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Anne Lacaton, Jean-Philippe Vassal, Alejandro Giménez Imirizaldu, Susana Landrove Bossut, Guillermo Landrove Bossut

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Anne Lacaton, Jean-Philippe Vassal, Alejandro Giménez Imirizaldu, Susana Landrove Bossut, Guillermo Landrove Bossut

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Über dieses Buch

Este libro reúne por primera vez diversos escritos de Lacaton & Vassal, la pareja de arquitectos franceses que, desde que irrumpió en la escena arquitectónica internacional a principios de la década de 1990, se ha convertido en un referente ineludible de una manera de hacer arquitectura que prima la ética y la economía frente a la espectacularidad del arquitecto estrella. Su actitud ante la arquitectura, que se ha convertido con el tiempo en una referencia ineludible para varias generaciones de arquitectos, prioriza las necesidades reales de los usuarios frente a las decisiones de orden estético, ofrece más espacio por el mismo precio y propone rehabilitar antes que demoler y volver a construir.A pesar de lo poco que estos arquitectos se prodigan escribiendo y del carácter programático de sus textos, este libro reúne una serie de escritos en los que, alejados de toda retórica personalista, los arquitectos no solo reflexionan sobre su obra, sino sobre el papel de la arquitectura en el mundo actual y, ante todo, sobre la manera de abordarla desde la ética y la racionalidad.

