La Justicia en la Perspectiva de la ética
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La Justicia en la Perspectiva de la ética

Hubed Bedoya Giraldo

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Hubed Bedoya Giraldo

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En medio de la ilusión que, por la posibilidad de hallar la justicia a través del derecho, ronda una buena parte del imaginario social, y la desilusión que, al respecto, revela la teoría del derecho, quizá un examen filosófico Como el que ofrece la presente obra constituya una mirada renovadora acerca de no hallarnos frente a un desierto cuando hablamos de ella: la justicia. Porque, sobre todo, el vínculo de la justicia no habría que hacerlo con el derecho sino con la ética.

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PRIMERA PARTE
EL ORDEN SOCIAL
INTRODUCCIÓN
Encontrar los fundamentos sobre los cuales se asienta la forma de vida en sociedad supone hallar las razones en virtud de las cuales, en medio de constantes dificultades producidas por la contradicción de intereses entre individuos que pertenecen a, o permanecen dentro de, una misma sociedad –y que derivan frecuentemente en enfrentamientos violentos que amenazan a todos los miembros de esta–, la sociedad sobrevive o se mantiene, conservando, incluso, los rasgos esenciales que, según parece, debe poseer para poder cumplir de manera efectiva y plena su papel frente al hombre.
La sociedad perfecta –apenas una utopía1, pero útil horizonte de la política– fluctúa ante nuestra mirada común y aun frente a la del especialista, desvaneciéndose constantemente en aquellos lugares donde factores no siempre imputables a ella, o siquiera previsibles en la forma social, alcanzan un grado de desarrollo más agudo, poniendo en peligro toda la estructura social.
No obstante, e incluso bajo la forma más grave de descomposición –como es el caso colombiano y latinoamericano, en general–, la sociedad mantiene una forma más o menos uniforme y coherente que permite todavía referirse a ella como fenómeno unitario y como objeto de conocimiento distinguible y, en buena medida, precisable.
1. Para empezar, la sociedad puede ser identificada, a primera vista y sin examen crítico, con el conjunto de individuos que la experiencia directa agrupa temporal y espacialmente, mediante observación. Sin embargo, el más elemental esfuerzo crítico permite entender que lo que la mera observación brinda no basta para “percibir” el fenómeno social, pues en presencia de “rebaños”, “manadas”, “piaras”, etc. ni siquiera por analogía nos atrevemos a utilizar el término “sociedad”. Así, pues, la observación del conjunto de individuos de la especie humana que optamos por denominar “sociedad” recoge, de hecho, muchos más factores o elementos y características que la mera pluralidad percibida. Porque es que la sociedad, como fenómeno, no posee las mismas características que se asignan gnoseológicamente a los llamados “objetos materiales”, sino que su estructura responde a una singular conjunción de elementos diversos, entre los cuales aquellos de índole material y lingüística marcan la pauta2. Luego, siguiendo el principio que la epistemología ha construido desde hace largo tiempo y según el cual el método científico que exige cada objeto de conocimiento debe responder a las características de este, será necesario reparar desde un comienzo en lo que es la sociedad para definir la forma como debe acometerse su estudio.
En efecto, si apelamos al esquema que en su momento retomara Carlos Cossio para hacer la clasificación de los objetos del conocimiento, podemos ubicar a la “sociedad” en el rango de los denominados “objetos de cultura”, en la medida en que ella –la sociedad– puede ser, como estos, caracterizada por la conjunción de dos partes constitutivas esenciales e inseparables: por un lado, un componente o “sustrato” de orden material, perceptible por los sentidos y necesario para la configuración plena del objeto (y que, en este caso, estaría constituido por el conjunto de individuos); por el otro lado, un componente de carácter espiritual o “sentido”, que el hombre asigna a aquel sustrato haciéndolo algo más que mera materialidad, y con lo cual se está constituyendo o completando, simultáneamente, el mencionado “objeto de cultura”3.
2. En cuanto objeto de cultura, la sociedad se concibe como algo más que un mero conjunto de individuos, y es este un aspecto por el cual no existiría diferencia alguna con cualquier otro conjunto de objetos de una especie diferente y, en particular, con conjuntos animales como los que mencionáramos atrás. Sin embargo, como ocurre en todos los casos con los “objetos de cultura”, no es el sustrato material –pues, en tanto tal, constituye por sí mismo un “objeto de conocimiento” y su estudio compete a otras disciplinas como la física, la química, la biología, etc.– lo que forma la esencia de ellos, sino, por el contrario, es el sentido que, al enfrentarlos cognoscitiva y vivencialmente, el hombre les imprime, y con lo cual logra especialmente diferenciarlos de otros que pudiendo tener, incluso, el mismo sustrato, reciben un sentido diferente de parte del sujeto de conocimiento4. Como dice Aftalión en el primer capítulo de la Introducción al derecho: “Pero ese sustrato material sólo interesa, desde el punto de vista de la cultura, en cuanto sirve de soporte para la existencia de un específico sentido, del que nos percatamos cuando decimos que el hito es útil, el cuadro bello, el delito injusto o las teorías científicas verdaderas”5.
3. Resulta, pues, desde ya evidente que lo que estamos planteando es la necesidad de enfrentar el fenómeno “social” en dos planos: el de su “sustrato” y el de su “sentido”; y que, con ello, pretendemos acercarnos de una mejor manera a la comprensión y explicación de dicho fenómeno como condición estructural que es de la intelección del problema del derecho, la moral, la ética y la justicia, objetos finales de nuestro interés.
Y el sustrato del fenómeno “sociedad” correspondiente a los objetos de cultura es, como ya dijimos, el conjunto de individuos u hombres que, a primera vista, identificamos como la misma sociedad y las formas diversas que esa vida en conjunto asume o determina. En primera instancia nos referimos a ello como “el grupo”, teniendo en cuenta el papel relevante que en su identificación como elemento particular juega la reunión de los individuos6.
