Masculinidades, prostitución y trata de personas
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Masculinidades, prostitución y trata de personas

Ángel Christian Luna Alfaro

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Masculinidades, prostitución y trata de personas

Ángel Christian Luna Alfaro

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Este libro se trata de una obra colectiva y en su conjunto se hallarán diversas panorámicas de estudio que coinciden a su vez con la imperiosa necesidad de deconstruir una masculinidad altamente propensa al ejercicio de la violencia sexual, feminicida y la compra de las mujeres con fines de explotación sexual, reconociendo las carencias de los programas de reeducación de varones, inundadas de grupos y asociaciones que lucran con escaso compromiso de cambios y retos en sociedades complejas.En el marco de este libro, se me antoja preguntar: ¿cómo y de quién aprendimos los hombres a pagar por sexo? ¿Cuáles son las diferencias entre pagar o no? ¿Qué significa la vida en situación de prostitución para nosotros? ¿Qué efectos tiene para los varones latinoamericanos la idea de legalizar el "trabajo sexual"? ¿Los varones estamos conscientes de la violencia sexual, sus modalidades y aplicaciones en las relaciones de pareja y con mujeres en situación de prostitución?

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Un proyecto de investigación sobre prostitución en Jalisco desde los estudios de género de los hombres1
Ángel Christian Luna Alfaro
El día que yo me muera
no voy a llevarme nada.
Hay que darle, gusto al gusto
la vida pronto se acaba.
Antonio Aguilar – Puño de tierra
Introducción
Durante las siguientes líneas, presento una propuesta preliminar de un proyecto de investigación que se pretende aplicar en el Estado de Jalisco. Lamentablemente, ante el contexto de la Pandemia de la Covid-19, las condiciones para efectuar un estudio cualitativo, desde la antropología, se ven limitadas.
Pese a la gravedad del momento (para el 17 de mayo de 2021, se registran un aproximado de 237,694 defunciones a nivel nacional por covid-19), después de 14 meses en el que Gobierno de México toma medidas contra el virus, los bares, table dance, casas de masajes, “estéticas masculinas”, ciber-anuncios, entre otros espacios prostitucionales, no han parado.
Desde una revisión de anuncios clasificados vía internet, durante 2020 y lo que va del 2021, así como unas incipientes observaciones de campo, deduzco que ellas han bajado su precio y anexan “otros servicios extras” y ellos, pese a que muchos entraron a las ya largas filas del desempleo, no han dejado de buscarlas, la mayoría, basado en mis investigaciones, son católicos, casados y con hijos, buscan, se arriesgan. Pero el riesgo es diferenciado, está marcado por el género, por una historia y por dinámicas culturales particulares.
Como ya se comienza a notar, mi estudio se ubica desde la experiencia heterosexual, no sólo porque pertenezco a esa orientación sexual, sino también el tipo de sujeta o sujeto de estudio que esta investigación abordó. También me inscribo desde la posición política del abolicionismo, todo esto se describirá líneas adelante.
Mientras entiendo el discurso del trabajo sexual en el ámbito de las demandas sociales y organizadas para que el sistema policial, de salud, el proxenetismo, entre otros actores las dejen de perseguir, extorsionar o lacerar sus derechos humanos, así como los entornos de violencia extrema como la trata de personas con fines de explotación sexual, también puedo comprender un tercer estadio, que probablemente sea mayoritario, y me refiero a las vidas en situación de prostitución.
La prostitución, la puedo observar y comprender como una vida que entiende de alguna forma el sometimiento socio histórico en el que vive. No quiere ni busca ser reconocida como trabajadora sexual, se ve como una puta, esto último, me diría una informante, “no se quita ni el olor, lo puta se carga toda la vida, la gente te huele, sabe, se da cuenta de lo que una tiene que hacer para la comida, por los hijos, son muchas cosas oiga, son muchas y no es fácil”. Por lo ya citado, me atrevo a utilizar en este escrito, la referencia “consumo” no en el ámbito de una compra, sino en el sentido del desgaste y destrucción sistemática de una persona. La idea es reflexionar que un prostituyente consume la humanidad de una mujer en situación de prostitución, buscando obtener placer ejerciendo poder y violencia sexual, desdibujando el mito de que simplemente se busca tener coito.
El prostituyente no lo contemplo como “un vato chido, que ayuda a las chavas”. En todo caso, si me pregunto, por qué un “vato”, dentro sus nociones de colaboración con una mujer, pase la idea y el hábito de darle dinero o “favores” a cambio de sexo.
Entonces, las vidas en situación de prostitución se encuentran en los frágiles linderos de la sobrevivencia, lo oculto, es una parte de la vida que no se tiene orgullo, se considera pasajero, pero se descubre en poco tiempo que no se tienen ingresos similares en otras actividades, “y aquí se sigue, no porque nos gusten los hombres o sus vergas, es la lana la única que motiva, la que sirve para la escuela, los pañales, la medicina de mi jefa, porque ni lujos, es lo que va cayendo”.
Por otra parte, entiendo que el trabajo sexual de personas trans, gais, así como de varones, tengan otras formas de considerarse. Es innegable la existencia y activismo de un grupo de personas que defiendan y considere tener una vivencia que contempla la demanda de un reconocimiento como trabajadoras/es sexuales.
