Actitud 101
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Actitud 101

John C. Maxwell

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Actitud 101

John C. Maxwell

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Los grandes líderes comprenden que la actitud correcta brinda el ambiente adecuado que posibilita que los demás tengan las respuestas apropiadas.

La actitud puede ser el éxito o la ruina suya y la de la gente que dirige.

Las buenas actitudes no garantizan el éxito de un equipo, pero las malas actitudes sí garantizan su ruina. Así dice el afamado escritor y experto en liderazgo John C. Maxwell en este manual sumamente práctico, Actitud 101. Cualquiera que haya intentado dirigir personas con malas actitudes sabe la frustración que esto puede provocar.

Con esta guía concisa y fácil de leer, usted aprenderá a dominar las cuestiones de la actitud. Aprenda a:

  • Reconocer cómo las actitudes de los individuos influyen en su desempeño
  • Señalar problemas de sentimientos, conductas y pensamientos en usted y en otros
  • Identificar seis problemas comunes de actitudes que socavan el equipo de trabajo
  • Descubrir el secreto de cambiar una mala actitud
  • Crear nuevas definiciones de fracas y triunfo que mejorarán su desempeño
  • Adoptar la actitud que ayuda a un líder a pasar al siguiente nivel

La actitud es contagiosa, ¡usted querrá asegurarse de que su equipo esté contagiándose de la actitud correcta!

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Information

Jahr
2003
ISBN
9781418535353
PARTE II
FORMACIÓN DE LA ACTITUD
3
¿QUÉ FORMA LA ACTITUD EN UNA PERSONA?
Mucho entra en una actitud. . .¡pero mucho más sale de ella!
Las actitudes no se forman en un vacío. Las personas nacen con ciertas características, las cuales influyen en sus actitudes. Pero muchos otros factores juegan un papel más preponderante en las vidas de las personas y en la formación de sus actitudes. Aunque estos factores influyen continuamente en la gente, en general, hacen su mayor impresión durante las siguientes etapas de la vida:
ETAPAS FACTORES
PRENATAL: Personalidad y temperamento inherentes
NACIMIENTO: Ambiente
1-6 AÑOS: Expresión verbal
Aceptación y afirmación de los adultos
6-10 AÑOS: Imagen de sí mismo
Exposición a nuevas experiencias
11-21 AÑOS: Contemporáneos, apariencia física
21-61 AÑOS: Matrimonio, familia, empleo, éxito
Ajustes, evaluación de vida
PERSONALIDAD: QUIÉN SOY
Todas las personas nacen como individuos diferentes. Incluso dos niños con los mismos padres, el mismo ambiente y la misma capacitación son totalmente distintos entre sí. Estas diferencias contribuyen al «condimento de la vida» que todos disfrutamos. Si todos tuviéramos personalidades similares, como extensiones parecidas del hogar, nuestro viaje por la vida seguramente sería aburrido.

POR LO GENERAL LAS PERSONAS CON CIERTOS TEMPERAMENTOS DESARROLLAN ACTITUDES ESPECÍFICAS COMUNES A ESE TEMPERAMENTO.