1. EL GRUPO
En consonancia con lo ya dicho, si hacemos el ejercicio mental de separar la sociedad en sus elementos constitutivos hallaremos, como componente material de ella (sustrato), precisamente al grupo o conjunto de individuos.
Ahora, en tanto el punto de partida de un estudio que tenga como objeto –directo o indirecto– a la sociedad ha de empezar por la consideración del grupo, como elemento sobre el cual aquella asienta las características que permiten conceptualizarla diferentemente de cualquier otro conjunto de elementos, se hace necesario considerar, aunque solo sea de una manera corta y esquemática, la génesis misma y la estructura de dicho grupo.
Así, en relación con lo primero vale la pena destacar cómo la formación del grupo, a diferencia de la formación de otros conjuntos de elementos cualesquiera, no está definida ni parece definible en el terreno de su causa ni en el de su oportunidad; vale decir, aparentemente no existe forma clara y cierta de determinar “en qué momento” se forma el grupo, ni existe manera de precisar las causas que llevan a dicha formación, sin correr el riesgo de caer en la mera especulación o cargar emotivamente los datos en los cuales puede apoyarse una explicación pretendidamente “científica”.
No obstante que, efectivamente, existen elementos fácticos que intervienen en la constitución del grupo –como son los factores biológicos (alimentación, sexo, reproducción), ambientales y espaciales (lugares adecuados a la supervivencia, disponibilidad de espacio), etc.–, creemos que ellos, aunque son necesarios y hay que tenerlos en cuenta en el momento de estructurar un concepto de lo que es el grupo, no son suficientes para explicar por qué el grupo funciona como funciona y, lo que es más importante, cómo, por las características que adquiere, puede llegar a dar pie a la formación de la sociedad, cosa que no ocurre en ningún otro conjunto real de individuos, como hemos dicho que es el caso con las demás especies animales.
Es decir, y ya en relación con lo segundo, que si nos detenemos a reparar en lo que es el conjunto de seres humanos al que hemos dado en llamar aquí “el grupo”, y preferiblemente por contraste con lo que son otros conjuntos de elementos o de cosas, veremos cómo lo que caracteriza al “grupo” no es esa parte visible o perceptible integrada por la conjunción de sus elementos, sino la forma especial y específica de las relaciones que permiten mantener la cohesión del “grupo”, que nos dejan ver en él una misma cosa aun por encima de los permanentes cambios, por aparición o desaparición de sus miembros componentes, que en él ocurren7.
1. El grupo, como sustrato material de la sociedad, adquiere un papel dominante en la conceptualización y comprensión de esta, toda vez que para fijar el alcance del término “sociedad” se hace indispensable determinar la relación que, como concepto, él guarda con el grupo en tanto que sustrato material, y para comprender la sociedad en el contexto de su formación y desarrollo se hace indispensable precisar, al máximo, su origen, que es, a la vez y por necesidad lógica, el del grupo.
Dilucidar el proceso de formación del grupo equivaldría a encontrar el origen mismo de la sociedad. Resultando ello un problema que desborda las pretensiones de este trabajo e incluso ajeno a la orientación del mismo, prescindimos de ir más allá de unas cortas consideraciones que agregamos ahora a la enunciación de factores ya hecha, y apenas con la pretensión de contribuir a formar de manera más sólida los conceptos en que se asienta nuestra labor.
La característica exterior del grupo está constituida por la determinación espacial y temporal que recae sobre un conjunto de individuos. Tal conjunto, susceptible de ser definido cuantitativamente (censado) y aun cualitativamente por medio de criterios dispuestos para el efecto –fundamentalmente manejados con un patrón estadístico–, no basta, sin embargo y como simple sumatoria de los individuos o de sus cualidades, para explicar o entender lo que es, propiamente, el grupo.
Un factor, que la teoría relativa al grupo tendría por misión describir y explicar, ha de buscarse para intentar la comprensión del fenómeno que no pueden explicar sus solas partes.
2. El factor que buscamos, pues, no es otro que aquel que, por encima incluso de elementos como los de orden biológico, ambiental y espacial (físico), determina el mantenimiento de un grupo en función de tal y brinda las bases de orden material para la constitución de la sociedad.
Los dictados de la “especie”, que imponen a los individuos el acercamiento y el ayuntamiento que garanticen la reproducción y el mantenimiento de aquella, el condicionamiento de ciertos comportamientos como necesariamente realizados en colaboración para su efectividad –como la obtención de medios de subsistencia y el enfrentamiento de peligros permanentes o eventuales– y la reducción del espacio efectivamente utilizable para la vida, han impuesto unas condiciones materiales que conducen, casi fatalmente, a la constitución de conjuntos humanos.
Pero si ello bastara o fuese la única explicación posible para la formación del grupo, hablando en términos precisos, este nunca se habría alcanzado y nos hallaríamos, entonces, al mero nivel de las manadas, los rebaños y las piaras.
El grupo (humano, que es el único que entendemos bajo tal denominación) subsiste, por decirlo así, más allá de la simple conjunción o formación de conjuntos de individuos destinados a satisfacer necesidades o requerimientos como los que hemos mencionado. El factor aglutinante que buscamos es, desde luego, el único capaz de explicarnos la razón por la cual, luego de alcanzarse el objetivo inmediato de satisfacer aquellas necesidades, el conjunto de individuos humanos permanece unido como grupo, e incluso realiza actividades nuevas y diferentes de aquellas orientadas a la satisfacción de esas necesidades primarias o fundamentales, dando así origen a un ente nuevo surgido del conjunto y que es lo que denominamos “el grupo”.
Vamos a re...

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