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Information

Jahr
2017
ISBN
9788425230509

DOS CONVERSACIONES CON PATRICE GOULET

2001 y 2007

Conversación 1

2001

Donde se habla del coste, del lujo y de lo perenne

Jean-Philippe Vassal Nos gustaría hablar de la idea de que el ahorro es la base de todos nuestros proyectos. No es que busquemos proyectos de bajo presupuesto, aunque tampoco los rechazamos, cosa que no es exactamente lo mismo. Al leer los artículos que se han publicado sobre nuestra obra, nos da la impresión de que parten del coste, su consecuencia directa.
Obviamente, sucede lo contrario. En nuestros proyectos partimos de intenciones y elecciones muy ambiciosas, y la economía es solo el factor que permite llevarlas a cabo, al margen del presupuesto disponible. El coste, como el terreno, es una restricción, pero creemos que también es un medio suplementario. Por otro lado, no hay que confundir las cosas: la economía no es el principio del menos, de la reducción, sino de la jerarquía y del mínimo necesario. En este sentido, la reflexión sobre la economía del proyecto resulta pertinente sea cual sea la envergadura del presupuesto. Interesa en la medida en que es la condición que hace posible la aparición de lo excepcional y que crea los medios necesarios, algo que probablemente no era así hace tan solo diez o veinte años, pues, entre otras cosas, permite construir espacios mucho más grandes...
A menudo se dice que el arquitecto tiene algo de prestidigitador. La economía es una especie de reflexión, de esfuerzo, que le permite a ese ilusionista hacer algo muy sencillo, muy natural, evidente.
Anne Lacaton La economía es, ante todo, poder pagar lo que se desea. Esto significa gestionar el presupuesto para conseguirlo, reducir el margen de los imprevistos y, así, alcanzar aquello que se buscaba.
Tomemos como ejemplo el edificio de oficinas de Nantes (2001-2002). El precio por metro cuadrado del que disponíamos no definió el proyecto, sino que hubo un gran número de decisiones que dependían de las limitaciones urbanísticas y normativas. Los criterios que acabaron definiendo el proyecto tenían que ver, ante todo, con nuestras ideas e intenciones sobre cómo debía ser un espacio de oficinas: superficies muy luminosas, cerramientos de vidrio de forjado a forjado que pudieran abrirse para poder salir a tomar el aire o a fumarse un pitillo, y un concepto inteligente de confort térmico, de ventilación y de control solar. Este fue nuestro punto de partida. Quedaba por determinar cómo dar respuesta a estos requisitos con el presupuesto definido por el cliente. No partimos nunca de la idea de construir barato, sino que nos preguntamos cómo podemos obtener todo lo que queremos.
Ajustar el presupuesto nunca determina ni limita nuestras ambiciones sobre ciertas cualidades esenciales: los espacios, las sensaciones, los usos o el confort. El compromiso con el bajo coste es un medio para alcanzarlas.
Vassal Esta actitud actúa como motor. Por ejemplo, hace veinte o treinta años conseguir el edificio más alto o la mayor luz posible entre apoyos, como en el edificio CNIT de La Défense en París o en las cubiertas tensadas de Frei Otto, se consideraba un desafío. Lo que motivaba esta actitud, que entonces tenía que ver con la técnica, ya no está de actualidad. El ahorro de costes puede ser hoy la manera de realizar edificios excepcionales. Su interés reside en que hace que nos preguntemos sobre la conveniencia de lo que se nos pide. Esta actitud acaba siendo fructífera en la mayoría de nuestros proyectos —en la casa Latapie (Floriac, 1993) nos incitó a conseguir el mayor espacio posible y en el Palais de Tokyo (París, 2000-2001) nos llevó a aceptar la ausencia de revestimiento en paramentos y muros, así como un equipamiento mínimo— y nos obliga a distinguir entre lo secundario y lo principal, a establecer jerarquías.
Lacaton Disponer de un presupuesto bajo es una buena excusa para buscar y proponer soluciones en las que no se pensaría si se actuara con mayor holgura, pero nunca para justificar un mal resultado por falta de dinero. No tenemos ese tipo de frustraciones. A menudo la falta de medios ha sido una dificultad añadida, pero nunca una excusa. Siempre hemos obtenido lo que nos proponíamos.
Es cierto que un presupuesto ajustado lleva a adoptar ciertas actitudes en lo que se refiere a lo que puede hacerse o no. No era el caso del proyecto que hicimos para un hotel de cinco estrellas (Lugano, 1999), donde nos preguntamos si por el mero hecho de poder permitírnoslo, recurriríamos a soluciones que de otro modo evitaríamos, como, por ejemplo, utilizar revestimientos por el puro placer de gastar dinero. Rápidamente llegamos a la conclusión de que debíamos conservar nuestra manera de trabajar y decidimos mantener nuestra actitud respecto al espacio y la construcción. El lujo reside siempre en lo mismo: la dimensión del espacio.
