Sigmund Freud - Stefan Zweig
“La invisible lucha por el alma”.
Epistolario completo (1908-1939)
3/5/1908
Viena, IX, Berggasse 19
Muy estimado doctor:
Me he ausentado de Viena durante los primeros días de la semana pasada y al regresar a casa descubrí, gracias a la correspondencia, que hace tiempo le debo el agradecimiento por su amable envío . Por la lectura de las Tempranas coronas sé que es usted un poeta; y los versos hermosos y de magnífica fluidez que resuenan cuando abro el libro me prometen una hora de intenso placer, que pronto arrebataré a mi molesto trabajo. Vislumbro el contexto y sospecho que tendrá la compasión de hacer morir al hombre que, según el antiguo poeta, regresó sano y salvo de Troya.
Reciba otra vez mi sincero agradecimiento.
Su cordial servidor,
Freud
4/7/1908
Viena, IX, Berggasse 19
Estimado doctor:
Muchísimas gracias por el Balzac, que terminé de leer en un suspiro. Uno se ve arrastrado al torbellino que usted desea mostrar. El hombre le sienta bien; no sé quién era su Napoleón, pero de la pulsión de dominio de ambos ha recibido usted una buena porción, que ejercita en el lenguaje. Durante la lectura me resultó imposible quitarme de la cabeza la imagen de un osado jinete montado en un noble corcel. Me hallo fácilmente dentro de sus ideas, como si fueran conocidos míos
Tersites resultó muy bello, embriagador en ciertos aspectos, ¿pero por qué todos y cada uno de los personajes se ven llevados tan al extremo y el héroe resulta tan caricaturizado? A alguien prosaico como yo le resulta fácil preguntar de todo.
Me parece muy bueno de su parte que se tome el trabajo de enviarme sus obras y me pregunto cómo puedo devolvérselo con algo propio, claro que de un valor completamente distinto.
Su cordial servidor,
Freud
7/ dic./1911
Viena, IX, Berggasse 19
Estimadísimo doctor:
Acepte mi más ferviente agradecimiento por el envío de sus refinadas y psicológicamente significativas historias para niños. Lamentablemente, el gran círculo de lectores presente en mi casa me ha arrebatado el libro después de haber podido leer apenas la primera historia. Aunque quizá no le siente mal el haber ganado tantos jóvenes lectores en lugar de uno adulto.
Con el mayor respeto, su servidor,
Freud
19/oct./1920
Viena, IX, Berggasse 19
Muy estimado doctor:
Ahora, que finalmente me encuentro un poco más tranquilo, recuerdo el deber de agradecerle por el hermoso libro que encontré al llegar y que he leído con extraordinario placer en medio del tumulto de las dos semanas pasadas (de lo contrario no necesitaría escribirle nada en absoluto sobre ello). La perfección de su identificación sumada a la maestría de la expresión verbal deja la impresión de una rara satisfacción. Me interesaron muy especialmente las acumulaciones y escaladas con las que sus frases se aproximan a la esencia más íntima de lo descripto. Es como la acumulación simbólica del sueño, que hace que lo oculto se entrevea cada vez más.
Si tuviera que juzgar su exposición con una vara especialmente severa, diría que el desafío de Balzac y Dickens está totalmente cumplido. Pero eso no era tan difícil, pues son tipos lineales y sencillos. Con el complicado ruso, sin embargo, no es posible obtener un resultado tan satisfactorio. Aquí se ven lagunas y acertijos sin resolver. Permítame poner en discusión ciertos materiales al respecto, tal como están a disposición de un lego como yo. Puede que el psicopatólogo, siempre rendido ante Dostoievski, aquí tenga cierta ventaja.
Creo que no tendría que haber dejado a D. con su supuesta epilepsia. Es muy poco probable que haya sido epiléptico. La epilepsia es una afección cerebral orgánica externa a la constitución psíquica, y normalmente se asocia a una disminución y simplificación del rendimiento mental. Hay sólo un único ejemplo de la aparición de esta enfermedad en un hombre conocido por su magnitud espiritual, y ello afecta a un gigante del intelecto, cuya vida sentimental poco se conoce (Helmholtz). Todos los otros genios de los que se dijo que tenían epilepsia eran, en verdad, histéricos. (El fantasioso Lombroso todavía no entiende cómo hacer este diagnóstico diferencial.) Esta diferencia, sin embargo, no es ningún tipo de pedantería médica, sino algo absolutamente esencial. La histeria proviene de la propia constitución psíquica, es una expresión de la misma fuerza originaria y arcaica que se desarrolla en el genio artístico. Aunque también es síntoma de un conflicto irresuelto, particularmente potente, que hace estragos entre estas inclinaciones originarias y luego desgarra la vida psíquica en dos campos. Creo que D podría haberse construido totalmente en base a su histeria.
Por más tremendamente grande que pueda ser el factor de una predisposición constitutiva en una histeria como la de D, sigue siendo muy interesante que el otro factor sobre el cual se basa nuestra teoría sea comprobable también en este caso. En alguna biografía de D cierto pasaje me mostró que el posterior sufrimiento de este hombre se relaciona con un castigo que su padre le aplicó cuando era un muchacho, bajo muy graves circunstancias (me viene a la mente la palabra “trágicas”, no sé si acertada). Naturalmente, por “discreción” no se dice de qué se trata. A usted le resultará más fácil que a mí localizar ese pasaje. Esta escena infantil -al autor de Primeras vivencias no tendré que presentárselo como algo verosímil- fue la que le dio la fuerza traumática de repetirse como ataque a las escenas posteriores antes de su ejecución, y desde ahí toda la vida de D está dominada por la doble actitud hacia el padre (hacia su autoridad): el voluptuoso sometimiento masoquista y la escandalosa sublevación en su contra. El masoquismo incluye el sentimiento de culpa que insta a la “redención”.
Lo que usted –evitando el neologismo- llama “dualismo” en nuestro círculo se denomina ambivalencia. Esta ambivalencia del sentimiento es también una herencia de la vida psíquica de los primitivos, aunque permaneció mucho mejor conservada en el pueblo ruso, más fácil de hacerse consciente que en cualquier otra parte (tal como pude exponerlo hace ya algunos años en la detallada historia clínica de un paciente propiamente ruso). Puede que esta fuerte predisposición a la ambivalencia, asociada al trauma infantil, haya determinado la inusual intensidad de la enfermedad del histérico. También son muy claramente ambivalentes los rusos no neuróticos, así como los personajes de D en casi todas sus novelas.
Hay que remitir casi todas las peculiaridades de su obra literaria, de la que a usted no se le escapa casi nada, a su disposición psíquica (que para nosotros es anormal pero para los rusos es más habitual), o mejor dicho: a su constitución sexual, lo que en det...