Tres puntos de exegética literaria
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Tres puntos de exegética literaria

Alfonso Reyes

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Tres puntos de exegética literaria

Alfonso Reyes

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Las drogas de Hoffman y De Quincey, la bebida de Poe y Darío, el té que medio embriagaba a Proust, el café del que abusaba Voltaire o las manzanas podridas que deleitaban a Schiller son "Los estímulos literarios" que Alfonso Reyes examina en el primero de los tres ensayos que componen la presente obra, y que, junto con los otros dos, "El método histórico en la crítica literaria" y "La vida y la obra", está dedicado al proceso creador y a los aspectos que a menudo determinan el carácter de lo escrito.

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III. Los estímulos literarios*

1. GENERALIDADES

Suele llamarse génesis literaria todo el proceso de creación de la obra, desde el instante en que ocurre la tentación hasta el último rasgo de la ejecución verbal. Los estímulos iniciales son el prólogo de este proceso, la primer palpitación de este movimiento. Acontecen todavía en el ser del poeta y son anteriores al primer trazo de la pluma. Carecen aún de realidad fuera del yo, aun cuando los provoquen objetos reales y exteriores. Son un latido vital anterior del arte.
Sin embargo, para nuestros fines actuales, podemos indiferentemente llamar estímulo inicial al latido vital o a su provocación exterior, confundiendo en un solo término el objeto y su impacto sobre el sujeto: el cuadro de un pintor que provocó un poema, o la vibración estética experimentada por el poeta a la contemplación del cuadro.
La calificación de “iniciales” es también relativa, o mejor, pasible de análisis más fino. El estímulo inicial lo es por ser el primer sobresalto. Pero puede ser que este primer sobresalto cubra por decirlo así todo el movimiento del poema, o bien que se cierre en un proceso corto, el cual, a su vez, obrando en cadena, viene a servir de estímulo a otro nuevo paso de la obra, y éste, al agotarse, desate otro subsecuente, etc. Podrá, así, suceder que la obra esté como sumergida en un estímulo primordial, dentro del cual se hayan desarrollado otros estímulos accesorios que van empujando la creación; o bien podrá ser que la obra haya procedido por adición de estímulos, añadidos en serie. Los infinitos diagramas de los “arcos reflejos” que estudia la neurología podrían servir para ilustrar esta descripción. Puede haber colaboración de varios estímulos iniciales, neutralización, refuerzo, inhibición, optación, propagación, desvanecimiento, sustitución, etc. Nuestra descripción se limitará a los tipos elementales.
El estímulo es un antecedente de la obra. El concepto de antecedente es complejo; no sólo comprende el estímulo, sino también las influencias sociales y culturales (a las que se aplica la investigación crítico-biográfica), los asuntos o los temas más o menos libremente escogidos (a los que se aplica la investigación de las fuentes), etc. Todo lo cual se entrecruza en la palpitación creadora. Los estímulos, contenidos en el ambiente vital, fecundan, a manera de simiente, el terreno temperamental del poeta, que puede ser más sensible a estos o a los otros gérmenes. De suerte que el terreno parece dotado de cierto magnetismo atractivo para determinadas semillas.
Cuando alguna vibración cósmica llega a estremecer los órganos estéticos se dice que hay inspiración. No tengamos miedo a la palabra, sino cuando con ella se pretenda excusar la falta de arte en la ejecución del poema. No nos perdamos en vaguedades. Aquí se trata de estímulos positivos que lo mismo pueden venir de la vida que de los libros, de la emoción como de la reflexión, del trato humano o de la rumia solitaria, de la reacción ante las otras artes y hasta de un achaque de salud, de lo grande como de lo humilde. Se trata de hechos completamente naturales, que hacían decir al naturalista Buffon: “Sentís en la cabeza como un choquecillo eléctrico que, al mismo tiempo, os aprieta el corazón: y éste es el instante de genio”. Hecho tan de la naturaleza que hasta participa del placer biológico. No sólo la concepción de la obra en su conjunto o siquiera en su arranque, hasta la diminuta conquista de una palabra que se anhela y se busca produce palpitaciones entrañables y a veces trae lágrimas a los ojos.
El germen, decía Goethe, entra en nosotros “como una inoculación”. Y Dante pretende que la Vita Nuova —como la vida misma en nuestro planeta, según cierta biología aventurera— “creció de una simiente caída por azar del cielo”. En el lenguaje de Loeb, diríamos que el poema es el “tropismo” con que el ser poético responde al estímulo.