Me gusta la historia de dos hombres que salen a pescar y empiezan a analizar a sus esposas. Uno dijo: «Si todos los hombres fueran como yo, todos querrían estar casados con mi esposa». El otro replicó rápidamente: «Si todos fueran como yo, ninguno querría estar casado con ella».
Una serie de actitudes acompaña a cada clase de personalidad. Por lo general las personas con ciertos temperamentos desarrollan actitudes específicas comunes a ese temperamento. Hace unos años Tim LaHaye, coautor de las populares novelas «Dejados Atrás», dio conferencias y escribió acerca de los cuatro temperamentos básicos. Por medio de la observación he notado que una persona con lo que él llama una personalidad colérica exhibe a menudo actitudes de perseverancia y agresividad. Una persona sanguínea es por lo general positiva y ve el lado brillante de la vida. Alguien melancólico a veces puede ser negativo, mientras un flemático tiende a decir: «Qué más da». Cada personalidad individual está compuesta de una mezcla de estos temperamentos y hay excepciones a estas generalizaciones. Sin embargo, un temperamento sigue normalmente un sendero que puede identificarse al rastrear las actitudes de un individuo.
AMBIENTE: LO QUE HAY A MI ALREDEDOR
Creo que el ambiente es un factor de control más importante en el desarrollo de nuestra actitud que nuestra personalidad u otra característica heredada. Antes de que mi esposa Margaret y yo comenzáramos nuestra familia decidimos adoptar nuestros hijos. Quisimos darle a un niño, que normalmente no tendría el beneficio de un hogar afectuoso y lleno de fe, la oportunidad de vivir en ese ambiente. Aunque nuestros hijos tal vez no se parecen a nosotros, seguramente han sido moldeados por el ambiente en que los hemos criado.
El ambiente de la tierna infancia desarrolla un «sistema de creencias» del individuo. De su ambiente los niños constantemente toman prioridades, actitudes, intereses y filosofías.
¡Está comprobado que lo que realmente creo afecta mi actitud! Sin embargo, lo que creo quizás no sea cierto. Lo que creo tal vez no sea saludable. Incluso podría lastimar a otros y destruirme. Pero una actitud está reforzada por una creencia. . . sea ésta correcta o errónea.
El ambiente es lo que primero influye en nuestro sistema de creencias. Por consiguiente, la base de una actitud yace en el ambiente en que nacemos. Este se vuelve aun más importante cuando nos damos cuenta de que las actitudes iniciales son las más difíciles de cambiar.
EXPRESIÓN VERBAL: LO QUE OIGO
Existe un antiguo dicho en el idioma inglés que tal vez pudiera usted haber escuchado: «Palos y piedras podrían romperme los huesos, pero las palabras nunca me harán daño». ¡No crea eso! Es más, después de que hayan desaparecido los moretones y se haya ido el dolor físico, permanece el dolor interior de las palabras hirientes.
Años atrás cuando yo dirigía una iglesia, durante una de nuestras reuniones de personal pedí a pastores, secretarias y guardianes que levantaran la mano si podían recordar una experiencia infantil que los hirió profundamente debido a las palabras de alguien. Todos levantaron la mano. Un pastor recordó la ocasión en que se sentó en un círculo de lectura en la escuela. (¿Recuerda cuán intimidantes eran esas sesiones?) Cuando le llegó el turno de leer pronunció mal la palabra fotografía. Leyó foto-gra-fia en vez de fo-to-gra-fía. El maestro le corrigió y la clase se rió. Él aún lo recuerda. . . cuarenta años después. Una consecuencia positiva de tal experiencia fue su deseo de pronunciar correctamente las palabras a partir de ese momento. Una de las razones de que hoy día se destaque como orador se debe a esa determinación.

ACEPTACIÓN Y AFIRMACIÓN DE LOS ADULTOS: LO QUE SIENTO

A menudo cuando me dirijo a líderes les hablo de la importancia de aceptar y afirmar a quienes ellos lideran. ¡La verdad es que a las personas no les importa mucho cuánto sabe usted hasta que averiguan cuánto le importan a usted!
Recuerde su época escolar. ¿Quién era su maestro favorito? Ahora piense por qué. Quizás sus más cálidos recuerdos son de alguien que lo aceptó y afirmó. Rara vez recordamos lo que nuestro maestro nos dijo, pero sí recordamos cuánto nos quiso. Mucho antes de entender la enseñanza, nos extendemos en busca de comprensión. Mucho después de haber olvidado las enseñanzas, recordamos la sensación de aceptación o rechazo.
Muchas veces pregunto a la iglesia si disfrutaron el sermón que les predicó su pastor la semana anterior. Después de una respuesta positiva pregunto: «¿Cuál fue el tema?» Setenta y cinco por ciento de las veces no me pueden decir el título del sermón. No recuerdan el tema exacto, pero sí recuerdan el ambiente y la actitud en que se predicó.

A LAS PERSONAS NO LES IMPORTA MUCHO CUÁNTO SABE USTED HASTA QUE AVERIGUAN CUÁNTO LE IMPORTAN A USTED.

