PARTE 1
CAPÍTULO 1
El psicoanálisis: ¿ciencia, magia, filosofía, religión, praxis…?
Un escrito de Jacques Lacan que más adelante trabajaré, “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, incluye un párrafo que quiero tomar para comenzar este recorrido, porque es pertinente para mi propósito. Es de Leonardo da Vinci, en Códice atlántico, foglio 145, al que Lacan le da lugar de epígrafe. Dice:
Oh ciudades del mar, veo en vosotros a vuestros ciudadanos, hombres y mujeres, con los brazos y las piernas estrechamente atados con sólidos lazos por gentes que no comprenderán vuestro lenguaje y solo entre vosotros podréis exhalar, con quejas lagrimeantes, lamentaciones y suspiros, vuestros dolores y vuestras añoranzas de la libertad perdida. Porque aquellos que os atan no comprenderán vuestra lengua, como tampoco vosotros los comprenderéis.
La primera pregunta que me surge es qué es el psicoanálisis. Se podría responder, si es que hubiera una respuesta, en el sentido de una definición. Tomo una de Lacan: un psicoanálisis es lo que hace un psicoanalista. ¿Es una respuesta? Creo que no, creo que es una chanza, una humorada, incluso una burla. Sin embargo, o por eso mismo, en ella se cuela la verdad. ¿Dónde? En el artículo indefinido “un”, en la singularidad. Un psicoanálisis se juega solamente en la singularidad. Se pueden decir muchas otras cosas, como “es una praxis” o “una técnica”, y muchas otras más; no se puede decir que sea ciencia, religión o magia.
Sigmund Freud lo dice con todas las letras: la ciencia no es demostrable, pero es refutable, mientras que el psicoanálisis no es ni demostrable ni refutable. Si en la experimentación o la observación científicas aparece un caso en que la ley no se cumple, cae. En ese campo la excepción pone a prueba la regla. Lo que ocurre en el campo del psicoanálisis es muy curioso. No es que la excepción confirme la regla –lo que sería lo contrario de la ciencia–, pero tampoco la pone a prueba. ¿Por qué? Volvemos al punto de partida: es que el psicoanálisis solo se juega en la singularidad. No hay universal para demostrar o refutar.
Escribe Lacan en “L’étourdit”, texto cuyo título se traduce en Paidós como “El atolondradicho”:
Los conjugo porque el existe uno en cuestión, al hacer de límite al paratodo, es lo que lo afirma o lo confirma (es lo que un proverbio objeta ya al contradictorio de Aristóteles).
Se escribe así: ∃x − Φx es límite para ∀x Φx. Lo contradictorio de Aristóteles se da entre la universal positiva y la particular negativa; lo contradictorio de “Todos los hombres son mortales” es “Algún hombre no es mortal”.
Es la confirmación por la excepción. Por eso no importa si la interpretación es exacta o no lo es. Vale por otras razones que se encuentran en los dichos de los analizantes. Y eso es singular, no construye ningún universal. Si decimos “todos los hombres son analizables”, si se demuestra que hay uno que no lo es, no cae la regla; puedo seguir afirmando que es por la contingencia. Si interpreto “era su madre”, no importa si es verdadero o falso, sino que vale según lo que el analizante sigue diciendo; por ejemplo, que diga: “¡Ah! El viernes era el cumpleaños de mi madre y se me pasó”. No confirma la veracidad de la interpretación, pero tiene que ver con sus efectos.
Entonces, he aquí la paradoja del psicoanálisis: lo único universal que podemos afirmar es que solo se da en la singularidad. Nos situamos en una estructura y estamos, como correlato de ella, en la estructura del lenguaje. Nuestro campo está allí, en los goces del lenguaje. Analizar es ponerlos en juego. Sin embargo, podemos afirmar que hay conceptos en el psicoanálisis, pero solo se efectúan en la contingencia, en lo singular.
Si no es posible dar una definición del psicoanálisis, nos queda ponerlo en juego como praxis. Este es un término muy particular. Necesita explicaciones, al menos es necesario dar un rodeo. ¿Qué otra experiencia se definió como praxis? El marxismo o, mejor dicho, el discurso de Karl Marx. Un discurso que nació con el Manifiesto comunista de 1848, alumbrando la cuna de Freud. En el seno del marxismo el término “praxis” se considera como la actividad del hombre en cuanto sujeto histórico y social que se enfrenta con determinadas condiciones materiales de existencia y se inserta en el proceso de producción y en las estructuras sociales para transformarlos activamente. Esto se relaciona con lo afirmado por Marx en las Tesis sobre Feurbach, al decir que sus tesis, las de Marx, no son una filosofía puesto que no intentan explicar el mundo, sino transformarlo.
Entonces, si bien “praxis” deviene originariamente del griego y del latín, idiomas en los que significa una práctica, en el curso de la historia, a partir del pensamiento de Marx, fue tomando otra significación. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española dice de este término, praxis, que es “práctica en oposición a teoría o teórica”.
En el libro de Emanuele Coccia Filosofía de la imaginación, que trata sobre el averroísmo y el antiaverroísmo, el autor cita a Juan Damasceno, quien manifiesta una fenomenología del evento en función de sus causas, que pueden ser de Dios, “la sustancia y la providencia”; de la necesidad, “el movimiento que permanece de la misma manera”; del destino, aunque este es también obra de la necesidad, y, sostiene que “son obra de la fortuna lo raro y lo inesperado”, “acontece a entes carentes de vida”. Se pregunta: “¿[L]o que acontece por medio del hombre si el hombre no es causa y principio de la acción?”.