Sin embargo, la prostitución, la trata y el trabajo sexual, tienen un elemento particular que los une: un destinatario prostituyente. Generalmente son varones, de diversas edades y me interesa entenderlos en una dimensión histórico cultural muy particular, ubicando el estudio en poblados de Jalisco. También me resultaría de interés reflexionar desde algún enfoque que analice las genealogías o los componentes etarios de cada varón, esas vivencias que les marcaron generacionalmente, existiendo la posibilidad de diferir y coincidir en más de un aspecto.
Pretendemos con este estudio, enlazar un proceso de responsabilización de los hombres, trazando una relación entre lo individual y lo público, considerando que la problemática abordada no es un hecho aislado o particular, sino que es cultural y estructural, de tal manera que los resultados de la pesquisa sirvan como un diagnóstico que funcione como antecedente para proyectos de intervención con varones que ejercen violencia sexual.
Aquí muestro algunas generalidades del protocolo de investigación, tales como antecedentes, marco contextual, teorías y conceptos de investigación, entre otros detalles que dan cuenta del aparato académico donde emana la pesquisa.
Antecedentes
Después de algunas experiencias de investigación en torno al estudio de la trata de personas con fines de explotación sexual, prostitución y masculinidades (Luna 2015, 2015a, 2016, 2016a, 2016b, 2017, 2018, 2019, 2020, 2020a, 2020b), la evidencia empírica me sugiere reflexionar sobre los actores que personifican la demanda. Sin evadir al sistema capitalista como promotor estructural de dicha dinámica, los hombres prostituyentes fungen como destinatarios de un proceso que vale la pena conocer si en algún momento se desea vivir en sociedades libres de violencia de género.
También el trabajo de Parrini, R., Amuchástegui A. & Garibi, C. (2014), titulado “Límites, excedentes y placeres: Prácticas y discursos en torno al trabajo sexual en una zona rural de México”, representa un estudio importante en Tomatlán Jalisco, evidenciando, entre otras cosas, las vivencias de trabajadoras sexuales, y sus percepciones sobre su “clientela”, hallaron lo siguiente:
Ellas se presentan a sí mismas como madres trabajadoras que cumplen una función regulatoria de la sexualidad masculina, desbordante, excesiva y transgresora. En esos locales establecen relaciones de camaradería con sus clientes, conversan, bailan y se ríen. El sexo, que es la actividad más lucrativa de entre las que realizan, forma parte de las prácticas de socialización masculina, en las que participan como las únicas mujeres que pueden convivir con los hombres que se reúnen y beben. Al ser testigos de la sexualidad masculina extra-conyugal y de los rituales homosociales de los hombres borrachos, las trabajadoras sexuales se convierten en “administradoras” de un principio del placer colectivo.
El portal de Cien Flores (2017) señala que una visión abolicionista es aquella “postura que busca cambiar las condiciones materiales para que no se tenga que recurrir a la prostitución como única salida, es decir, busca asegurar la calidad de vida de todas las mujeres y asignarles un rol productivo para la sociedad, eliminando también los roles patriarcales que enseñan a ser sexualmente sumisas entregadas a los hombres, y la idea del sexo como un derecho masculino”. Basado en lo citado y apoyado de los trabajos de Óscar Montiel (2007, 2013 y 2015), entendí que, si continuamos utilizando el concepto de cliente, lo eximimos de una responsabilidad dentro de la estructura de explotación sexual, en la que no solamente existe el sistema prostitucional, sino también proxeneta.
Los entornos de prostitución vulneran principalmente a niñas, niños y mujeres. En estos ambientes pueden presentarse casos de trata de personas con fines de explotación sexual donde, basado en mis observaciones, ninguna de las sujetas entrevistadas desea seguir inmersa. Ellas me dieron siempre el dato de que era común encontrar mujeres menores de edad o en condiciones de “mucha vigilancia”, ya sea por “meseros, el dueño o algún novio o esposo que la cuidaba siempre”. Así que me resulta imposible disociar la trata de la prostitución. Por lo menos comprendo que los entornos de prostitución son utilizados por las redes de trata y muchas expresiones criminales que perpetúan principalmente varones de diversas clases sociales, niveles educativos, edades, etnias o credos.
Las mujeres entrevistadas durante mis años de trabajo de campo (2011-2021) aprenden a identificar algunas violencias y riesgos de diversa índole provenientes de diversos flancos. Construyen categorías o tipologías de sus prostituyentes, siendo más ricas sus descripciones sobre ellos, que lo que los varones me pueden plantear de sí mismos.
Al interrogar hombres prostituyentes, las respuestas son muy escurridizas; se generan pocos elementos de confianza, convirtiéndose en todo un reto obtener información honesta y fluida sobre cómo aprendieron a comprar sexo. Pese a ello, existen algunos datos cualitativos de interés. Valdría la pena anotar que los prostituyentes son eximidos de responsabilidades, delegándolas a ellas, observándose retos complejos para la aplicación de una política pública sobre erradicación de la violencia de género en México.
Aquí expongo un proyecto de investigación de dichos temas en tierras jaliscienses. Reconociendo que mis hallazgos previos me ayudaron a situarme en teorías, problemáticas, hipótesis y metodologías que se han flexibilizado e incluso cambiado diametralmente con el paso del tiempo.
Prostitución en Jalisco: un acercamiento histórico-social desde fuentes terciarias
En este apartado expongo elementos hi...

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