Praxis de la poesía
Práctica de la poesía
Los textos reunidos aquí provienen de muy diversas épocas, en una discontinuidad de quince o más años, ya que el más antiguo, Tarahumara, se remonta al regreso de mi primera estancia en México (1957-1958). Empero, componen a mi parecer una suerte de conjunto, al plantar hitos en un proyecto que ha seguido siendo constante para mí: el decir y lo dicho, el uso y la crítica de ese uso particular del lenguaje que es la poesía.
Quinto sol retiene tres momentos de una búsqueda emprendida para intentar escapar de la esfera cultural occidental (o sencillamente parisina). Ollintonatiuh (compuesto en 1971-1972 y publicado en Amsterdam en edición bilingüe en traducción de Homero Aridjis con litografías del pintor del grupo Cobra Corneille, 1973) es indudablemente un etnopoema, como lo entendían los poetas norteamericanos del grupo de Alcheringa, animado por Jérôme Rothenberg y George Quasha. Al referirse al Trésor de la poésie universelle, que yo había publicado con Roger Caillois en 1958, Rothenberg exploró los modos poéticos arcaicos o tribales para ponerlos en comunicación con nuestro experimentalismo moderno, cosa que yo había hecho también de mi lado, entre otras cosas, en las “actividades escénicas” del Principe d’incertitude (Principio de incertidumbre) (1965) o en ciertos textos recogidos en Code (1933-1965). Esos lugares no lugares fueron publicados en el número especial del Gradiva, dedicado a Octavio Paz (febrero 1965). La amistad y la obra del mexicano Octavio Paz fueron decisivos para mí; estos recuerdos lo dicen de manera harto insuficiente; pero por lo demás he tenido oportunidad de explayarme un poco acerca de esto en el volumen antológico Les poésies mexicaines (des Précolombiens à nos jours) que publiqué en la editorial Seghers en 1961, así como en el prólogo a mis primeras transcripciones de Liberté sur parole [Libertad bajo palabra] (Gallimard, 1966). Entre tanto, lo que importa, es que día con día crece el número de quienes se dirigen directamente a Octavio Paz, que a partir de ese momento fue fácilmente accesible en francés, gracias a las traducciones que siguieron como un relevo a mis primeros afanes.
Antonin Artaud fue otra forma de mediación que escogí: una vez que llegué a la Sierra Tarahumara, que entonces no se encontraba en los itinerarios del turismo cultural, el reto moral e intelectual debió ceder a las instancias de la realidad, tal y como la descubría sobre el terreno, para hablar como los etnólogos. Una experiencia privilegiada la de esta conjunción-disyunción de los lenguajes y del mundo: pero ¿no es cierto que, parafraseando a Pound, todas las épocas pueden ser contemporáneas en el espíritu?
La serie diAmants ou les Amours célèbres (1969) fue ilustrada por Jacques Hérold (La Rouvière, 1974) y por Antonio Saura para la edición española en versión de Homero Aridjis. La serie de los Plaisirs difficiles, “pequeña hypnoerotomaquia” fue ilustrada por Ljuba (Belfond, 1975). Algunos textos de Langue de Bois [Lengua de palo], contractualidades, compuestos en 1972-1973, constituyeron mi participación en el festival Poetry Internacional de Rotterdam, 1973, que los publicó con la traducción al holandés de Gerrit Kouwenaar. Fueron ilustrados por Constant, 1976. Son exorcismos, y podría ponerles como epígrafe una frase (modificada) de James Joyce: “El presente (Joyce escribe: la Historia), esa pesadilla de la que busco despertarme”. Las notas Pour une dramatugie (Para una dramaturgia) (aparecidas en los Cahiers de l’Herne, no. 21, 1973) proporcionan algunas indicaciones sobre el método empleado, que puede desarrollarse hasta la elaboración de un espectáculo. Por lo demás, he llegado a designar al teatro como lugar del exorcismo.
Idylles et/ou Agressions, otros prosemas, pero surgidos de la misma necesidad de desacondicionamiento, pertenecen al género satírico y participan, a mi parecer, de ese espíritu que inspira a ciertos artistas del Pop-art occidental y del Hiperrealismo. La poesía debe ayudar a la subversión de nuestra inaceptable condición cotidiana.
Como, simétricamente, Blason d’une Rivière (muy precisamente, la región de l’Ardèche al filo de la cual me encuentro a gusto) quisiera alcanzar la realidad natural (¿la antigua realidad?) más allá del paisaje de la técnica y de la modernidad. Sí, ¿cómo escapar de la interrogación angustiosa, que marcará el fin de nuestro siglo: la transformación del mundo no es entonces más que su destrucción? (1972, Club du Poème, ilustrado por Claude Bellegarde). El Journal du Labyrinthe fue escrito en 1972-1973 y se vio interrumpido por la lectura de la docta obra de P. Santarcangeli: Le livre des La-
byrinthes: una vez más, el saber perturbó (frenó esterilizó –hablo por mí), el movimiento de la ensoñación. Raoul Ubac dibujó una serie de recorridos laberínticos como ilustraciones del Journal [Diario] (aparecidas en Opus 56). Travail noir [Trabajo negro]: verano de 1975, acompañadas en filigrana estos versos de John Donne, en el umbral de nuestra época moderna: It’s all in pieces, all coherence gone. Y ahora bien, ¿si la poesía tuviese un fin? Solamente podría ser la práctica de la verdad del lenguaje.
En Mas de la Rouvière, septiembre de 1975.
Quinto sol...