Escribir poesía
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Escribir poesía

Ariel Rivadeneira

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Ariel Rivadeneira

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¿Por qué y cómo se escribe poesía? Este libro analiza todas las facetas del proceso: desde el surgimiento de la idea inicial a las variadas maneras de convertirla en poema y los diversos modos de llevar emociones y sensaciones al papel. Desarrolla aspectos tan importantes como:? la forma precisa de escoger las palabras? cómo trabajar las ideas? la creación de metáforas e imágenes? la elaboración de un conjunto sugerente y rítmico? cómo darse a conocer: recitales, concursos y otras vías de difusión y publicaciónLas Guías del escritor son una serie de manuales prácticos ideados como ayuda y apoyo para todos los que deseen dominar el oficio de escribir. A través de ejemplos, ejercicios y utilísimas orientaciones, cada volumen cubre algún aspecto fundamental de la creación literaria.Una colección imprescindible para escritores noveles, redactores y estudiantes en general.

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Information

1

Cómo surge el poema

La poesía es un modo de vivir y de percibir el mundo. Escribir poesía es transformar en música y decir mediante símbolos lo que nos ocurre todos los días.
Siempre bajo el cielo se ha querido soñar con lo que hay más allá de las nubes. Frente a las montañas infranqueables, se ha querido inventar un pasadizo hacia un mundo exótico. Frente a la inmensidad de la noche, se ha querido explorar el secreto de la luna o se ha esperado el amanecer para verla fundirse con el sol.
Pero también siempre, la poesía otorga densidad al sueño, a la invención, a los encuentros, a los deseos, a lo que intriga y no tiene explicación.

El corazón te impulsa

Seguramente, escribes poesía porque te resulta inevitable, porque tienes algo que decir, o te sientes solo, porque te has enamorado, por nostalgia, tristeza o felicidad, y es la escritura el modo idóneo para concretar un deseo imaginado.
¿Inspiración o dedicación? El poema es el resultado de un equilibrio entre tu ensoñación y la elección consciente de los materiales que lo componen.
¿Cómo explicas ese ramalazo que se adueña de ti? ¿Ese instante maravilloso y a veces doloroso a la vez que te deja satisfecho y extenuado?
Surge un impulso en tu interior, la inspiración; según Platón, una llama celeste que en instantes privilegiados ilumina al creador.
Pero dice al respecto José Hierro: «Cuando se empieza a escribir siempre te influyen aquellos otros a los que admiras. Es una ayuda como ir de la mano de papá o de mamá. Todos somos discípulos de todos».
Escribir es la necesidad de sacar lo que llevas dentro. Si no existe esa necesidad, la inspiración no llega, por lo tanto, debes estar atento para alimentar tu mundo interior. Lo puedes hacer empleando diversos recursos:
. Observando con ojo de poeta el mundo que te rodea: descristaliza tu yo y atrévete a captar lo diferente en el mundo habitual y en la diversidad.
. Educando tus sentidos: practica el uso de las percepciones en todo momento.
. Practicando la meditación: abstráete frente a un hecho concreto y déjate llevar por tus pensamientos hasta los confines más primitivos de la mente, hasta dar con diapasones misteriosos.
. Utilizando la varita mágica durante la lectura: lee a otros poetas con ojo de poeta y capta aquel chasquido, aquel roce, aquel elemento que crecerá impetuoso en tu mundo íntimo.
Como decía Aleixandre, «afortunadamente, el poeta go­za de gran libertad porque la poesía no da para comer, así que no temo perder la inspiración, que aparece cuando hace falta. Quienes escriben sin esa necesidad es como quien va a una discoteca para parecer un jovencito, es una actitud forzada. Pero, además, hay que saber que la poesía posee un sentido y un sonido. Las palabras encadenadas tienen un ritmo y quien es sordo a efectos de lectura no se entera. Deberían enseñar a leer poesía en el colegio».
O sea que, por una parte, la inspiración responde a un deseo fuerte del poeta; por otra, el ramalazo de la inspiración no da como resultado el poema sin la consiguiente dedicación.
Entonces, si eres poeta, te atreves a circular por el infinito y te pones una valla simultáneamente. Por una parte, tu corazón te dicta un torrente de palabras; por otra, la razón te indica cuáles son las que realmente darán nacimiento al poema. Lo que la experiencia te proporciona es el trabajo simultáneo de corazón y razón. En cualquier caso, escribir poesía te permite:
. Colmar tus necesidades.
. Exorcizar los fantasmas personales.
. Traducir en palabras las reacciones más primitivas.
. Sugerir sentimientos que no se podrían explayar de otra manera, rectificar el rumbo del mundo.
. Disponer de la libertad absoluta.
. Disponer de un interlocutor.
La poesía es un enfrentamiento entre la interioridad del poeta y el mundo, y de este choque surge el modo de construir el poema.

