Aristóteles II
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Aristóteles II

Aristóteles, Julio Pallí Bonet, Manuela García Valdés, Quintín Racionero, Valentín García Yebra

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Aristóteles, Julio Pallí Bonet, Manuela García Valdés, Quintín Racionero, Valentín García Yebra

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Las obras de Aristóteles concentran la totalidad de la sabiduría griega de la Antigüedad e inauguran la ciencia y la metafísica occidentales. Filósofo a la par que científico, Aristóteles se interesó tanto por el estudio de la Naturaleza como por la antropología y la conducta de los seres humanos.Las obras de Aristóteles (Estagira, c. 384 - Eubea, 322 a.C), el discípulo más aventajado de Platón y su gran crítico, concentran la totalidad de la sabiduría griega de la Antigüedad e inauguran la ciencia y la metafísica occidentales. La fuerza de su personalidad impregnará toda la vasta Edad Media hasta la llegada de Descartes y la época moderna. Mente metafísica a la par que científica, el filósofo ateniense se interesó tanto por el estudio de la Naturaleza como por la antropología y la conducta de los seres humanos. Sus obras siguen siendo una guía de sabiduría vital. El espíritu de Aristóteles, fascinado por la inmensa riqueza de la Naturaleza, no se conformó únicamente con investigar los hechos objetivos, ni con la observación de las plantas, los animales y hasta de los cataclismos naturales. El anhelo que lo embargaba lo impulsó a descubrir las causas primeras de las cosas y el escrutinio de la divinidad: Dios, como primero y único motor inmóvil, era la causa final del mundo, y la filosofía, la actividad más noble del ser humano.Estudio introductorio de Miguel Candel, profesor titular de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval en la Universidad de Barcelona. Ha traducido el Órganon y el tratado Acerca del cielo, de Aristóteles. Es autor de El nacimiento de la eternidad, Apuntes de filosofía antigua (2002) y Metafísica de cercanías (2004).

