
- 77 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Me he querido mentir que no te amo
Descripción del libro
Este libro, aun en su brevedad, reúne los más celebres poemas de Gilberto Owen escritos entre 1921 y 1948, desde su primera juventud hasta su Perseo vencido. Compilados por Élmer Mendoza, otro sinaloense, la reunión es un acontecimiento: se trata de la selección de una obra poética no muy extensa, elusiva, acaso menos famosa que la producida por los compañeros de generación de Owen, los Contemporáneos, como Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Jorge Cuesta o José Gorostiza. Es una muestra cuidada que nos acerca al trabajo de uno de los mayores poetas mexicanos del siglo XX.
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Información
Categoría
LiteraturaCategoría
PoesíaMENTIR
QUE NO TE AMO
Y pensar, corazón…

¡Y pensar, conmovido corazón,
que algún día nefando, los gusanos
han de roerte tus orgullos vanos
y emponzoñar tu fuente de emoción…!
Saber la vida tránsfuga, y saber
el fracaso de todo en un minuto:
toda tu heroica fiebre de absoluto
(náufraga en unos labios de mujer)
y todo tu dolor, y tu sensual
podredumbre obcecada, y tu efusiva
devoción a la Amada primitiva
de alma jocunda y clara de cristal.
Aún no habrás logrado modelar
tu poema mejor, cuando la pálida
Intrusa llegue, y tu Poesía, inválida,
interrumpa su lírico volar.
Saber que un día, trémulo rubí,
leal y atormentado, solamente
polvo inmóvil será tu carne ardiente,
sin nada de lo noble que hay en ti.
Cuánto mejor sería, corazón,
que te agotaras, trágico y canoro,
en este amor vernal de fuego y oro,
en una fervorosa combustión.
Toluca, agosto de 1921
La canción del tardío amor

¡Si yo pudiera amarte, Alma noble y pequeña!
Llegas cuando mi vida ya es un arenal;
si pudiera ofrecerte el tesoro que sueña
tu insensatez romántica y pueril, que se empeña
en que florezca el seco tallo de mi rosal…
¡Qué más quisiera, ¡triste de mí!, que anclar
mi nave!
mi nave!
Pero el remanso está lejos de mi dolor;
ya el corazón inhóspito arbusto es para el ave,
y en mi pecho, pletórico de hieles, ya no cabe
el tesoro mil-y-una-nochesco de tu amor.
Si tú pudieras ser la nueva primavera
que es justo que suceda a este invierno precoz;
pero sería estéril tu empeño; espera, espera
hasta que llegue el alma juvenil que te quiera
y diga la aleluya que ya olvidó mi voz.
Alma noble, que llamas a la mía cobarde:
¡Si yo pudiera amarte! ¡Si pudieras tú ser
mi nueva primavera! Pero llegas tan tarde, tan
tarde, que ya sólo, en un trágico alarde,
puedo hacerte un presente, en Alma de Mujer:
¡Esta canción ceñuda y pesimista, en que
ahorco en el mástil máximo la Esperanza y la Fe!
Toluca, 1° de enero de 1922
Desamor

¡Qué bosque —cómo oprime— tan oscuro!
Ganas de sacudir los árboles
para que caiga aquella luz
que se quedó enredada
entre las ramas últimas.
—Ella se quedaría, esclava,
trémula entre los dedos de Josué,
detrás del horizonte, sin remedio—.
¡Luz de ayer,
luz de ayer, lluévete, vertical, a mi memoria!
¡Rompe las rejas de los troncos,
horizontal luz de mañana!
Adiós

Todo este día corrió
el tren por mi pensamiento.
Toda la noche su sirena
rayará mi desvelo.
Y no poder imaginar
el vértice hipotético
en que se une la vía, tan lejano.
Nunca, nunca podré beber el sueño
en la confluencia amarga de su grito
y mi sollozo, siempre paralelos
y persiguiéndose,
toda la noche, en mi desvelo.
Escorzos 2

Te saludan los pájaros, las cosas
todas afinan para ti
su mejor alba de sonrisas.
Y recuerdan tus viajes, cuando ibas
como un poco de
río redondo y frágil, por el cauce
innúmero del viento.
Y te recuerdan, Arca de Noé,
porque las regalabas a los niños,
transmutando en juguetería
de Noche Buena, el Mundo.
Adán y Eva

Brazo oscuro y sinuoso, la colina
ciñe (pero qué estrecho, hasta asfixiarte)
la cintura de luz del lago.
Tan apretadamente, que se llora
pensando en que no va a poder comerse
la manzana redonda de la luna,
que le ofrece en la boca
azul aquel arroyo serpentino.
Sombra

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