Si existe una obra que caracteriza al hombre, que lo distingue, es lo que en griego se llama praxis. Es la esfera de eventos que tiene por causa al hombre. Sería el lugar de una cesura entre lo humano y lo natural. Así, el hombre no será un ente entre los entes sino “un vínculo específico entre potencia y existencia”. Lo que produce tiene también el poder de no producirlo. Es lo que a partir de las obras lógicas de Aristóteles se llama la contingencia, que deviene del modo de ser de todo lo que es humano.
Praxis es un tipo de acontecer. Es una tercera modalidad, ni posibilidad, ni necesidad. Hay una facultad, eph’hêmin, la obra propia del hombre, la que permite articular esta modalidad, y la praxis es el lugar de su experiencia. Se trata de los objetos que derivan de una poiesis. Hay coincidencia entre sujeto y objeto de la producción en toda praxis, de tal modo que el ser del productor y lo producido por la contingencia llegan a coincidir.
Ahora es necesario introducir la noción de discurso, porque es por medio de él que se es capaz de mostrar a la vez la cosa y su contrario. En el discurso interviene una función fundamental, la negación. Dios, la necesidad solo pueden hacer, no “no hacer” o decir no a la acción. Eso es solo potestad de la praxis. Dice Coccia: La praxis significa “el ámbito donde el pensamiento toma por objeto los movimientos del sujeto pensante y los determina”.
De tal modo que no es el saber que tenga por objeto las acciones, sino que el saber mismo y el pensamiento devienen en acción. Otra forma de decirlo es que el discurso es siempre performativo. Cuando en Juvenilia de Miguel Cané el protagonista de la novela dice, en el momento de tomar la comunión, “paso”, es que se niega la comunión aunque podría haberla tomado, y es en el discurso donde se efectúa la negativa. Por su discurso se produce el rechazo.
Como se sabe, Freud también lo expresó al escribir que su teoría no es una “concepción del mundo”, como se traduce habitualmente Weltanschauung. Apoyándonos en esta afirmación freudiana, podemos decir que el psicoanálisis es una praxis y no una filosofía.
La intención de Freud fue transformar… Como él mismo lo expresa, lograr una transformación tal que el analizante pueda elegir libremente entre una y otra posibilidad.
Un recorrido por la lógica
Para intentar una definición nos queda incursionar en la lógica. Es necesario tener en cuenta que “concepto” no es lo mismo que “definición”. En términos generales una “definición” es “una descripción universal de una idea”, mientras que “concepto” es “una opinión de persona sobre un aspecto concreto”. En toda manifestación sobre “concepto” se encuentra que remite a “unidad”, por ejemplo, “unidad básica de toda forma de conocimiento” o “unidad cognitiva de significado”. Surge de la necesidad de generalizar o clasificar individuos y propiedades a través de establecer cualidades comunes por semejanza y diferencia. Sería el significado de formas lógicas y gramaticales, cuyos enunciados se aplican a objetos, hechos, procesos, situaciones. En el caso de que exprese la universalidad, adquiere el valor lógico de una clase. La ciencia utiliza los conceptos expresados en un lenguaje formalizado, que se definen como “saber”. En lógica, por ejemplo, mediante “formas bien formadas”.
En un escrito de lógica, “Función y concepto”, Gottlob Frege señala que el término “función” no tuvo en el comienzo un significado tan amplio como en la actualidad. Antes se entendía por función en matemáticas: “Por una función de x se entiende una expresión matemática que contiene a x, una fórmula que incluye la letra x”. Dice Frege que tal fórmula no satisface porque “no se distingue entre forma y contenido, entre signo y designado”.
Frege distingue función de argumento. El segundo es un número y la primera no lo es. Si hablamos de una función con un argumento, decimos que se trata del valor de la función para dicho argumento. Es necesario distinguir el sentido de una ecuación de su referencia. Si tienen la misma referencia pero diferente sentido, es que no contienen el mismo pensamiento. Pasa a considerar lo que es un concepto y dice: “Un concepto es una función cuyo valor es siempre un valor de verdad”.
Y en lógica esto se llama igualdad de la extensión de los conceptos. Extensión conceptual es el curso del valor de una función cuyo valor para cualquier argumento es un valor de verdad. La función no es un objeto, mientras que los valores de verdad sí lo son. Para los conceptos es necesario que tengan para el valor de todo argumento un valor de verdad. Que haya función y objeto o valor de verdad.
Si partimos de la noción de igualdad debemos saber a qué nos referimos. Es decir, si dicha igualdad es entre objetos, entre nombres o entre signos. Si igualdad es identidad a priori (Kant), solo podemos decir a = a. Si formulamos a = b no es a priori; con ello se amplía el conocimiento. Pero además está claro que a = b no se refiere a objetos, sino a nombres o signos.
En cuanto al signo, nos encontramos con la referencia o lo designado y con el sentido. Ambos, referencia y sentido, deben distinguirse de la representación, que es subjetiva. Tenemos tres términos: sentido, referencia y representación. En el caso de un nombre propio se encuentra una referencia que es distinta de la representación y entre ambas situamos el sentido que no es ni subjetivo, ni el objeto mismo.
Frege distingue tres niveles de diversidad: palabras, expresiones y oraciones completas. Una oración asertiva completa contiene un pensamiento: ¿es su sentido o su referencia? No es su referencia, lo vemos en el ejemplo “el lucero de la mañana es un cuerpo iluminado por el sol” es una oración distinta de “el lucero de la tarde es un cuerpo iluminado por el sol”. El pensamiento, ya que parece que uno puede ser verdadero y el otro falso, no es la referencia de la oración, pero sí podría ser su sentido. Podría entonces afirmarse que una oración puede tener sentido y no referencia. Sin embargo, nos interesa la referencia; no nos basta, dice Frege, su sentido porque nos importa su valor de verdad. Si es verdadero o falso,...