Vassal En el hotel de Lugano la economía se traducía en los principios de implantación y los procedimientos de construcción, respecto a los que no teníamos ninguna razón para proponer soluciones costosas. En cierto sentido, nos da la impresión de que esta actitud nos guía hacia una adecuación y una integración de las técnicas actuales, y que, de cara a la implantación, nos permite evitar soluciones ilógicas o absurdas.
Lacaton Aunque hubiéramos dispuesto de un presupuesto más ajustado, habríamos mantenido ciertas decisiones, como, por ejemplo, la implantación y la disposición de las habitaciones. ¿Cuál es la mejor habitación? Aquella que tiene mejores vistas, de ahí que invirtiéramos las proporciones habituales entre metros de fachada y profundidad edificada. Por otro lado, nos propusimos incorporar espacios suplementarios, inesperados y útiles que aportasen un suplemento de confort, de placer o de servicio.
Vassal En el Palais de Tokyo disponíamos de un presupuesto de tres millones de euros para una superficie de 5.500 m2. Era un presupuesto muy limitado, pero, pese a ello, trabajamos sobre una superficie de 8.000 m2; es decir, a pesar de las limitaciones del presupuesto para 5.500 m2, nosotros consideramos que debíamos tratar de ir más lejos.
Lacaton Al fin y al cabo, el lujo no tiene que ver con el dinero, sino con aquello que supera las expectativas iniciales.
Vassal Un pavimento de hormigón fratasado es tan bello como uno de mármol. Utilizaríamos mármol si fuera más barato. Puesto que ambos materiales están bien, escogemos el más barato.
¿Utilizaríamos menos policarbonato si el vidrio fuera más barato? Ambos materiales tienen cualidades diferentes: el vidrio es algo más liso y transparente que el policarbonato.
Lacaton El vidrio también tiene una rigidez y una masa que pueden hacerlo menos interesante. En lo que se refiere a la superficie construida, no buscamos el metro cuadrado a cualquier precio, sino el tamaño que añade interés espacial y volumen: en la casa de Cap Ferret (1998), el lujo consistía en disponer de vistas, mientras que en el hotel de Lugano consistía en que todas las habitaciones participaran de la belleza del lugar.
Vassal En la casa de Cap Ferret, la superficie estaba limitada por la ocupación máxima del suelo. Como la pendiente del terreno era muy pronunciada, para adaptarse a él era necesario escalonar la casa en varios niveles, hecho que encarecía el proyecto. No era necesario colocarla en lo alto, pero el espacio inferior hubiera carecido de interés si la situábamos más abajo.
Si un cliente tiene mucho dinero, no tenemos inconveniente en gastarlo con él: todo consiste en saber cómo. A partir de ciertas dimensiones —1.000 m2, por ejemplo— no sirve de nada aumentar la superficie, y revestirlo todo de mármol es una opción menos interesante que animar al cliente a que compre obras de arte.
En realidad, la cuestión de los costes es fundamental cuando pensamos en los sistemas constructivos actuales. Resulta bastante extraño continuar con la técnica de colocar ladrillo sobre ladrillo, teja sobre teja, baldosa junto a baldosa y pieza de mármol junto a pieza de mármol cuando conocemos el origen de estas prácticas. ¡Parecen de otro planeta!, sobre todo al compararlas con sistemas actuales tan sencillos y lógicos como las estructuras metálicas y los cerramientos de chapa y paneles.
Así pues, el tema del coste es, sobre todo, un motor que permite abordar los proyectos de un modo distinto. Aparentemente, los costes y el resultado de la inversión son cuestiones que solo preocupan a los promotores privados. Únicamente ellos se preguntan por qué un vestíbulo de aeropuerto tiene que ser tan alto y tan grande. Sin embargo, una pregunta interesante sería saber por qué los aeropuertos actuales tienen unos vestíbulos inmensos cuando bastaría con alturas libres de 3,5 o 4 m? ¿Funcionarían peor? ¿Cuál es la razón de ese crecimiento en altura, sobre todo considerando el poco tiempo que la gente pasa en ellos? ¿Por qué constituyen símbolos? Este tipo de reflexiones ofrece nuevas orientaciones a los proyectos.
Lacaton Nosotros oponemos una arquitectura ligera frente a lo que queda de la idea de monumento, de edificio duradero, que no se basa en unas determinadas condiciones de uso en una época concreta, sino en el poder y en la política. Sin embargo, este estado de cosas está prácticamente superado. Desde hace treinta años somos cada vez más conscientes de la rápida obsolescencia de los edificios, pero a pesar de ello se sigue recurriendo a principios constructivos y funcionales que no tienen en cuenta ni el inicio, ni el fin, ni la duración del edificio. Nosotros, en cambio, creemos en lo ligero —que no quiere decir frágil o poco sólido—, en sintonía con los métodos de fabricación de los productos industriales. Un coche está fabricado para que dure diez años, y la relación entre el coste y el uso está totalmente optimizada. Este principio podría trasladarse a los edificios, y así serían más ligeros y versátiles, incluso desmontables y reciclables. Es interesante trabajar sin pensar en que se construye para la eternidad, ni siquiera para los próximos cincuenta años. De esta forma, la arquitectura pierde su pesadez.