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Information

RETÓRICA
Traducción y notas de
QUINTÍN RACIONERO
LIBRO PRIMERO
1
Vieja y nueva retórica
El arte retórico. Analogía con la dialéctica
La retórica es una antístrofa de la dialéctica, 1 ya que ambas tratan de [1354a] aquellas cuestiones que permiten tener conocimientos en cierto modo comunes a todos y que no pertenecen a ninguna ciencia determinada. [ 5] Por ello, todos participan en alguna forma de ambas, puesto que, hasta un cierto límite, todos se esfuerzan en descubrir y sostener un argumento e, igualmente, en defenderse y acusar. Ahora bien, la mayoría de los hombres hace esto, sea al azar, sea por una costumbre nacida de su modo de ser. 2 Y como de ambas maneras es posible, resulta evidente que también en estas 〈materias〉 cabe señalar un camino. 3 Por tal [10] razón, la causa por la que logran su objetivo tanto los que obran por costumbre como los que lo hacen espontáneamente puede teorizarse; y todos convendrán entonces en que tal tarea es propia de un arte. 4
Crítica de la tradición
Sin embargo, los que han compuesto Artes acerca de los discursos, 5 ni siquiera —por así decirlo— han proporcionado una parte de tal 〈arte〉 (pues sólo las pruebas por persuasión son propias del arte 6 y todo lo demás sobra) y, por otro lado, nada dicen de los entimemas , que son el cuerpo de la persuasión, y más bien se ocupan, las más de las veces, [15] de cuestiones ajenas al asunto. Porque, en efecto: el mover a sospecha, a compasión, a ira y a otras pasiones semejantes del alma no son propias del asunto, sino atinentes al juez. 7 De modo que si ocurriera en [ 20] todos los juicios como ya acontece en algunas ciudades, y principalmente en las que tienen buenas leyes, nada tendrían 〈estos autores〉 que decir. Pues todos, ciertamente, o bien juzgan que conviene que las leyes proclamen este principio, o bien lo practican y prohíben hablar fuera de lo que toca al asunto, como se hace en el Areópago, 8 [25] procediendo en esto adecuadamente. Pues no conviene inducir al juez a la ira o a la envidia o a la compasión, dado que ello equivaldría a torcer la propia regla de que uno se ha de servir. Aparte de que es evidente que nada compete al litigante fuera de mostrar que el hecho es o no es así y si aconteció o no aconteció. En cambio, el que sea grande [30] o pequeño, justo o injusto, y todo lo que el legislador ha dejado sin explicitar, eso conviene que lo determine el mismo juez y no que tenga que aprenderlo de las partes.
Por lo tanto, es sumamente importante que las leyes que están bien establecidas determinen, hasta donde sea posible, por sí mismas todo, y que dejen cuanto menos mejor al arbitrio de los que juzgan. Ante todo, [1354b] porque es más fácil encontrar uno o unos pocos, más bien que muchos, que tengan buen sentido y sean capaces de legislar y juzgar. Después, porque las promulgaciones de leyes tienen lugar luego de haber deliberado mucho tiempo, mientras que los juicios surgen de un modo imprevisto, de manera que es difícil que quienes han de juzgar estipulen [5] bien lo que es justo y conveniente. Y, lo que es más importante de todo, porque el juicio del legislador no versa sobre lo particular, sino que trata sobre lo futuro y universal, 9 mientras que el miembro de una asamblea y el juez tienen que juzgar inmediatamente sobre 〈casos〉 presentes y determinados, a lo que muchas veces les viene ya unida la [10] simpatía, el odio y la conveniencia propia, de suerte que ya no resulta posible establecer suficientemente la verdad y más bien oscurecen el juicio 〈razones de〉 placer o de pesar. Por consiguiente, respecto de lo demás, conviene, como decimos, dar autoridad al que juzga sobre las menos cosas posibles; pero sobre si sucedió o no sucedió, o si acontecerá o no acontecerá, o si existe o no existe, de esto es preciso que se hagan [15] cargo los que juzgan, pues no cabe que lo prevea el legislador. Y si esto es así, es claro que colocan en el arte en cuestión cosas ajenas al asunto todos aquellos que prescriben reglas como qué debe contener el exor dio o la narración y cada una de las otras partes, 10 puesto que en todo esto no tratan de ninguna otra cosa sino de cómo dispondrán al que [20] juzga en un sentido determinado, sin que, en cambio, muestren nada acerca de las pruebas por persuasión propias del arte, que es con lo que uno puede llegar a ser hábil en entimemas.
Ampliación del ámbito de la retórica
Por todo esto, pues, aun siendo el método el mismo en los discursos políticos y en los judiciales y aun siendo más bella y más propia del ciudadano la actividad que se refiere a los discursos ante el pueblo que [25] la que trata de las transacciones, con todo, 〈los autores〉 no hablan para nada de aquéllos y más bien se esfuerzan todos por establecer el arte de pleitear, 11 dado que en los discursos ante el pueblo aprovecha menos hablar de lo que es ajeno al asunto y, además, la oratoria política es menos engañosa que la judicial, por ser más propia de la comunidad. 12 [30] En la primera, en efecto, el que juzga discierne sobre cosas propias, de modo que ninguna otra cosa es precisa fuera de demostrar que es así como lo dice el que le aconseja. Por el contrario, en los discursos judiciales esto no es bastante, sino que interesa atraerse al oyente, puesto que el juicio trata sobre cosas ajenas, de modo que 〈los jue ces〉, como miran por su propio interés y escuchan con vistas al favor, [1355a] en realidad otorgan a los litigantes, pero no juzgan. Por ello, como antes dijimos, en muchas partes la ley prohíbe hablar de lo que es ajeno al asunto, mientras que 〈en los discursos políticos〉 los mismos que juzgan vigilan esto suficientemente.