2. CLASIFICACIÓN

Al tratar de los estímulos iniciales, por fuerza se deslizan algunas consideraciones ajenas sobre las circunstancias que facilitan el brote, los hábitos de trabajo, métodos de ejecución, etc. A ello obliga la integración del fenómeno por describir.
La sola clasificación en tipos es ya un artificio del análisis, y sólo la presentamos a manera de tanteo, sin aspirar al rigor extremo ni pretender agotar los casos posibles. El solo intento de describir todos los estímulos puramente sensoriales —hoy que la ciencia reconoce más de veinte “sentidos”— nos llevaría muy lejos. Para muestra, bastan los casos típicos.
(A título de mera complementación científica, recordemos que los principales estímulos sensoriales procedentes del mundo exterior pueden dividirse en tres grupos: Las manifestaciones máximas, macroscópicas: impactos mecánicos que traducimos en sensaciones táctiles, que van desde el simple contacto pasajero hasta la repetición rítmica de contactos con nuestra envoltura corpórea, en un límite de frecuencia de 1552 vibraciones por segundo. Más allá de este límite, los “tiempos” se vuelven “duración”, y la sensación táctil se transforma en sensación de presión. Hasta aquí las manifestaciones no sólo son sentidas, sino también pueden ser vistas. El ojo humano sólo registra ondas de .0008 mm a .0004 mm: según cierto biólogo, 1/12 000 de lo que hay que ver! Las manifestaciones medias, imperceptibles a la simple vista y ya microscópicas: vibraciones del aire, etc.: sólo perceptibles a la oreja humana desde 30, y aun 12, hasta 30 000, y aun 50 000, por segundo, en ondas que van de los 13 mm a los 12 280 mm. La piel humana sólo percibe el calor en las ondas de .0008 mm a .1 mm. Estos límites son aproximados, y entiendo que las investigaciones recientes tienden a modificar estas cifras. Las manifestaciones mínimas, ultramicroscópicas: vibraciones del éter: toda la enorme escala de las ondas electromagnéticas, desde las hertzianas hasta los rayos X o Röntgen, de que nuestro organismo sólo percibe el calor radiante y el espectro de la luz. El ultravioleta sólo se advierte en efectos químicos, y la electricidad y otros rayos no parecen tener órgano humano receptivo específico.—Los llamados sentidos químicos, el olfato y el gusto, sólo recogen un número limitado de manifestaciones externas.)1
Lo mismo pudimos adoptar otro punto de vista. Por ejemplo, el dividir los tipos de auto y heterofecundación, y todavía yuxtaponer a este criterio la consideración de lo voluntario y lo involuntario. Pues es evidente que el estímulo puede partir del yo o del exterior, y puede sobrevenir por sí solo o ser apurado y solicitado por el poeta.
También pudimos distinguir los estímulos intelectuales y los sensoriales, o mejor y más profundamente, poner en una parte los estímulos sintéticos o de estructura (como el “relámpago de Julio” que reveló a Michelet el principio orgánico de la historia de Francia), y en otra parte, los de mera excitación o dinámicos (como cierto sentimiento de pavor en la base de los cuentos fantásticos).2
Pero estas clasificaciones resultaban menos explícitas para el despliegue de los ejemplos, en que se aprecien, al vivo, los sabores de los distintos temperamentos, y era menos fácil de establecer en cada episodio poético. Por eso nos atenemos al siguiente cuadro:
  1. a) Literario,
  2. b) Verbal,
  3. c) Visual,
  4. d) Auditivo,
  5. e) Olfativo, palatal y táctil,
  6. f) Ambulatorio,
  7. g) Onírico,
  8. h) Memoria involuntaria,
  9. i) Sinestesia,
  10. j) Estímulo físico de otro tipo,
  11. k) Emocional,
  12. l) Provocación voluntaria.
a) Tipo literario
La relación entre un hecho literario y otro es un concepto muy vasto, que aquí no examinaré en toda su amplitud, y de que la “influencia” es un caso particular y el “plagio” una última inercia. Aquí sólo se comprende aquel tipo de relación que obra como estímulo inicial, como iluminación determinante en el nacimiento de una obra. Si por este lado restringimos el campo, lo ensancharemos por otro: comprenderemos entre los estímulos de este orden no sólo aquellos que proceden de la literatura propiamente tal, sino además todos los que proceden de la cultura escrita (real o virtualmente escrita), de la lectura y de la letra, sean filosóficos, históricos, científicos o de cualquier clase. Pero entiéndase que aquí nos atenemos a estímulos de asunto, dejando los de forma verbal para el tipo siguiente. La cultura escrita ejerce la misma provocación que un hecho cualquiera de la vida. Daremos algunos ejemplos.
Es obvio que las novelas históricas parten de lecturas históricas, y las de “anticipaciones” parten de lecturas científicas. Junto con algunos estímulos visuales de que luego se hablará, las lecturas científicas dieron cierto prosaísmo a la poesía de Nervo cuando, por ejemplo, hab...

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