Donde se habla de África, de simplicidad y de poesía

Vassal En África, a menudo uno es testigo de situaciones caricaturescas. Pongamos por ejemplo Níger, un país con un territorio absolutamente plano, sin nada que destaque en el horizonte, y donde, súbitamente, como por arte de magia, aparecen gentes y construcciones precarias. Allí donde un instante antes no había nadie, de repente aparece gente. Aunque dispongan de medios escasos, necesitan construirse una casa de alguna manera. Resulta increíble pero, al final, se acaba construyendo algo poético, ligero y muy emocionante por su fragilidad y su elegancia. Al presenciar estos modos de operar, uno se plantea preguntas, la primera de todas es cómo se crean esas construcciones.
Lacaton Es sorprendente el sentido común de los africanos. Encaran los problemas sin darles demasiada importancia. La solución puede ser provisional o permanente, pero siempre es muy ingeniosa. Siempre sucede algo inesperado que depende de la habilidad de cada uno.
Vassal De pequeño viví en Marruecos y amaba la cultura marroquí. Más tarde estuve cinco años como cooperante en Níger, donde trabajé en la planificación de ciudades y poblados. Debido al avance de la desertificación, mucha gente emigraba a la ciudad, lo que generaba muchos problemas. Viajaba mucho, unos viajes muy largos en unos coches que se averiaban cada poco.
Lacaton Esa gente tiene una actitud muy moderna, porque, en primer lugar, la historia no les pesa ni les dicta lo que debe o no debe hacerse, lo que está bien o mal; en segundo lugar, por su capacidad para encontrar como sea lo que necesitan; por ejemplo, utilizan conjuntamente materiales extremadamente rudimentarios (como una tienda construida con trapos viejos) con la última tecnología (como el soundbox japonés más moderno). Poseen una gran capacidad de adaptación y una ausencia total de prejuicios.
Vassal La forma de utilizar los coches europeos es curiosa. Estos llegan al país en pésimo estado y son capaces de alargarles la vida mucho tiempo, realizando modificaciones que en Europa serían inconcebibles, como, por ejemplo, sustituir los amortiguadores por travesaños de madera, o quitar las cámaras de aire de los neumáticos y rellenarlos con hierba fresca para que no revienten.
Lacaton ¡Todo es posible mientras funcione!
Vassal Son capaces de serrar la carrocería a la altura de los asientos traseros e instalar sobre los travesaños de madera, que sustituyen a los amortiguadores, grandes cajas para que viaje el mayor número de gente. Todo ello magníficamente decorado y realizado en condiciones increíbles, con soldaduras impecables sobre la marcha y mezclando, sin titubear, piezas de reloj con carburadores...
Lacaton Todo esto puede parecer exótico porque sucede lejos, pero, al final, el resultado es siempre un producto perfectamente adaptado a lo que se requería. Esa es la lección que puede extraerse. No existen buenos o malos sistemas, ni buenos o malos materiales. Hay cosas que se adaptan a una situación, y esta idea puede trasladarse perfectamente a la arquitectura.
Vassal Pongamos otro ejemplo: las escuelas itinerantes. En medio del desierto, la escuela es la única construcción del poblado. Los habitantes viven en tiendas a tres o cuatro kilómetros de la escuela, de modo que esta es la única representación del pueblo. La escuela tiene como máximo 80 m2 y está construida con estacas de 1,5 m hincadas en la arena. Entre las estacas, unas ramas y unas esteras de paja de arroz se apoyan sobre las fachadas y filtran la luz. Se entra al edificio por un agujero y los niños se sientan en la arena. Fuera la luz es cegadora, dentro hay sombra, y el sol se cuela por entre las rendijas del techo. No hay maestro, sino una mesa con un televisor; debajo de la mesa, una batería conectada a un panel solar proporciona electricidad. En resumen, una escuela se compone de un poco de paja, unas ramas, una tele, una batería y un panel solar muy sofisticado.
Lacaton Un buen tema de reflexión acerca de la tecnología. ¿No habremos perdido el norte sobre lo que nos aporta? La tecnología puede ser interesante cuando es fuente de placer, uso, confort y eficacia, pero seguramente no como alarde decorativo.

Donde se habla de los primeros cliente...

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