El método de la retórica: los entimemas
Ahora bien, 13 como es palmario que el método propio del arte es el que [5] se refiere a las pruebas por persuasión 14 y que la persuasión es una especie de demostración 15 (puesto que nos persuadimos sobre todo cuando pensamos que algo está demostrado); como, por otra parte, la demostración retórica es el entimema 16 y éste es, hablando en absoluto, la más firme de las pruebas por persuasión; y como el entimema, en fin, es un silogismo y sobre el silogismo en todas sus variantes corresponde tratar a la dialéctica, 17 sea a toda ella, sea a una de sus partes, resulta [10] evidente que el que mejor pueda teorizar a partir de qué y cómo se produce el silogismo, ése será también el más experto en entimemas, con tal que llegue a comprender sobre qué 〈materias〉 versa el entimema [15] y qué diferencias tiene respecto de los silogismos lógicos. 18 Porque corresponde a una misma facultad reconocer lo verdadero y lo verosímil y, por lo demás, los hombres tienden por naturaleza de un modo suficiente a la verdad y la mayor parte de las veces la alcanzan. De modo que estar en disposición de discernir sobre lo plausible es propio de quien está en la misma disposición con respecto a la verdad. 19
Utilidad de la retórica
Queda, en suma, claro que los demás autores estudian como materias [20] propias del arte lo que es ajeno al asunto y, asimismo, por qué causa se han inclinado sobre todo a tratar de la oratoria judicial. Ahora bien, la retórica es útil porque por naturaleza la verdad y la justicia son más fuertes que sus contrarios, de modo que si los juicios no se establecen como se debe, será forzoso que sean vencidos por dichos contrarios, lo cual es digno de recriminación; 20 además de que, en lo que toca a algunas gentes, ni aun si dispusiéramos de la ciencia más exacta, resul taría fácil, argumentando sólo con ella, lograr persuadirlos, pues el [25] discurso científico es propio de la docencia, lo que es imposible en nuestro caso, 21 y más bien se necesita que las pruebas por persuasión y los razonamientos se compongan por medio de nociones comunes, como señalábamos ya en los Tópicos 22 a propósito de la controversia ante el pueblo. Por lo demás, conviene que se sea capaz de persuadir sobre cosas contrarias, como también sucede en los silogismos, 23 no [30] para hacerlas ambas (pues no se debe persuadir de lo malo), 24 sino para que no se nos oculte cómo se hace y para que, si alguien utiliza injustamente los argumentos, nos sea posible refutarlos con sus mismos términos. De las otras artes, en efecto, ninguna obtiene conclusiones sobre contrarios por medio de silogismos, sino que sólo hacen [35] esto la dialéctica y la retórica, puesto que ambas se aplican por igual en los 〈casos〉 contrarios. Pero los asuntos pertinentes no se presentan de la misma manera, sino que siempre, hablando en absoluto, lo verdadero y lo mejor por naturaleza son más aptos para los silogismos y [ 1355b] para las pruebas por persuasión. Aparte de que si es vergonzoso que uno mismo no pueda ayudarse con su propio cuerpo, sería absurdo el que no lo fuera también en lo que se refiere a la palabra, ya que ésta es más específica del hombre que el uso del cuerpo. 25
Y si 〈alguien sostiene que〉 el que usa injustamente de esta facultad [5] de la palabra puede cometer grandes perjuicios, 〈se deberá contestar que〉, excepción hecha de la virtud, ello es común a todos los bienes y principalmente a los más útiles, como son la fuerza, la salud, la riqueza y el talento estratégico; pues con tales 〈bienes〉 puede uno llegar a ser de gran provecho, si es que los usa con justicia, y causar mucho daño, si lo hace con injusticia.
Objeto de la retórica y relaciones con la dialéctica
Así pues, es evidente que la retórica no pertenece a ningún género definido, 26 sino que le sucede como a la dialéctica; y, asimismo, que es [10] útil y que su tarea no consiste en persuadir, sino en reconocer los medios de convicción más pertinentes para cada caso, tal como también ocurre con todas las otras artes 27 (pues no es propio del médico el ha cerle a uno sano, sino dirigirse hacia ese fin hasta donde sea posible; porque igualmente cabe atender con todo cuidado a los que son incapaces de recuperar la salud). Además de esto, 〈es asimismo claro〉 que [15] lo propio de este arte es reconocer lo convincente y lo que parece ser convincente, del mismo modo que 〈corresponde〉 a la dialéctica reconocer el silogismo y el silogismo aparente. 28 Sin embargo, la sofística no 〈reside〉 en la facultad, sino en la intención. Y, por lo tanto, en nuestro tema, uno será retórico por ciencia y otro por intención, mientras [20] que, en el otro caso, uno...

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