentales y funcionalizados a los intereses del oficialismo o de la oposición política. Estos corresponden a tres distintos momentos/situaciones, todos dentro de la larga gestión de Evo Morales (2006-2019). Dos de ellos específicamente siendo parte de la guerra política entre oficialistas y opositores (casos 1 y 3) y uno sin alusión directa a lo político y que representa más bien un clásico de noticia falsa en la región (caso 2).
Se asume que los casos “Wikileaks Bolivia y el avión presidencial con droga” (caso 1) y “Arroz plástico producido por los chinos” (caso 2) constituyen claramente falsificación de hechos, formalizados bajo el metalenguaje noticioso, que buscaron llamar la atención pública y hallar espectacularidad con efectos políticos y/o económicos.
Sin embargo, el escándalo Zapata-Morales-China Engineering Co. Ltd. (CAMC) es parte de una serie de hechos que devienen en posverdades, en simulaciones nunca esclarecidas; en hechos que siguen, hasta hoy, cubiertos con una cortina de confusión en la ciudadanía. Este episodio emblemáticamente representa el uso de estrategias de desinformación, sobreinformación, falsificación, de declaraciones contradictorias y “medias verdades” que, desde todo punto de vista, fragilizaron, una vez más, el derecho a la información en democracia.
A continuación, se describen y analizan estos eventos.
Caso 1: Wikileaks Bolivia y el avión presidencial con droga. Políticos, autoridades, artistas y personajes públicos en general parecen ser el foco de construcción de fake news.
En Bolivia, quizá el antecedente de mayor atención, aunque no el de mayor impacto político en cuanto a noticias falseadas se trata, fue el del avión presidencial retenido en Estados Unidos por encontrarse restos de droga en su interior, información publicada por el portal Wikileaks Bolivia y difundida por otros medios nacionales.
En efecto, a fines de abril de 2011, en la segunda gestión gubernamental de Evo Morales, la nota publicada en el blog Wikileaks Bolivia daba cuenta de que el avión presidencial Falcon Dassault 900 había sido retenido en Estados Unidos, supuestamente por hallarse en su interior restos de droga. La noticia fue inmediatamente replicada por otros portales informativos, por ejemplo Eju.tv, sitio digital no confiable que reelabora noticias de otros medios, y hasta por el mismo diario Página Siete, editado en la ciudad de La Paz y reconocido como medio crítico al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), y diarios del interior, como el periódico El País de Tarija, que expuso: “Denuncian que el avión de Evo está retenido en Estados Unidos” (3 de mayo de 2011).4 La nota en sus primeros párrafos afirma:
El avión presidencial de Evo Morales, que costó 38,7 millones de dólares al país, estaría retenido en Estados Unidos presuntamente por algún hecho ilícito, según difundió ayer la página de internet Wikileaks Bolivia; sin embargo, un asesor del gobierno negó la versión. Datos de fuentes extraoficiales indican que el avión presidencial Falcon Dassault 900 estaría retenido en Estados Unidos. Luego de tres meses de ausencia del avión por supuesto mantenimiento, fuentes en dicho país indican que el avión estaría retenido por haberse encontrado rastros de cocaína, esperamos confirmación oficial de parte de las autoridades en dicho país.
Una noticia tan alarmante no fue sometida a duda, sino más bien tomada como un hecho en la cadena de sucesos que ya involucraban a funcionarios y hasta a altos mandos policiales en delitos de narcotráfico, como la detención en Estados Unidos, en febrero de 2011, del general de policías René Sanabria, exjefe antidroga en Bolivia, por ser el cabecilla de un cártel internacional de traficantes de estupefacientes.
Diputados de la oposición, además de autoridades en función de gobierno, salieron a declarar sobre el tema: desde pedir informes e investigaciones hasta cuestionar la compra reciente del avión, supuestamente retenido en Estados Unidos. Para ese entonces, el titular del recientemente estrenado Ministerio de Comunicación (2011), Iván Canelas Alurralde, el 3 de julio de 2011 dejó establecido que se trataba de una falsedad que solo buscaba dañar la imagen del gobierno.
Este episodio, junto a otros, dieron mayores argumentos al gobierno de Morales para acusar a los medios como enemigos políticos.
La justificación de los medios fue simplemente que se trataba de una información del sitio Wikileaks Bolivia, un blog del que no se sabe su origen ni quién lo administra, y del que ninguno de los medios verificó su fiabilidad. La utilización de los condicionales “presuntamente”, “posiblemente”, por ejemplo, los salvaría de asumir sus culpas como mecanismos de amplificación de noticias no verificadas.
Caso 2: el arroz plástico chino. Una fake news no tan news fue la difusión de la noticia sobre la producción de arroz con residuos plásticos por ciudadanos chinos. Todo comenzó con la viralización de videos por Facebook y WhatsApp donde supuestamente se observa a algunas personas de origen asiático cargando bolsas y desechos plásticos en una máquina en la que, en el extremo de salida, transformación mediante, se obtiene algo parecido al arroz. El ciberactivista Mario Durán Chuquimia afirma que esta “versión” nació en Nigeria y se extendió por Latinoamérica, con una dosis de xenofobia, siguiendo lo señalado por el politólogo Yamil Nares.5 El video hiperviralizado en Bolivia en julio de 2018 provocó tanto la preocupación de la ciudadanía –que redujo por precaución el consumo de este producto– como varios operativos de las entidades responsables –intendencias municipales, el Servicio Nacional de Seguridad Alimentaria e Inocuidad Alimentaria y el Instituto Boliviano de Comercio Exterior–, con incautación de algunas de las ofertas en el mercado y análisis efectuados para demostrar la veracidad o no de las denuncias. Los medios masivos no se quedaron atrás. El “arroz plástico” fue parte de la agenda mediática, al igual que las declaraciones de autoridades que cumplían con su trabajo de resguardar la salud de la población.
“Arroz plástico, ¿riesgo real o mentira de internet?” (El Deber, Santa Cruz, 30 de julio de 2018),6 “Investigan la presunta presencia de arroz plástico en Cochabamba” (firmado por Baldwin M...

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