Los buitres de la deuda
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Los buitres de la deuda

El desendeudamiento de la Argentina contado a través de sus protagonistas

Mara Laudonia

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Los buitres de la deuda

El desendeudamiento de la Argentina contado a través de sus protagonistas

Mara Laudonia

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La historia de cómo la Argentina se desendeudó, sorteando los obstáculos del FMI, de los bancos de inversión y de los fondos buitre, contada a través de los protagonistas. Con entrevistas exclusivas e inéditas a los protagonistas, aparecen en este libro los testimonios de tres ministros de Economía, uno de ellos actual vicepresidente Roberto Lavagna, Amado Boudou y Hernán Lorenzino, dos presidentes de Banco Central claves de la época Martín Redrado y Mercedes Marcó del Pont, dos jefes de gabinete Sergio Massa y Alberto Fernández, un canciller, Héctor Timerman, entre una larga lista de funcionarios, acreedores, lobistas y abogados que también aportaron sus testimonios. No faltan historias graciosas y hasta conmovedoras, que revelan cómo lo cotidiano se entremezcla con decisiones trascendentales para conducir un país.

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Capítulo 1
Canje de deuda I. Dubai: la Argentina entre odaliscas y buitres
Primavera de 2003. Hacía unos pocos meses que había culminado la invasión de Estados Unidos en Irak: el mundo olía a humo y tenía muy fresca la imagen de la caída de la estatua de Saddam Hussein, y aún estaba prohibido sobrevolar las tierras iraquíes.
En la Argentina, Néstor Kirchner, que había asumido la presidencia con apenas el 22% de los votos de los argentinos, se enfrentaba al desafío de levantar la economía local del desastre provocado por la profunda crisis de 2001.
Habían transcurrido diecinueve meses desde aquella imborrable imagen de la declaración de default de Adolfo Rodríguez Saá en el recinto del Congreso y la misma –sobre todo su festejo– permanecía muy fresca en la comunidad internacional. Cuando estalló el default, la deuda pública argentina totalizaba la friolera de 144.453 millones de dólares, un 113% del PBI. Pero la herencia de la deuda en el momento de asunción de Kirchner fue aún mayor debido a las consecuencias de ese incumplimiento y de la salida de la convertibilidad, que incluyeron una solución al “corralito” y al “corralón”, lo que significó una carga tremenda para las cuentas públicas. A diciembre de 2002 la deuda del Estado alcanzó el pico máximo, un 166%, en términos de la producción total de la economía.[1]
Con apenas cuatro meses de mandato, en una de las primeras medidas que marcarían un estilo de gestión, Néstor Kirchner sorprendió hasta a los propios con una agresiva propuesta de reestructuración de la deuda como solución para sacar al país del default: se trataba de la quita más grande en la historia de la reestructuración de la deuda.
El destino quiso que Dubai, un sitio remoto para los argentinos, resultara el lugar del globo seleccionado para semejante anuncio. Las difíciles circunstancias del momento llevaron al país a presentar su oferta en uno de los siete emiratos árabes, una tierra lejana y desconocida situada frente a Irak, justo del otro lado del Golfo Pérsico, pero que aspiraba a disputarle a Nueva York y Londres el título de capital del mundo financiero.
Ese año, Dubai era la ciudad elegida para celebrar la cumbre anual del FMI y el Banco Mundial.
En estas cumbres se congregan ministros de finanzas y economía y presidentes de bancos centrales de los 183 países miembro de los organismos multilaterales que nacieron inmediatamente después de la Segunda Guerra, para debatir los asuntos de la arquitectura financiera mundial. Es por eso que atraen también a banqueros, fondos, inversores y analistas internacionales y académicos, que concurren para concretar sus negocios y no perderse los debates de la síntesis del pensamiento económico-financiero mundial que fluye durante esas jornadas.
El contraste de las pretensiones para la cumbre anual del Fondo entre el jeque –al frente del emirato– y Kirchner resultaba muy alto. Mientras que el presidente argentino utilizó el escenario de Dubai para anunciarle a una comunidad internacional hostil una fuerte quita de deuda para salir de un default que fue consecuencia de la aplicación a ultranza de las recetas neoliberales durante la década anterior –englobadas en lo que se denominó Consenso de Washington–, el jeque árabe lo usó como una ventana a ese Primer Mundo y prometía apuntalar su emirato como la mayor capital financiera en diez años.
