Manual de escritura
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Manual de escritura

Andrés Hoyos Restrepo

  1. 353 Seiten
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Andrés Hoyos Restrepo

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Andrés Hoyos, fundador y director de la revista El Malpensante, presenta en este libro, de forma directa, entretenida y muy útil, herramientas y conceptos para perder el miedo y poder escribir bien. La escritura no es un tema de genios, es el resultado de una serie de actividades y acciones encaminadas hacia un objetivo claro: expresar de forma escrita lo que se tiene en mente.

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Information

V. EXPRESIONES, USOS
Y PALABRAS CONTENCIOSAS

HEMOS RELEGADO HASTA AQUÍ LA DISCUSIÓN de los usos erróneos o contenciosos, que en cualquier otro manual iría al principio. Lo hicimos porque no nos parece tan supremamente importante proceder por el camino del castigo. Sí, claro que hay errores feos en los que usted querrá no incurrir, so pena de aparecer como un palurdo recién salido de segundo de primaria. Entendemos por error el uso inculto y a veces tradicional derivado de alguna falsa analogía o de una extensión inapropiada de significados. Con el tiempo y el hábito usted caerá en menos errores de esos obvios que lo hacen quedar mal. Es asunto de aprender a utilizar bien los distintos elementos de la sintaxis sin obsesionarse con la corrección.

ERRORES COMUNES

Los errores de gramática, sintaxis o redacción tienen nombres complicados, derivados del griego y del latín, que les sirven a los académicos para discutir entre ellos en idioma abstruso. Hagamos una enumeración parcial para después sugerirles a nuestros lectores que no se aprendan ninguna de estas palabras, a menos que piensen estudiar filología o lingüística: adjunción, anacoluto, anantapódoton, anapódoton, anfibología, gazafatón, silepsis, solecismo, logomaquia, zeugma. Los recursos expresivos con los que cuenta cualquier persona que escribe también tienen nombres enredados. No los hemos citado sino de tarde en tarde y por ser palabras de uso culto, no esotérico.
Agrupemos los errores según el sentido común. No seremos exhaustivos, pues no se trata de agotar nada, sino de fomentar hábitos sanos. La práctica de la escritura seguramente lo enfrentará a usted con la mayoría de los casos que desarrollamos a continuación.

Cuyo, cuya, cuyos, cuyas

Estos adjetivos relativos con función de posesivos son usados mal con frecuencia. Uno oye en radio expresiones como las siguientes:
Los automóviles, que su placa termina en 8, no tienen restricción mañana.
La versión correcta es:
Los automóviles, cuya placa termina en 8, no tienen restricción mañana.
El del cuyo es un giro elegante que puede resultar empalagoso de repetirse en exceso. En principio, no debe haber más de un uso por página, e incluso eso puede ser mucho.

Dequeísmo y queísmo

Agregar la preposición de donde no cabe o quitarla de dónde debería estar son dos errores muy comunes en el habla y un poco más raros en la escritura en español. Algunos ejemplos nos permitirán entender con mayor facilidad por qué. Un tuitero venezolano escribía esto:
Yo opino de que a chavez lo trajeron muerto al pais, que opinan ustedes?
Aparte de que faltan la apertura de la interrogación, varias tildes, la mayúscula del apellido y un punto seguido después de país, está el famoso de que errado en todo su esplendor. La versión correcta sería:
Yo opino que a Chávez lo trajeron muerto al país. ¿Qué opinan ustedes?
Otro tuit dice:
Yo creo de que... detras del secuestro del avion malayo esta Sandokan.
De nuevo faltan tres tildes, sobran los puntos suspensivos y un de. La versión correcta sería:
Yo creo que detrás del secuestro del avión malayo está Sandokan.
Las siguientes oraciones incurren en el mismo error:
Pienso de que el presidente se equivocó.
Opino de que el senador estaba tomado.
Ellos entienden de que...
Aunque con el tiempo y la práctica, el uso correcto del de que se le facilitará, en la duda siempre es posible hacer las preguntas retóricas correspondientes a la afirmación para saber si es admisible o no. Es, ¿de qué pienso sobre la actitud del presidente? o ¿qué pienso sobre la actitud del presidente? Obviamente la segunda opción es la correcta. Es, ¿de qué opino sobre el estado etílico del senador? o ¿qué opino sobre el estado etílico del senador? De nuevo, la segunda opción es la correcta. En términos generales, si la pregunta no lleva el de, la afirmación tampoco lo llevará.
En el sentido contrario está el queísmo:
Me alegro que te vayas (versus “me alegro de que te vayas”).
Estoy de acuerdo que hay que hacerlo (versus “estoy de acuerdo en que hay que hacerlo”).
“Estoy segura que esta vez...”, dice una canción de Paulina Rubio (en vez de “estoy segura de que esta vez...”).
No me cabe la menor duda que Juan ganará las elecciones (versus “no me cabe la menor duda de que Juan ganará las elecciones”).
¿Comete usted los errores de las primeras frases con frecuencia? Ok, sufra un poquito, pero no sufra tanto. Wikipedia cita el título casi increíble de un libro de Eduardo Duhalde, ex presidente de Argentina: Es hora que me escuchen. Por supuesto, tendría que ser Es hora de que me escuchen. A su vez, el ex ministro de Hacienda de Chile, Andrés Velasco, dijo: No estoy de acuerdo que la educación sea gratuita para todos. Lo correcto es: no estoy de acuerdo con que la educación sea gratuita para todos. Si los que mandan se equivocan y no van presos por ello, usted puede equivocarse y seguir tomándose su café.
Nota bene: como la frase de que no deja de ser aparatosa, hay unos pocos casos en los que se acepta la supresión del de por razones de elegancia. La tradición, analizada en su momento por Rufino José Cuervo, ha querido que las excepciones sean sobre todo las expresiones antes que, después que y con tal que. Por ejemplo, la autobiografía de Reinaldo Arenas, llevada al cine por Julian Schnabel y protagonizada por Javier Bardem, se llama Antes que anochezca y no Antes de que anochezca. Escribe una tuitera: Después que te besan y todo, te dejan de hablar; así son. Suena acertado. Ahora bien, si nos hace falta una autoridad incuestionable, están el título y los versos de un famoso poema de Quevedo, “Después que te conocí”.
Después que te conocí,
todas las cosas me sobran:
el sol para tener día,
abril para tener rosas.

El subjuntivo

De todos los tiempos verbales, el más misterioso y resbaladizo en nuestro idioma es el subjuntivo. No por nada causa tantos dolores de cabeza a los extranjeros que aprenden español, junto con la diferencia, intuitiva para cualquier hispanohablante, entre ser y estar.
Aunque el subjuntivo tiene un par de usos adicionales, en la inmensa mayoría de las veces aparece en oraciones subordinadas que dejan un resquicio de duda en cualquiera de sus formas: hipótesis, deseo, probabilidad, temor y demás. Miremos este par de ejemplos:
Como estoy seguro, te lo digo.
Si no estuviera seguro, no te lo diría.
La subordinada del segundo ejemplo duda y por ello recurre al subjuntivo. La primera no admite duda y por eso recurre al indicativo. Otro ejemplo:
Dime si participas.
Me encantaría que participaras.
Como de costumbre, no se trata de leyes inapelables. Veamos el siguiente ejemplo:
Joaquín no sabe que en muchos países la calumnia no es un crimen.
Aquí no hay duda y se usa el indicativo. Si agregamos un quizá, la cosa cambia:
Quizá Raúl no sabe que en muchos países la calumnia no es un crimen.
Quizá Raúl no sepa que en muchos países la calumnia no es un crimen.
Am...

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