Todo tu yo escribe

En sus comienzos, la poesía era parte de la vida del hombre a través de la figura del trovador, un respetado miembro de la comunidad que llevaba las noticias y comentaba la historia y las tradiciones del lugar para que no se perdieran. Con el paso de los años, se fue espaciando su intervención social. Actualmente, no hay ninguna razón lógica para escribir poesía, el poema ya no tiene la misión de ser subsidiario de los hechos del mundo. Es poeta el insatisfecho o el exaltado, que pone en escena emociones y redefine las cosas que ve, que responde a una compulsión y plasma en el poema sentimientos e ideas, que continúa escribiendo contra viento y marea o a favor del viento y la marea.
Como poeta, luchas y gozas, te exiges y persigues la plenitud. Entonces:
1. Te embarcas en un trabajo exigente.
Así lo manifiesta Álvaro Mutis: «Cuando escritores, colegas míos cuya obra admiro, me dicen que sienten un placer infinito al escribir, no es que no los crea… es que me cuesta un trabajo horrible imaginar eso. Para mí escribir es una lucha con el idioma. El pintor tiene un lienzo en blanco, y lo va llenando de colores. Pero el lienzo está en blanco, entregado a él totalmente, a lo que él haga. El músico tiene una gama de sonidos, una manera de aprovechar esos sonidos. En cambio, los escritores nos las tenemos que ver con las palabras, con las que hablamos con el peluquero, peleamos con el taxista, discutimos con el amigo, hacemos una vida diaria que gasta y desgasta las palabras. Y esas mismas palabras son las que tenemos que sentarnos a usar para darles un brillo, para darles eficacia. Esas palabras, cuando se unen unas con otras en una forma inesperada toman un brillo especial, saltan y se escapan de esa cosa usual, gris, cotidiana… Ahí está el sufrimiento: en buscar la otra palabra, la manera de usar algo que está gastado y usarlo como nuevo. Y a mí eso me hace sufrir y me parece un infierno».
2. Disfrutas de la creación.
El impulso productor del poema proviene de la disposición personal, aunque en el acto mismo de la escritura el poeta se olvida de sí mismo para entrar en un estado emotivo particular que conmueve sus más intimas estructuras.
Stephen Spender dice: «Siempre hay una ligera tendencia del cuerpo a sabotear la atención de la mente proporcionando alguna distracción. Si esta necesidad de distracción puede ser dirigida en una dirección (como el olor de las manzanas podridas o el sabor del tabaco o el té), entonces las otras distracciones son eliminadas. Otra posible explicación es que el esfuerzo concentrado que supone escribir poesía es una actividad espiritual que ha­ce que se olvide completamente, por el momento, que se tiene un cuerpo. Es una perturbación del equilibrio del cuerpo y de la mente, y por ese motivo se necesita una suerte de ancla de sensación en el mundo físico.»
La escritura del poema es simultáneamente una ex­ploración de los pensamientos, las experiencias y las visiones.
Pregúntate si disfrutas activamente la creación de tu poema. Incluso, algo que te perturba o te apena debe provocarte placer cuando lo transformas en escritura.
Así, es factible que tu corazón se acelere, que tus sentidos se movilicen, que el tiempo te pase inadvertido. En ese momento, es como si el poema te obligara a que lo escribas, como si la necesidad de escribir te quemara por dentro. La poesía es una fuente de poder.
Deja bullir tus sensaciones, pero déjalas pasar por el sedimento de la reflexión. Libera las musas, pero trabaja los resultados con los mejores elementos que las técnicas te ofrezcan hasta obtener un poema perfecto.
La calidad del poema debe ser igual a la magnitud de tus sensaciones.

El misterio del poema

En la poesía hay ritmo, emotividad, pensamiento por imágenes, intuición, capacidad de síntesis, en fin, una intención expresiva a través de la configuración verbal.
«¿Cómo describir un poema? Una puerta se abre, una puerta se cierra. En medio, has tenido una vislumbre: un jardín, una persona, un chaparrón, una libélula, un corazón, una ciudad… Si el poema es concentrado, un puño cerrado, la novela es relajada y expansiva, una mano abierta: tiene carreteras, rodeos, destinos; una línea del corazón, una línea de la cabeza; en ella intervienen el dinero y la moral. Mientras que el puño excluye y golpea, la mano abierta puede tocar y abarcar muchas cosas en sus viajes… La puerta de la novela, como la del poema, se cierra también.
Pero no tan deprisa, no de modo tan terminante, tan maníaco e incontestable», dice Sylvia Plath, en Una comparación.
El poema es la plasmación de un instante completo en sí mismo; tiene capacidad para conmover al lector, propone nuevas visiones, abre una compuerta hacia el otro lado de las cosas.

Sus condiciones

Algunas condiciones ineludibles del poema son las siguientes:
. Perfecto equilibrio entre lo que no se dice y lo que se dice.
Un poema debe sugerir, no decir en forma directa y explicativa ni decir «todo». Pero tampoco debe ser tan hermético que no se entienda.
Forma directa o hermetismo sólo cuando el estilo o la intención del autor así lo requiera.
. Progresión en su desarrollo, aunque sea un poema muy breve.
Progresión implica crecimiento.
Puede variar o no variar a medida que avanza, pero debe estar elaborado de tal manera que provoque un movimiento interno en el lector.
. Coherencia en sí mismo, no con los elementos de la realidad.
Progresión y coherencia van juntas. Si un poema es incoherente en cuanto al sujeto que se expresa, a la persona gramatical, al género, al número, etcétera, el lector se perderá en la maraña. Y ve tú a reencontrarlo. Sin coherenci...

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