Nadie podía imaginarse en ese momento que tiempo después ambos países compartirían el estigma del default. Es quizá una paradoja del destino pero Dubai, la elegida por la Argentina para iniciar el camino de la salida del default en 2003 cuando aún parte de la comunidad internacional le daba la espalda, resultó uno de los primeros países que ingresó, seis años después, en cesación de pagos en medio de la peor crisis internacional que se recuerde desde 1930.
Así, volviendo al país árabe en 2003, el mundo occidental descubrió a través de la prensa extranjera una megaciudad en tierras –antes inhóspitas– a orillas del Golfo Pérsico, rodeada de dunas y pozos petroleros remanentes, que levantaba imponentes rascacielos, islas artificiales, hoteles de siete estrellas en tiempo récord y con todo el confort y lujo de Occidente, al mejor estilo del videojuego SimCity, donde el único jugador, arquitecto y dueño de todo era el propio jeque.
Operativo Dubai
Desde Buenos Aires, con claras directivas de la Casa Rosada, el equipo económico argentino a pleno, liderado por el ministro de Economía Roberto Lavagna, se embarcó hacia esas tierras lejanas para organizar los detalles de la presentación del canje de la deuda en default, que totalizaba unos 81.800 millones de dólares y representaba cerca del 40% de la deuda pública total argentina.[2]
Apenas salieron del aeropuerto de Dubai los funcionarios advirtieron que asomaban la cultura oriental y la autoridad dictatorial del jeque: mujeres y varones eran interceptados a la salida de migraciones y amablemente eran separados por sexo y acompañados a micros especiales que, gratis, por “gentileza” del jeque, los trasladaban a los hoteles donde cada asistente a la cumbre del FMI estaba registrado.
En esa ciudad insoportablemente calurosa y húmeda no está bien visto que las mujeres caminen solas por las calles o bien deben hacerlo bajo ciertos criterio y vestidas con largas túnicas negras. En ese momento de 2003, se veía a muchas de ellas con esas túnicas y se podía observar que, debajo, llevaban sin problemas trajes y vestidos de las grandes marcas de Londres y París, que sólo podían mostrar en ámbitos privados; los hombres, en tanto, vestían de blanco y con turbantes. El alcohol y las fiestas estaban permitidos sólo en hoteles habilitados y lugares privados. El jeque, no obstante, libró ordenes especiales para relajar las normas imperantes para no perturbar a los extranjeros.
Con poco tiempo para observar el raro paisaje, el equipo económico argentino se instaló en un hotel a ultimar detalles de la propuesta unos cuatros días antes del anuncio, y mantenía contacto permanente con Kirchner en Buenos Aires. El presidente estaba metido en cada detalle del tema de la deuda, pero le otorgaba grados de libertad a Lavagna para moverse en las negociaciones.
En la previa, el equipo económico mantuvo un mínimo contacto protocolar con los organismos multilaterales por cuestiones bilaterales, y se reunió con algunos hombres de relativa confianza de bancos de inversión, y con economistas y funcionarios aliados que habían viajado hasta allí para la presentación, de la que poco pudieron averiguar los detalles antes del día D.
El hermetismo por esos días era total. La propuesta resultaba una incógnita para todos, y a la vez era lo más esperado, el número final exacto de la quita que iba ofrecer la Argentina que se mantenía guardado bajo siete llaves. Tanto Kirchner como Lavagna entendían que consistía en el dato clave desde el cual se iba a definir luego el tono de las negociaciones para salir del default.
De esta forma, se incrementaba el suspenso no sólo entre los asistentes a Dubai y en Buenos Aires, sino en Wall Street, Italia, Japón y Alemania, todos lugares empapelados con bonos argentinos en default.
La oferta más dura y realista
Y llegó el día D, un lunes 22 de septiembre de 2003. Debido a la gran diferencia horaria con Occidente, la presentación de los lineamientos de la oferta argentina se efectuó a las 19 horas de Dubai, momento en que despertaban los mercados financieros de Wall Street y Buenos Aires.