Mis maestros favoritos de la escuela dominical en mi infancia son ejemplos hermosos de esta verdad. Primero fue Katie, mi maestra de segundo grado. Cuando me enfermaba y perdía sus clases, ella me visitaba el lunes. Me preguntaba cómo me sentía y me daba una baratija de cinco centavos que valía un millón de dólares para mí. Katie me decía: «Johnny, siempre enseño mejor cuando estás en la clase. Cuando vayas el próximo domingo, ¿podrías levantar la mano para que yo pueda ver que estás ahí? Entonces enseñaré mejor».
Aún recuerdo cómo levantaba la mano y veía que Katie me sonreía desde el frente de la clase. También recuerdo a otros muchachos que los domingos levantaban su mano cuando Katie comenzaba a enseñar; su clase creció rápidamente. Ese año el superintendente quiso dividir la clase e iniciar una nueva al otro lado del pasillo. Pidió voluntarios para la nueva clase y nadie levantó la mano. ¿Por qué? Ningún chico quería ir con un nuevo maestro ni perderse la continua demostración de amor de Katie.
Otro maestro que recuerdo es Glen Leatherwood. Él dictaba clases a todos los muchachos de tercer año escolar en la iglesia donde me crié. ¿Dio usted clases alguna vez a un grupo de muchachos que se contonean diez veces por minuto? ¡Por lo general esos maestros salen de dictar esa clase directamente a su recompensa celestial! Pero no Glen. Él dio clases a muchachos de tercer año por otros treinta años. Los doce meses que pasé en su clase hicieron un gran impacto en mi fe y en la obra de mi vida.
También fui privilegiado al crecer en una familia afirmadora. Nunca cuestioné el amor y la aceptación de mis padres. Constantemente afirmaban su amor por medio de acciones y palabras. Cuando nuestros niños estaban creciendo, Margaret y yo intentamos crearles el mismo ambiente. Creo que nuestros chicos vieron o sintieron nuestra aceptación y afirmación al menos treinta veces diarias. Hoy día puedo asegurar que nuestros nietos reciben por lo menos el doble. ¡Eso no es demasiado! ¿Le han dicho a usted alguna vez de muchas maneras que es importante, que lo aman y lo aprecian? Recuerde, a las personas no les importa mucho cuánto sabe usted hasta que averiguan cuánto le importan a usted.
IMAGEN DE NOSOTROS MISMOS: CÓMO ME VEO
Es imposible actuar bien si nos vemos mal. En otras palabras, por lo general actuamos en respuesta directa a la imagen que tenemos de nosotros mismos. Nada es más difícil de lograr que cambiar acciones externas sin cambiar sentimientos internos.
Una de las mejores formas de mejorar esas sensaciones internas es tener algún «éxito» en su haber. Mi hija Elizabeth tiene la tendencia de ser tímida y quiere frenarse ante nuevas experiencias. Pero una vez que se ha animado en una situación, «¡se pone a todo vapor!» Cuando estaba en primer grado hubo una venta de caramelos en su escuela. A cada niño le dieron treinta caramelos y lo desafiaron a venderlos todos. Cuando recogí a Elizabeth en la escuela ella sostenía su «desafío» y necesitaba algún estímulo positivo. Era hora de una charla de ventas con mi nueva niña vendedora.
Todo el camino a casa le enseñé a Elizabeth a vender caramelos. Enmarqué cada punto de la enseñanza con media docena de frases «puedes hacerlo, tu sonrisa los conquistará, creo en ti». Al final de nuestro viaje de quince minutos, la joven dama sentada a mi lado se había convertido en una vendedora encantadora y comprometida. Se fue por el vecindario con su hermanito Joel comiéndose uno de los caramelos y declarando que verdaderamente era el mejor dulce que había devorado alguna vez.
Al final del día Elizabeth había vendido los treinta caramelos y se sentía fabulosa. Nunca olvidaré las palabras que oró esa noche cuando la metí entre las cobijas: «Ah, Dios, gracias por la venta de caramelos en la escuela. Es fantástica. También Señor ¡ayúdame a ser una ganadora! Amén».
La oración de Elizabeth refleja el deseo del corazón de todo ser humano. Todos queremos ser ganadores. Seguro, Elizabeth llegó a casa al día siguiente con otra caja de caramelos. ¡Ahora era la gran prueba! Había agotado la provisión de vecinos amigables y fue lanzada al mundo cruel del comprador desconocido. Elizabeth admitió tener miedo cuando fuimos a un centro comercial para vender nuestra mercanc...

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