Al equipo económico le fue asignado un salón en el megacomplejo de convenciones donde se desarrolló la cumbre del Fondo, donde se arribaba tras pasar por un gran operativo de seguridad dentro del predio, que incluía la presencia de perros adiestrados para la búsqueda de drogas y otros químicos, que inspeccionaban hasta la sala de los periodistas, y de militares en las inmediaciones, armados con FAL.
El control del gobierno era tal que se había montado a metros de allí una carpa blanca organizada por grupos de protesta en contra de la globalización que estaba literalmente vacía. Los supuestos manifestantes nunca llegaron; según las noticias del momento, habían sido interceptados en el aeropuerto y deportados.
En ese contexto de lo más ajeno y ante una multitud de periodistas, inversores y analistas internacionales, Lavagna presentó la oferta, en un salón que dispusieron las autoridades organizadoras de la cumbre anual.
La Argentina estaba sola ante el mundo. Ninguna autoridad del FMI ni grandes banqueros concurrieron al evento, en un gesto de total desconfianza a los próximos movimientos de la Argentina, si bien estaban muy atentos a los acontecimientos. De hecho, había dos temas que acaparaban casi toda la atención en la cumbre: la posición e insistencia de Estados Unidos para que China empezara a revalorizar su moneda, el yuan, y la propuesta argentina para salir del default.
Apenas dos días antes, allí mismo en Dubai, el gobierno argentino había negociado con el FMI lo que luego se convirtió en el último acuerdo de un préstamo stand by (por 13.300 millones de dólares, a tres años) para un país que recién comenzaba a levantarse de la ruina, y necesario para tener un marco de referencia en la negociación con los acreedores.
Ya en la sala de la presentación, se advirtió que el grueso del público en la tribuna estaba conformado por acreedores de todo tipo, alemanes, italianos, españoles, japoneses y estadounidenses, y representantes de bancos de inversión, sobre todo del área de investigaciones, quienes eran los que luego iban a lucrar con sus informes y sus análisis sobre los datos presentados por la Argentina.
Por el lado argentino, la hinchada celeste y blanca de funcionarios se compuso de una modesta comitiva, en la que participaron el director por la Argentina del Banco Mundial, Alieto Guadagni, y los entonces titulares del Banco Provincia, Ricardo Gutiérrez, y del Banco Ciudad, Roberto Feletti.
Hubo, a diferencia de cumbres anteriores, muy poca presencia de funcionarios y empresarios de personajes del sector privado, un poco por los altos costos que demandaba viajar del otro lado del mundo para un país aún en crisis, y también por la desconfianza –de parte del sector privado– por la oferta que presentaría el país a la comunidad internacional.
El clima de suspenso acerca de la oferta invadía el ambiente designado para la presentación, donde el vocero de Lavagna, Armando Torres, fue el encargado de introducir al ministro y a sus colaboradores. Lavagna inauguró la exposición en un tono muy solemne pero evidentemente tenso, y luego le cedió la palabra a su secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, quien en perfecto inglés explicó cada una de las diapositivas que incluían los detalles de los lineamientos de la oferta.
Nielsen estuvo en todo momento ayudado por su equipo de jóvenes colaboradores, compuesto por el secretario de Coordinación Técnica, Leonardo Madcur, y el subsecretario de Financiamiento, Sebastián Palla.
Finalmente, el momento esperado. Cuando Lavagna pronunció las palabras que develaron la incógnita: “Una quita nominal del 75%”, la sala se sacudió de repente. Enseguida comenzaron los silbidos: nadie esperaba una quita semejante, más allá de cierta especulación en la prensa los días previos. Era el dato más esperado, al punto que algunos periodistas de agencias de noticias, en pos de conseguir la primicia, sorprendieron levantándose de sus asientos en la sala para a través de sus teléfonos cantarles a los medios la cifra, que parecía apocalíptica.
Nielsen continuó con la exposición presentando los lineamientos de una oferta con tres familias de bonos, según los distintos tipos de inversores: pequeños, grandes fondos y AFJP. Pero la oferta definitiva, con tasas de interés y plazos, tardaría meses en conocerse.
También se anunció allí una novedad planetaria: la de que habría una especie de compensación con títulos atados al crecimiento del país. La idea era proponer una especie de “sociedad en las b...

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